SER “CAVIAR”
por Efraín Gonzales de Olarte
E |
stoy seguro de que la mayor parte de quienes usan
la palabra caviar y sus derivados en el Perú no saben que se
trata de los huevos del esturión, pez que no existe en nuestro país. Como
apelativo político, comenzó a usarse en París en mayo de 1968, cuando estudiantes de sectores
acomodados, acostumbrados a consumir productos de lujo en ocasiones importantes
como el caviar, fueron actores de manifestaciones estudiantiles y
sindicales apoyando cambios radicales en la política y sociedad francesas.
A ellos los denominaron caviares.
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Esturión |
En el Perú de los últimos años se ha generalizado
su uso tanto por políticos tanto derechistas como izquierdistas que tienen en
común ser sectarios y profundamente ignorantes, con el fin desacreditar,
estigmatizar o denigrar a personas que no comulgan con sus ideas y que, proviniendo de clases medias,
promueven la democracia, los derechos humanos, la separación de poderes,
la justicia social, inclusión y la tolerancia, y que se caracterizan por haber
accedido a una educación y formación bastante más rigurosa que la de sus
detractores.
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Caviar: "huevera" del esturión |
Así, los “caviares” y el “caviarismo” se han convertido en un fantasma al cual tanto los extremistas de derecha e izquierda con escasa formación le atribuyen todos los males del Perú, a tal punto que el “anticaviarismo” se ha convertido en una muletilla, que cualquier político o ciudadano que tiene un problema cuyo origen no sabe explicar lo utiliza para descalificar a quienquiera que tenga una explicación lógica y coherente y, especialmente, progresista y democrática.
Es interesante
cómo “los caviares” —que no
tienen organización, tampoco líderes, no tienen militantes ni financiamiento—
han sido construidos como enemigo político por los seudopolíticos que,
identificándose a sí mismos como “de derecha” o “de izquierda” sin ideología ni
doctrina política claras, coinciden en algunas cosas importantes
- Primero, en su afán por gobernar promoviendo
sus intereses particulares o corporativos, sin preocupación por el bien común.
- Segundo, en sus esfuerzos por corromper o
destruir todo vestigio de institucionalidad en el país que pudiera ser
obstáculo para sus intereses.
- Tercero, en sus ataques para hacer retroceder
todo logro en términos de derechos y justicia social que se haya podido
alcanzar hasta ahora.
Como no son
capaces o no les interesa justificar o siquiera debatir las ideas, todo se
reduce a adjetivos, insultos y prepotencia.
En la práctica, los ataques de derecha e izquierda
están configurando a los
“caviares” como una opción política de centro que, interesantemente, se va ampliando tanto hacia la
izquierda y a la derecha menos radicales, que conservan convicciones
democráticas. Y ese es quizás el mayor temor de los extremos, pues a estas alturas del proceso
político peruano los
políticos que están en el Congreso, casi todos ellos “anticaviares” y el
Gobierno, tienen más de 90% del rechazo de la ciudadanía.
Quizás sea el momento propicio para la conformación de un partido
o un frente de centro que el Perú está reclamando para volver a dialogar,
a buscar salidas conjuntas a la crisis, rescatar las instituciones que han sido
objeto de cambios que las desnaturalizan y, sobre todo, volver a pensar en el
bien común de los peruanos. <:>
SOMOS
CAVIARES
César Hildebrandt
En
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 723, 7MAR25
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l miedo es una
construcción complicada.
Para infundirlo hay que
tener cierta autoridad.
No puede infundir miedo
un pobre diablo. O, en tiempos de inclusión imperativa, una pobre diabla. Pero,
claro, hay excepciones. Donald Trump es, personalmente, un pobre diablo. Pero
está montado en un PBI de gigante, un arsenal nuclear de pavores, cien bases
militares alrededor del mundo, un servicio de
inteligencia con licencia
irrestricta y cementerio propio. En su caso, es el cargo el que lo hace
temible.
