ACUARELA DE MOSHÓ (Club Kuntur) |
Documento histórico y esclarecedor
MONTESINOS,
SU ESTUDIANTINA Y LAS PANDILLAS
Por JULIÁN PALACIOS
RÍOS
Revista del Instituto Americano de Arte
N° 11, Puno 1971, pp 22 a 25
Al acercarse los Carnavales
tradicionales, ¡cuántas ilusiones y esperanzas surgía en la mente de la juventud!
¡Cuántos recuerdos para los que vieron pasar alegres carnavales;
Hace algunos años, cuando
las tradiciones coloniales, impropiamente llamadas sociales, dividían a la
colectividad en categorías, según los apellidos y las fortunas, entonces en los
salones de Puno se bailaba el "aguainieve"', la aristocrática
cuadrilla de Lanceros el Schotis, la mazurca, el vals, es decir, bailes por
parejas para cultivar los idilios individuales.
En el campo era la danza
colectiva del ayllu de tradición vernacular, del
"Ohapajh-raymi", convertida en Carnaval o "ANATA", con
motivo de constatar la promesa de la cosecha viendo el estado de madurez de
las papas (JATHA-CATUÑA), o de separar y marcar las "ANCUTAS" o
ganado que cumplía un año de edad.
En los pueblos, como Juli,
Pomata, Yunguyo, Moho, la juventud mestiza bailaban también colectivamente
al compás de las zamponas o pin-quillos de campesinos con desenfrenado entusiasmo,
como se baila todavía el "HUAPU-LULU" en Lampa, en calles y plazas.
En los labores de este siglo (en
1906) un caballero amante del terruño y la belleza, D. Manuel Montesinos,
organizó la Estudiantina que llevó su nombre, comprando suficiente instrumental
y llamando a su casa de la calle Ayacucho a sus amigos para hacer música guiada
por él con su magnífico Bandoneón. Los ensayos se realizaban tres noches por semana.
Mucha gente se agrupaba en las
ventanas de la casa para gozar de tan linda música.
Cerca del Carnaval de 1907 se le
ocurrió a D. Manongo organizar una pandilla. Se comprometió a las niñas
para que se disfrazaran de elegantes cholitas, y a los jóvenes, que se
uniformaran con pantalón blanco, saco oscuro y sombrero negro y un mantón de
Manila que les servía de bufanda.
La estudiantina la formaban sus
amigos: D. Manongo tocaba su Bandoneón; Adolfo Enríquez el Guitarrón; Las
bandurrias estaban a cargo de Agustín Iriarte Ortega, Víctor Valderrama,
Humberto Sirvas, Marcelino y Ricardo Cuentas y otros; Las guitarras los
señores. N. Ortiz, J. Antonio Valderrama, Toribio Salinas, Julio Salinas,
Julián Palacios R., Gerardo Cortavitarte, Benjamín Arguedas, N. Zegarra,
(Ocasionalmente: Juan Manuel Sirvas) y Víctor Villagra: Las castañuelas y la
Pandereta las hacía sonar Benjamín Bueno.
Los primeros años D.
Manongo corrió con los gastos y la pandilla remataba en su casa. Los últimos
carnavales se organizaron de otra manera con alferados: D. Adolfo Enríquez
subía sobre la mesa con su Guitarrón y ante él las niñas en grupos de dos o más
hacían el compromiso de preparar las viandas y la fruta y los jóvenes de
llevar las bebidas: así había variedad y suficientes provisiones. La Comisión
organizadora alquilaba una casa que se amoblaba con muebles prestados,
inclusive de algunas instituciones públicas; se arreglaba salones de baile,
cantina, salita de tocador para las niñas, etc.
