LA ZAMPOÑA
Por M. Béjar Pacheco
Revista MUNDIAL N° 414. Lima 1928
El estudio de la zampoña es, sin duda, capítulo muy
interesante para los aficionados a la música serrana; pues constituye una revelación
acerca de su manera de organizarse y de la amplitud, con que el indio del
Collao explota el material sonido moderno.
Ante todo hay que subrayar que los que han tratado antes
este mismo asunto, en el Perú y en el extranjero, han carecido, unas veces de
la preparación técnico musical necesaria y otras, de la debida información sobre
el terreno. En su mayoría han tomado como modelo una sola zampoña, ignorantes
de que esta no es más que un individuo de una colectividad, incapaz, por lo
tanto, de representar, en total, a todo su conjunto. Entiendo que en los museos
del exterior no debe haber colecciones completas de estos instrumentos. Y esto
ha sido causa de que, en vista de un ejemplar aislado, se hayan hecho las más
arbitrarias deducciones.
Cuando la banda está completa, una comparsa de sicuris
consta de 16 tocadores cada uno de los cuales toma un par de zamponas de
diferentes dimensiones, pero cuyos sonidos ¡guardan una correlación
perfectamente musical. Así, el par que aparece en el grabado con los números
uno y dos y cuyas notas están representadas en los pentagramas también uno y
dos, es tocado por una sola persona que alterna el movimiento con una mano
según sea la melodía. Otro par (No. 3 y 4) cuyas notas son las de los
pentagramas 3 y 4, es tocado por otra persona, etc.
Nótese en el grabado 1 una segunda fila de cañitas cuya
longitud es exactamente la mitad de la que le corresponde en la primera fila:
estas reproducen los sonidos de las cañas grandes a una octava superior.
Más pequeñas que las zampoñas del grabado 1 hay otras cuyas
notas son las de los pentagramas 5 y 6; y más grandes que las del grabado 3
otras cuyas notas son un semitono cromático más bajas. Y así descienden en
sonidos a la vez que aumentan en longitud y capacidad hasta alcanzar
vibraciones insospechables.
Las dos cañas que van señaladas (x) corresponden a la nota
la, sonido 58 del Indice (General del Material Sonoro. En ambos casos la
longitud de la caña es de 0.1 m., siendo su diámetro de 0.007 m. Este hecho
demuestra que el iridio procede con cálculo casi técnico y afina su oído al
diapasón universal.
Una banda de sicuris no toca solamente música autóctona:
valses, marchas, tangos, el
Himno Nacional, la Marsellesa, en fin todo cuanto
éllos escuchan, reproducen con presteza y exactitud, hasta con el uso de
acordes disonantes.
El estudio subsiguiente de otros instrumentos indígenas irá
revelándonos de lo que es capaz el instinto humano, en las razas inteligentes y
laboriosas, y nos dirá también, una vez más, que la fuerza de la evolución es
incontenible en todos los sectores de la vida.
Lima, junio de 1928.
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