viernes, 17 de enero de 2025

HILDEBRANDT COMENTA SOBRE DINA BOLUARTE

 DELINCUENTES

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 716, 17ENE25

L

a derecha peruana no se anda con medias tin­tas, maldice a los dubitativos, reniega de quie­nes se dejan tentar por alguna incertidumbre. Por eso prefiere a los delincuentes. No hay nada mejor que un canalla para crear, a patadas, el imperio de la ley (del más fuerte).

Por eso es que la dere­cha de esta comarca sigue enamorada de Alberto Fujimori y de su estela. Por eso respalda a Dina Boluarte. Por eso mismo rinde tributos a la memo­ria de Alan García.

A la derecha le inco­modan los modales de­mocráticos, las decencias inútiles, las reglas iguales para todos. Opta siempre por la concentración de los poderes, la firmeza a la hora de reprimir el descontento, la sangre fría cuando de abolir derechos se trata. La derecha ama los atajos y odia las formalidades cuando de prevalecer se trata.

Ahora, la derecha y su prensa -la virtual unanimidad de televisiones y papel colgado- han encontrado en Dina Boluarte a la mujer perfecta.

Porque Boluarte es el sueño equívocamente lombrosiano del ser criminal. No hay en ella un solo rasgo de pulcritud y buenas maneras. La señora huye del recato como si de un leproso se tratara.

¿Quiere que le presente a alguien que traicionó al presiden­te que la llevó en su lista? Pues aquí está. ¿Quiere conocer a alguien que hizo de su hermano el operador de una maniobra para crear un partido con fondos públicos y reclutadores sa­lidos del presupuesto? Pues ya sabe quién es. ¿Aspira a darle la mano a quien destroza a la mejor división de la policía por venganza, retuerce las estadísticas para poder mentir con respaldo oficial y se alía con el hampa del Congreso para evitar la vacancia? Mírela bien.

Cada día la señora se parece más a los Fujimori, a Pepe Luna, a César Acuña, a la pandilla extrema que ha hecho del Congreso el antro que es hoy.

Sin palabras
Cuando la justicia prevalezca y nos libremos de esta gen­tuza habrá que recordar al detalle quién fue Dina Boluarte.

Dina Boluarte ha sido un eslabón importante en la cadena de sucesos que, desde comienzos de los 90, nos pudrió como país y normalizó lo peor de nuestra identidad.

Con ella volvieron Rodríguez Medrano al poder judicial, Blanca Nélida Colán a la fiscalía, Acosta Sánchez al Tribunal Constitucional. Para no hablar del payaso que tiene el alias de “defensor del pueblo”.

Gracias a Boluarte una coali­ción derrotada en las urnas ha cambiado las leyes en favor del crimen y ha reorganizado el país como un sistema mafioso dirigido a producir benevolencia para el delito y crear dificultades a jueces y fiscales honestos (que son cada día menos)

La reducidora que escondió las joyas regaladas por un gobernador corrupto protege ahora a un ministro que se niega a entregar las claves y el chip de su celular cargado de basura comprometedora. La señora que se alió con lo más lumpen de la política invade los fueros del Tribunal Constitucional -hace rato infectado por Fuerza Popu­lar- y se lanza con un discurso en el que justifica los asesinatos, ordenados por ella, de diciembre de 2022 y enero de 2023. Y, por supuesto, miente como respira: habla de aeropuertos tomados, turbas dementes con vocación de matar, de comunis­tas que conspiraban contra “el orden establecido”. Y miente en el recinto del TC, donde tiene demandas pendientes con las que pretende salir impune.

No, señora: los muertos que vos matasteis (no todos, por­que murieron observadores, viandantes y hasta alguien que auxiliaba a heridos) lo que que­rían es que usted no hediera en Palacio. Y tenían razón: Palacio hiede.

La señora Boluarte está acusada de obstrucción a la justicia, encubrimiento personal, cohecho pasivo impropio, homicidio calificado, pertenencia a una organización criminal y conspiración para encubrir la fuga de Vladimir Cerrón.

Esta es la delincuente que nos habla, con cada vez más insolencia, de todo lo que le debe la patria a su gobierno.

Y mientras tanto, en las calles, la gente camina con miedo, se sube a los buses sabiendo que puede encontrarse con una bala perdida, que un celular puede costarle la vida. Hienas criollas y escoria importada han creado la industria más próspera: la de la extorsión a plomo limpio. Este es un país dominado por el crimen y gobernado por una firme candidata a pasar algunos años en la cárcel. Suena de lo más coherente. Que la banda toque una marcha. <:>

jueves, 16 de enero de 2025

LITERATURA PUNEÑA. RELATOS VIVENCIALES

NEGROS

NUBARRONES

Augusto Dreyer


Mi hermana y yo nos despertamos sobresaltados por los fuertes gritos de nuestro padre y vimos en la penumbra que había abierto la ventana de nuestro dormitorio que daba al patio de la casa. Gritaba desesperado: ¡Jesús, Rosa, vengan aquí! Jesús, Rosa, suban rápido! Era de madrugada, mi hermana y yo salíamos del sopor de nuestro sueño sin entender qué estaba pasando. Luego escuchamos ruidos y voces en el dormitorio de nuestros padres que quedaba a lado del nuestro. Palabras inconexas, murmullos, entre las que llegamos a entender un “Jesús llama al médico”. También los sollozos y los llantos de Rosa.

