miércoles, 8 de enero de 2025

PERÚ Y CHILE RECONOCEN LEGADO PREHISPÁNICO COMÚN

 LOS INKAS Y CHILE

Condensado de las primeras páginas del libro CHILE BAJO EL IMPERIO DE LOS INKAS, Ed. Museo Chileno de Arte Precolombino. Fundación Familia Larraín Echenique e Ilustre Municipalidad de Santiago. Año 2010.

La expansión del Tahuantinsuyo

El crecimiento sostenido del espacio que llegó a dominar el imperio incaiko, comenzó con la rápida conquista militar de territorios y grupos étnicos circundantes al Cusco. Siguió con la anexión de amplias áreas a ambos lados de los Andes peruanos. En poco más de un siglo concluyó con la conquista de un enorme territorio que abarcaba desde el sur de Colombia hasta Chile central. Con más de 5 mil kilómetros de largo y una población estimada en casi 10 millones de habitantes, el Tahuantinsuyo fue el imperio prehispánico más extenso del continente. Su bien organizado aparato estatal desplazaba tropas, sacerdotes, funcionarios, personal de servicio y, muchas, veces, comunidades enteras, a través de enormes distancias. Instauraba en las provincias el culto solar y un régimen de gobierno basado en alianza con las autoridades étnicas locales y en la distribución de bienes y servicios. La riqueza obtenida era para el Estado, la religión y los gobernantes, estos últimos considerados hijos del sol.

Se han propuesto varias explicaciones acerca del porqué los inkas necesitaban expandirse continuamente. Una de las más populares es la que conecta esta verdadera compulsión conquistadora con la llamada “herencia dividida”. Cuando un inka moría, su panaca o linaje real heredaba todas las tierras conquistadas durante su reinado. Su sucesor, en cambio, heredaba únicamente el ejército. Con ese poderoso instrumento, el nuevo inka o “Sapa Inca” debía formar su propia hacienda. De ahí el imperativo de anexar nuevas tierras y gentes.

La conquista de Chile antes de los españoles

En líneas generales, la conquista de Chile por los inkas siguió muy probablemente un proceso similar al del resto del imperio. Primero llegaban a una región soldados y diplomáticos por senderos locales, ya que los caminos inkas todavía no se construían. Luego, el Inka ofrecía a los jefes indígenas locales o kurakas someterse pacíficamente o por las armas.

Lograda la conquista, arribaban arquitectos, ingenieros de caminos y funcionarios a cargo de fijar los límites.

También se introducía la mita, un sistema en que los individuos eran obligados a ofrecer por turno su trabajo al Estado por algunas semanas o meses, regresando después a sus tareas habituales hasta ser requeridos para un nuevo turno. O sea, no tributaban en bienes o recursos sino en tiempo dedicado al trabajo. Los servicios de estos temporeros iban desde cultivar los campos hasta participar en grandes proyectos públicos, tales como construir y mantener caminos, terrazas agrícolas y obras de regadío, así como integrar las filas del ejército. Mediante el trabajo de estos mitayos los inkas podían intensificar la producción minera, agrícola, ganadera y artesanal, y mejorar la seguridad en las regiones conquistadas. Para esto, el Estado asumía la responsabilidad de aprovisionar a los trabajadores de materias primas y herramientas, y, siguiendo las viejas normas de la reciprocidad andina, de proporcionarles alimentos y bebidas. La hospitalidad estatal era, así, un componente clave en las relaciones de los gobernantes con la gente que los servía. Por eso es que se dice que una de las primeras tareas llevadas a cabo por el Estado al conquistar un nuevo territorio, era construir acllawasis en los asentamientos. Allí residían las acllas o “mujeres escogidas”, cuyo trabajo consistía en hilar lana o algodón, tejer, preparar chicha y hacer comidas especiales.

Ése era probablemente el momento también para enviar mitimaes al área o reclutar mitimaes locales para enviarlos a otros lugares. Los mitimaes eran gente trasladada de una región a otra como castigo por resistirse al imperio, o bien, para dotar a una región en particular de ceramistas, metalurgos, lapidarios y otros especialistas cuya producción era necesaria para el Estado. Entonces comenzaba también el flujo normal de bienes, funcionarios y soldados, muchas veces destinados a regiones más distantes.

La verdad es que en muchas partes los inkas gobernaron a través de los kurakas locales y mediante miembros de la elite de la sociedad cuzqueña, quienes estaban destacados en las provincias en calidad de delegados o gobernadores. Aún asi, de hecho, es posible que los gobernadores inkas que realmente vivían fuera del Cuzco fueran muy pocos, pues se piensa que pueden haber visitado las regiones a su cargo sólo cuando surgían problemas.

