martes, 8 de noviembre de 2011

Los Vera y el arte musical de Puno

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas

Publicado en LOS ANDES, 4 de noviembre 2011


I. La estudiantina en la tradición puneña

Durante los primeros tramos y hasta avanzada más de la mitad del siglo pasado, las familias puneñas en todos los ámbitos de su extensa geografía, mantuvieron la tradición de “hacer música” dentro de los lindes hogareños. Esas íntimas fronteras eran sobrepasadas eventualmente para cubrir reuniones familiares y hasta para amenizar de cuando en cuando las fiestas del pueblo.
En cada casa mestiza de Puno la capital, de Ayaviri, de Huancané, de Juli, de Azángaro, para no citar sino algunos de los muchos pueblos del altiplano peruano y zonas contiguas, eran infaltables las guitarras, mandolinas, charangos y otros instrumentos musicales, en cantidad y calidad condicionadas por la intensidad de la afición o dedicación a la música que ejercían sus moradores.
Obviamente, en esas casas eran tanto o más necesarios e infaltables los músicos, algunos de los cuales llegaban al status de notabilidades reconocidas en las provincias de la región, como creadores y/o ejecutores.
Las fiestas familiares y las ocasionales del pueblo, eran amenizadas por estudiantinas y otros grupos similares de músicos, que además de ejecutar variados temas en instrumentos mayormente cordófonos para dar el marco imprescindible al baile, ponían especial gusto y entusiasmo para interpretar música tradicional de la región, especialmente el huayño y dentro de éste, el “huayño pandillero”, cuyas singularidades melódicas y rítmicas, lo hacían sutilmente diferenciable en el contexto global del huayño panandino, que con diferentes nombres y estilos se cultiva en el Perú en sus vecinas repúblicas.
Ese cultivo y práctica de los aires musicales tradicionales, en el seno del hogar y la familia más extensa, sufrió duro impacto en la década de los años sesenta con la aparición del “tocadiscos”. No fueron pocos los que sucumbieron ante el facilismo de sustituir el grupo musical por el aparatico ese, el que además fue evolucionando y presentando cada vez más atrayentes y mejores performances en cuanto a decibeles, sonoridades, complejidades y denominaciones.
Tampoco fueron pocos los que no solo resistieron a pie firme el impacto, sino que dieron vuelta a las desventajas, sacaron partido, aprovecharon esa modernización tecnológica al grabar su música en discos. Esto les permitió difundir sus creaciones e interpretaciones hasta niveles insospechados.
Pues bien, una de esas familias, raigalmente atada a esas caras tradiciones, entregada totalmente al arte popular, metida de lleno en la puneñidad, son los Vera. Vera y Béjar, los abuelos por ambas líneas de los hermanos Vera Béjar; Vera Solano, el padre de éstos y factótum del grupo familiar; y, muchos Vera, nietos y bisnietos del maestro.

