Marcial de Souza, fue uno de los indígenas más destacados en la defensa de las tierras que pertenecen a su pueblo, el brasileño. Fue promotor de la Organización de los Pueblos Indígenas como movimiento social en Brasil y referente de la lucha de los guaraníes Kaiowá y Ñandeva en Mato Grosso do Sul (MS). Fue uno de los fundadores, en 1980, de la Unión de Naciones Indígenas (UNI). A nivel local, además de la lucha por el territorio, enfrentó la tala ilegal desde las reservas, el tráfico de niñas indígenas y la política indígena del gobierno militar. Tupã’i había participado activamente, desde principios de los años 1970, en la articulación nacional de los pueblos originarios.
Delgado y pequeño, de poco más de cinco pies de altura, Marçal Tupã’i impresionaba cuando hablaba. Fue elegido como representante de los indios para dirigir el mensaje en Manaos al Papa con ocasión de su visita al Brasil. Fue el más emblemático de sus discursos, el que tuvo repercusión internacional, fue el de julio de 1980. En el balcón del palacio episcopal de Manaos (AM), ante una multitud, Marçal habló con el Papa Juan Pablo II, que estaba de visita en Brasil.En la televisión
nacional y bajo el régimen militar, Marçal fue representante, como él mismo
dijo, de las “naciones indígenas que habitan este país, que se está haciendo
tan pequeño para nosotros y tan grande para quienes nos arrebataron esta
patria”.
En noviembre de
1983 fue asesinado al amparo de la ley de seguridad nacional que establece que “todo
acto reivindicativo del indio es un crimen político”. Fue ejecutado de cinco
tiros en la puerta de su casa en la aldea Campestre en 1983.
El Vaticano y sus poderosos
órganos de difusión, nunca hicieron comentario alguno sobre el discurso de
Marcial De Souza, ni acerca de su asesinato, ni sobre la “ley maldita” que hizo
más fácil cometerlo. <>
Su
Santidad Juan Pablo II:
Yo
soy representante de la gran tribu Guaraní, cuando en los primeros días, con
el descubrimiento de esta gran patria éramos una gran nación y, yo no podría,
como representante, de esta nación que hoy vive al margen de la llamada
civilización, Santo Padre, no podríamos callamos ante su visita a este país.
Como representante por qué no decir, de todas las naciones indígenas que
habitan este país, que va quedando tan reducido para nosotros y tan grande
para aquellos que nos arrebataron esta patria.
Somos
una nación subyugada por los poderosos, una nación expoliada, una nación que
está muriendo de a poco sin encontrar el camino, porque aquellos que nos
cogieron este suelo, no dieron las condiciones para nuestra sobrevivencia,
Santo Padre.
Nuestras
tierras son invadidas, nuestras tiernas son tomadas, nuestros territorios están
siendo reducidos, no tenemos más condiciones de sobrevivencia. Presentamos a
Su Santidad nuestra tristeza por la muerte de nuestros líderes asesinados
fríamente por aquellos que invadieron nuestro suelo, que para nosotros representa
nuestra propia vida y nuestra sobrevivencia en este gran Brasil, llamado país
cristiano.
Represento
aquí él Centro-sul de este gran país, la nación Kaingnan que perdió recientemente
a su líder; fue asesinado también Pankararé en el nordeste. Perdió a su líder
porque quizo luchar por nuestra nación. Quería salvar nuestra nación, traer la
redención a nuestro pueblo, pero no encontró redención, encontró la muerte.
Queda
todavía una esperanza con su visita, Santo Padre: Usted podrá llevarla fuera de
nuestros territorios, pues no tenemos nosotros condiciones pues somos
subyugados por los poderosos. Nuestra voz está
embargada por aquellos que se dicen dirigentes de este gran país. Lleve nuestro
clamor, nuestra voz a otros territorios que no son el nuestro, para que el
pueblo, una población más huamán luche por nosotros, porque
que nuestro
pueblo, una nación indígena está desapareciendo del Brasil.
Este país que nos fue arrebatado. Dicen que Brasil fue descubierto;
Brasil no fue descubierto, Santo Padre, Brasil fue invadido y arrebatado a los indígenas
del Brasil. Esta es la verdadera historia. Nunca fue contada la verdadera historia de nuestro
pueblo, Santo Padre yo dejo aquí mi llamado, llamado de
doscientos mil indígenas que habitan y luchan por su sobrevivencia en este país
tan grande y tan pequeño para
nosotros, Santo Padre.
Confiamos
que usted, como representante de la Iglesia Católica jefe de la humanidad,
lleve nuestra voz para que nuestra esperanza encuentre repercusión en el mundo
internacional. Este es el mensaje que le dejo a usted. <>
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