EN EL DIA DEL SIKU
Liliana Quinto Laguna

LA
DANZA DE LOS SICURIS
José María Arguedas.
LA PRENSA, Buenos Aires 28 de marzo de 1943
El Sicuri de PUNO, es una flauta de pan
doble. En las tumbas de Paracas se han encontrado sicuris de barro, pero estos
de Paracas son, como las antaras de Ayacucho, una flauta de Pan simple. Los
sicuris de Puno son de una complejidad extraordinaria, cada instrumento
representa una flauta de órgano, y diez o quince músicos, tocando sicuris
forman una orquesta, un órgano impresionante en que cada flauta está tocada por
un artista, por un ser viviente y excitado de violenta sed de danza y
embriaguez.
Cada sicuri está formado por dos flautas
de Pan hechas de una caña muy fina y amarrada con cuerdas de tripas o con
cintas de lana tejida. Una orquesta de sicuris, una tropa de bailarines, está
formada por sicuris de diversos tamaños según la nota que le corresponde tocar,
desde 40
centímetros de largo hasta pequeñísimos sicuris que se pierden en la
mano de quien los toca. Este es hoy un instrumento propio del altiplano, en las
otras regiones de la sierra del Perú está desapareciendo, en el centro y en los
otros departamentos del sur es ya un instrumento raro, prefieren
definitivamente los instrumentos de origen español y olvidaron este y ya no lo
saben tocar ni fabricar.
Pero en PUNO, en la altura, el ppusa
sigue siendo el instrumento principal y característico y como no se toca en
forma individual sino en grupo, es instrumento de las fiestas y de las danzas
más grandes e importantes. Instrumento ritual y extraño, significa fiesta,
multitud, procesiones, vísperas de grandes fiestas y llantos, lo tocan soplando
a pulmón lleno, el aire alcanza la base de las flautas, rebota y escapa
por la boca de las cañas y silba, en los sicuris altos y gruesos suena con una
gravedad profunda, en los pequeños y agudos produce un silbido fino y largo,
todos juntos, los ppusas en una tropa de bailarines, forman una orquesta de
viento que oprime y sacude el alma de quien los oye, los bailarines lo tocan
saltando o agachándose contra el suelo, danzando con una furia desenfrenada,
un bombo duro y grave acompaña a los ppusas y sobre la voz gruesa y
siempre igual del bombo, la voz de los sicuris se levanta y grita, como si
todos los tonos del viento de las grandes alturas hubiera sido encadenado y
dominado, sometido y manejado por la furiosa tropa de bailarines vestidos de
espejos, de cuentas de vidrio y de entorchados de plata y oro. Es el conjunto
más impresionante y hermoso que he visto en esta región del Vilcanota.

El altiplano es frío y cruel y de una
hermosura tormentosa e inclemente, la tierra es lisa, dilatada como el viento,
de un solo color y de una sola vegetación fina y baja, los rarísimos árboles
que crecen en los patios de las casas sorprenden y casi infunden temor, en los
horizontes lejanos y silenciosos se levantan las montañas filudas y rocosas de
granito negro, y los nevados brillantes, llenos de mágico misterio, bajo la
sombra de las nubes, el lago está al centro y es como la imagen de todo este
campo alto y helado, y cuando uno ve llegar las balsas al puerto, en el
crepúsculo, toda esta tierra parece mítica y legendaria.
Los sicuris salen vestidos de lujosísimos
disfraces bordados en hilos de oro y plata, tachonados de piedras brillantes y
de cuentas de cristal. Todos los bailarines tocan zampoñas o ppusas, un bombo
acompaña a los sicuris. La música de la danza es un wayño del altiplano, de
aire marcial. Cada bailarín toca una sola nota, y entre todos, como las flautas
de un órgano, forman la melodía de la danza. Tocan bailando, pasan por las
calles en tropa, mientras caminan danzan suavemente, pero al llegar a las
esquinas del bombo truena más alto, los bailarines forman circulo y danzan a
saltos, mirándose las caras y aproximándose unos a otros como para acompasar
mejor las notas, y suben cada vez más el ritmo del wayño y la danza termina en
un zapateo violento y alocado. El sol reverberaba en el vidrio de los disfraces
y el wayño angustiante de la luna parecía dominar a las montañas que estrechan
la quebrada y darles ese semblante lejano, frío y nebuloso de los aukis del
Kollao.
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