viernes, 7 de febrero de 2025

OPINION: SOBRE LA ACCION POLITICA DEL PRESIDENTE ESTADOUNIDENSE

 USAID: TIBURON “BUENO”

Juan Manuel Robles

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 719, 7FEB25

C

uando Estados Unidos entendió que, por más superpotencia militar que fuera, no podía dejar que las guerritas se le multiplicaran hasta lo ingestionable, nació Usaid. Cuan­do Estados Unidos estimó que —salvo invasiones elegidas y muy rentables— era mejor la zanahoria que el garrote, nació Usaid, tu mano amiga. Cuando Estados Unidos, unos cuantos hombres muy astutos de Esta­dos Unidos, se dieron cuenta de que el antiimperialismo es un fuego que prende bien don­de hay hambre y que en esas economías pequeñas los dóla­res se hacen gigantescos, nació Usaid y consolidó su ayuda y cooperación interesada: dinero a cambio de influencia.

Cuando Estados Unidos notó que con esos fondos no solo po­día ganarles lugar a las izquierdas locales en el negocio de la ayuda social, sino que además podía captar a esos izquierdistas —ro­barles el corazón y sus banderas domesticadas—, Usaid se volvió indestructible. O, bueno, casi.

Cuando los izquierdistas se die­ron cuenta de que la revolución no era posible, empezaron a pensar que, tal vez, era más divertida la guerrilla con fondos del imperialismo (que ya tenía bien pensado el asunto). Y empezaron a ver a Usaid como algo bueno. Cierta­mente lo es. Es bueno tener a Usaid en la tierra y no un dron en el cielo.

Así, la presencia de Usaid se fue fortaleciendo, fomentando un discurso en favor de una justicia social, una que dejaba de lado, naturalmen­te, cualquier lucha por subvertir el orden y cuestionar las relaciones de dominación y la necesidad de auto­nomías.

Como parte del trabajo de la agencia ha sido limitar el sentido común de varias generaciones de progresistas, yo se los explico ape­lando a la condición de fanáticos de Star Wars (que sé que varios de ellos comparten). Pues es como si Darth Vader, después de orden 66 y ya bien sentado al lado de Palpatine, hubiera decidido abrir una Escuela de Jedis, con sucursales en toda la galaxia y financiamiento del imperio.

Para fomentar el espíritu noble de aquella orden venerable, con talleres en que se entrene a los jóvenes en el arte de mover rocas con la mente, para el aplauso y ferias en Tatooine. Por supuesto, no estarían permitidos los sables láser. Esos Jedis de exhibi­ción son modernos y pacíficos.

Seamos claros: no es que Usaid, generosa, altruista, humana, “también” promueva agendas políticas. Es que esa es su función principal, para eso fue creada. En Estados Unidos, a funcionarios y políticos —a favor y en contra- se les escapa decir que la agencia es una “fachada de la CIA”. Por primera vez sale en los cables internacionales algo que siempre se supo, y han tenido que ser los trumpistas quienes lo digan: que las actividades de Usaid están destinadas a desestabilizar gobiernos. Eso es lo importante. El dinero, el apoyo a los programas sociales, es una forma de ganar lealtades y co­laboradores. Usaid está tan metida en ese entramado social que financia cursos a jueces y fiscales, y patrocina el Lugar de la Memoria (ya saben por qué en ese museo no encontrarán un rinconcito dedicado a Usaid y su participación en las esterilizaciones forzadas).

Por supuesto, es válido ser fi­nanciado por Usaid. Es legítimo domesticarse, ser pragmático, re­alista, capitular. Lo que resulta un poco desubicado es recibir dinero de Usaid y decir que la preocupación de Usaid es “el fortalecimiento de la democracia”. ¿La democracia? Será la democracia que no choca con Estados Unidos. La que no se suble­va, la que procura revisar contratos con grandes transnacionales, la que no abre el mapamundi para buscar alianzas con otras potencias.

Que a veces los intereses de Usaid coincidan con los nuestros —como cuando se sumó a la oposición contra Fujimori, cosa que ocurrió debido a que Estados Unidos le bajó el pul­gar al presidente, como antes había hecho con su exaliado Pinochet—, no la hace neutral ni bienintencio­nada. La injerencia estadounidense en América Latina, cuando sus pueblos quieren empoderar a un gobernante que no les gusta, tiene una historia dolorosa de muertes y mentiras, y Usaid es parte de ella.


Por eso, a quienes vimos con interés el surgimiento de movi­mientos progresistas de la región, a los que hubiéramos querido un Evo Morales o un Rafael Correa en el Perú, a los que todavía te­nemos la esperanza de, al menos, una Claudia Sheinbaum peruana, el destino de una agencia que contribuyó a minar todos esos proyectos nos vale madre. Claro, hubiera sido mejor que nos pasa­ra como a Bolivia, donde el presi­dente se levantó un día y decidió anunciar que cojan sus maletas y se larguen, por injerencistas, y no como podría ocurrir ahora, por un reacomodo interno expresado en el zarpazo de un megalómano impresentable.

Y por cierto, todos los argu­mentos que apelan a los despo­seídos que se verán perjudicados si cesa la ayuda de Usaid confirman lo que dijo el presidente Gustavo Petro: eso no es ayuda. No lo es. Era justamente lo que buscaban y lo lograron: la creación de una dependencia que nunca debió haber existido en primer lugar.

¿Las medidas contra la agen­cia de cooperación significan que Trump es de pronto aliado de la causa progresista en América La­tina? ¿Es un hombre cruel pero sensato que cree que nuestros países deben vivir plenamente su soberanía? De ninguna mane­ra. El cierre significa, tal vez, que algo más siniestro está por venir. Trump, que ya ha mostrado sus ansias de intervenir militarmente en países y mostrar el músculo, cambia la zanahoria y vuelve al garrote. Reencauza el dinero para otras cosas y comienza a hablar con lenguaje militar. El tiburón de Blades quiere volver a la orilla (y no sabes de qué hablo, Usaid hizo su trabajo demasiado bien). <+>

 

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