LOS INKAS Y CHILE
Condensado
de las primeras páginas del libro CHILE BAJO EL IMPERIO DE LOS INKAS, Ed. Museo
Chileno de Arte Precolombino. Fundación Familia Larraín Echenique e Ilustre
Municipalidad de Santiago. Año 2010.
La expansión
del Tahuantinsuyo
El
crecimiento sostenido del espacio que llegó a dominar el imperio incaiko, comenzó
con la rápida conquista militar de territorios y grupos étnicos circundantes al
Cusco. Siguió con la anexión de amplias áreas a ambos lados de los Andes
peruanos. En poco más de un siglo concluyó con la conquista de un enorme territorio
que abarcaba desde el sur de Colombia hasta Chile central. Con más de 5 mil kilómetros
de largo y una población estimada en casi 10 millones de habitantes, el
Tahuantinsuyo fue el imperio prehispánico más extenso del continente. Su bien
organizado aparato estatal desplazaba tropas, sacerdotes, funcionarios, personal
de servicio y, muchas, veces, comunidades enteras, a través de enormes
distancias. Instauraba en las provincias el culto solar y un régimen de
gobierno basado en alianza con las autoridades étnicas locales y en la
distribución de bienes y servicios. La riqueza obtenida era para el Estado, la religión
y los gobernantes, estos últimos considerados hijos del sol.
Se han propuesto varias explicaciones acerca del porqué los inkas necesitaban expandirse continuamente. Una de las más populares es la que conecta esta verdadera compulsión conquistadora con la llamada “herencia dividida”. Cuando un inka moría, su panaca o linaje real heredaba todas las tierras conquistadas durante su reinado. Su sucesor, en cambio, heredaba únicamente el ejército. Con ese poderoso instrumento, el nuevo inka o “Sapa Inca” debía formar su propia hacienda. De ahí el imperativo de anexar nuevas tierras y gentes.
La
conquista de Chile antes de los españoles
En
líneas generales, la conquista de Chile por los inkas siguió muy probablemente
un proceso similar al del resto del imperio. Primero llegaban a una región
soldados y diplomáticos por senderos locales, ya que los caminos inkas todavía
no se construían. Luego, el Inka ofrecía a los jefes indígenas locales o kurakas
someterse pacíficamente o por las armas.
Lograda
la conquista, arribaban arquitectos, ingenieros de caminos y funcionarios a
cargo de fijar los límites.
También
se introducía la mita, un sistema en
que los individuos eran obligados a ofrecer por turno su trabajo al Estado por
algunas semanas o meses, regresando después a sus tareas habituales hasta ser
requeridos para un nuevo turno. O sea, no tributaban en bienes o recursos sino
en tiempo dedicado al trabajo. Los servicios de estos temporeros iban desde
cultivar los campos hasta participar en grandes proyectos públicos, tales como
construir y mantener caminos, terrazas agrícolas y obras de regadío, así como
integrar las filas del ejército. Mediante el trabajo de estos mitayos los inkas
podían intensificar la producción minera, agrícola, ganadera y artesanal, y
mejorar la seguridad en las regiones conquistadas. Para esto, el Estado asumía
la responsabilidad de aprovisionar a los trabajadores de materias primas y
herramientas, y, siguiendo las viejas normas de la reciprocidad andina, de
proporcionarles alimentos y bebidas. La hospitalidad estatal era, así, un componente
clave en las relaciones de los gobernantes con la gente que los servía. Por eso
es que se dice que una de las primeras tareas llevadas a cabo por el Estado al
conquistar un nuevo territorio, era construir acllawasis en los asentamientos. Allí residían las acllas o
“mujeres escogidas”, cuyo trabajo consistía en hilar lana o algodón, tejer,
preparar chicha y hacer comidas especiales.
Ése
era probablemente el momento también para enviar mitimaes al área o reclutar mitimaes locales para enviarlos a otros
lugares. Los mitimaes eran gente trasladada de una región a otra como castigo
por resistirse al imperio, o bien, para dotar a una región en particular de
ceramistas, metalurgos, lapidarios y otros especialistas cuya producción era
necesaria para el Estado. Entonces comenzaba también el flujo normal de bienes,
funcionarios y soldados, muchas veces destinados a regiones más distantes.
La
verdad es que en muchas partes los inkas gobernaron a través de los kurakas locales y mediante miembros de
la elite de la sociedad cuzqueña, quienes estaban destacados en las provincias
en calidad de delegados o gobernadores. Aún asi, de hecho, es posible que los
gobernadores inkas que realmente vivían fuera del Cuzco fueran muy pocos, pues
se piensa que pueden haber visitado las regiones a su cargo sólo cuando surgían
problemas.