Nuestra madre había sido fulminada por un ataque al corazón. En aquel entonces Puno era pequeño y la noticia corrió como fuego en paja seca. La casa se fue llenando de gente, algunos lloraban, otros rezaban, otros simplemente curioseaban el dolor ajeno. Habían ocupado las habitaciones y los corredores del segundo piso, las amigas más íntimas colmaban el dormitorio donde yacía nuestra madre. En ese desconcierto alguien nos dijo que ella había muerto. Nosotros queríamos entrar a su dormitorio para verla, tocar, abrazar, besar el cuerpo de nuestra amada madre pero nos impedían entrar en él porque “podíamos impresionarnos”, según la obtusa y retrógrada mentalidad de aquella  época. Esto ocurrió un nefasto 17 de agosto de 1958, nuestra madre tenía 47 años, yo 9 años, mi hermana 11, mi padre 63.

Esa mañana temprano, completamente desolados y confusos, nos aseamos y vestimos, Rosa entre lágrimas nos dió de desayunar en nuestro dormitorio. A mitad de la mañana, nos llevaron a la casa de una prima de mi madre para alejarnos de la tragedia sin darse cuenta que ello intensificaba nuestra pena y angustia. Allí pasamos el día hasta después del entierro de nuestra querida madre. Años más tarde la gente nos contaba y también leímos en los recortes del diario Los Andes juntados por mi padre, que había sido un acto apoteósico seguido por miles de personas, con muchos discursos a mitad del camino entre nuestra casa y el panteón de Laykakota. Como si aquello fuera a atenuar nuestro dolor y desconsuelo. El trauma de perder a mi madre tan repentinamente y no poder verla en su lecho de muerte borró de mi mente todos los recuerdos que tenía de ella. Hasta el día de hoy, a los 75 años de edad, tengo tan solo unos pocos y cortos destellos de ella. Su rostro, su imagen, su voz y su presencia se desvanecieron para siempre.

A partir de ese día el desconsuelo, la tristeza y el vacío, como enormes lozas pesadas, se instalaron en nuestra vidas. Repentinamente a mi padre a la edad de 63 años le cayó la responsabilidad de criar y educar dos hijos, sin tener la menor idea de como hacerlo. Dejó de hacer sus largos viajes pintando, fotografiando y exponiendo sus obras en tierras lejanas. En casa y acorralado por la aflicción, su talento y su vitalidad de artista se extinguieron y no volvió a pintar ni fotografiar más.

Con la muerte de nuestra madre, mi linda hermana dejó la niñez apresuradamente y optó por convertirse en mujer lo más rápidamente posible. Ella, que había nacido por casualidad en Arequipa, desde que pudo articular dos palabras juntas recalcaba que era arequipeña. Estudiaba en el Colegio Santa Rosa, la escuela de monjas que quedaba a una cuadra de nuestra casa, tenía pocas amigas. Rechazaba todo lo puneño y lo único que quería era salir de Puno. La lectura de novelas románticas, las revistas de moda y de belleza y las historias de las actrices de cine sustituyeron la ausencia materna. A los 14 años se vestía a la moda, usaba zapatos de taco alto y se pintaba y se peinaba imitando a Liz Taylor. Nunca pasó del tercero de media en el colegio, pero siempre se las arregló para ser la admiración de los jóvenes y hombres que la rodeaban. Acabó siendo seducida por un arequipeño de más del doble de su edad que trabajaba en Puno, escapándose de casa para casarse con él a los 15 años de edad a espaldas de nuestro padre.

Luchito y colaboradores de la familia
Para mi no hubo reemplazo ni consuelo, mi madre había dejado un vacío imposible de llenar. El golpe duro me transformó en un niño tímido y ensimismado, con ciclos depresivos en los cuales no quería hablar con nadie. Era la sombra de mi hermana y de sus amigas, aunque estas últimas me hacían poco o ningún caso. No tenía muchos amigos, no me gustaban los deportes y el único escape a mi desconsuelo era la lectura. Salgari, Mark Twain y Kipling eran mis escritores favoritos, luego sería el francés Alejandro Dumas, leía los “Los Tres Mosqueteros”, “El Conde de Montecristo” y sus dramáticas sagas con entusiasmo y pasión. Los libros se convirtieron en mi sostén emocional durante esos penosos años. Estudiaba en el Colegio San Ambrosio y lo detestaba por sus mediocres profesores y su falso catolicismo, pero, sobre todo, por el comportamiento del padre Hernán que ejercía de director del colegio, un sádico cura que gozaba castigando a los alumnos de estrambóticas formas. Aparte de haberme repartido muchísimos reglazos en las palmas de las manos, un día, en castigo por haber dicho una lisura, me hizo arrodillar y sostener con las manos un pesado libro durante toda una clase de estudios.

