lunes, 9 de junio de 2025

PARA LA HISTORIA DE PUNO

 TADEO GÁRATE, EL ÚLTIMO INTENDENTE DE PUNO (1817-1824)

Extractos del artículo de Nicanor Domínguez Faura: APUNTES SOBRE TADEO GÁRATE (LA PAZ,1774-MADRID,1858): EL ÚLTIMO INTENDENTE DE PUNO (1817-1824), publicado en  la revista HISTORIA Y CULTURA 2024  N° 35  pp. 43 - 87

C

omo contrapunto a la imagen del “patriotismo criollo” durante las Guerras de Independencia (1809-1825), presentamos la trayectoria “fidelista” del abogado paceño Joaquín Tadeo Narciso Gárate y Cañizares: sus estudios de Derecho en el Cuzco, su vinculación con el obispo Bartolomé María de las Heras y con el virrey José Fernando de Abascal, su nombramiento de subdelegado de Chucuito, su participación como asesor legal de Goyeneche contra la “Junta Tuitiva” de La Paz, su elección como diputado por Puno a las Cortes de Cádiz, su viaje a España y su decidido apoyo al absolutismo de Fernando VII, su nombramiento de intendente de Puno, cargo que ejerció hasta la derrota realista en Ayacucho, y su exilio español de tres décadas. Su caso ayuda a complejizar el estudio del proceso de la Independencia peruana al enfocarse en un “godo” (criollo fidelista) que actuó consistentemente con los valores de un catolicismo conservador y un monarquismo absolutista propios del “Antiguo Régimen” borbónico en el contexto de la crisis terminal de ese sistema político.

Nombramiento de subdelegado de Chucuito (1807)

El nuevo arzobispo Las Heras debió interceder con el virrey Abascal en favor de las aspiraciones de su exsecretario en las últimas semanas de 1806. Era el caso que el subdelegado de Chucuito, Manuel Urrialde, había sido suspendido del cargo. Esto le permitió a Abascal designar a Gárate en su reemplazo, como se indica en la “Relación de méritos”:

“En siete de enero de mil ochocientos siete le nombró el virrey del Perú por subdelegado interino del partido de Chucuito en la provincia de Puno, expidiendo á su favor el titulo correspondiente en diez del propio mes”[1]. De inmediato el flamante “subdelegado interino” registró el título ante el Tribunal Mayor de Cuentas, la Contaduría General de Tributos, la Caja Real de Lima y la Contaduría General del Ejército, y pagó los derechos requeridos, la “media annata” y la “fianza de residencia”. Lo que le tomó casi dos meses fue conseguir los fiadores para “los ramos de Tributos y Hospital de dicho Partido”, que ascendían a 60 920 pesos y 1 real. El 5 de marzo pudo presentar “treinta y vn sujetos de conocido abono en este Comercio y vecindario”, es decir, comerciantes que respaldaban con 2 000 pesos cada uno que se cumpliría con la recaudación tributaria de la provincia. No conocemos los nombres de esos fiadores, pero sin duda debían tener intereses económicos previos en el Sur Andino.

El 16 de marzo solicitó Gárate presentarse ante la Audiencia de Lima para juramentar su cargo, cosa que hizo el día 20. Debió partir inmediatamente de la capital virreinal, porque menos de un mes después, el 18 de junio, se encontraba en el Cuzco registrando su título ante la Audiencia cuzqueña. Tampoco estuvo mucho tiempo con su familia en la ciudad donde había residido desde 1790. Tres semanas después se reunía con el intendente de Puno, Manuel Quimper Benítez del Pino, en la localidad de Desaguadero (7 de julio), para luego registrar su título en la Contaduría de la capital de la intendencia (10 de julio). Finalmente, poco más de seis meses después de haber sido nombrado, Gárate asumió el cargo en la ciudad de Chucuito, el 13 de julio de ese año 1807.[2]

La provincia o partido de Chucuito formaba parte de la Intendencia de Puno, establecida por una Real Orden del 5 de junio de 1784. La jurisdicción estaba conformada por las cinco provincias de Carabaya, Lampa, Azángaro, Paucarcolla (o Huancané) y por Chucuito, que era la más meridional. Desde 1776 las cinco provincias eran parte del nuevo Virreinato del Río de la Plata, con capital en la ciudad-puerto de Buenos Aires. Pero dos décadas después, en 1796, habían regresado a la jurisdicción del virreinato peruano. Según datos de 1803, la población de Carabaya (28 000), Lampa (37 000), Azángaro (3 000), Paucarcolla (26 000), y Chucuito (30 000), sumaba un total de 124 000 habitantes. El partido de Chucuito estaba conformado por siete pueblos principales cercanos al Lago Titicaca (Chucuito, Acora, Ilave, Juli, Pomata, Yunguyo y Zepita), así como siete centros mineros en la cordillera (San Antonio de Esquilache, Pichacani, Chungurani, Saacata, Santa Rosa, Pisacoma y Huacullani). Además incluía el estratégico paso del Desaguadero (con un puente flotante de balsas de totora sobre el río del mismo nombre), [3].