El jueves de carnaval, después de una
tarde alegre de campo, al oscurecer el día, la Pandilla bajaba de Huajsapata
inundaba la plaza de Armas donde bailaba mucho rato, se desbordaba por la calle
de Lima para ir bailando al Parque Pino, acompañada de una multitud
considerable que participaba del entusiasmo de la Pandilla, y después de bailar
hasta decir basta, se retiraba a la casa preparada para seguir hasta la media
noche, inclusive con las familias de las niñas. A esa hora comensaban las familias
a despedirse y D. Manongo comisionaba a los jovencitos que mostraban sus
preferencias, con otras familias para evitar malas interpretaciones. Esto se
repetía el viernes y el sábado en que se despedía el Carnaval.
Pero la gente bonita de la
seudoaristocracia se había escandalizado: Al día siguiente se
averiguaba quienes habían integrado la Pandilla, ya que no pudieron identificar
a todos por los mantones con que se embozaron como por las serpentinas que
ocultaban los rostros; pero se rajaba a los pandilleros, principalmente a las
damitas, que se pusieron polleras de CHOLA para bailar en la Pandilla. A esta
gente pacata le parecía que se había profanado al Dios Momo con la danza rural,
colectivista que había eclipsado la alegría conservadora y decente de salón.
¡Los pandilleros estaban satisfechos de su hazaña! y la Estudiantina
siguió cultivando toda clase de música. Participó en algunas veladas y su
prestigio se fundamentó en Puno.
Después de algunos meses las señoras y
los barones de la aristocracia tuvieron una fiesta campestre en la Quinta
Garcés, para agasajar a la hija del Senador vitalicio que llegó de Lima y quisieron gozar de la música
de la Estudiantina Montesinos, para lo que invitaron a D. Manongo y lo
comprometieron que llevase a sus amigos, que ya les había agradado en la última
velada en el teatro. Allí tomaron el desquite los pandilleros. Después del
agasajo las señoras insinuaron que tocaran para bailar. Los músicos accedieron,
pero demoraban templando las bandurrias y las guitarras, mientras se armaba la
Cuadrilla. Al momento de comenzar el baile, la Estudiantina rompió el silencio
con un alegre huayño pandillero. Varias señoras descontentas se retiraron a sus
asientos, las señoritas permanecieron en sus puestos; los caballeros
discutieron. ¡Por fin se bailó la Cuadrilla al compás del huayño¡ Esa tarde
también las aristócratas bailaron la pandilla. A las 11 de la noche bajó la
pandilla hasta la casa de la señorita anfitriona en el Parque Pino.
Esa Estudiantina fue una Escuela de Arte Peruano y de Democracia. Fue
precursora de los que ahora se ufanan por "peruanizar al Perú”. Varios años
se ha gozado de esas pandillas tan bien
organizadas alegres y elegantes.
Empero el martes de carnaval de
1919, cuando todo estaba preparado para celebrar un alegre carnaval, con más
entusiasmo que los años pasados, cuando se proyectaba hacer el entierro del Ño
Carnavalón, el último día de las fiestas, sonó la hora de la desgracia: a las
11 de la mañana D. Manongo Montesinos fue víctima de un ataque cardiaco y rindió
el tributo de su vida a la Parca Traidora que truncó la vida de ese noble caballero,
al maestro que supo hacer escuela de democracia artística y de sana alegría
que nunca se olvidará en Puno.
Marcelino y Ricardo Cuentas
fueron los que anteladamente habían organizado la Estudiantina Cuentas,
que siguió esa obra tradicional de los puneños que otros entusiastas continúan
para el orgullo de los puneños.
A los 52 años de esa
irreparable pérdida de un hijo de Puno que dio prestigio artístico a Puno,
rindo homenaje a su memoria, haciendo un llamado a las juventudes para que
sigan este ejemplo.
Chosica, 21 de febrero de 1971.
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NOTA DEL EDITOR: El valor histórico de la nota
anterior, radica en que fue escrita por uno de los testigos de la aparición de
la pandilla puneña, en su condición de integrante de la estudiantina de Manuel Montesinos.
Enrique Cuentas Ormachea (hijo de Ricardo Cuentas Monge y también testigo de la
génesis de la danza cuando era niño) en su conocido ensayo corto sobre la
Pandilla, corrobora los datos de Palacios. (GVC)
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