TUNUPA
José Luis Ayala
Tomado de Facebook
Las civilizaciones, culturas y sociedades del pasado
inventaron a sus dioses, padres creadores, divinidades y deidades a semejanza
de los seres humanos. Había necesidad de un ser supremo que guiara la rotación
del tiempo como ciclos de la vida y la muerte. Pero sobre todo, sea pródigo en
dones materiales y espirituales. Así nacieron los mitos, leyendas y
tradiciones. Luego vino el ciclo de la metafísica, la religión y
evangelización. Un Dios único y verdadero se impuso a través de la invasión
territorial y colonización ideológica, sobre todo debido al control del
subconsciente colectivo.
El trabajo de investigación histórica de Hernán Amat Olazábal, titulado “El ciclo mítico de Tunupa”, tiene que ver con este tema porque no solo es una visión histórica de la presencia y vigencia de un “héroe cultural y deidad del mundo andino”. Es sobre todo el más riguroso trabajo de investigación histórica, esperado durante muchos años. Hasta que por fin el historiador y arqueólogo Hernán Amat Olazábal, que de niño estudió en escuelas primarias aymaras de Moho (Puno), decidió entregar un trabajo sorprendente. Así, el libro servirá también como documento esencial ahora que se teoriza acerca de la vigencia de la Nación aymara.
“Al revisar una y otra vez –escribe Amat– el contenido y significado del mito de Tunupa, llegamos a la conclusión que expresa la manifestación profunda de una realidad sagrada. Los testimonios arqueológicos de Pucará y Tiwanaku, tanto como la memoria oral, así lo corroboran. El mito de Tunupa se ha convertido en una creencia social compartida. En un conocimiento aceptado que, de boca en boca, se ha venido transmitiendo de generación en generación, y de una región delimitada, como es la del altiplano de Collao, a otros más extensas y diversas, penetrando ámbitos más amplios”. 1
El mito en todas las sociedades humanas ha tenido un rol fundamental, tanto para explicar los orígenes como para establecer categorías y valores. Pero, ¿qué relación hay entre mito e historia? Hernán Amat recurre a los planteamientos de Lévi- Strauss y Eliade pero para dar una visión más amplia. No se trata entonces de una versión estrictamente académica, sino que el conocimiento de Hernán Amat, proviene de la erudición, pero sobre todo de la vigencia de la real maravillosa cultura andina.
En un principio –señala Amat Olazábal– “Tunupa fue objeto de una sutil adaptación por parte de los misioneros cristianos. Algunos lo asociaron al supremo creador Viracocha (Wiracocha); como al apóstol San Tomás fabulando que éste llegó a América antes que los españoles; lo relacionaron también con San Sebastián, para agrado de la línea cusqueña, como lo describen coincidentemente Garcilaso y Huamán Poma. Sobre ello existen muchas referencias en las crónicas el siglo XVII. Calancha, Ramos Gavilán, Ávila y Santa Cruz Pachacuti, consignaron el mito recreándolo con ingredientes netamente occidentales ligados a la religión cristina”. 2
El trabajo de investigación histórica de Hernán Amat Olazábal, titulado “El ciclo mítico de Tunupa”, tiene que ver con este tema porque no solo es una visión histórica de la presencia y vigencia de un “héroe cultural y deidad del mundo andino”. Es sobre todo el más riguroso trabajo de investigación histórica, esperado durante muchos años. Hasta que por fin el historiador y arqueólogo Hernán Amat Olazábal, que de niño estudió en escuelas primarias aymaras de Moho (Puno), decidió entregar un trabajo sorprendente. Así, el libro servirá también como documento esencial ahora que se teoriza acerca de la vigencia de la Nación aymara.