“El Manto”, la finca de mi madre, la heredamos nosotros tres. Las fantásticas vacaciones de un mes que pasábamos en la finca todos los años junto a ella no se repitieron más. Yo acompañaba a mi padre en sus visitas a “El Manto” para controlar los trabajos y dar instrucciones a los “colonos”, las familias que trabajaban allí, aunque estas mucho caso no le hacían. A mi padre le gustaba charlar con ellos, engreír a los perros, contemplar el paisaje, comer papas hervidas con queso fresco. Todas esas visitas a “El Manto” las hacíamos caminando ya que no teníamos un coche. Esporádicamente íbamos a nuestra finca algún fin de semana, acompañados por un par de amiguitos de la ciudad, pero nunca fue lo mismo en la ausencia de nuestra madre. De vacaciones, nuestro padre nos llevaba a Arequipa, Mollendo y Lima para alejarnos de los tristes recuerdos, pero estos nos perseguían a donde fuéramos.

Nuestro padre no bebía, fumaba un poco, no jugaba, no era miembro de ningún club y tenía muchísimos conocidos, pero muy pocos amigos en Puno. Era muy peculiar, nunca en su vida quiso tener un automóvil, tampoco un teléfono, ya que afirmaba que si algo importante sucedía, él se enteraría de alguna manera. Su vida estaba dedicada al arte, también al estudio y colección de objetos de las culturas andinas. En ese entonces yo vivía fascinado por las cerámicas, tejidos y objetos de piedra, bronce y plata exhibidos en las tres habitaciones que mi padre había destinado a su colección privada y cada vez que podía me colaba a escondidas para ver las maravillas guardadas allí.

El recién nombrado Obispo de Puno, Monseñor Julio Gonzáles Ruiz, el obispo más jóven del mundo en esa época, visitaba nuestra casa con frecuencia. Se consideraba a sí mismo como un prelado liberal y quería que la gente lo llamara Julio y le tutearan. No quería que al saludarlo besaran el anillo episcopal que llevaba en el cuarto dedo de la mano derecha y pedía a las jóvenes puneñas que lo hicieran con un beso en la mejilla. Mientras recibía el beso de las más guapas, acostumbraba a envolverlas en su amplia capa de color violeta para que nadie pudiera saber lo que pasaba dentro. En Puno se le conocía como el Obispo Ye-Ye y las malas lenguas lo tildaban de comunista.

Recuerdo con claridad que durante un almuerzo en nuestra casa, el Obispo Julio nos contó sobre su época en el Vaticano y, para asombro y desconcierto nuestro, e irritación de nuestro padre, nos relató anécdotas sobre la vida y maneras de las prostitutas de lujo en Roma. Los asistentes del monseñor Julio eran dos atractivos y extrovertidos jóvenes italianos que nadie sabía o entendía que trabajo hacían en el obispado. Ellos se volvieron buenos amigos de mi hermana y sus amigas, y las invitaban a pequeñas reuniones y fiestas en el Obispado de Puno, que quedaba prácticamente al frente de nuestra casa.

Rosa la cocinera y Jesús, el jóven mayordomo, eran fieles sirvientes de mi madre desde antes de que ella se casara con el pintor alemán. Ambos se habían criado con ella y se consideraban los leales guardianes y protectores de su ama. Nunca vieron con buenos ojos que un gringo extraño hubiera robado el corazón de su dueña y, en su entender, usurpara sus derechos. Con el fallecimiento de mi madre optaron, tímidamente al principio, luego más abiertamente, en desprestigiar y deshonrar a nuestro padre ante nosotros. Jesús y Rosa pasaban mucho tiempo con nosotros, sobre todo después de las comidas. Para nosotros eran mucho más que simples sirvientes, eran parte de la familia y los queríamos mucho. En las noches en que mi padre salía al Hotel de Turistas de Puno para visitar a su buen amigo el administrador del hotel y también para encontrar y charlar con extranjeros de paso por Puno, Jesús y Rosa nos distraían contándonos leyendas de Puno, como el de las chinganas del cerro  Huajsapata que llegaban hasta el Cusco. Nos contaban también misteriosas historias andinas, cuentos de suspenso y terroríficos relatos de almas y fantasmas. 

Paulatinamente Jesús fue combinando esas relatos y cuentos con mentiras inventadas por él para difamar a nuestro padre: Que durante que durante la guerra había sido un espía alemán; que había tratado con dureza y desconsideración a nuestra madre; que su ama había muerto demasiado joven y sin explicación clara; que antes de morir mi madre ellos habían encontrado escondido en el patio un atado de brujería, un pequeño fardo en el que había una figura de mujer con el corazón atravesado por una espina. Esas historias, cuentos y mentiras poco a poco hicieron mella en nosotros y mirábamos  a nuestro padre con un poco de desconfianza y temor, algo que nunca antes habíamos sentido con él.