Restos del Kjapac Ñan en Chile. Urge su preservación
El famoso Qhapac Ñan o sistema vial incaico, la religión, el quechua o runa simi fueron los elementos integradores de este formidable programa conquistador. El recuerdo de los inkas resuena todavía en cientos de nombres de lugares de la geografía chilena, en las leyendas que se cuentan, en decenas de palabras que forman parte del vocabulario corriente del chileno de hoy. Esta impronta debe recordar a los chilenos que la mitad del su territorio perteneció al más poderoso imperio de su tiempo y estuvo ocupado por gente que acompañaba a los conquistadores cusqueños venidos de los más diversos lugares de los Andes. En sumas, una matizada amalgama étnica, de una u otra manera, corre por las venas de cada habitante de Chile.


Existe controversia acerca de cuáles gobernantes conquistaron Chile. La mayoría concuerda en que el décimo inka Topa Yupanqui, hizo la mayor parte del trabajo, pero varios autores conceden algún crédito a su padre Pachakuti Inka, el gran reformador del Estado inka. Incluso algunos le atribuyen ciertas conquistas al antecesor de éste, Viracocha. Una participación importante le cupo también a al décimo primer inka, Huayna Capac, quien inicialmente parece haber actuado en Chile como general de su padre Topa Yupanqui y luego como gobernante en algunas campañas de reconquista. Cuáles territorios fueron anexados por cada uno y en qué secuencia, es un tema que necesita mayor investigación.

Chile en los inicios del dominio invasor hispano

A fines de octubre de 1535, Huayllullo se encontró cara a cara con los españoles en Tupiza. Venía de Chile trayendo el presente habitual en oro que este lejano reino ofrecía al “rey universal del Perú”. El cargamento era portado sobre varias andas revestidas con guarniciones de oro portadas al hombro por los indios principales. Consistía en barras y tejas de oro fino y dos grandes pepas del mismo metal. Las piezas traían estampada la figura del Inka y seguramente habían sido fundidas a orillas del Marga Marga, estero vecino a Quillota cuyos ricos placeres gozaban de merecida fama en esta parte del Tawantinsuyu.

El funcionario inkaico estaba bien informado de los últimos acontecimientos. Los chaskis le habían dado oportuno aviso de la muerte de Atahualpa a manos de Francisco Pizarro en Cajamarca, de la fingida obediencia que su sucesor, Manco Inka, prestaba a los españoles en el Cuzco y de la sublevación que éste preparaba en todos los Andes. Había elegido el camino del Tucumán para llevar estos tesoros a la capital por ser más seguro, pero a lo largo de la travesía constató los estragos que habían producido las noticias de un Perú invadido y un imperio moribundo. Muchos de los aposentos inkaicos, que antaño brindaban albergue, comida, bebida y protección a las comitivas oficiales, se hallaban ahora abandonados. Quizás -pensó Huayllullo- habría sido mejor hacer la ruta de regreso por el camino del despoblado de Atacama. Así habría evitado toparse con esta enorme columna de invasores.

Willak Umu valió a Almagro en su campaña a Chile
A Diego de Almagro le brillaban los ojos cuando le comunicó a Huayllullo que ya estaba libre de semejantes tributos, pues el rey del Perú era ahora el emperador Carlos V y sólo a él le debía obediencia.

Después de todo, la valiosa caravana le confirmaba lo que otros le habían informado antes de partir: el reino hacia el cual se dirigía poseía grandes riquezas. Impelió al funcionario a sumarse a su expedición, argumentando que la finalidad de su viaje había cesado.

La verdad es que no había cómo resistirse. Almagro comandaba una hueste de unos 20 mil hombres, entre españoles, negros africanos e indígenas.

Además, venía acompañado por un séquito inka del más alto nivel, encabezado por Villac Umu, importante dignatario a cargo del culto estatal y la custodia de los metales preciosos, y del Inka Paulo, [Paullu] hermano de Manco Inka. El Adelantado no demoró ni un instante en apropiarse del tesoro y a Huayllullo no le quedó otra alternativa que devolverse con él a Chile.

Los editores del ya indicado libro CHILE BAJO EL IMPERIO DE LOS INKAS, señalan que el extenso relato, en el contenido, se basa libremente en la Crónica del Reino de Chile, de Pedro Mariño de Lobera. Dicen que también se fundamenta en algunos cronistas de esa época, pero, sobre todo, en diversos estudios de arqueólogos y otros investigadores modernos, que el contenido del volumen, en conjunto, intenta ofrecer un panorama aproximado de la ocupación inkaica en el territorio que actualmente conocemos como Chile. <:>

No hay comentarios:

Publicar un comentario