domingo, 8 de junio de 2025

LITERATURA SUR PERUANA. POESIA

 LOS MARAVILLOSOS SONETOS

DE PORFIRIO VÁSQUEZ

Por: Jorge Rendón Vásquez

E

n toda sociedad, los poetas son una minoría tan pequeña que los dedos de la mano serían excesivos para contarlos.

¿Por qué? Porque para serlo se requiere haber nacido con una inteligencia extraordinaria, poseer una sensibilidad aguzada para percibir la esencia de los sentimientos y reconocer la belleza en todas sus manifestaciones, formarse leyendo y escribiendo sin reparar en el paso del tiempo, disponer de una imaginación creativa y manejar el idioma haciendo jugar todas sus constelaciones.

Porfirio Vásquez fue uno de estos seres privilegiados.

Había nacido en 1911 en Viraco, una descomunal cornisa de los Andes del departamento de Arequipa a 3,600 metros de altitud. A los 18 años se trasladó a la ciudad de Arequipa a estudiar Derecho en la Universidad de San Agustín. Debería haberse recibido en 1936 a lo sumo. Pero no lo hizo. Como otros jóvenes se entregó con tesón a la lucha política por los trabajadores y los campesinos y en sus ratos libres a la lectura en la biblioteca de la Universidad y, cada vez más, en los libros que adquiriría.

Y así se topó con la poesía en la cual se fue enfrascando hasta hacer de ella una parte fundamental de su vida. Por alguna razón de la cual solo él podía dar cuenta, se instaló en el siglo de oro español y, tomando como ejemplo a los clásicos, decidió seguir sus pasos, entendiendo que esa era la auténtica poesía. Y escribió y escribió desde las tres hasta las nueve de la mañana, hora a la cual dejaba el cuartito de la Calle Nueva donde habitaba y se iba a la biblioteca.

Lo he recordado en mi cuento Vox populi vox Dei, el primero de mi libro de cuentos La Calle Nueva (2004, 2008), presentándolo como Polidoro Bardo. Digo allí:

“Cuando Polidoro terminó el quinto año de derecho con notas excelentes y todo hacía esperar que comenzaría a preparar su tesis de bachiller, obligatoria en ese tiempo antes de sustentar los expedientes civil y penal para recibirse de abogado, se convenció de que su vocación no lo conducía al derecho, sino a la poesía. Este cambio se había producido en la Biblioteca Municipal a la que comenzó a concurrir en pos de un lugar tranquilo donde redactar su tesis. Sin saber cómo ni por qué, un día pasó del fichero de derecho al de literatura y sacó varios libros de poesía que fueron capturando su atención. Buscó el poema dedicado a Irene y lo leyó de nuevo. Lo comparó con las poesías de esos libros y se dijo que el suyo no estaba mal, y que podía hacer otros mejores. Los días pasaron y Polidoro se metía más en la poesía. La leía y escribía. Del verso libre pasó a los sonetos rimados y metrados que pronto le salieron más fácilmente, como si hubieran estado esperando la oportunidad de ser rescatados del limbo donde tal vez dormían. Una tarde se los leyó a Irene esperando su aprobación, pero ella no los entendió ni aún con el estímulo del véspero. Al contrario, se alarmó por la nueva inclinación de su enamorado, y como éste insistiese en lo que estimó una locura, pese a sus llamados a la reflexión, no tardó en decepcionarse y se alejó de él para aceptar el galanteo de un médico recién recibido. A Polidoro no le dolió mucho la ruptura, porque estaba ya comprometido con las musas y sentía que la poesía épica lo convocaba. Leyó de cabo a rabo a Homero, Virgilio, Dante, Milton y Ercilla, y se entregó a escribir una sucesión interminable de endecasílabos, muy aparentes, a su juicio, para contener ideas completas sobre el cosmos y la historia, sin menoscabar su musicalidad. Y los años pasaron plenos de inspiración y poesía.”

Porfirio Vásquez se nos fue en 1976. Creo que algo aprendí de su creatividad y de sus libros que me ofrecía y me dejaba tomar de los rimeros que colmaban su pequeño cuarto. Era uno de los hermanos menores de mi madre.

Y, como el movimiento se demuestra andando, les ofrezco algunos de sus sonetos.

                           AREQUIPA

 

¿Dónde es el Hemisferio más grandioso,

el cielo más azul, el sol más puro,

más hogareña la urbe, más seguro

el surco de la tierra y más jugoso?

 

¿Dónde el volcán se encuentra más hermoso,

el Apu tutelar del patrio muro,

del avaro terror y el templo obscuro?

¿Dónde, en fin, el pensil más fragancioso?

 

Arequipa robó sus esmeraldas

al mar, al sol sus bóvedas azules,

el sillar a Plutón, el trigo a Ceres.

 

Es Minerva y es Marte en luces gualdas.

Tiene ángeles rebeldes, gallos gules

y casas donde hay Venus. ¡Qué mujeres!


CUSCO

 Viejo Sol del ombligo de los Andes,

tu faz monumental de antiguos runas

observo desde aquí y tus hechos grandes,

Garcilaso de piedra entre las punas.

 

Desde el Sacsayhuamán se te ve puro,

cual síntesis de espadas y de mazas,

de piedra megalítica y muro

artesonado, joya de dos razas.

 

Cuna del socialismo, tus andenes

con la raíz hasta hoy del Kjorikancha,

donde Cristo plantó sus amapolas.

 

Tus Comentarios Reales son edenes

que el Inka y el Quijote de la Mancha

cultivan bajo tejas españolas.

 

A MACHUPIKCHU

 

Quiso la mano del poder que arredra

en la roca labrar eternidades

y crear maravillas y saudades

la del platero y el orfebre en piedra.

 

Te hicieron, pues, a ti junto a la hiedra

que es sangre en tus abismos y oquedades,

para que el tiempo de las mil edades

no te arruíne ni el polvo que en él medra.

 

Naturaleza te enroscó de plata

un fiel reptil que con tu peso muerdes:

el sonante Urubamba a tus pies verdes.

 

Y te dio un cielo azul que no delata,

megalítica alta urbe, tus milenios

porque lo eterno la formó y sus genios.

 

Arequipa, 17/2/1960


(Comentos, 8/6/2025)

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