Después del fallecimiento de mi madre, Rosa y Jesús nos manifestaron, tanto a mi padre como a nosotros, que su ama les había prometido regalarles una parte del ”El Manto” como compensación por sus servicios como sus leales sirvientes, precisando que se trataba del sector más próximo a Puno, el más valioso de la finca. Al hacer caso omiso a esas demandas absurdas, en Jesús afloró el soterrado rencor que sentía por mi padre desde hacía mucho tiempo y hacía todo para enfadarlo y provocarlo, cumpliendo sus obligaciones de mala gana y respondiendo con atrevimiento a las órdenes de mi padre.

Matrimonio Carlos Dreyer, Maria Costa
El envalentonado Jesús comenzó a ir a “El Manto” con frecuencia para allí comportarse como el dueño de la finca y montando a caballo daba órdenes a la gente que vivía y trabajaba en el fundo. Sospechando lo que sucedía, un día mi padre me pidió acompañarlo a “El Manto”. Al llegar al caserío vimos que la puerta de la vivienda estaba abierta y dentro, en el dormitorio principal, encontramos a Jesús completamente borracho durmiendo en la cama de mi padre. Enojado mi padre buscó un balde, lo llenó de agua y se lo arrojó en la cara. Jesús despertó y se levantó profiriendo insultos y atacando a su patrón, quien cautelosamente salió al patio y lo esperó allí en pose de pugilista. El miedo se apoderó de mí, temía que el jóven y violento borracho fuera a masacrar a mi viejo padre, pero fue grande mi sorpresa al ver que este repelió el ataque de Jesús con un par de puñetazos que enviaron al insolente al suelo, noqueado y con la nariz rota. Jesús fue despedido y detrás de él se fue Rosa. Algunos años después, Rosa volvió a nuestra casa para trabajar como cocinera hasta la muerte de mi padre en 1975.

Para 1963 mi padre había planeado visitar Alemania después de más de 30 años de ausencia de su tierra natal. Quería presentarnos a su familia, a sus cuatro hermanos y a varios sobrinos que vivían en Ingolstadt, con la idea de permanecer allí unos meses para introducirnos a la lengua y costumbres alemanas y también conocer algunos lugares y ciudades alemanas. El viaje se haría por barco desde Callao hasta Nápoles en Italia. Una fantástica y larga travesía de un mes de duración, primero por el Pacífico hasta el canal de Panamá, luego cruzando el Atlántico hasta entrar en el mar Mediterráneo y concluir el viaje en la bulliciosa ciudad de Nápoles. En el recorrido visitaríamos los puertos y bellos lugares en los que hacía escala el navío. En Nápoles tomaríamos el tren para concluir el viaje en Ingolstadt, Baviera.

Sin embargo, todos estos planes quedaron desbaratados cuando mi hermana se fugó con un hombre mucho mayor que ella y de pocos escrúpulos. Mi hermana tenía 15 años, su seductor 32 años. El cazafortunas pertenecía a una cucufata familia arequipeña, había cursado estudios de ingeniería en Argentina y en aquella época era profesor en la Universidad Técnica del Altiplano de Puno. A la repentina desaparición de mi hermana de la pensión alemana en la que estábamos alojados en Lima esperando el día de la partida del barco, mi padre desesperado acudió a la policía que durante días investigó el caso sin lograr encontrarla.

Llegó una nota, no recuerdo bien de quién, que decía que mi hermana no quería ir en el planeado viaje, que quería quedarse en Lima. Al ver ello, mi padre ingenuamente cedió. Recurrió a una buena amiga alemana y consiguió que ella alojara y fuera tutora de su hija. También acordaron que la matricularía en un colegio de Lima y le daría su protección y apoyo durante la duración del viaje a Europa. En lo concerniente al aspecto económico de esa dificultosa situación, organizó todos detalles para el envío del dinero necesario para la manutención y gastos educativos de mi hermana en Lima. Con esos acuerdos, pero sin lograr verla nuevamente, partimos de Lima.

En febrero de 1963 nos embarcamos en el Callao en el Donizetti, un magestuoso barco italiano, con rumbo a Europa. Vimos en el trayecto muchos lugares bellos e interesantes pero nos era muy difícil disfrutar de algo. El pesar y el abatimiento nos perseguían, no imaginando que nuestro pesar sería todavía más grande. En Barcelona el barco hizo una escala de dos días. Mi padre tenía allí un amigo a cuya dirección podían escribirle mi hermana y su tutora en Lima. Había una carta esperándole, era de mi hermana en la que, entre otros agravios, le recriminaba de nunca haber sido un buen padre para ella. En la misiva le anunciaba también que se había casado y que estaba muy contenta con su nueva vida. Mi padre quedó destrozado con la noticia.

