viernes, 2 de agosto de 2019

COYUNTURA POLITICA PERUANA


LIMA PERU            2 AGOSTO2019
¿CRISPACIÓN POLÍTICA
O CRISIS DEL RÉGIMEN?
Nicolás Lynch
Tomado de OTRAMIRADA.PE
La nueva propuesta de Vizcarra de "adelanto de elecciones”, más allá del futuro que pudiera tener, revela que no esta­mos ante una crispación política cualquiera sino frente a una crisis de ré­gimen.
En otras palabras, frente a un desorden de gran calado, que se está llevando de encuentro al conjunto de la dase polí­tica que nos gobernó en las últimas décadas, de allí la medida de enverga­dura que se plantea.
Este es un dato central para analizar la actual coyuntura, de lo contra­rio no entendemos nada. Lo que está en crisis es el arreglo del cinco de abril de 1992, que pare­ce llegar a su momento final.
Me refiero al capita­lismo de amigotes que inauguraron Fujimori y Montesinos y que tuvo una primera expresión institucional en dictadura y una segunda en democracia (neoliberal), sin que esta última pudiera corregir los defectos de nacimiento de la primera.
Frente a la crisis de régimen dos sectores de la derecha peruana, que comparten el modelo neoliberal, se disputan la solución de la misma. Uno, el de Vizcarra que expresa la facción más lúcida entre los conservadores y asume la crisis del modelo buscando re­mediarla por la vía de la reforma institucional.
El otro, el fujiaprismo, que para defender sus privilegios trata de insistir en las recetas que funcionaron en el cuarto de siglo anterior pero que hoy están agotadas.
En este escenario la izquierda es todavía un factor menor en la definición que sirve más para asustar que para decidir.
El reto de las fuerzas pro­gresistas es entonces pasar a ser un factor de decisión. Para ello hay que valorar adecuadamente la oportu­nidad, mucho mayor que en el caso de la reforma política, que se presenta ante nosotros.
No se trata entonces de quedamos en los detalles, debatiendo por ejemplo cuánto se ha avanzado en la reforma, sino atrevemos a señalar cuál debe ser la orientación del proceso, un nuevo gobierno para un nuevo arreglo institucional que ponga por delante la soberanía del pueblo y no los intereses de los políti­cos como ha sucedido hasta ahora. Ir por menos es pedir muy poco y a la postre no lograr nada.

Las nuevas elecciones, que la izquierda viene pi­diendo casi desde el inicio de esta crisis dos años atrás, deben de plantearse como un camino para la solución de fondo a los problemas de la crisis de régimen, de allí la importancia de señalar la necesidad de una Nueva Constitución y una Nueva República.
De lo contrario, podrán ser interpretadas como un simple reclamo electorero para ocupar los asientos que dejarían los actuales representantes. Este debe ser el contraste funda­mental en la coyuntura que se abre ante nosotros: quiénes plantean una transformación verdadera y quiénes quieren que algo cambie para que, a la postre, nada cambie.
Por supuesto que se trata de una lucha cuesta arriba. Porque no es solo una disputa política, ya sea en el terreno de la movilización popular o de la opinión pública, sino una pelea por el sen­tido común de la gente a la que desde hace casi tres décadas le machacan que su porvenir depende exclusivamente de su es­fuerzo individual.
Esta es quizás la certe­za más profunda que se puede poner en cuestión con la crisis y por ello las fuerzas progresistas tie­nen el deber de conectar con las cabezas y los co­razones de los peruanos de a pie, para mostrarles otro camino posible.

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