jueves, 17 de abril de 2025

SOBRE LA CATEDRAL DE PUNO

 LA CRUZ DE PIEDRA SOBRE EL SUPAY KANCHA

por Augusto Dreyer Costa

Breve ensayo textual y fotográfico de la Catedral de Puno

Cuando la ambición de riquezas condujo a los españoles al plácido pueblo de Puñuy en la bahía del Titicaca, no solamente se contentaron con subyugar y oprimir a los pobladores de ese bello lugar sino también les impusieron una religión extraña e injusta destinada a erradicar su modo de vida, su cultura y sus creencias religiosas.

Antes de la llegada de los conquistadores, existía en Puñuy una amplia elevación natural llamada en quechua Supay Kancha, sitio que era usado como un recinto ceremonial dedicado a Supay, el dios del mundo subterráneo de las mitologías quechua y aymara, un espíritu ambivalente, a la vez benévolo y dañino, el habitante del inframundo que podía entrar al mundo de los vivos como "sombra", intentando atraer a incautos al mundo de los muertos. Como era de esperarse, en la concepción cristianizada de los invasores, Supay se convirtió en una especie de diablo o demonio que vivía en el infierno y al recinto ceremonial de Puñuy en “el cerco del diablo”.

Con la llegada de los españoles Puñuy se metamorfoseó a Puno y la iglesia católica proscribió los “cultos diabólicos” profesados por los quechuas, aymaras y urus de la región. El cristianismo fue impuesto como la fé única y verdadera para lo cual construyó en Puno la humilde capilla de San Juan para uso de los indígenas y una iglesia en piedra sobre los cimientos del Supak Kancha para uso exclusivo de los mistis radicados en la incipiente ciudad. Con las donaciones de los ricos mineros de la zona, más el tributo y la mano de obra forzada de los indígenas, en el siglo XVII la iglesia es ampliada y reformada para destinarla a ser la catedral de Puno. La nueva edificación cubría todo el perímetro del antiguo Supay Kancha como una enorme y poderosa cruz latina construida en sólida piedra, enviando a las poblaciones indígenas el claro mensaje que el cristianismo se había impuesto a los cultos paganos y demoníacos de los indígenas. La obra devoró ingentes cantidades de plata y oro, muchas vidas humanas y cerca de 80 años para finalmente ser terminada en 1794.

La Catedral de Puno, construida con piedra de tonalidad rosácea, es de una simplicidad y sobriedad asombrosa más propia de las construcciones Collas de épocas prehispánicas que el de un edificio religioso. De muros gruesos y robustos, con enormes y pesados contrafuertes para contrapesar las pesadas, las bóvedas y la cubierta de la edificación. Los muros y contrafuertes están libres de decoración alguna. Desnudos para resaltar la opulencia y exuberancia de las decoraciones en piedra labrada en los vanos de las tres entradas al templo.

Cruz de  Mayo
Los expertos artesanos talladores, probablementes indígenas, al mando del mestizo alarife Simón de Asto, labraron el frontis principal y las dos fachadas laterales con motivos cristianos y paganos, con San Miguel matando al diablo, con flores y pájaros exóticos, con imágenes de santos y sirenas pecadoras, con cariátides con alas y senos. Convirtiéndo las portadas en festines estéticos salidos del mestizaje de dos culturas ajenas y el sincretismo religioso de las creencias ancestrales andinas con los dogmas cristiano- europeos.

En el año 1930, el interior de la catedral sufre un devastador incendio en el cual el altar mayor quedó totalmente destruido y los altares menores muy dañados. La bella cubierta de tejas en muy mal estado, teniendo que ser reemplazada por un humilde techo de calamina que es el que hoy existe. 

Las creencias indígenas ancestrales felizmente nunca murieron en Puno, al contrario, con el paso del tiempo renacieron. La Chakana del calendario andino disfrazada de la cruz de la pasión de Cristo, ocupa un lugar destacado en la fachada de la Catedral de Puno y cada 3 de mayo miles de sincréticos devotos festejan frente a ella la Constelación de la Cruz del Sur cuando adquiere la forma astronómica de una cruz perfecta, en posición vertical respecto al Polo Sur.

La expresión máxima de ese renacimiento de las creencias y tradiciones andinas es la Festividad de la Virgen de la Candelaria. Hoy en día diablos y china-diablas y mil monstruos y personajes estrambóticos danzan alegremente al compás de músicas estruendosas en el atrio de la catedral, el estrado del Supuy Kancha prehispánico que yace bajo la cruz cristiana de piedra. Mientras la gente bebe, baila y festeja en honor a la Mamacha Candelaria, la Pachamama Andina. Todo ello para el disfrute de Quesintuu y Umantuu, las sensuales y seductoras sirenas labradas en piedra en el frontis de la catedral por el maestro Simón de Asto en 1754. <:>

San Miguel mata al demonio
El Padre y el Espiritu Santo




Qesintuu
Umantuu




















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