lunes, 8 de abril de 2024

PARA LA HISTORIA DE PUNO

 ALCANCES SOBRE LA EVOLUCIÒN DEL CASCO URBANO DE LA

CIUDAD DE PUNO

Tomado de la revista BRISAS, octubre 1022

U

na extensa pampa que dividía la naciente ciudad de Puno y el lago Titicaca, fue hasta los años 1940 aproximadamente, un lugar “multi usos*, conocida como “pampa Zúñiga” de propiedad de la familia que lleva su nombre, lugar para pastar ganado, canchita de fulbito o para hacer volar cometas.

Increíblemente era usada también como aeródromo. En efecto, los precursores de la aviación regional fueron un italiano de apellido Ghillardi y el peruano Velasco Astete (cuyo nombre lleva el aeropuerto cusqueño) quienes usaron la pampa en varios de sus vuelos uniendo Puno, Cusco y Arequipa.

El Piquete
En aquellos tiempos en que la ciudad de Puno terminaba en la actual calle Tacna, la pampa Zúñiga’ era conocida también como el “cenizal” por ser una es­pecie de relleno sanitario donde se quemaba la basura y heces de sus escasos 15,000 habitantes, recogida previamente por un camioncito desvencijado con­ducido por un señor de apellido Catacora.

En esas épocas, luego de abrirse el enorme canchón de propiedad de la empresa de fe­rrocarriles del Estado (actual­mente la calle ‘Cahuide’), el ‘ce­nizal’ fue trasladado a la otra pampa donde actualmente fun­ciona el Hospital Manuel Nuñez Butrón y la esquina de Telefóni­ca del Perú (calle Arequipa con Federico More). [Llamada ‘El Pi­quete’. NdeR]

El canchón de la calle Cahui­de empezó a ser lotizado y entre­gado en parte de pago a sus tra­bajadores. En el sitio también se construyó el colegio La Merced.

En aquellos años, los “mistis” (gente de tez blanca) vivían en el centro de la ciudad y los indíge­nas, en la periferia.

Los límites de la ciudad es­taban marcadamente estable­cidos por el oeste la calle ‘llave’, por el este la calle ‘Tacna’, al sur la actual calle ‘Federico More’ y prolongaciones y por el norte la actual calle ‘Pardo’ donde se encuentra la Villa Militar que inicialmente fue el Cuartel del Ejército, Batallón de Infantería Nº 15.

La "Pampa Zúñiga"

El Hijo Prodigo

Ya para entonces muchos puneños ilustres emigraron a otros lares y ciudades más gran­des y con mayores comodidades, sin regresar jamás; otros en cam­bio, motivados por la vida tan dura y en cierta forma atrasada de sus paisanos, emigraron con la promesa de retornar con algu­na novedad, uno de ellos el lampeño Enrique Torres Belón, un cincuentón que ya había trajina­do su figura en el campo político siendo Diputado 2 veces (años 1921 y 1929) y vicepresidente de su Cámara y notable propulsor de leyes de trascendencia nacio­nal entre ellos, autor del Código de Minería.

A Torres Belón se le atribuye la autoría de la ley para la cons­trucción de un estadio que años más tarde llevaría su nombre.

Se trata del Estadio Monu­mental construido a base de una piedra gris porosa de fácil talla­do, traída de la paradisíaca Isla de Amantani, a 50 kilómetros lago adentro, de unas canteras en lo alto del Pachatata, templo de adoración a los Apus del Al­tiplano, antes de que siquiera algún mortal de pelo rubio se atreviese a surcar el lago y con­vertirla en lo que ahora se le co­noce como “turística”.

En aquellos años casi toda la escasa población puneña se volcaba a espectar los partidos de fútbol a falta de otras formas de entre­tenimiento. Veían el “fútbol macho” con “machuchos” (chimpunes con toperoles ajustados con tornillos a la suela de cuero de vaca). Las roturas de huesos en estos encuentros eran tan comu­nes como un estornudo.

Otro medio de entreteni­miento era la Plaza de Toros que hasta los años 70 funcionaba a cargo de la familia Garnica, en la intersección de las actuales ave­nidas 'Simón Bolívar’ y ‘Titicaca’.

1918
No se precisa cómo fue el traslado de los bloques de piedra. ¿Acaso al estilo egipcio? Sin embargo, existe la pre­sunción de que se haya hecho en los barcos ‘Yapura’ y ‘Yavari’ (este último con un final de triste recordación al ser "canibalizado” y vendido al peso, como chata­rra, a una fundición de Arequi­pa) que acoderaban en el puerto de Puno, a 400 metros del Esta­dio, atravesando la pampa que en la actualidad se encuentra totalmente urbanizada.

El último intento de la natu­raleza para recuperar el terreno del Titicaca se registró en el año 1985, cuando su nivel se ele­vó en 2 metros (y luego de una prolongada sequía) llegando a cubrir la carretera hacia la Isla Esteves y toda la zona urbana hasta la actual avenida ‘Simón Bolívar’.
Con prolífica labor parla­mentaria, Torres Belón postuló en 1956 a Senador y, por supues­to, ganó.

Años antes, en 1953 apenas 6 grupos pequeños de danzarines conformados por obreros, pana­deros y carniceros de ascenden­cia indígena, practicaban danzas con ropajes coloridos venerando a la imagen de la Virgen de la Candelaria.

Como el racismo ya estaba enraizado, las autoridades “mistis” prohibieron que las danzas salieran del límite del 'Parque Pino’.

Estadio Torres Belon
Poco a poco la música iba conquistando curiosos y adeptos de los Sicuris de Mañazo, que tu­vieron una primera escisión en Orkapata y cuya historia merece otro recuento; lo cierto es que el primer concurso de danzas fue elegido para la gala de la inaugu­ración oficial del Estadio Monu­mental de propiedad del Estado Peruano.

Enrique Torres Belón ilustre puneño, patricio, fallece un 10 de octubre de 1969 a los 82 años en Lima, lejos de su Lampa y Puno queridos por quienes dio toda su vida.

A falta de descendencia con la norteamericana Esther Phillips, hoy tiene miles de hijos que evocan su labor y tan urgida pre­sencia.

Fue impulsor de la creación del Taller de Tejidos de Lampa y el Criadero de Chinchillas; gracias a su gestión se logró la reapertura de la Universidad Nacional Técnica del Altiplano.

Al borde del oprobio.- Su obra monumental, el Estadio que lleva su nombre, aparte de la donación de su bi­blioteca personal de muchísi­mos ejemplares y la gestión de la creación del Hospital ‘Manuel Núñez Butrón’, hoy yace maltra­tada, convertida en mercadillo cuando no vilipendiada entre la avaricia de un gremio autoproclamado propietario del folclore y la danza, y de las taquillas de eventos deportivos, coronado por la desidia de autoridades genuflexas que odian el patrimonio histórico y monumental de su tierra.

Sin embargo, como el senti­do común y perseverancia son los bienes más escasos en Puno o acaso a los que primero ataca el soroche o las heladas, las au­toridades locales estarían dando sus brazos a torcer permitiendo que la informalidad retome ile­gal e ilegítimamente las áreas invadidas.

El estadio monumental es una muestra de la larga lista del inventario erosionado por la na­turaleza y la insensibilidad de la burocracia, y forman parte de esta lista el puente de Lampa, y muchas iglesias y monumentos históricos y emblemáticos que merecen un largo relato. <>




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