domingo, 13 de julio de 2025

HISTORIA DE LOS PUEBLOS DE MI TIERRA

 LA FERIA DE VILQUE

Jaime Urrutia Cerruti. Extractos de su ensayo corto LA FERIA DE VILQUE: ENTRE MULAS, LANAS Y TIMBA, en Revista HISTORIA Y CULTURA Nº 30, Lima 2019 pp 139-143

L

a feria de Vilque fue la más famosa de las ferias del sur peruano desde las primeras décadas del siglo XIX hasta la llegada del ferrocarril a Puno en 1874 que impulsó el crecimiento de Juliaca y condicionó la paulatina decadencia de la feria.

Ubicado en el altiplano puneño, a una altura de 3,860 metros sobre el nivel del mar, a pocos kilómetros de la ciudad de Puno, Vilque es hoy un humilde pueblo con algunas centenas de habitantes. Hoy, el nombre de Vilque no evoca la importancia de su pasado, durante el cual tuvo lugar la principal gran feria del ámbito sureño del Perú desde las primeras décadas de 1800.

Dicha feria tenía lugar por dos semanas, durante la celebración de Pentecostés, a fines del mes de mayo o inicios de junio cuando las ocupaciones agrícolas/pastoriles no son tan demandantes de trabajo.

La feria de Vilque se estableció en los linderos de la hacienda Yanarico, que fuera propiedad de los jesuitas. No tenemos información precisa sobre la feria a fines del siglo XVIII e inicios del XIX, período en el cual la peregrinación original al Señor de Vilque, posiblemente impulsada por los jesuitas—como señala Jacobsen—fue derivando en un evento básicamente comercial.

Diversos viajeros del siglo XIX han perennizado, con sus vívidas descripciones, las características de la feria de Vilque, además de informes oficiales de funcionarios ingleses y franceses destacados a la región.

Markham la describe en 1860:

“Fuera del pueblo había miles de mulas de Tucumán esperando que los arrieros peruanos las compraran. En la plaza había puestos de todo tipo de productos de Manchester y Birmingham; en lugares más apartados había polvo de oro y café de Carabaya, plata de las minas, corteza y chocolates de Bolivia alemanes con cristalería y prendas de lana de punto, modistos franceses, italianos, indios quechuas y aimaras en sus diversos trajes pintorescos; de hecho, todas las naciones y lenguas...El camino estaba repleto de personas que venían de Arequipa a la feria de Vilque: tenderos nativos, comerciantes ingleses  llegados  a  concertar sus suministros de lana, y una ruidosa compañía de arrieros en camino a comprar mulas, y armados hasta los dientes con pistolones, viejas armas e inmensas dagas, para defender sus bolsas de dinero”.[1]

En 1838, Eugene de Sartigues da cuenta de la importancia de Vilque:

“Vilque tiene cierta importancia en el país a causa de la feria de mulas que tiene lugar allí una vez al año. Se traen las mulas de Tucumán, provincia de la República del Plata y se emplea cuatro meses en realizar el viaje. De Vilque se distribuyen a todo el Perú. Esa gran población está edificada a orillas de una llanura pantanosa que parece haber sido el lecho de un lago y termina en un vasto estanque”.[2]

De la misma época es la opinión de otro viajero:

“A algunas leguas del gran lago Titicaca, que duerme como un mar interior entre la meseta del Collao y las montañas de Bolivia, se levanta el villorrio de Vilque. Es allí donde se celebra esa feria, la más considerable del Perú y quizás de toda la América del Sur y a la que afluyen las poblaciones, no solo de los departamentos vecinos, Arequipa, Moquegua y el Cusco, sino también de Bolivia y de las provincias argentinas, en particular del Tucumán.  Durante quince días Vilque, que apenas cuenta con algunos centenares de habitantes, ve elevarse su población hasta diez o doce mil almas”.[3]

La feria de Vilque fue originalmente una gran “tablada” de comercialización de miles de mulas llegadas desde la región de Tucumán, luego de un largo periplo que se iniciaba más al sur de esa región hasta llegar, luego de varios meses, a Vilque.

En efecto, el negocio de mulas traídas desde el territorio del antiguo Virreinato de La Plata representó la continuidad de un gran  intercambio iniciado en la época colonial, y sostenido hasta la segunda mitad del siglo XIX, que generó en el Bajo Perú un circuito de ferias que, por rebotes sucesivos, llegaba algunas veces hasta Cerro de Pasco. Aún hoy existe en el lenguaje popular la frase “más terco que mula tucumana”.

Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, la gran feria de mulas del sur peruano se realizaba en Paucarcolla, a pocos kilómetros de Vilque:

“A las dos leguas de Puno, camino algo escabroso sin riesgo y de trotar, está el pueblo de Paucarcolla, que fue la capital de la provincia y que actualmente está arruinado, pero sin vestigios de haber sido de alguna consideración. En él se proveen de mulas correos y pasajeros con mucha prontitud, porque hay abundancia”.[4]

Antigua Feria de Vilque
En su minuciosa propuesta para la reforma de los correos coloniales en el Virreinato del Perú, Alonso Carrió de la Vandera “Concolorcorvo”, administrador del correo real, en su Lazarillo de ciegos y caminantes desde Buenos Aires hasta Lima (editado en Lima en 1776), no menciona a Vilque, tal como si hace con Paucarcolla, Coporaque y Tucle, citando estas dos últimas como dos grandes ferias de mulas, en Cusco y Jauja respectivamente. Sin embargo, describe con minuciosidad la “industria” de crianza y venta de mulas desde Tucumán al Perú. En recuerdo de ese pasado existe actualmente una danza en Vilque llamada “los Tucumanos”, inspirada en los arrieros que confluían en Vilque. Y en Salta, Argentina, se rinde culto al Señor de Vilque, en el pequeño pueblo de Sumalao, la gran “tablada” de mulas en Salta de donde partían las recuas hacia el altiplano y el Perú.

En el valle de Lerma, donde se halla ubicado, el pueblo de Sumalao, dice una leyenda popular que “fue una terca mula la que trajo la imagen desde Puno”.

Paucarcolla, además de ser cabecera de un corregimiento del cual dependía la parroquia de Vilque, era el lugar, como dijimos, donde se realizaba a fines del siglo XVIII la feria de mulas más importante del altiplano; pero también fue un lugar importante durante el levantamiento de Túpac Amaru. Luego de este suceso, según parece, la feria se trasladó a la cercana localidad de Vilque, convirtiéndose este poblado en el principal lugar de venta de mulas traídas desde las provincias argentinas, así como en un centro de acopio de lana, vendida por indígenas a agentes intermediarios, y exportada a través de Islay por compañías surgidas en la primera mitad del siglo XIX, cuya sede central estaba en la ciudad de Arequipa.

La feria de Vilque era sometida a remate púbico anual, adjudicando al mejor postor el control y manejo del espacio ferial. Casi no existe información sobre la feria en el Archivo Regional de Puno y nuestros esfuerzos apenas han sido gratificados con un par de documentos relacionados precisamente a dicho remate. El primero está fechado en agosto de 1820:

“El barbero Eustaquio Murillo en quien se remató la plaza de la feria de Vilque en cantidad de ciento quince pesos; hasta ahora no lo ha exivido sin embargo de ntras. repetidas recombenciones. Por lo q. lo hacemos presente a VS. para que se sirva librar las providencias conducentes al pago y afin de q. no se carezca mas tiempo de esta cantidad q. debio haber ingresado en Arcas desde aquel tpo. A los ocho días como VS. lo dispuso. Dios guarde a VS. Contad. Pral. de Puno y Agosto 8 de 1820. Victorino de la Riva y Pablo Man. de Egrena. P. S. Gobernador Inte. D. Tadeo Garate”.[5]

El otro documento, que data de 1823, señala que “la subasta de la feria será por 158.3 1/2 reales”. Los agentes consulares ingleses  instalados en Islay eran los primeros interesados en adquirir información sobre la feria, convertida en un espacio crucial tanto para conocer el precio de la fibra de camélido como para sondear la potencial adquisición de productos ingleses:

“Vilque es un pequeño pueblo en el Departamento de Puno, distante a unas cinco leguas de la ciudad de ese nombre, y a unas cuarenticinco leguas de Arequipa. En la feria realizada allí, se llevan a cabo un número considerable de transacciones comerciales; gran cantidad de mercadería es enviada allí por los comerciantes de Arequipa, y llegan compradores desde Cuzco, Bolivia, y las provincias argentinas. Aquellos de este último país traen consigo gran cantidad de mulas para la venta; allí también se hacen cuantiosos contratos para la entrega de lana, la materia prima que constituye la exportación principal del distrito; así, se verá que el éxito o fracaso de esta feria es un asunto de no poca importancia para la comunidad comercial.[6]

__________________________ .

Templo de Vilque en la actualidad
[1]  Nils Jacobsen, Ilusiones de la transición. El altiplano peruano, 1780-1930 (Lima Banco Central de Reserva del Perú / Instituto de Estudios Peruanos, 2013), 129-130.

[2]  Eugène de Sartigues, “Viaje a las repúblicas de América del Sur (1834)”, en Dos viajeros franceses en el Perú republicano, por E. de Sartigues y A. de Botmiliau, Emilia Romero, trad. (Lima: Cultura Antártica, 1947 [1848]).

[3]  Adolphe de Botmiliau, “La republica peruana”, en Sartigues y Botmiliau, Dos viajeros,204.

[4] Alonso Carrió de la Vandera “Concolorcorvo”, El  Lazarillo  de  Ciegos  Caminantes,  desde  Buenos Ayres, hasta Lima (Buenos Aires: Ediciones Argentinas Solar, 1942 [1773]), 247.

[5] Archivo Regional de Puno

[6] Informe del Sr. Wilthew, Cónsul británico en Islay, sobre el comercio de su distrito consular durante el año 1859, en Bonilla, Gran Bretaña y el Perú, 1826-1919. Informes de los cónsules británicos, tomo IV (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1977), 109

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