TITIKAKA: MUCHO TIEMPO DE PODREDUMBRE
Jesús Santisteban
Ávila
El
problema del Lago Titikaka en la bahía de Puno se extiende en período muy extenso, tal vez cien años o más.
La ingeniería y los sistemas aplicados en el tratamiento de desagües y otros a
lo largo del despliegue urbanístico tienen como destino final (qué desgracia)
las aguas del Lago, en su vertiente más visitada y económicamente más
productiva.
Tampoco
es reciente el clamor popular para exigir la solución del problema. La impresión generalizada es que lo que ocurre “no le interesa a nadie”.
Entonces,
en principio, pongámonos de acuerdo en algunas situaciones concretas. El
Titikaka y su contaminación es un problema de nivel multidisciplinario; técnico,
científico. No es una situación que
atañe a la política y a sus actores. El Titikaka en la bahía de Puno requiere
grupos de trabajo con mucha experiencia en problemas similares. Personas que
manejen hipótesis, que observen el comportamiento de la naturaleza alto andina:
que incrementen aproximaciones de solución, utilizando exigencias de investigación.
Se afirma con alguna certidumbre alrededor de plantas de oxidación. Quién sabe. Somos partidarios de “buscar”
alternativas; de imaginar situaciones de apoyo. Preguntamos: el grupo de
trabajo en actividad ha “probado” –como hipótesis de trabajo- acciones,
utilizando Biología y ciencias afines para buscar cultivos, o especies
vegetales que aprovechado las lentejas de agua y/o su altísimo contenido de
desagüe se constituyan en punta de lanza
de solución? Hasta cuándo y en razón a qué, continúan las contrataciones
de obreros para extraer porciones de lenteja.
Acuarela de Demetrio Par |
El
caso del hedor emanado de las aguas de nuestro Lago en la bahía de Puno no
genera votos políticos. Ningún candidato político alcanzará metas concretas en
base a encabezar una campaña a favor del Lago Milenario. Hoy, como ayer, como
hace mucho, el Lago Titikaka paga sus tributos económicos a favor del turismo.
Y lo hace en términos sobresalientes. Como el hedor contaminante no genera la
ausencia de visitantes turísticos, entonces “a nadie le importa” la ocurrencia.
Si el lago, por infortunio, llegara a situaciones de desastre, entonces, recién
la población reclamaría y saldría a las calles para exigir la reposición de su
medio de ganar mucha fortuna.
El
Titikaka también es un problema de información. Mejor: de desinformación. Nadie
que no sea de los niveles oficiales, conoce la realidad gestionaría alrededor
del Lago. No tenemos en disponibilidad periodismo de investigación y, estamos
seguros, ninguna autoridad recogerá el clamor de la ciudadanía, vía Internet.
Con
criterio paralelo, se han visitado las playas próximas a Chucuito, a Juli en
busca de “indicios” de contaminación? Lo decimos por el auge turístico y de
construcción de infraestructura
hotelera, últimamente en términos poco acostumbrados.
La
experiencia sugiere algunas situaciones concretas. El hedor, el mal olor puede
generar situaciones contradictorias de carácter olfativo, afectando a la
población humana. Ese fenómeno tiene nombre propio. No creo que mis amigos puneños
–en todo el tiempo transcurrido- se
hayan acostumbrado a compartir sus alegrías con el impacto del hedor que con la
brisa mañanera inunda la Capital de la Región.
Finalmente,
acompañamos a nuestro amigo José Fernández quien, desde Puno, ha renovado su
inquietud alrededor de la contaminación lacustre en la bahía puneña. José en su clamor ha solicitado la participación de
instituciones y de grupos de amigos. Con mucha pena, este nivel de propuesta no llegará a las instancias corporativas pertinentes y,
es más, como nuestra propuesta no tiene carácter oficial entonces es casi seguro
que las sugerencias formuladas se conviertan en repetido y obsoleto canto al añejo y hermoso
Titikaka.
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