La represión de la “Junta Tuitiva” de La Paz y la campaña contra Castelli

La crisis metropolitana, causada por la invasión francesa de España en 1808, dio origen a las “Juntas de Gobierno” peninsulares. Las autoridades coloniales españolas en América enfrentaron desde 1809 la formación de “Juntas” en diversas ciudades, como Chuquisaca (25 de mayo), La Paz (16 de julio) y Quito (10 de agosto). En Puno el intendente Quimper recibió la noticia de la rebelión paceña en la misma semana de iniciada. Realizó dos reuniones consultivas (20 y 22 de julio), tras las cuales envió una “circular reservada” a los subdelegados de Huancané y Chucuito, ordenándoles preparar discretamente a las milicias provinciales (24 de julio), e informó al virrey en Lima. Abascal, interviniendo en la jurisdicción del vecino Virreinato de Buenos Aires, dio órdenes al nuevo presidente interino de la Audiencia del Cuzco, el arequipeño Juan Manuel de Goyeneche, para que encabezara un ejército contra la “Junta Tuitiva” paceña (15 y 18 de agosto). Esta primera campaña duró nueve meses, de setiembre de 1809 a mayo de 1810. Se logró derrotar a los rebeldes y ocupar militarmente La Paz, el 24 de octubre de 1809. Goyeneche capturó, juzgó e hizo ejecutar a los principales dirigentes en enero y febrero de 1810.

En su “Relación de méritos” Gárate indica que: “luego que adviritió las alteraciones de la ciudad de la Paz expidió las providencias mas activas, mediante las quales consiguió que la insurreccion no trascendiese á su partido, manteniendole en paz y tranquilidad por medio de las proclamas que dirigió á sus habitantes y á los curas párrocos”.  En estas últimas notificaciones reprobaba a los “sacrílegos” rebeldes paceños diciendo:

“…que sujetos que habían desconocido autoridades, quemado  documentos creditorios del fisco, depuesto y desterrado á Obispo [Remigio Santa y Ortega] é Intendente [Tadeo Fernández Dávila], incautándose de los tributos, movilizando fuerzas, dispuesto de la Caja Real y demás administraciones, no podían engañar con protestaciones de vasallaje cuando no tenían otra norma que la de Marat y Robespierre y desconocían el origen sagrado de la monarquía, siendo por el ende insurrección sacrílega del punto de vista religioso, pues no miraba las decisiones del Concilio toledano, criminal en el orden político desde que arrebataba facultades de exclusiva competencia de la Corona, siendo socialmente peligrosa”.

Además, el 20 de octubre de 1809, antes de iniciar la marcha sobre La Paz, Goyeneche lo nombró “comandante de armas del punto del Desaguadero”, al mando de 50 soldados y sus oficiales, para que “custodiase tan importante posición”. En carta al virrey del 28 de febrero de 1810, Goyeneche resaltaba: ”los méritos que este interesado [Gárate] tenia contraídos en la pacificación de su partido de Chucuito; en los avisos que dió y aceleraron la marcha del exército; en acopiar viveres á su costa para la manutencion de las tropas; en aprontar los transportes y bagages necesarios; y en la vigilancia y conducta que habia observado todo el tiempo que se mantuvo de comandante de la raya ó punto del Desaguadero”.

