LA IZQUIERDA
COMO
DESERCIÓN
César
Hildebrandt
En
HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 736, 6JUN25
L |
a derecha me parece
inaceptable porque es encomendera, egoísta y vulgar. Pero empiezo a pensar que
la izquierda peruana es definitivamente un desastre. La derecha hizo este país
deforme que no puede mandar a hacer bien un aeropuerto, pero, a estas alturas
de mi vida, me pregunto: ¿qué es la izquierda? El derecho a la utopía lo perdió
hace ya tiempo esa izquierda que viene de Mariátegui y se dirige a ninguna
parte. Eso se hizo pedazos cuando los herederos de Lenin y Stalin se
autodisolvieron en una asamblea que nació en Moscú y cubrió la Europa oriental.
Y esa escombrera aumentó de tamaño cuando la China de Mao se convirtió en la
potencia capitalista que hoy aspira a suceder a los Estados Unidos en el
campeonato hegemónico mundial.
Nada queda de esos
sueños proletarios. Sólo hay despertares desilusionados y legañas. Una de esas
legañas, salidas del ojo enfermo de Pol Pot, hijo del maoísmo en modo Marat,
fue Abimael Guzmán. Y a estas alturas es bueno recordar que gran parte de la
izquierda nacional se negó a condenar, con todo el énfasis que era necesario,
el proyecto canalla de ese hombre que apenas podía escribir algo legible y se
creía discípulo de Kant y sucesor de Marx.
No hay Mariátegui, no
hay referentes, no hay ideas en la izquierda del Perú actual gobernado por el
lumpen. Lo que hay es Cerrón y Bermejo y Antauro. Y en vez de Patria Roja, la
Derrama. Y en lugar de Barrantes, Pedro Castillo, que iba a ser Túpac
Amaru III y terminó siendo el Chapulín Colorado del pasaje Sarratea.
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Histórica marcha de unidad |
La derecha desprecia al
Perú y esa tara es hereditaria. Les viene de lejos y los acompañará siempre.
Pero la izquierda ama sus propias ruinas y hace muy poco por reconstruirse.
Aspira al Congreso, a la figuración en los medios de prensa y, cada vez en más
casos, a la complicidad con el crimen. Ahí están sus votaciones, haciendo de
furgón de cola del fujimorismo y colaborando con el régimen más abyecto que el
desorden del Perú hubo de engendrar.
Hoy la izquierda late,
felizmente, en algunas ONG, en el ambientalismo, en sectores del arte y la
universidad. Sobrevive a duras penas en esos ámbitos porque todavía hay gente
dispuesta a dar la contra y enfrentar el tsunami de procacidad conservadora que
nos arrasa. Pero la izquierda política ha desaparecido justo en el momento
histórico en que hay cientos de motivos para protestar.
Los precios de lo que
vendemos suben, las cifras macro se citan con entusiasmo, pero la pobreza
urbana no cede y la miseria rural se estanca. Y allí están la anemia infantil,
el incremento de la desigualdad, las exoneraciones tributarias para los
privilegiados de siempre, los robos en el gasto público, la ilegitimidad del
gobierno congresal copado por quienes perdieron las elecciones del 2021.
¿Y dónde está la
izquierda institucional ante todo esto? Es un fantasma, una orfandad, una
declarada inexistencia. Se disfraza de aquel loco que quiere fusilar a su
hermano o aparenta venir de La Habana pero con los modales carcelarios de
Batista.
Y pensar que esa
izquierda llegó a ser casi un tercio de los votos del Perú. Hoy ni siquiera
tiene un candidato digno de ser nombrado.
¿Qué pasó? Pregúntenles
a los rusos y a los chinos. sáquele una respuesta a la tumba doblemente maldita
de Ceaucescu. El fracaso mundial del experimento comunista explica la implosión
de la izquierda nacional, pero no justifica su actual deserción.
En todos estos años de
duelo debió surgir una generación que, admitiendo la derrota paterna,
interpretara los nuevos retos e iniciara el rearme programático.
La izquierda no puede
reducirse a las batallas distractivas que el enemigo le impone. La lucha por un
mundo distinto no tiene que limitarse a las discusiones woke y a las
reivindicaciones de las minorías sexuales. El mundo actual es la pesadilla
depravada de un psicópata. Allí están Gaza, la Europa decadente, el trumpismo
fenicio para demostrarlo. Mientras tanto, los mares padecen de continentes
móviles de plástico, el calentamiento global muestra las garras, los ricos no
saben qué hacer con las cifras colosales que se embolsican y diversos
neofascismos erizan las fronteras que quieren cruzar los pobres diablos de siempre
pero esta vez en mancha. La historia, como siempre, la hacen los asesinos y la
escriben los cómplices.
¿No hay motivos para
inscribirse en alguna rebeldía y mandar al demonio a quienes nos dicen que la
tecnología terminará por deslumbramos? Claro que los hay y por montones. Pero
la izquierda en el Perú ha dejado de existir. <:>
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