EL RACISMO,
UN VIEJO
ACOMPAÑANTE
Nelson Manrique, LA
REPUBLICA 12 Mar 2019
¿Cómo comprender esta forma de trato entre los
peruanos ya entrado el siglo XXI? La sociedad peruana no
termina de resolver un problema de fondo: la herencia colonial.
Dos incidentes recientes nos enfrentan con la
persistencia del racismo en nuestro país.
En Arequipa una abogada atacó a
una humilde mujer encargada de dirigir el tránsito. Furiosa porque la servidora
pública no la dejó pasar por donde quería, la llenó de insultos racistas que
atacaban hasta a sus hijos y terminó golpeándola.
En la comisaría de La Punta cuatro
jovencitos que fueron detenidos a la entrada del distrito en estado de ebriedad
se negaron a identificarse y llenaron de insultos racistas y golpearon a los
policías. En ambos casos abundaron las mentadas de madre, el “cholo (e india)
de mierda”, y “¡no sabes con quién estás hablando!”.
orgulloso de su homosexualidad y enemigo de la choledad |
¿Cómo comprender esta forma de trato entre los
peruanos ya entrado el siglo XXI? La sociedad peruana no termina de resolver un
problema de fondo: la herencia colonial. En términos objetivos, el Perú ha
sufrido una gran revolución durante el último medio siglo: desaparecieron las
haciendas y la clase latifundista que gobernaba el país, desapareció la
servidumbre y la sujeción de la población indígena en las haciendas, se liquidó
el gamonalismo y, de ser un país cuya población en 1940 era en un 65% rural,
serrana e indígena, pasamos a uno donde apenas el 20% de la población está en
el campo, más del 50% habita en la costa y la migración ha provocado un extenso
proceso de mestizaje.
Desgraciadamente la velocidad de los cambios
subjetivos (aquellos que se operan en la mente de las personas) está retrasada
con relación a la de los cambios objetivos: una importante fracción de la
sociedad peruana sigue viendo el Perú de hoy con los anteojos
de la vieja mentalidad oligárquica.
Hay un personaje que, a comienzos del siglo XXI,
ejemplificaba como nadie la quintaesencia del racismo oligárquico, el
arequipeño Andrés Bedoya Ugarteche. Tenía una columna en el diario
Correo, “La ortiga”, y desde allí exudaba un racismo delirante. En cualquier
otro país hubiese terminado en prisión por incitación al odio (llegó a proponer
rociar con napalm a la población indígena de Bagua) y a la discriminación. Pero
en Perú difundía su mensaje bajo la protección del director de Correo de
entonces, Saldo Mariátegui.
Veamos algunas perlas: “¿saben qué -escribía Bedoya Ugarteche-, indios de mierda? Ustedes no tienen complejo de inferioridad, ustedes
SON inferiores. Y son inferiores porque son quechuas y aymaras. Recuerden que
(para) los nazis (…) los latinoamericanos eran una ‘subespecie’.
En otras palabras, menos que humanos: antropoides, primates (...) ¿Cuáles son los países más cagados de
Sudamérica? Los tres que tienen indios, pues: Ecuador, Perú y Bolivia”
(“Humalientos, humaladas y animaladas”. Correo, 6 de enero de 2005).
Hablando del presidente de Bolivia, Evo Morales, Bedoya Ugarteche escribía:
“¿Evo Morales ‘persona’? ¡Por favor!
¿Cómo declarar “persona” a un ser cuya condición de Homo sapiens está en duda y
más parece un australopiteco?”. Especulando con que los aimaras peruanos se
irían con Bolivia se congratulaba, añadiendo: “Claro que ya no tendremos uros para entretener a los turistas y que les
tiren maníes (a pesar del letrero que dice ‘Prohibido dar de comer a los
Uros’), pero no todo pueden ser ventajas, pues. En algo tenemos que ceder”
(“Indioemierda non grato”. Correo, 17 de marzo de 2005).
La tolerancia del poder frente a estas
manifestaciones ayuda a entender cómo el viejo racismo termina
prendiendo en las nuevas generaciones.
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