Asimismo, puso sus conocimientos jurídicos al servicio de la represión de los rebeldes, como Goyeneche asimismo reconocía, pues: “enterado de su talento y pericia en la profesion de abogado le nombró asociado á su auditor de guerra [Dr. Pedro López de Segovia] por uno de los comisionados en la causa sustanciada á los principales cómplices de la sublevacion de la ciudad de la Paz, cuyo encargo desempeñó á su satisfaccion”.[4]

Cuando Goyeneche salió de La Paz de regreso al Cuzco, en marzo de 1810, la situación en el Alto Perú y en el Virreinato del Río de la Plata parecía estar completamente bajo control. Pero solo dos meses después, en la capital virreinal de Buenos Aires, se formó una “Junta Provisional Gubernativa” (25 de mayo de 1810), que depuso al virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros. Para defenderse de la reacción de las fuerzas realistas y extender el control territorial de la nueva junta bonaerense, se organizó el “Ejército del Norte”, que avanzó hasta Jujuy, en el límite con la Audiencia de Charcas (setiembre 1810).  Estas  tropas  rioplatenses, comandadas por el general Antonio González Balcarce y el abogado Juan José Castelli, ocuparon las ciudades altoperuanas entre octubre de 1810 y junio de 1811.[5]

 Para enfrentar a los “insurgentes” porteños, Abascal decretó la incorporación de las provincias fieles de Charcas y del Tucumán al virreinato del Perú (Bando de 13 de julio de 1810)[6], y ordenó a Goyeneche dirigirse nuevamente al Alto Perú. Con el apoyo reiterado del intendente Quimper en Puno y del subdelegado Gárate en Chucuito, el ejército realista —formado mayormente por criollos, mestizos e indios del Cuzco, Puno y Arequipa—, se concentró una vez más en el Desaguadero. Goyeneche informó al virrey, el 12 de enero de 1811: “haciéndole presente los méritos que nuevamente había contraido el subdelegado Garate y seguía contrayendo con el mayor entusiasmo á favor de la buena causa, y cumpliendo con las dedicadas é interesantes [= importantes] comisiones que frecuentemente ponia á su cuidado[7].

Castelli había recibido órdenes de no entrar en el territorio del virreinato peruano, quedando las acciones militares suspendidas por varios meses, hasta que el ejército de Goyeneche cruzó sorpresivamente el Desaguadero y atacó al ejército rioplatense en Guaqui (20 de junio de 1811). Las tropas “patriotas” se retiraron desorganizadamente, colapsando así la ampaña altoperuana de  Castelli. En los meses que siguieron Goyeneche avanzó sobre La Paz, Oruro, Cochabamba, Potosí y Chuquisaca, recuperando estos territorios para el gobierno virreinal limeño[8]. Sin embargo, en las provincias de la Intendencia de La Paz se produjo una rebelión indígena dirigida por Juan Manuel de Cáceres, que fue reprimida a fines de 1811 por nuevos refuerzos comandados por los caciques realistas Mateo García Pumacahua, de Chinchero (Cuzco), y Manuel José Choquehuanca, de Azángaro (Puno). Goyeneche siguió al mando casi dos años más, hasta mayo de 1813, en que volvió a Arequipa, regresando finalmente a España en 1814.

A mediados de 1811, cuando en Puno se ignoraba la suerte  del  avance de Goyeneche más allá de Oruro y Cochabamba, Gárate propuso una arriesgada incursión deapoyo a La Paz. Afirmaba que  “la fiel indiada de este partido” de Chucuito, “tres o quatro mil indios fieles y de satisfaccion al mando de seis casiques recaudadores provados en lealtad [y] cinco curas que poseen el idioma y asendiente sobre ellos”, podían apoyar al ejército regular estacionado en Desaguadero, pues “los soldados saben guardar su pocicion, haser uso de la arma ofensa y defensa como que ocho dias basta segun la experience me á enseñado para adestrarlos: Aseguro que nada ay que reselan por la retaguardia. Todo [h]abitante en lo que yo mando [Chucuito] esta de buena feé[9].


Después de su elección como diputado por Puno y su participación en las Cortes de Cádiz, Gárate llegó de regreso al Callao el 23 de setiembre de 1816. Tras permanecer un mes en Lima, el 25 de noviembre obtuvo un pasaporte del virrey Pezuela para dirigirse a su intendencia (sería el último intendente de Puno (1817-1824)). Unas cinco semanas después, el 2 de enero de 1817, tramitó su salida del Cuzco en dirección a Puno. Tres semanas después asumió su flamante cargo en la ciudad del lago, el 22 de enero de ese año. El historiador español Juan Marchena calculó que en las cuatro décadas comprendidas entre 1784-1824, se nombraron en los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, así como en la Audiencia de Quito, hasta 55 intendentes: 27 en el Perú, 15 en Charcas, 11 en el Río de la Plata, 2 en Quito. De ellos, 43 fueron españoles, 3 europeos (de Portugal, Francia e Irlanda) y solo 9 americanos. Además, 38 eran oficiales militares (28 del ejército y 10 de la marina) y solo 17 “civiles” (5 sin datos laborales, pero 12 fueron burócratas, muchos de ellos abogados). El caso de Gárate combina estos dos grupos minoritarios: un intendente nacido en América y, pese a sus acciones en la defensa de la provincia de Chucuito a órdenes de Goyeneche en 1809-1810 y 1811, sin formación militar, por eso se le nombró “intendente honorario del Ejército” (27 de julio de 1815). Todos los anteriores intendentes de Puno sí tuvieron títulos militares efectivos y sólo Quimper fue americano (oficial de marina limeño que había residido 20 años en España y en México).

Gárate sirvió en Puno bajo el gobierno de los virreyes Pezuela (7 de julio de 1816-29 de enero de 1821) y La Serna (29 de enero de 1821-9 de diciembre de 1824). Este último, tras la llegada al Perú de la “Expedición Libertadora” comandada por José de San Martín (setiembre de 1820), decidió abandonar la capital virreinal limeña (julio de 1821) y asentar la última corte virreinal en la ciudad del Cuzco (diciembre de 1821). El intendente Gárate, durante los ocho años en que estuvo al mando (enero 1817-diciembre  1824),  continuó con la misma política que desde 1809 habían aplicado sus predecesores en el Altiplano septentrional: proveer constantemente a los ejércitos del rey de refuerzos militares, y de pertrechos y recursos, tanto en dinero como en especie[10].

El gobierno del último virrey coincidió con el llamado “Trienio Liberal” español (1820-1823), cuando la rebelión del teniente coronel Rafael del Riego obligó a Fernando VII a restablecer la Constitución de 1812. A Gárate, irónicamente, le correspondió presidir la jura de la Constitución en Puno el 15 de octubre de 1820, con misa oficiada por el párroco de la ciudad, Manuel Poblete, y el vicario de la provincia de Huancané, Isidoro José de  Gálvez[11].  Esta situación política motivó nuevamente elecciones constitucionales en las ciudades bajo control del ejército realista. En 1821, en las elecciones ocurridas en La Paz, Gárate fue paradójicamente elegido diputado a las Cortes, pero nunca ejerció este cargo.

En 1822-1823 presidió la Diputación Provincial de Puno, proponiendo reformas al gobierno virreinal del Cuzco, que no prosperaron por la guerra.

Derrota realista en Ayacucho y Garate huye de Puno

El último intendente de Puno se mantuvo en su puesto por casi ocho años, apoyando, como se ha dicho, con el envío permanente de recursos al ejército español en el Perú, hasta recibir noticias de la Capitulación de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824. Irónicamente, en Madrid, el día anterior, 8 de diciembre, en premio a su constante apoyo a la Corona, se le había nombrado ministro del Consejo de Indias. Gárate abandonó precipitadamente Puno, donde el lunes 27 de diciembre se proclamó la Independencia.

Refugiado en Arequipa, el ejército patriota le exigió un cupo de 20 000 pesos, aunque otras fuentes mencionan la mitad de esa cantidad.

El general Sucre, que había pasado por Puno en enero de 1825, escribió a Bolívar el 23 de marzo desde el camino entre Oruro y Potosí: “El señor Garate es un hombre que se ha hecho rico y poderoso en la guerra y ha sido un malvado; no sé si esté en Arequipa; sería bien exigirle algunos diez o doce mil pesos y si U. gusta se los mandaré sacar. Hace poco que le vino de Potosí á Puno 4.000 onzas de oro que mandó sellar en la [Casa de] moneda”.

En los seis meses que permaneció en la ciudad mistiana, estuvo bajo constante presión de la nueva administración republicana. El 16 de junio, desde Lampa, Bolívar ordenó al prefecto Antonio Gutiérrez de la Fuente que “exija á dicho Gárate, que reside en esa ciudad, los 10,000 pesos, poniéndolo en prisión hasta que cumpla con la exhibicion que tiempo há debió hacer”.

En 9 de julio, desde el Cuzco, Bolívar insistió con el prefecto que, junto con otros personajes, fuesen “remitidos á España directamente, si es posible, y cuando nó á otro punto de Europa, costeándose ellos mismos con sus propios bienes”, puntualizando que: “La partida de Gárate se verificará luego que haya enterado en el Tesoro Público la cantidad que resta al completo de los $ 10.000”.

Gárate se embarcó finalmente en el puerto de Quilca. Antes de partir, redactó una proclama a bordo de la fragata ‘Telégrafo’, fechada el 25 de julio de 1825:

“Peruanos: no llevo ni arrastrar remordimientos que atormenten mi alma en el destino que me espera. La conciencia dulce compañera del hombre honrado en sus desgracias solo se muestra enemiga interior de los criminales. Razones de estado que ignoro me alejan indefinidamente de mi país: ellas no siempre suponen delitos y antes bien son comúnmente el cuchillo feroz de los desgraciados. Soy deportado en virtud de una orden dictatorial intimada por el Prefecto de Arequipa, que como comprobante de no ser yo ese hombre tan cargado de delitos, como se me ha pintado en papeles públicos y pasquines, ofrezco gustoso a mis paisanos, igualmente que mi contestación noble y muy ajena de los malvados. Perdono de corazón a los que hayan así lastimado mi honor y mis sentimientos, les recuerdo las justas quejas del gran Vacon [sic] en su testamento; y no obstante nada conservo para con sus autores, sino la buena disposición de retribuirles con servicios, sin que su procedimiento sea para mí más que una de las infantiles complacencias en los primeros días de las revoluciones”.

Se presentaba como víctima inocente de las calumnias de sus detractores, sobre quienes su reclamada honradez le garantizaba la superioridad moral a la que hacía referencia con la mención al testamento de Francis Bacon, el famoso jurista y filósofo inglés de principios del siglo XVII. Gárate nunca regresó al Perú, y se ha supuesto que murió en la pobreza algunos años después, en algún lugar de España.Sin embargo, esto no es correcto. <>

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[1] Fuente. Archivo Histórico Nacional, Madrid, FC-Mº_HACIENDA, Leg. 3417-1, Exp. 811 (impreso de 4 fs.) RELACION / DE LOS MERITOS / Y SERVICIOS / DEL INTENDENTE HONORARIO DE EXÉRCITO / DON TADEO JOAQUIN DE GARATE, / gobernador intendente de la provincia de Puno en el / virreynato del Perú.

[2] En Aranjuez, el 3 de enero de 1808, se confirmó su nombramiento de “subdelegado interino”; AHN, FC-Mº_HACIENDA, Leg. 3417-1, Exp. 811; anexo n° 2, certificación oficial de 11 mayo, 1842

[3] Véase el mapa o “Plan Corográfico” de 1802 en el Anexo

[4] Su febril dedicación a la defensa, en el Desaguadero, en Copacabana y en el estrecho de Tiquina, impidió que Gárate cobrara los tributos del año 1809. Pidió a Quimper que el teniente asesor de la Intendencia, el abogado arequipeño Mariano Agustín del Carpio, realizara esa labor. Véase Luis Miguel Glave, “Furores campesinos: Puno y las revoluciones de 1809 y 1814”, Historia 50 (2022), 11-37 y 16-18.47 

[5] El general Juan Ramírez, segundo al mando, confirmó “que en los años de mil ochocientos diez y mil ochocientos once en que aquellas [tropas] se mantuvieron detenidas en los puntos del Desaguadero y Sepita [= Zepita, Gárate] pasó revista á las milicias del partido de su mando, colectándolas para aumentarlas; continuó ausiliando á las tropas con los víveres, bagages y demas necesario para su subsistencia, y cooperó en la parte mas esencial de la organización del exército que en la actualidad se hallaba de operaciones contra el de los rebeldes de Buenos-Ayres” (Apéndice 1, fol. 2r-2v)

[6] Lo registra José Toribio Medina, La Imprenta en Lima (Santiago de Chile: Impreso y grabado en casa del autor, 1904-1907), 4 vols.; t. III, n° 2194, 407-408.

 

[8] Véase el mapa de la “Región del lago Titicaca”, incluyendo Puno, La Paz y Oruro, sin fecha pero probablemente de 1811-1812, en el Anexo

[9] “Oficio de don Tadeo Gárate al coronel Pedro Benavente donde le comunica que estudia la situación de La Paz sitiada y del ejército sin comunicaciones, proponiendo planes de defensa. Zepita, 30 de agosto de 1811”, en Colección Gutiérrez de Quintanilla (Buenos Aires, 1971-1974), doc. n° 124, t. II, 125-128.

[10] Su participación en el esfuerzo de guerra, en base a documentación del Archivo Regional de Puno, es tratada por Néstor Pilco Contreras, Puno durante la Independencia (1809-1825) (Puno: Universidad Nacional del Altiplano, 2021).

[11] Néstor Pilco, “Situación socioeconómica y política de Puno durante la Independencia, 1815-1825” (Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional del Altiplano, 2017), 28.

 

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