“Al revisar una y otra vez –escribe Amat– el contenido y significado del mito de Tunupa, llegamos a la conclusión que expresa la manifestación profunda de una realidad sagrada. Los testimonios arqueológicos de Pucará y Tiwanaku, tanto como la memoria oral, así lo corroboran. El mito de Tunupa se ha convertido en una creencia social compartida. En un conocimiento aceptado que, de boca en boca, se ha venido transmitiendo de generación en generación, y de una región delimitada, como es la del altiplano de Collao, a otros más extensas y diversas, penetrando ámbitos más amplios”. 1
El mito en todas las sociedades humanas ha tenido un rol fundamental, tanto para explicar los orígenes como para establecer categorías y valores. Pero, ¿qué relación hay entre mito e historia? Hernán Amat recurre a los planteamientos de Lévi- Strauss y Eliade pero para dar una visión más amplia. No se trata entonces de una versión estrictamente académica, sino que el conocimiento de Hernán Amat, proviene de la erudición, pero sobre todo de la vigencia de la real maravillosa cultura andina.
En un principio –señala Amat Olazábal– “Tunupa fue objeto de una sutil adaptación por parte de los misioneros cristianos. Algunos lo asociaron al supremo creador Viracocha (Wiracocha); como al apóstol San Tomás fabulando que éste llegó a América antes que los españoles; lo relacionaron también con San Sebastián, para agrado de la línea cusqueña, como lo describen coincidentemente Garcilaso y Huamán Poma. Sobre ello existen muchas referencias en las crónicas el siglo XVII. Calancha, Ramos Gavilán, Ávila y Santa Cruz Pachacuti, consignaron el mito recreándolo con ingredientes netamente occidentales ligados a la religión cristina”. 2
Pese a la persistente colonización religiosa para desvirtuar la presencia de, Tunupa ha permanecido vivo durante varios siglos en la memoria colectiva andina. Su presencia es nítida a través de una narrativa que se renueva. Dirige la rotación del tiempo, es el padre sideral que determina la lluvia. Canta y baila, toca zampoñas y llega acompañado por sirenas del Titicaca. Controla los ciclos de la vida y hace que la muerte no exista.
“Antes de la incursión bélica de los incas al altiplano del Collao, –escribe Amat– que encabezara Pachacuti Inca Yupanqui, hacia mediados del siglo XV, la divinidad más relevante y poderosa de esa vasta y rica región era Tunupa o Yunapa. Tunupa es el eje cósmico del mundo andino, es el principio, el forjador del tiempo primordial y del espacio sideral (Alecpacha); artífice de que salieran los hombres de las tinieblas, cuando se hizo la luz en la roca Sagrada del Titicaca, entonces fue que el Sol dio vida a todos los seres y la Tierra cobró su fisonomía” 3
Actualmente Tunupa vive relacionado con el con el fuego y los volcanes. De acuerdo a la memoria social andina, los volcanes eran puentes para transitar entre el cielo y la tierra. El Tunupa sobre todo es el taypi qala, la piedra central del universo y establece el equilibrio sideral. Es el arquitecto del universo, el cosmos que gira y traslada hacia una nueva época de la humanidad. Es representado por el rayo, el granizo o un felino de todos los colores.
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1.- Hernán
Amat Olazábal. El ciclo mítico de Tunupa. Universidad Nacional de Juliaca. Pág.
38. 2016.
2.- Hernán Amat Olazábal. El ciclo mítico de Tunupa. Universidad Nacional de Juliaca. Pág. 43. 2016.
3.- Hernán Amat Olazábal. El ciclo mítico de Tunupa. Universidad Nacional de Juliaca. Pág. 107. 2016.
2.- Hernán Amat Olazábal. El ciclo mítico de Tunupa. Universidad Nacional de Juliaca. Pág. 43. 2016.
3.- Hernán Amat Olazábal. El ciclo mítico de Tunupa. Universidad Nacional de Juliaca. Pág. 107. 2016.
- Hernán Amat Olazábal, nació en Moho (Puno). (24/10/1938). Pero quien desee conocer las acciones de arqueólogos e investigadores que excavaron en el Perú, hay una muestra audiovisual de científicos en el Museo Prehispánico “Hernán Amat Olazábal”, en Villa del Salvador. El museo tiene el nombre del arqueólogo moheño que realizó hallazgos referentes a la cultura preincaica Chavín como en referencia a investigaciones de civilizaciones de la época prehispánica.
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