DIOSITO PAGANO
César Hildebrandt
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 728, 11ABR25
L |
a jefa de la mafia fujimorista
está de fiesta. Su prensa inmunda brinda, sus voceros dicen que la justicia se
ha restablecido, sus sicarios anuncian la agonía y la cárcel para José Domingo
Pérez.
Ese es el drama de la
derecha escamosa del Perú: no puede vivir sin su mentor, su diosito pagano, su
becerro de bosta, su chino sin escrúpulos. Y como ese personaje ya no está, el
premio consuelo es su hija, a quien defienden porque saben que tiene todas las
depravaciones del progenitor, a quien imaginan en el poder formal el 2026
porque saben que así se garantizan quizá otra década de gollerías grandes y
tratos de excepción.
En las covachas del
fujimorismo, donde hoy es gárgola Femando Rospigliosi, dicen que el
antifujimorismo es un puré de odios.
Es todo lo contrario.
Hay que odiar al Perú para ser fujimorista. Hay que odiar profundamente a este
país indescifrable y nuestro para desear el regreso de quienes lo hicieron un
burdel.
Yo recuerdo nuestras
luchas primeras y pienso que librarlas fue un deber.
Fuimos quienes
descubrimos al verdadero Fujimori en plena campaña electoral. Revelamos sus 34
casas construidas y sin declarar y difundimos las cifras de sus malos manejos
hacendarlos como rector de la Universidad Agraria.
Eso nos costó el empleo,
el exilio voluntario en España y la feroz campaña de los medios que se
arrimaron al fogón del sátrapa.
Pero eso fue sólo el
tibio comienzo. Fujimori construyó el gobierno más corrupto y autoritario de la
historia del país. Nos ha faltado el Basadre que lo relatara, pero nos sobran
los datos que lo confirman.
No hubo una sola
institución que el fujimorismo no enmierdara. Y digo bien: no hubo una sola
institución que no cayera bajo su dominio.
Fujimori no fue
presidente del Perú. Fue su caudillo, el Franco surgido de una guerra que no
había ganado, el Porfirio Díaz (de La Victoria) que nos refundaría.
El país turbulento que
heredó tuvo su paz varsoviana. Pero el costo es que dejamos de ser país. Fuimos
el experimento social de un ladrón y asesino que tuvo el privilegio de contar,
como respaldo, con la banda completa de las fuerzas armadas. Fujimori robaba y
dejaba robar y las fuerzas armadas robaban y dejaban que el país se desplomara
en un vértigo autocrático.
¿Los jueces? Estaban
bajo el mandato del chino Rodríguez Medrano y, en los casos más grandes, de
Montesinos y su SIN.
¿La Contraloría? Tenía
las manos atadas y una pistola en la sien. ¿La Fiscalía? Nadie se atrevió a
quebrantar la ley mañosa de proteger a los funcionarios del régimen. Y ya
sabemos qué paso con el Tribunal Constitucional cuando osó contrariar una
abierta ilegitimidad decretada por la dictadura. ¿Y el Congreso? Muy fácil: o
el fujimorismo tenía mayoría por las urnas o la tenía por la compra de
parlamentarios dispuestos a venderse.
¿Y la sociedad civil,
las ONG, las personalidades de la resistencia? Hicieron lo que pudieron pero
resultaba poco frente a la presunta unanimidad social que la prensa basura y la
TV barragana mostraban como el fondo de la escena.
Fujimori lo controló todo. No se salvaron, por supuesto, los entes electorales, comprometidos hasta el tuétano en el fraude del año 2000.
Esa pandilla se quebró
por dentro. Una disidente sentimental entregó el video que todos vieron y que
nos asomó al infierno podrido que era el régimen.
Por eso cayó Fujimori.
Por eso tuvo que huir. Porque hasta para los que se habían hecho ricos y los
que habían medrado intermediando en la venta a precio bobo de las empresas
públicas, fue demasiado ver a Beto Kouri, congresista de la “oposición”,
meterse quince mil dólares dados por Vladimiro Montesinos en la salita del
SIN.
La banda del Chino cayó
por un video. Y ahora nos quieren contar la película al revés: quienes han
caído -dice la mafia- son los que investigaron y descubrieron que Keiko
Fujimori era una colectora de fondos negros dados por capos de las finanzas y
la industria y por lobistas de actividades criminales.
No, señor. Que no vengan
otra vez a tratar de engañamos. José Domingo Pérez puede haber cometido errores
formales, pero hizo un gran trabajo. Y gracias a esa investigación supimos lo
que sospechábamos: que el fujimorismo sigue siendo el mismo. Ese fujimorismo
impertérrito es capaz de recibir millones de dólares de plata sucia y luego
inventar cócteles y donantes para trafear su contabilidad. Por,mque el
fujimorismo no es un partido sino una fachada de la derecha prebendaría y
zafia.
Ese es el fujimorismo
que está regresando y que cogobiema al lado de la muy miserable señora
Boluarte. Ese es el fujimorismo que lo quiere todo y que sueña con ser la
aplanadora renovada de las próximas elecciones. Ese es el fujimorismo que
tenemos el deber de enfrentar otra vez. <:>
No hay comentarios:
Publicar un comentario