LOS MARAVILLOSOS SONETOS
DE PORFIRIO VÁSQUEZ
Por: Jorge
Rendón Vásquez
E |
n toda sociedad, los poetas son una minoría
tan pequeña que los dedos de la mano serían excesivos para contarlos.
¿Por qué? Porque para serlo se requiere haber nacido con una inteligencia extraordinaria, poseer una sensibilidad aguzada para percibir la esencia de los sentimientos y reconocer la belleza en todas sus manifestaciones, formarse leyendo y escribiendo sin reparar en el paso del tiempo, disponer de una imaginación creativa y manejar el idioma haciendo jugar todas sus constelaciones.
Porfirio Vásquez fue uno de estos seres
privilegiados.
Había nacido en 1911 en Viraco, una
descomunal cornisa de los Andes del departamento de Arequipa a 3,600 metros de
altitud. A los 18 años se trasladó a la ciudad de Arequipa a estudiar Derecho
en la Universidad de San Agustín. Debería haberse recibido en 1936 a lo sumo.
Pero no lo hizo. Como otros jóvenes se entregó con tesón a la lucha política
por los trabajadores y los campesinos y en sus ratos libres a la lectura en la
biblioteca de la Universidad y, cada vez más, en los libros que adquiriría.
Y así se topó con la poesía en la cual se
fue enfrascando hasta hacer de ella una parte fundamental de su vida. Por
alguna razón de la cual solo él podía dar cuenta, se instaló en el siglo de oro
español y, tomando como ejemplo a los clásicos, decidió seguir sus pasos,
entendiendo que esa era la auténtica poesía. Y escribió y escribió desde las
tres hasta las nueve de la mañana, hora a la cual dejaba el cuartito de la
Calle Nueva donde habitaba y se iba a la biblioteca.
Lo he recordado en mi cuento Vox populi
vox Dei, el primero de mi libro de cuentos La Calle Nueva (2004,
2008), presentándolo como Polidoro Bardo. Digo allí:
“Cuando Polidoro
terminó el quinto año de derecho con notas excelentes y todo hacía esperar que
comenzaría a preparar su tesis de bachiller, obligatoria en ese tiempo antes de
sustentar los expedientes civil y penal para recibirse de abogado, se convenció
de que su vocación no lo conducía al derecho, sino a la poesía. Este cambio se
había producido en la Biblioteca Municipal a la que comenzó a concurrir en pos
de un lugar tranquilo donde redactar su tesis. Sin saber cómo ni por qué, un
día pasó del fichero de derecho al de literatura y sacó varios libros de poesía
que fueron capturando su atención. Buscó el poema dedicado a Irene y lo leyó de
nuevo. Lo comparó con las poesías de esos libros y se dijo que el suyo no
estaba mal, y que podía hacer otros mejores. Los días pasaron y Polidoro se
metía más en la poesía. La leía y escribía. Del verso libre pasó a los sonetos
rimados y metrados que pronto le salieron más fácilmente, como si hubieran
estado esperando la oportunidad de ser rescatados del limbo donde tal vez
dormían. Una tarde se los leyó a Irene esperando su aprobación, pero ella no
los entendió ni aún con el estímulo del véspero. Al contrario, se alarmó por la
nueva inclinación de su enamorado, y como éste insistiese en lo que estimó una
locura, pese a sus llamados a la reflexión, no tardó en decepcionarse y se
alejó de él para aceptar el galanteo de un médico recién recibido. A Polidoro
no le dolió mucho la ruptura, porque estaba ya comprometido con las musas y
sentía que la poesía épica lo convocaba. Leyó de cabo a rabo a Homero,
Virgilio, Dante, Milton y Ercilla, y se entregó a escribir una sucesión
interminable de endecasílabos, muy aparentes, a su juicio, para contener ideas
completas sobre el cosmos y la historia, sin menoscabar su musicalidad. Y los
años pasaron plenos de inspiración y poesía.”
Porfirio Vásquez se nos fue en 1976. Creo
que algo aprendí de su creatividad y de sus libros que me ofrecía y me dejaba
tomar de los rimeros que colmaban su pequeño cuarto. Era uno de los hermanos
menores de mi madre.
Y, como el movimiento se demuestra andando,
les ofrezco algunos de sus sonetos.
AREQUIPA
¿Dónde es el Hemisferio más grandioso,
el cielo más azul, el sol más puro,
más hogareña la urbe, más seguro
el surco de la tierra y más jugoso?
¿Dónde el volcán se encuentra más
hermoso,
el Apu tutelar del patrio muro,
del avaro terror y el templo obscuro?
¿Dónde, en fin, el pensil más
fragancioso?
Arequipa robó sus esmeraldas
al mar, al sol sus bóvedas azules,
el sillar a Plutón, el trigo a Ceres.
Es Minerva y es Marte en luces gualdas.
Tiene ángeles rebeldes, gallos gules
y casas donde hay Venus. ¡Qué mujeres!
CUSCO
tu faz monumental de antiguos runas
observo desde aquí y tus hechos grandes,
Garcilaso de piedra entre las punas.
Desde el Sacsayhuamán se te ve puro,
cual síntesis de espadas y de mazas,
de piedra megalítica y muro
artesonado, joya de dos razas.
Cuna del socialismo, tus andenes
con la raíz hasta hoy del Kjorikancha,
donde Cristo plantó sus amapolas.
Tus Comentarios Reales son edenes
que el Inka y el Quijote de la Mancha
cultivan bajo tejas españolas.
A
MACHUPIKCHU
Quiso la mano del poder que arredra
en la roca labrar eternidades
la del platero y el orfebre en piedra.
Te hicieron, pues, a ti junto a la hiedra
que es sangre en tus abismos y oquedades,
para que el tiempo de las mil edades
no te arruíne ni el polvo que en él
medra.
Naturaleza te enroscó de plata
un fiel reptil que con tu peso muerdes:
el sonante Urubamba a tus pies verdes.
Y te dio un cielo azul que no delata,
megalítica alta urbe, tus milenios
porque lo eterno la formó y sus genios.
Arequipa, 17/2/1960
(Comentos,
8/6/2025)
No hay comentarios:
Publicar un comentario