II. Un huayño pandillero

Castor Vera Solano, ese Don Castor que tanto de su vida ha dejado en casas y calles de su Puno natal, en las que el tiempo no ha borrado la impronta de su notable obra musical, ha compuesto muchos temas que han enriquecido el ya voluminoso cancionero puneño. Uno de ellos tiene mucho de pastoril y amoroso:
Tengo una chiquita… Nunca se sabrá en qué momento, en qué instante de la existencia de este gran compositor, las neuronas de su siempre trabajador cerebro avivaron el flujo de sus interconexiones y abrieron paso al momento solemne y glorioso de la creación artística musical de temas como este, que en tantísimas bohemias se ha cantado, entonado en tantos actos y ceremonias y seguido susurrando por danzarines mientras sus pandillas culebreaban las calles carnavaleras de nuestros pueblos.
Con su carita de cielo… Sentado frente a su piano, pentagrama frente a los ojos, lápiz en mano, Don Castor iba anotando seguramente las notas del huayño teniendo a la chiquilla idealizada e inspiradora en mente, variando, corrigiendo, ensayando una y otra vez, hasta modelar los arpegios de los acordes en correspondencia con el estilo, el tipo, el gusto propio de los puneños.
Orgullo de esta gran tierra puneña… Ante el producto ya definitivo de su obra, Don Castor se empeñaba en orquestar el nuevo tema. Muchas horas debió ocupar sin duda, para instruir a violines, guitarras, guitarrones, mandolinas, charangos del conjunto orquestal que fundó y dirigió, para que cada uno sepa la misión precisa a cumplir en el colectivo artístico.
Su andar es muy gracioso… Ensayo tras ensayo, violín en ristre, Don Castor mezcla de hombre bonachón y conductor severo, corregía disonancias, remediaba desfases, aconsejaba técnicas, resolvía errores, buscando que la suma total de los sonidos constituya expresión armónica de arte musical tal como él buscaba y lo deseaba.
Una boca de cereza… Llegado el esperado nivel de calidad interpretativa del conjunto, aparece la aspiración inmediata de plasmar ese arte en un medio electrónico que permita la escucha a voluntad de los temas creados, arreglados, ejecutados, con miras a su perdurabilidad y propagación masiva. Grabar el tema musical junto con otros más, en un disco, eran desafíos enormes que Don Castor supo enfrentar y vencer con férrea voluntad e infinito amor a su pueblo.
Y ojos que me han hechizado… Cuando las emisoras de radio de Puno aún no estaban infestadas de gringadas, cuando la cumbia sureña estaba lejos de dominar como ahora, los aires del rincón más alejado de la región; es decir en aquellos pasados tiempos, las pocas y escuchadas emisoras difundían las creaciones e interpretaciones de nuestros músicos y nuestra gente bailaba y se solazaba con ellas.
Negrita para ti la vida entera… Entonces en esos tiempos y tal como ocurría con muchas otros temas, la imaginaria Linda Serranita, en las voces tan gratas al oído, diáfanas y limpias de Polly e Idelsa, entraba a las casas, se oía en locales públicos, irrumpía en las calles, invadía ciudades, remontaba pampas y cerros hasta cubrir y sobrepasar lejos el mapa de Puno.
Dudamos mucho que esos tiempos vuelvan.

III. Estirpe de artistas músicos

“Quien lo hereda no lo hurta” dice una antigua conseja. Los cuatro hermanos: Polly, Edgar, Augusto y Waldo Vera Béjar heredaron de don Castor la vena musical y el profundo amor a Puno. Cada uno destacó y destaca en el quehacer artístico en su medio y en su momento.
Polly, la hermana mayor, sobresalió como danzarina desde sus tiempos de estudiante. Estuvo entre las primeras figuras de la APAFIT y primera voz en el Conjunto Orquestal Puno, durante varios años. En su actual residencia en Lima integró de varios grupos corales y lo sigue haciendo hasta ahora; fundó en 1974 el Grupo de Danzas del Club Departamental Puno; con el Grupo Acuario campeonó a nivel nacional en marinera; y, con sus alumnos ganó varios concursos en Lima Metropolitana.
Augusto es músico de profesión y ha destacado dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Arequipa y la Filarmónica Juvenil de la Universidad San Pablo. Compositor, arreglista y escritor articulista y ensayista, tiene amplia ejecutoria artística y destaca con luz propia entre los músicos peruanos de hoy.
Edgar, médico de profesión, es eximio ejecutor de mandolina y guitarra, instrumentos que aprendió a ejecutar desde muy niño. Cultivó su arte en las aulas del Colegio San Carlos y en los cenáculos musicales de la ciudad lacustre en los que ganó merecido prestigio. Es integrante del Grupo Da Capo de Arequipa que dirige su hermano Augusto.
Waldo, el menor de todos, es arquitecto, docente universitario, escritor, y a la par, gran guitarrista. Desde su adolescencia integró el Conjunto Orquestal Puno, gozando del privilegio de recibir enseñanzas de su ilustre padre. Más tarde, en Puno y en Arequipa incursionó en la música internacional formando varias bandas o grupos.
A esa generación de hermanos artistas músicos se suman los nietos y bisnietos que suman una buena cantidad de músicos que destacan en diversos estilos, buscando siempre ser leales a la estela dejada por su antecesor común.
Prácticamente todos los descendientes del compositor están ligados al arte musical y practican la música como parte de sus vidas diarias aunque hayan adoptado diversas profesiones.