El
famoso Qhapac Ñan o sistema vial incaico, la religión, el quechua o runa
simi fueron los elementos integradores de este formidable programa conquistador.
El recuerdo de los inkas resuena todavía en cientos de nombres de lugares de la
geografía chilena, en las leyendas que se cuentan, en decenas de palabras que
forman parte del vocabulario corriente del chileno de hoy. Esta impronta debe
recordar a los chilenos que la mitad del su territorio perteneció al más
poderoso imperio de su tiempo y estuvo ocupado por gente que acompañaba a los conquistadores
cusqueños venidos de los más diversos lugares de los Andes. En sumas, una
matizada amalgama étnica, de una u otra manera, corre por las venas de cada habitante
de Chile.Restos del Kjapac Ñan en Chile. Urge su preservación
Existe
controversia acerca de cuáles gobernantes conquistaron Chile. La mayoría
concuerda en que el décimo inka Topa
Yupanqui, hizo la mayor parte del trabajo, pero varios autores conceden
algún crédito a su padre Pachakuti Inka,
el gran reformador del Estado inka. Incluso algunos le atribuyen ciertas conquistas
al antecesor de éste, Viracocha. Una
participación importante le cupo también a al décimo primer inka, Huayna Capac, quien inicialmente parece
haber actuado en Chile como general de su padre Topa Yupanqui y luego como gobernante
en algunas campañas de reconquista. Cuáles territorios fueron anexados por cada
uno y en qué secuencia, es un tema que necesita mayor investigación.
Chile en
los inicios del dominio invasor hispano
A fines de
octubre de 1535, Huayllullo se
encontró cara a cara con los españoles en Tupiza. Venía de Chile trayendo el
presente habitual en oro que este lejano reino ofrecía al “rey universal del
Perú”. El cargamento era portado sobre varias andas revestidas con guarniciones
de oro portadas al hombro por los indios principales. Consistía en barras y
tejas de oro fino y dos grandes pepas del mismo metal. Las piezas traían
estampada la figura del Inka y seguramente habían sido fundidas a orillas del
Marga Marga, estero vecino a Quillota cuyos ricos placeres gozaban de merecida
fama en esta parte del Tawantinsuyu.
El
funcionario inkaico estaba bien informado de los últimos acontecimientos. Los chaskis le habían dado oportuno aviso
de la muerte de Atahualpa a manos de
Francisco Pizarro en Cajamarca, de
la fingida obediencia que su sucesor, Manco
Inka, prestaba a los españoles en el Cuzco y de la sublevación que éste
preparaba en todos los Andes. Había elegido el camino del Tucumán para llevar
estos tesoros a la capital por ser más seguro, pero a lo largo de la travesía constató
los estragos que habían producido las noticias de un Perú invadido y un imperio
moribundo. Muchos de los aposentos inkaicos, que antaño brindaban albergue,
comida, bebida y protección a las comitivas oficiales, se hallaban ahora abandonados.
Quizás -pensó Huayllullo- habría sido mejor hacer la ruta de regreso por el
camino del despoblado de Atacama. Así habría evitado toparse con esta enorme
columna de invasores.
Willak Umu valió a Almagro en su campaña a Chile |
Después de
todo, la valiosa caravana le confirmaba lo que otros le habían informado antes
de partir: el reino hacia el cual se dirigía poseía grandes riquezas. Impelió
al funcionario a sumarse a su expedición, argumentando que la finalidad de su viaje
había cesado.
La verdad
es que no había cómo resistirse. Almagro comandaba una hueste de unos 20 mil
hombres, entre españoles, negros africanos e indígenas.
Además,
venía acompañado por un séquito inka del más alto nivel, encabezado por Villac Umu, importante dignatario a
cargo del culto estatal y la custodia de los metales preciosos, y del Inka Paulo, [Paullu] hermano de Manco
Inka. El Adelantado no demoró ni un instante en apropiarse del tesoro y a
Huayllullo no le quedó otra alternativa que devolverse con él a Chile.
Los
editores del ya indicado libro CHILE BAJO EL IMPERIO DE LOS INKAS, señalan que
el extenso relato, en el contenido, se basa libremente en la Crónica del Reino
de Chile, de Pedro Mariño de Lobera.
Dicen que también se fundamenta en algunos cronistas de esa época, pero, sobre
todo, en diversos estudios de arqueólogos y otros investigadores modernos, que
el contenido del volumen, en conjunto, intenta ofrecer un panorama aproximado
de la ocupación inkaica en el territorio que actualmente conocemos como Chile. <:>
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