En Ingolstadt, mi padre seguramente por orgullo y vergüenza no contó a su familia lo sucedido con su querida hija. Simplemente dijo que se había quedado estudiando en Lima. Permanecimos poco tiempo allí y luego deambulamos por Europa. De las islas griegas pasamos a Turquía y en nuestra huída hacia adelante recorrimos el Medio Oriente, incluido Jerusalén cuando pertenecía a Jordania, hasta llegar a las pirámides de Egipto. Éramos dos extraños embarcados juntos en un viaje sin meta ni sentido, rumiando nuestras penas por separado.

Después de meses volvimos a Alemania cansados y destemplados. Pasamos en Ingolstadt unas semanas con la familia, reposando y recuperando la tranquilidad perdida. Con las fuerzas algo repuestas, nos despedimos de ellos y atravesamos lentamente Francia hasta llegar a España. Pienso ahora, al escribir estas páginas, que lo que hacíamos era esquivar el regreso, eludir la realidad que nos esperaba en Perú. Cruzamos Gibraltar, para aturdirnos un poco más explorando Marruecos. Pasamos las navidades en Rabat, el nuevo año en Marrakech. Al final, decidimos volver a Barcelona para tomar el barco que nos llevaría de regreso al Perú. Había pasado casi un año desde que emprendimos nuestro peregrinaje.

 Frente a la casa paterna, Elfriede y Augusto Dreyer
Al llegar a Lima mi padre buscó afanosamente las pruebas de la canallada. Encontró en los archivos del Arzobispado una carta de mi hermana dirigida al Arzobispo de Lima, pidiendo su autorización para contraer matrimonio con un respetado católico arequipeño que la cuidaría y protegería, ya que se encontraba en el desamparo. Carta que seguramente fue escrita por coerción de su seductor. Además, mi padre localizó la resolución del Arzobispo de Lima, Juan Landázuri Ricketts, dando autorización para celebrarse el ilegal matrimonio, aduciendo como razones el abandono moral y económico en que la menor se encontraba. El seductor había jugado bien sus cartas con la ayuda de su hermano, un inmoral cura Jesuita con importantes conexiones en el Arzobispado de Lima, y de su tío, un astuto abogado arequipeño con despacho en Lima.

Encontramos a mi hermana en Puno, viviendo con su marido en una casita en la Avenida del Sol. Tenía una pequeña bebita a la que cuidaba con mucho cariño y se notaba claramente que venía otro en camino. No se la veía contenta. Dió a luz un varoncito y poco a poco se fue dando cuenta del engaño. Algunos años después se divorció, dejó Puno y se trasladó a vivir a Arequipa, su tierra natal. A mi regreso a Puno la primera decisión que tomé fue dejar el colegio San Ambrosio y matricularme en la Gran Unidad San Carlos. De curas, obispos y arzobispos había tenido suficiente y los puse definitivamente fuera de mi vida. Me involucré en el trabajo de la finca que había sido de mi madre y paulatinamente me fui encargando de su manejo, con la ayuda de las cuatro familias que habían vivido allí desde siempre, desde la época de sus antepasados. Hesse, Arguedas, Kafka, Borges y García Marquez se volvieron mis escritores favoritos. El cine se convirtió en mi distracción principal gracias a la cantidad y calidad de películas que proyectaban los cines de Puno. Fellini, Truffaut, Buñuel y Kurosawa, llenaron mis ojos y mi mente. Un nuevo ciclo de vida había empezado para mí. Mi padre nunca dejó de viajar, a los 73 años visitó la India y el Tíbet sin compañia alguna. Finalmente en un imprevisto viaje a Alemania, falleció en Ingolstadt de un ataque al corazón a los 80 años de edad.

Copenhague, enero 2025 

martes, 14 de enero de 2025

SENTIDA DESAPARICION DE PERIODISTA PUNEÑO DE FUSTE

EN MEMORIA DE ADOLFO HUIRSE

Omar Aramayo

Honda consternación ha causado la partida de Lalo Huirse, periodista difusor de la música y cultura de Puno y el altiplano.

De los periodistas más ágiles que he conocido, es Adolfo Huirse, el que me viene a la memoria. A fines de los complicados años ochenta lo visitaba en el diario el Nacional, Avenida España, centro de Lima. Era el editor del periódico. Su hacedor. A golpe de nueve de la noche los redactores empezaban a entregar su comisión, Adolfo, luego de fingir una lectura veloz, a todos felicitaba, a las muchachas despedía con un beso en la mejilla, las trataba de mamita linda, a todos de señor, eres un señor, les decía.

Apenas partían los autores de las notas, presurosos, Adolfo como un ciego del corazón, en ristre la máquina de escribir volteaba artículos, notas, colaboraciones. Las volvía redactar. Minutos después de las once cerraba la edición. Entonces podíamos conversar, examinar nuestras penas y esperanzas, al menos una hora. Muchas noches lo vi en ese trance.

Lo conocí en la Gran Unidad Escolar San Carlos, él cursaba quinto de secundaria, yo el primero. Ejercía el periodismo radial, con una generación brillante de periodistas escolares, como jamás seguramente se ha vuelto a dar. Allí estaban Julio Arenas, el Poroto Cornejo, Malma, y algunos otros más. Eran cultos, además tenían una hermosa voz y una espléndida vocalización. Luego pasaron, en 1959, a ser la primera plana histórica de Radio La Voz del Altiplano, la primera emisora comercial, que tuvo la capital lacustre.


Adolfo era hijo de don Rosendo Huirse y la señora Victoria Cairo. El último esfuerzo de don Rosendo, lo tuvo cuando ya maduro, madurísimo. Podría, por lo tanto, haber sido un músico más en la estirpe de los Huirse, era buen pianista. Don Rosendo es el fundador de la música latinoamericana, y Jorge uno de los forjadores de la música peruana; era director de orquesta en Buenos Aires, cuando en Lima aún estábamos en el tundete. Pero Adolfo era un rebelde, no le gustaban las reglas, y menos las de una personalidad tan rigurosa y regia como don Rosendo. Y nos negó la posibilidad de tener a un gran pianista.

De los puneños y puneñistas contemporáneos, sin duda es el más notable. Supo diferenciar lo puneño de lo boliviano, y el daño que le hace el arte boliviano cuando se le confunde con lo puneño. Supo diferenciar el arte del negocio, cosa difícil para muchos. Era un disidente y tenía la entereza suficiente, y el mayor respeto.

Para los jóvenes periodistas debería ser un referente. Era culto, de gran sensibilidad, y capacidad argumentativa. Hizo radio, televisión, trabajó en distintos periódicos de Puno, Cusco, Arequipa, y Lima. No creo que ninguna de las instituciones gremiales le brinden el último saludo, no obstante, haya sido un periodista sobresaliente.

Su afecto, sus puntos de vista, sus palabras, nos faltarán en los días que vienen. Que tu vuelo sea leve, Lalo. <:>

 

REVISTA ALTIPLANIA DE LUTO

 ADOLFO HUIRSE CAIRO

Por Bruno Medina Enríquez

D

estacado periodista puneño -hijo del conocido compositor de música popular puneña Rosendo Huirse- en cuya sangre destilaba profundamente el puneñismo y la música que desde niño cultivó y practicó, pero fue ganado desde su primera juventud por el periodismo que ya lo practicaba en "RADIO LA VOZ DEL ALTIPLANO" donde en los primeros años 60s, conducía un programa llamado "Correspondencia Musical", muy sintonizado en aquel tiempo en que la radio aparecía como el único medio de comunicación. Llegó a gozar de una sintonía casi total pues atraía la audiencia los fines de semana, por su singular estilo de ofrecer la música de su tiempo, acompañando saludos de la gran audiencia que le escribía, a través de notas enviando saludos a los radioyentes de La Voz del Altiplano a las que daba lectura.

Esa afición al periodismo se explica quizás porque nació un día que en el tiempo se convirtió en la víspera del "Día del Periodista", ocasión que era celebrada por Adolfo, familiares y amigos por ese doble motivo. La afición se convirtió en su actividad principal cuando se traslada a Arequipa, donde ya empieza seriamente a practicar esa sublime profesión que no abandonaría de por vida, y que, por supuesto, le dio muchas alegrías y sinsabores. Alli, como redactor del diario EL PUEBLO destacó profesionalmente, lo que le permitió con mucha joven experiencia trasladarse a Lima y ser fácilmente captado en el diario EXPRESO de aquellos años 70s. cuando el diario pertenecía a los trabajadores; hecho que le permitió vincularse con la elite del periodismo capitalino, asumiendo funciones en diversos gremios de periodistas.

Sus excelentes crónicas y reportajes elevaron su capacidad de análisis de la sociedad y del quehacer diario, cuya práctica le permitió elaborar textos precisos, utilizando la palabra adecuada en el momento oportuno en sus redacciones. Asi se convirtió en un casi eterno corresponsal de medios de comunicación extranjeros, en especial EXELSIOR de México y EL PAIS de España, que semanalmente publicaban sus acertados reportes para la comunidad peruana en el extranjero deseosa de enterarse de lo que sucedía en el Perú, en tiempos de mucha convulsión social.

Su crítica al sistema y a la vida política nacional, le trajo algunos sinsabores, que supo superar con creces, ya que su habilidad y profesionalismo le permitió ser parte de otros medios de comunicaron escritos como "El Observador" o El Nacional" donde ejerció la dirección.

Sin embargo, lo que más le gustó en la práctica de su vida fue la defensa de la cultura originaria. En el espacio donde estuviera defendía la autenticidad del folklore puneño, campo en el que era un irrestricto defensor y tenía una elevada cultura sobre lo que significa el cultivo y la defensa de la cultura puneña, en especial cuando hablabamos de música, que por cierto la practicaba cuando tenía a su alcance las teclas de un piano, que aprendió a tocar desde niño en su hogar.

Cuenta mi madre que cuando visitaba a su prima (la madre de Adolfo), en la ciudad de Puno, era una obligación que el niño Lalito de 5-6 años interpretara algunos temas musicales para alguna tía que estaba de visita breve; concierto infantil que siempre iniciaba con el Himno Nacional. Ese legado musical de su padre Don Rosendo, lo cultivó con creces en su vida, de ahí que fuera resistente a la influencia boliviana en la música puneña. Es emblemática aquella frase que decía y repetía en conferencia o disertación que tenía oportunidad de hacer, respecto a las sayas, caporales y tuntunas: "Es música linda, pero es ajena".

En esa orientación durante muchos años condujo un programa radial dedicado exclusivamente a la música puneña, con amplio conocimiento de ello, especialmente en RADIO DEL PACIFICO de Lima, programa que no ha sido superado por nadie, por la calidad de su conducción y amplísima información que difundía sobre la música puneña por ese medio. Para suerte personal contamos con algunos de esos programas grabados.

Su mayor labor cultural llevó a cabo en la comunidad puneña en Lima, la realizó por medio del Club Departamental Puno y la Asociación Cultural Brisas del Titicaca, donde además de conductor de grandes Jornadas Culturales que cambiaron la imagen institucional, ha sido el obligado y calificado director de la revista que dicha institución publica, que a saber, el número de ediciones es incalculable, como es el sello cultural que le ha impreso a esas ediciones.

Como persona, hijo de una familia digna, supo cultivar la amistad imperecedera, porque quien era su amigo era "su amigo de verdad" ya que te decía las cosas como son y sin guardarse alguna crítica.

Además de ser un referente nuestro, lo tendremos como al primo querido, y al amigo sin par, porque será difícil contar con alguien que se parezca a Adolfo Huirse Cairo, el popular LALITO, (para algunos el tio lalitro) a quien deseamos que la Pachamama lo acoja cálidamente en su seno y lo cobije tiernamente por la eternidad.

LALO HUIRSE ¡¡¡PRESENTE!!!

<:>

RELIGIOSIDAD Y CREENCIAS EN EL ALTIPLANO

 LOS NIVELES DE SABIDURÍA EN EL MUNDO AIMARA

Captado de Facebook

T

oda palabra aimara se compone de dos partes: una que es la raiz y la otra parte que son sufijos. Por ejemplo, en el término “yoqalla”, “yoqa” es la raíz, y “lla” es sufijo. “Yoqa” significa hijo, y como lo estamos agregando “lla”, entonces cambia al termino niño o jovenzuelo.

YATIRI se aplica a quien tiene conocimientos por encima de la gente normal; al que sabe más que otros sobre un tema o asunto determinado; y, por tanto, está en capacidad de absolver consultas sobre hechos o situaciones pasadas, actuales o futuras (adivinación) de la vida humana. Deriva del verbo “yatiña” que viene a constituirse en la raíz y del sufijo “ri” que denota a una persona poseedora de esos conocimientos.

CH'AMAKANI (quien tiene el oscuro poder de saber) tiene como raíz “ch'ama”, luego el fonema “ka” es un sufijo fosilizado, y “ni” es otro sufijo que indica posición. La palabra “ch'ama” se traduce en español como: fuerza, poder, etc. “ch'ama” + “ka” = “ch'amaka”, comúnmente significa oscuro, que no aparece muy claro, ciertamente incompresible para el común de las gentes, etc. También se aplica a aquellos colores que no tienen brillo o luz. Pero a pesar de estos significados, Ch’amaka se refiere básicamente a un nivel de conocimiento o un destacable nivel intelectual personal que aparece misterioso, poco identificable, aunque profundo.

El Chamakani, “pretende aplacar a los dioses tutelares de la oscuridad con ofrendas adecuadas para conseguir así que suelten las almas de sus clientes enfermos cuando sus almas, y sus vidas, están siendo devoradas”

De ahí que “Ch'amakani” (que en quechua equivaldría a AMAWTA) se refiere a aquella persona que posee no solo un relevante conocimiento filosófico, sino también, complementariamente, médico.

 Ch’ama” es fuerza que apareja una habilidad muy intelectualizada para conservar, cultivar y hasta divulgar saberes filosóficos conocidos como “amuyani”. Ch’amakani también se usa para designar a los que invocan a los espíritus (espiritistas) en sus  prácticas sanatorias .

Ch'amani”, es la persona que posee fuerza para hechos manuales, mientras que “Ch'amakani” se refiere al que se esfuerza en la búsqueda de conocimientos para mantener e incrementar su nivel de sabiduría y por tanto su influencia social.

La raíz ch'ama, al agregársele diferentes sufijos va dar otros significados, ejemplo: “Ch'amjasiña” = ganarse la vida, “Ch'amawisa” = sin fuerza o desvalido. “Ch'amakt'aña” = perder la razon, “Ch'amacht'asiña” = esforzarse, “Chamacht’aña” = impulsar un trabajo o acción humana, etc. etc.