IV. Una reunión memorable

El día 28 de julio del presente año 2011, se reunieron en Puno alrededor de 50 personas ligadas íntimamente al compositor puneño Cástor Vera Solano. Se trataba de conmemorar el centenario del nacimiento del compositor y los familiares decidieron hacerlo en la ciudad en que Don Cástor nació y a la que dedicó toda su existencia.
Sus cuatro hijos, junto a sus 16 nietos y 27 bisnietos estuvieron presentes para rendir homenaje a su ilustre antecesor. Ese mismo día se realizó un concierto en el Teatro Puno en el que todos los descendientes mostraron sus cualidades musicales. Hubo solistas en el piano, la guitarra y el violín, grupos de cuerda, grupo Orff, y se presentó diversos tipos de música, como música clásica, criolla e internacional.
Momento especial fue la presentación del coro polifónico familiar, en el cual participaron también los cónyuges de los integrantes de la familia, quienes acompañados por el Grupo Da Capo, interpretaron dos obras emblemáticas del compositor homenajeado: My Polly, fox swing que dedicó Don Cástor a su hijita en la década de los 40 y la polca criolla "Puno mi terruño". Ambas obras fueron interpretadas a cuatro voces causando admiración al público presente. El concierto finalizó con la interpretación de diversas obras de Don Cástor Vera Solano como Canción puneña, Tierra Kollavina, Fiesta patronal, Linda serranita, Joyita puneña y otras.
Paralelamente se presentó e hizo entrega del libro CÁSTOR VERA SOLANO, ALMA MUSICAL DE PUNO, escrito por su hijo Augusto Vera Béjar el cual, aparte de constituirse en la biografía del compositor, reúne todas sus obras en partituras para piano, estudiantina y orquesta sinfónica. El tomo viene acompañado de un disco compacto con interpretaciones de diversos artistas y del Conjunto Orquestal Puno que dirigió en vida don Cástor.

V. Don Castor en el recuerdo imperecedero

A los cien años del nacimiento de este ilustre puneño, nos queda el recuerdo de su bonhomía y su carácter exigente. Alternamos algunos años en APAFIT, cuando ejercíamos la presidencia de esta institución. Los encuentros en la necesaria interacción fueron más que los desencuentros.
Alguna vez, hace ya décadas, recibimos su visita inopinada y nocturna a nuestra casa. Se presentó provisto de una guitarra y una botella. Entre canto y canto y letra y letra que llegamos a grabar como testimonio de tantas historias que contó, los rasgueos y puntadas con que nos encandiló y los cantos que acompañamos tímidamente. Todo eso desapareció en la cinta magnetofónica rendida ante el descuido y los embates del tiempo y sus inclemencias.
Amanecimos rindiendo homenaje a Andrés Huaylla, aquel “cargador” juleño de la estación del ferrocarril, que se identificaba con el número 52 pintado en un pequeño rombo de latón apenas cosido en las esquinas sobre un “ch’ollkko” o sombrero blanco de lana de oveja, gacho por todos los lados, excepto por adelante. Un gracioso percance entre Huaylla y una dama puneña indignada porque sus familiares no fueron a esperarla a la llegada del tren, tuvo que ver con ese huayño muy popular. Y el gusto que tuvo Andrés “Huayllita” (así con cariño) nadie se lo quitó.
Y a nosotros nadie nos quita el gusto de haber sido amigos de ese gran puneño que ocupa lugar destacado en la memoria colectiva de nuestro pueblo.


Lima octubre de 2011



--------------------------

2 comentarios: