TADEO GÁRATE, EL ÚLTIMO INTENDENTE DE PUNO (1817-1824)
Extractos del artículo de Nicanor Domínguez Faura: APUNTES SOBRE TADEO GÁRATE (LA PAZ,1774-MADRID,1858):
EL ÚLTIMO INTENDENTE DE PUNO (1817-1824), publicado en la revista HISTORIA Y CULTURA 2024 N° 35
pp. 43 - 87
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omo contrapunto a la imagen del “patriotismo criollo”
durante las Guerras de Independencia (1809-1825), presentamos la trayectoria
“fidelista” del abogado paceño Joaquín Tadeo Narciso Gárate y Cañizares: sus
estudios de Derecho en el Cuzco, su vinculación con el obispo Bartolomé María
de las Heras y con el virrey José Fernando de Abascal, su nombramiento de
subdelegado de Chucuito, su participación como asesor legal de Goyeneche contra
la “Junta Tuitiva” de La Paz, su elección como diputado por Puno a las Cortes
de Cádiz, su viaje a España y su decidido apoyo al absolutismo de Fernando VII,
su nombramiento de intendente de Puno, cargo que ejerció hasta la derrota
realista en Ayacucho, y su exilio español de tres décadas. Su caso ayuda a
complejizar el estudio del proceso de la Independencia peruana al enfocarse en
un “godo” (criollo fidelista) que actuó consistentemente con los valores de un
catolicismo conservador y un monarquismo absolutista propios del “Antiguo
Régimen” borbónico en el contexto de la crisis terminal de ese sistema
político.
Nombramiento de
subdelegado de Chucuito (1807)
El nuevo arzobispo Las Heras debió interceder con el virrey
Abascal en favor de las aspiraciones de su exsecretario en las últimas semanas
de 1806. Era el caso que el subdelegado de Chucuito, Manuel Urrialde, había
sido suspendido del cargo. Esto le permitió a Abascal designar a Gárate en su
reemplazo, como se indica en la “Relación de méritos”:
“En siete de enero de mil ochocientos siete le nombró el
virrey del Perú por subdelegado interino del partido de Chucuito en la
provincia de Puno, expidiendo á su favor el titulo correspondiente en diez del
propio mes”[1]. De
inmediato el flamante “subdelegado interino” registró el título ante el Tribunal
Mayor de Cuentas, la Contaduría General de Tributos, la Caja Real de Lima y la
Contaduría General del Ejército, y pagó los derechos requeridos, la “media
annata” y la “fianza de residencia”. Lo que le tomó casi dos meses fue
conseguir los fiadores para “los ramos de Tributos y Hospital de dicho
Partido”, que ascendían a 60 920 pesos y 1 real. El 5 de marzo pudo presentar
“treinta y vn sujetos de conocido abono en este Comercio y vecindario”, es
decir, comerciantes que respaldaban con 2 000 pesos cada uno que se cumpliría
con la recaudación tributaria de la provincia. No conocemos los nombres de esos
fiadores, pero sin duda debían tener intereses económicos previos en el Sur
Andino.
El 16 de marzo solicitó Gárate presentarse ante la Audiencia
de Lima para juramentar su cargo, cosa que hizo el día 20. Debió partir
inmediatamente de la capital virreinal, porque menos de un mes después, el 18
de junio, se encontraba en el Cuzco registrando su título ante la Audiencia
cuzqueña. Tampoco estuvo mucho tiempo con su familia en la ciudad donde había
residido desde 1790. Tres semanas después se reunía con el intendente de Puno, Manuel Quimper Benítez del Pino, en la
localidad de Desaguadero (7 de julio), para luego registrar su título en la
Contaduría de la capital de la intendencia (10 de julio). Finalmente, poco más
de seis meses después de haber sido nombrado, Gárate asumió el cargo en la
ciudad de Chucuito, el 13 de julio de ese año 1807.[2]
La represión de la
“Junta Tuitiva” de La Paz y la campaña contra Castelli
La crisis metropolitana, causada por la invasión francesa de
España en 1808, dio origen a las “Juntas de Gobierno” peninsulares. Las
autoridades coloniales españolas en América enfrentaron desde 1809 la formación
de “Juntas” en diversas ciudades, como Chuquisaca (25 de mayo), La Paz (16 de
julio) y Quito (10 de agosto). En Puno el intendente Quimper recibió la noticia
de la rebelión paceña en la misma semana de iniciada. Realizó dos reuniones
consultivas (20 y 22 de julio), tras las cuales envió una “circular reservada”
a los subdelegados de Huancané y Chucuito, ordenándoles preparar discretamente
a las milicias provinciales (24 de julio), e informó al virrey en Lima.
Abascal, interviniendo en la jurisdicción del vecino Virreinato de Buenos
Aires, dio órdenes al nuevo presidente interino de la Audiencia del Cuzco, el
arequipeño Juan Manuel de Goyeneche, para que encabezara un ejército contra la
“Junta Tuitiva” paceña (15 y 18 de agosto). Esta primera campaña duró nueve
meses, de setiembre de 1809 a mayo de 1810. Se logró derrotar a los rebeldes y
ocupar militarmente La Paz, el 24 de octubre de 1809. Goyeneche capturó, juzgó
e hizo ejecutar a los principales dirigentes en enero y febrero de 1810.
En su “Relación de méritos” Gárate indica que: “luego que adviritió las alteraciones de la
ciudad de la Paz expidió las providencias mas activas, mediante las quales
consiguió que la insurreccion no trascendiese á su partido, manteniendole en
paz y tranquilidad por medio de las proclamas que dirigió á sus habitantes y á
los curas párrocos”. En estas
últimas notificaciones reprobaba a los “sacrílegos” rebeldes paceños diciendo:
“…que sujetos que habían desconocido autoridades, quemado documentos creditorios del fisco, depuesto y
desterrado á Obispo [Remigio Santa y Ortega] é Intendente [Tadeo Fernández
Dávila], incautándose de los tributos, movilizando fuerzas, dispuesto de la
Caja Real y demás administraciones, no podían engañar con protestaciones de
vasallaje cuando no tenían otra norma que la de Marat y Robespierre y
desconocían el origen sagrado de la monarquía, siendo por el ende insurrección
sacrílega del punto de vista religioso, pues no miraba las decisiones del
Concilio toledano, criminal en el orden político desde que arrebataba
facultades de exclusiva competencia de la Corona, siendo socialmente peligrosa”.
Además, el 20 de octubre de 1809, antes de iniciar la marcha
sobre La Paz, Goyeneche lo nombró “comandante de armas del punto del
Desaguadero”, al mando de 50 soldados y sus oficiales, para que “custodiase tan
importante posición”. En carta al virrey del 28 de febrero de 1810, Goyeneche
resaltaba: ”los méritos que este
interesado [Gárate] tenia contraídos en la pacificación de su partido de
Chucuito; en los avisos que dió y aceleraron la marcha del exército; en acopiar
viveres á su costa para la manutencion de las tropas; en aprontar los
transportes y bagages necesarios; y en la vigilancia y conducta que habia
observado todo el tiempo que se mantuvo de comandante de la raya ó punto del
Desaguadero”.
Asimismo, puso sus conocimientos jurídicos al servicio de la
represión de los rebeldes, como Goyeneche asimismo reconocía, pues: “enterado de su talento y pericia en la
profesion de abogado le nombró asociado á su auditor de guerra [Dr. Pedro López
de Segovia] por uno de los comisionados en la causa sustanciada á los
principales cómplices de la sublevacion de la ciudad de la Paz, cuyo encargo
desempeñó á su satisfaccion”.[4]
Cuando Goyeneche salió de La Paz de regreso al Cuzco, en
marzo de 1810, la situación en el Alto Perú y en el Virreinato del Río de la
Plata parecía estar completamente bajo control. Pero solo dos meses después, en
la capital virreinal de Buenos Aires, se formó una “Junta Provisional
Gubernativa” (25 de mayo de 1810), que depuso al virrey Baltazar Hidalgo de
Cisneros. Para defenderse de la reacción de las fuerzas realistas y extender el
control territorial de la nueva junta bonaerense, se organizó el “Ejército del
Norte”, que avanzó hasta Jujuy, en el límite con la Audiencia de Charcas (setiembre
1810). Estas tropas
rioplatenses, comandadas por el general Antonio González Balcarce y el
abogado Juan José Castelli, ocuparon las ciudades altoperuanas entre octubre de
1810 y junio de 1811.[5]
Para enfrentar a los
“insurgentes” porteños, Abascal decretó la incorporación de las provincias
fieles de Charcas y del Tucumán al virreinato del Perú (Bando de 13 de julio de
1810)[6], y ordenó a Goyeneche dirigirse
nuevamente al Alto Perú. Con el apoyo reiterado del intendente Quimper en Puno
y del subdelegado Gárate en Chucuito, el ejército realista —formado mayormente
por criollos, mestizos e indios del Cuzco, Puno y Arequipa—, se concentró una
vez más en el Desaguadero. Goyeneche informó al virrey, el 12 de enero de 1811:
“haciéndole presente los méritos que
nuevamente había contraido el subdelegado Garate y seguía contrayendo con el
mayor entusiasmo á favor de la buena causa, y cumpliendo con las dedicadas é
interesantes [= importantes] comisiones que frecuentemente ponia á su cuidado”[7].
Castelli había recibido órdenes de no entrar en el
territorio del virreinato peruano, quedando las acciones militares suspendidas
por varios meses, hasta que el ejército de Goyeneche cruzó sorpresivamente el
Desaguadero y atacó al ejército rioplatense en Guaqui (20 de junio de 1811).
Las tropas “patriotas” se retiraron desorganizadamente, colapsando así la ampaña
altoperuana de Castelli. En los meses
que siguieron Goyeneche avanzó sobre La Paz, Oruro, Cochabamba, Potosí y
Chuquisaca, recuperando estos territorios para el gobierno virreinal limeño[8].
Sin embargo, en las provincias de la Intendencia de La Paz se produjo una
rebelión indígena dirigida por Juan Manuel de Cáceres, que fue reprimida a
fines de 1811 por nuevos refuerzos comandados por los caciques realistas Mateo
García Pumacahua, de Chinchero (Cuzco), y Manuel José Choquehuanca, de Azángaro
(Puno). Goyeneche siguió al mando casi dos años más, hasta mayo de 1813, en que
volvió a Arequipa, regresando finalmente a España en 1814.
…
Después de
su elección como diputado por Puno y su participación en las Cortes de Cádiz,
Gárate llegó de regreso al Callao el 23 de setiembre de 1816. Tras permanecer
un mes en Lima, el 25 de noviembre obtuvo un pasaporte del virrey Pezuela para
dirigirse a su intendencia (sería el último intendente de Puno (1817-1824)).
Unas cinco semanas después, el 2 de enero de 1817, tramitó su salida del Cuzco
en dirección a Puno. Tres semanas después asumió su flamante cargo en la ciudad
del lago, el 22 de enero de ese año. El historiador español Juan Marchena
calculó que en las cuatro décadas comprendidas entre 1784-1824, se nombraron en
los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, así como en la Audiencia de
Quito, hasta 55 intendentes: 27 en el Perú, 15 en Charcas, 11 en el Río de la
Plata, 2 en Quito. De ellos, 43 fueron españoles, 3 europeos (de Portugal,
Francia e Irlanda) y solo 9 americanos. Además, 38 eran oficiales militares (28
del ejército y 10 de la marina) y solo 17 “civiles” (5 sin datos laborales,
pero 12 fueron burócratas, muchos de ellos abogados). El caso de Gárate combina
estos dos grupos minoritarios: un intendente nacido en América y, pese a sus
acciones en la defensa de la provincia de Chucuito a órdenes de Goyeneche en
1809-1810 y 1811, sin formación militar, por eso se le nombró “intendente
honorario del Ejército” (27 de julio de 1815). Todos los anteriores intendentes
de Puno sí tuvieron títulos militares efectivos y sólo Quimper fue americano
(oficial de marina limeño que había residido 20 años en España y en México).
Gárate
sirvió en Puno bajo el gobierno de los virreyes Pezuela (7 de julio de 1816-29
de enero de 1821) y La Serna (29 de enero de 1821-9 de diciembre de 1824). Este
último, tras la llegada al Perú de la “Expedición Libertadora” comandada por
José de San Martín (setiembre de 1820), decidió abandonar la capital virreinal
limeña (julio de 1821) y asentar la última corte virreinal en la ciudad del
Cuzco (diciembre de 1821). El intendente Gárate, durante los ocho años en que
estuvo al mando (enero 1817-diciembre
1824), continuó con la misma política
que desde 1809 habían aplicado sus predecesores en el Altiplano septentrional:
proveer constantemente a los ejércitos del rey de refuerzos militares, y de
pertrechos y recursos, tanto en dinero como en especie[10].
El gobierno
del último virrey coincidió con el llamado “Trienio Liberal” español
(1820-1823), cuando la rebelión del teniente coronel Rafael del Riego obligó a
Fernando VII a restablecer la Constitución de 1812. A Gárate, irónicamente, le
correspondió presidir la jura de la Constitución en Puno el 15 de octubre de
1820, con misa oficiada por el párroco de la ciudad, Manuel Poblete, y el
vicario de la provincia de Huancané, Isidoro José de Gálvez[11]. Esta situación política motivó nuevamente
elecciones constitucionales en las ciudades bajo control del ejército realista.
En 1821, en las elecciones ocurridas en La Paz, Gárate fue paradójicamente elegido
diputado a las Cortes, pero nunca ejerció este cargo.
En 1822-1823
presidió la Diputación Provincial de Puno, proponiendo reformas al gobierno
virreinal del Cuzco, que no prosperaron por la guerra.
Derrota realista en Ayacucho y Garate
huye de Puno
El último
intendente de Puno se mantuvo en su puesto por casi ocho años, apoyando, como
se ha dicho, con el envío permanente de recursos al ejército español en el
Perú, hasta recibir noticias de la Capitulación de Ayacucho del 9 de diciembre
de 1824. Irónicamente, en Madrid, el día anterior, 8 de diciembre, en premio a
su constante apoyo a la Corona, se le había nombrado ministro del Consejo de
Indias. Gárate abandonó precipitadamente Puno, donde el lunes 27 de diciembre
se proclamó la Independencia.
Refugiado en
Arequipa, el ejército patriota le exigió un cupo de 20 000 pesos, aunque otras
fuentes mencionan la mitad de esa cantidad.
El general
Sucre, que había pasado por Puno en enero de 1825, escribió a Bolívar el 23 de
marzo desde el camino entre Oruro y Potosí: “El señor Garate es un hombre que se ha hecho rico y poderoso en la
guerra y ha sido un malvado; no sé si esté en Arequipa; sería bien exigirle
algunos diez o doce mil pesos y si U. gusta se los mandaré sacar. Hace poco que
le vino de Potosí á Puno 4.000 onzas de oro que mandó sellar en la [Casa de]
moneda”.
En los seis
meses que permaneció en la ciudad mistiana, estuvo bajo constante presión de la
nueva administración republicana. El 16 de junio, desde Lampa, Bolívar ordenó
al prefecto Antonio Gutiérrez de la Fuente que “exija á dicho Gárate, que
reside en esa ciudad, los 10,000 pesos, poniéndolo en prisión hasta que cumpla
con la exhibicion que tiempo há debió hacer”.
En 9 de
julio, desde el Cuzco, Bolívar insistió con el prefecto que, junto con otros
personajes, fuesen “remitidos á España directamente, si es posible, y cuando nó
á otro punto de Europa, costeándose ellos mismos con sus propios bienes”,
puntualizando que: “La partida de Gárate se verificará luego que haya enterado
en el Tesoro Público la cantidad que resta al completo de los $ 10.000”.
Gárate se
embarcó finalmente en el puerto de Quilca. Antes de partir, redactó una
proclama a bordo de la fragata ‘Telégrafo’, fechada el 25 de julio de 1825:
“Peruanos: no llevo ni
arrastrar remordimientos que atormenten mi alma en el destino que me espera. La
conciencia dulce compañera del hombre honrado en sus desgracias solo se muestra
enemiga interior de los criminales. Razones de estado que ignoro me alejan
indefinidamente de mi país: ellas no siempre suponen delitos y antes bien son
comúnmente el cuchillo feroz de los desgraciados. Soy deportado en virtud de
una orden dictatorial intimada por el Prefecto de Arequipa, que como
comprobante de no ser yo ese hombre tan cargado de delitos, como se me ha
pintado en papeles públicos y pasquines, ofrezco gustoso a mis paisanos,
igualmente que mi contestación noble y muy ajena de los malvados. Perdono de
corazón a los que hayan así lastimado mi honor y mis sentimientos, les recuerdo
las justas quejas del gran Vacon [sic] en su testamento; y no obstante nada
conservo para con sus autores, sino la buena disposición de retribuirles con
servicios, sin que su procedimiento sea para mí más que una de las infantiles
complacencias en los primeros días de las revoluciones”.
Se
presentaba como víctima inocente de las calumnias de sus detractores, sobre
quienes su reclamada honradez le garantizaba la superioridad moral a la que hacía
referencia con la mención al testamento de Francis Bacon, el famoso jurista y filósofo
inglés de principios del siglo XVII. Gárate nunca regresó al Perú, y se ha
supuesto que murió en la pobreza algunos años después, en algún lugar de
España.Sin embargo, esto no es correcto. <>
_______________________________
[1] Fuente.
Archivo Histórico Nacional, Madrid, FC-Mº_HACIENDA, Leg. 3417-1, Exp. 811
(impreso de 4 fs.) RELACION / DE LOS MERITOS / Y SERVICIOS / DEL INTENDENTE
HONORARIO DE EXÉRCITO / DON TADEO JOAQUIN DE GARATE, / gobernador intendente de
la provincia de Puno en el / virreynato del Perú.
[2] En
Aranjuez, el 3 de enero de 1808, se confirmó su nombramiento de “subdelegado
interino”; AHN, FC-Mº_HACIENDA, Leg. 3417-1, Exp. 811; anexo n° 2,
certificación oficial de 11 mayo, 1842
[3] Véase el mapa o “Plan Corográfico” de
1802 en el Anexo
[4] Su
febril dedicación a la defensa, en el Desaguadero, en Copacabana y en el
estrecho de Tiquina, impidió que Gárate cobrara los tributos del año 1809.
Pidió a Quimper que el teniente asesor de la Intendencia, el abogado arequipeño
Mariano Agustín del Carpio, realizara esa labor. Véase Luis Miguel Glave,
“Furores campesinos: Puno y las revoluciones de 1809 y 1814”, Historia 50
(2022), 11-37 y 16-18.47
[5] El
general Juan Ramírez, segundo al mando, confirmó “que en los años de mil
ochocientos diez y mil ochocientos once en que aquellas [tropas] se mantuvieron
detenidas en los puntos del Desaguadero y Sepita [= Zepita, Gárate] pasó
revista á las milicias del partido de su mando, colectándolas para aumentarlas;
continuó ausiliando á las tropas con los víveres, bagages y demas necesario
para su subsistencia, y cooperó en la parte mas esencial de la organización del
exército que en la actualidad se hallaba de operaciones contra el de los
rebeldes de Buenos-Ayres” (Apéndice 1, fol. 2r-2v)
[6] Lo
registra José Toribio Medina, La Imprenta en Lima (Santiago de Chile: Impreso y
grabado en casa del autor, 1904-1907), 4 vols.; t. III, n° 2194, 407-408.
[8] Véase
el mapa de la “Región del lago Titicaca”, incluyendo Puno, La Paz y Oruro, sin
fecha pero probablemente de 1811-1812, en el Anexo
[9] “Oficio
de don Tadeo Gárate al coronel Pedro Benavente donde le comunica que estudia la
situación de La Paz sitiada y del ejército sin comunicaciones, proponiendo
planes de defensa. Zepita, 30 de agosto de 1811”, en Colección Gutiérrez de
Quintanilla (Buenos Aires, 1971-1974), doc. n° 124, t. II, 125-128.
[10] Su
participación en el esfuerzo de guerra, en base a documentación del Archivo
Regional de Puno, es tratada por Néstor Pilco Contreras, Puno durante la
Independencia (1809-1825) (Puno: Universidad Nacional del Altiplano, 2021).
[11] Néstor
Pilco, “Situación socioeconómica y política de Puno durante la Independencia,
1815-1825” (Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional del Altiplano, 2017),
28.
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