viernes, 23 de mayo de 2025

HILDEBRANDT Y EL MOMENTO PERUANO ACTUAL

 EL FEMINISMO

Y LA SEÑORA BOLUARTE

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 734, 23MAY25

L

as mujeres siempre dominaron mi escena. Tuve tres hermanas, una madre protagónica, una familia an­versa donde había tías matriarcas y se repetían leyen­das de toda índole sobre el rol principal del hembraje ancestral.

Jamás subestimé a una mujer y en el trabajo, cuando la tele me chupaba la sangre, mis reporteras eran la sal y pimien­ta del menú. Nadie tuvo que enseñarme nada respecto de la importancia de lo fe­menino porque nun­ca, a la hora de medir cualidades, se me ocurrió hacer distin­go de géneros. Así fue en todas las revistas que fundé y los pro­gramas que tuve. Así ha sido en mis gustos literarios y plásticos. En mis paredes están colgados cuadros de Elda di Malio y Luz Letts y cuando era un mocoso mi pri­mer amor imposible fue la Sagan, a quien fue fácil traicionar después con De Beauvoir, Yourcenar, Du­ras, Sarraute, Mistral, Woolf, Laforet, Poniatowska.

En resumen, creo ser un feminista im­plícito y sin aspavientos. Y por eso creo, modestamente, que las feministas más encarnizadas deberían mostrar su pública vergüenza por la conducta de Dina Boluarte. Al fin y al cabo, aunque sea sólo un dato de la estadística, es la primera mujer sentada a la diestra del poder en ese palacio donde –estoy seguro- pena la sombra del general Benavides.

Humor de Chillico
Y lo cierto es que la señora desacredita a las mujeres y em­barra su reputación de luchadoras y exitosas (a pesar de las inequidades subsistentes).

¿Por qué no hacer un deslinde higiénico con una señora que parece inventada por el machismo?

En efecto, si el machismo más hirsuto concibiera un esce­nario perfecto para repetir sandeces y prejuicios, pensaría en darle un papel de importancia a alguien como Dina Boluarte.

La señora encarn a, como caricatura, todo el mito machista en su versión chihuahuense. Es traidora, como en los valses con más túndete y llanto. Es tan oportunista que, a su lado, Porky parece un místico zen. Es frívola como un personaje de Televisa, canalla en plan de mandar matar y luego culpar a los muertos, mucho más mentirosa que Bernie Madoff, tan inescrupulosa como madame K, tan viajera como un chipe amarillo y tan inútil como creer que Netanyahu es aún un ser humano.

Pero hay más: la señora chapa relojes y alhajas porque se las regala un mentecato educado en el barril del Chavo, es ig­norante de concurso, ridícula hasta la pena y mala como una obra de teatro gritada en andaluz.

Podría ser una dama magnífica, provinciana como Chabuca Granda y de buena fe como Susana Baca. Pero no. Eligió ser una bruja con la escoba que seguramente le cedió Oscorima. Y políticamente hablando, se ha prestado a ser la que firma las leyes del Congreso del hampa. El Congreso del hampa la deja simular que ella preside el país y ella paga firmando, a veces con ayuda de terceros cuyo paradero determinarán los peritajes del futuro, lo que Rospigliosi y su gavilla traman para eludir la justi­cia, favorecer el cri­men y asegurarse las elecciones del 2026. La señora Boluarte es una creación de Steven Seagal.

¿Por qué no cen­surarla desde el femi­nismo? ¿No sería ese gesto una expresión elemental de legítima defensa y un modo de sacar la cara por los millones de mu­jeres peruanas que sostienen hogares y resisten la pobreza, la desigualdad y el maltrato de género?

No, no la censuran. La única explicación a la mano es que se ha impuesto la omertá del feminismo ex­tremo, esa ley del si­lencio que, a nivel global, barre bajo la alfombra todo lo que puede ser incómodo, todo lo que puede contrariar la visión de quienes están convencidas de que, en la venganza mundial contra el patriarcado, vale cualquier cosa. Eso incluye admitir la mugre.  <+>

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