El problema es cuando
quieres asustar a la prensa que te incomoda, arrinconar a la fiscalía, anunciar
la guerra del fin del mundo a los caviares, pero todo el mundo sabe que tú no
mandas, todos saben que eres una servidora del congreso, nadie duda de que
confías en torcer la ley para que no te alcance.
La señora que va a
Palacio a fingir que nos gobierna estaba convencida de que iba a producir un
terremoto. Lo que vino fue una risotada. Era la versión a color de “Ahí está el
detalle”, cuando Cantinflas solicita el fusilamiento de su propio abogado.
Daba risa y vergüenza
ajena verla con el ceño fruncido y con voz de supuesta indignación dirigirse a
la opinión pública con el fin de convencerla de que hay una conspiración en su
contra.
Y todo porque se
atrevieron a allanar el domicilio del sujeto que ejerce un cargo ministerial
porque sabe demasiado y tiene acreencias todavía no pagadas.
Por supuesto que nadie
conspira contra la señora.
No es necesario reunirse
en rebeldía para socavar la estabilidad de un gobierno repulsivo que apenas se
sostiene.
Quienes conspiran son,
en todo caso, los ministros como el de educación y el de cultura. Ellos,
disfrazados de alfombras, aumentan el descrédito y acrecientan el rechazo.
El congreso del hampa ha
recreado una derecha mediática que está a la altura de sus propósitos. Esa
derecha pretende que se condene socialmente a quienes no compartan sus metas:
convertir el statu quo en un programa político, normalizar la extrema
desigualdad, endiosar hasta el crimen el mercado corrompido por la
concentración y las coimas, mineralizar los privilegios de ciertas castas.
Caviarizar es el
sinónimo actualizado de terruquear.
Pasó de moda el
terruqueo porque las ruinas de Sendero en el Vraem ya no intimidan. Lo que se
ha impuesto como ley marcial es caviarizar. Caviarizan los que se siguen
sintiendo dueños del país.
Somos caviares, por
ejemplo, los que decimos que el Congreso -dominado por Fuerza Popular, Alianza
para el Progreso, Renovación Popular, los pájaros fruteros de Acción Popular,
el zombismo de Somos Perú y los primos de la China Tudela de Avanza País- es
una organización criminal dedicada a cambiar las leyes que nos protegen de los
delincuentes.
Somos caviares los que no nos sumamos al festín caníbal de hervir en vida a quienes tuvieron el acierto de cerrar el Congreso en el que 73 fujimoristas, teleguiados por la heredera de la mafia paterna, gobernaban el Perú sin haber ganado las elecciones.
Somos caviares los que
no les creemos a los abogados del diablo convocados por la peor televisión
para decimos, en nombre de los forajidos que representan, que la Fiscalía está
politizada, que Vela y Pérez son cómplices de Odebrecht y que la detención
preliminar o la ley de extinción de dominio ofenden el debido proceso y los
derechos constitucionales.
Somos caviares, en suma,
los que no somos parte del juego de la derecha bruta y achorada que hoy aspira
a llenar la agenda política y tiende a la censura y la cancelación del
adversario.
Esa es la derecha de la
podredumbre fujimorista, del reinado de Odebrecht entre gobiernos y
constructores, del alanismo de Pepe Graña.
Es la derecha de los
techos que se caen matando y de la presidenta que mata para no caer. Es la
vieja derecha que hoy luce tatuajes y peinado recio.
Esa derecha quiere que
la arropemos, que le demos las gracias por los servicios prestados y por el
futuro que habrá de construimos en los próximos siglos. Es la derecha colgada
de la bandera del Perú.
La derecha bruta y achorada
confía en la indulgencia de la mala memoria y en la prostitución de buena parte
de la prensa. Confía en las elecciones del caos, en los mensajes obsesivos de
sus bandas troleras y en que la extrema necesidad produce muchas veces las
peores decisiones.
La derecha dice que cree
en el país. Mentira. La mayor parte de la derecha peruana no tuvo ni tendrá
identidad nacional. Para ella, el Perú es mina, garbanzal, exoneraciones y
lobismo. <+>
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