El LAYCCA es gente con conocimientos por encima de lo común, pero pertenecen a la esfera de lo esotérico o arcano. Es el brujo que trabaja con los espíritus de la oscuridad, con el "maligno", buscando hacer “daños” a personas o colectivos a solicitud de sus clientes. Su trabajo es socialmente aborrecido y hasta espiritualmente peligroso ya que sus víctimas pueden "sacarle la vuelta" y devolver el mal sobre su propia cabeza.

El TUCO como el yatiri funge de "el sabio" o especialista que sabe curar la salud integral humana, integrada y reintegrada en su entorno material y social, natural y divino. Es el director ritualista en la “mesa” de pago o de “Ch’allas”, entendido en oraciones y palabras rituales.

Al APU QOLLANA MALLKU en las tradiciones aimaras se le adjudica el más alto y último nivel de sabiduría. Una descomposición de los elementos que integran tal denominación jerárquica es la siguiente: “Apu” refiere a un carácter divino o espiritual con cierto cariz místico. “Qollana”, que significa supremo, máximo, muy alto. “Mallku”, denota autoridad que administra el poder social en una colectividad humana asentada en un suyo o región determinada. Al Mallku se le reconocía como autoridad, es decir como el encargado de administrar el poder social local, <:>

domingo, 12 de enero de 2025

LOS MAYORES INCENDIOS EN LA HISTORIA DE LOS ESTADOS JUNIDOS

 FUEGO EN LOS ANGELES

Por Jorge Rendón Vásquez

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n feroz incendio asola varios barrios de la ciudad de Los Angeles de Estados Unidos. Han ardido las casas, los vehículos y cuanto objeto había allí en unos 150 kilómetros cuadrados (unos 10 kilómetros de ancho por 15 de largo), algo así como la extensión de Santiago de Surco y San Borja en Lima.

Y, el fuego continúa avanzando, ganándole de lejos la batalla a unos 15,000 bomberos venidos de varias partes de Estados Unidos y a los aviones y helicópteros que derraman sustancias antiinflamables, como minúsculos puntos en movimiento sobre las proporciones dantescas de las llamas.

Nunca he estado en Los Ángeles, pero me es familiar por los personajes y paisajes de las novelas de Raymond Chandler, Ross MacDonald, Michael Connelly y James Ellroy, quienes, además de entretenerme, me han enseñado ciertas técnicas y algunos trucos de la narrativa. La tan popular vía Sunset Bouvevard, por donde circulan frecuentemente los personajes de esas novelas, ha sido malamente afectada.

Y, por supuesto, ya comienza la búsqueda de chivos expiatorios para entretener a la opinión pública.

Pero, ¿por qué ha sucedido esto?

Al parecer, se trata de un efecto del calentamiento global. Con el enorme consumo de combustibles fósiles por los vehículos, empresas y hogares de los 334 millones de habitantes de Estados Unidos, el aire de la atmósfera se ha calentado y, al elevarse por su menor peso, el espacio dejado ha sido llenado por el aire frío del océano Pacífico, creando una corriente de aire que encontró algunas briznas encendidas y las avivó, como se echa aire a las brasas cuando se hace un asado. Una vez activadas las hogueras, estas, al calentar el aire, lo elevan, generando nuevas corrientes de aire que alimentan vivamente las llamas. Y así de seguido. La combustión ha sido facilitada por la madera y el plástico utilizados como materiales de construcción.

La fotografías de los barrios afectados muestran paisajes arrasados y oscuros, semejantes a los de Hirosima y Nagasaki luego del estallido de las bombas atomicas que el gobierno de Estados Unidos dispuso se dejaran caer sobre ellas, en agosto de 1945, cuando sus poblaciones civiles hormigueaban en las calles, mercados, empresas, escuelas y hospitales o estaban en sus hogares. Y, entonces, solo fue una bomba por cada una de esas ciudades. Esta vez, la naturaleza ha sido magnánima: les dio tiempo a las poblaciones de los barrios que habrian de arder para evacuarlas.

La reconstrucción de los barrios y las casas destruidos por los incendios en Los Ángeles habrá de costarles al estado de California y al Estado norteamericano mucho dinero. Pero, ¿lo gastarán? Y, además, ¿disponen de la cantidad necesaria? Y si no la tienen ¿pedirán la cooperación de su población no afectada o tomarán en préstamo el dinero que requieran, aumentado más aún su gigantesca deuda pública? Además, ¿en qué nivel del orden de prioridades pondrán esos gastos? ¿Seguirán estando adelante los gastos militares?

De hecho, las empresas de seguros ya tienen una perspectiva difícil para pagar las sumas contratadas por riesgo de incendio y podría ser que no las paguen, salvo que el Estado y la Reserva Federal les presten dinero.

Como quiera que sea y ocurra, esta desgracia de Los Ángeles ha suscitado en las demás poblaciones del mundo sincera conmiseración.

(Comentos, 12/1/2025)



COYUNTURA MUNDIAL: CHINA PROPONE UNA REVOLUCIÓN DEL ORDEN MUNDIAL

LA COMUNIDAD DE FUTURO COMPARTIDO PARA LA HUMANIDAD (CFC).

Desde hace una década, China convirtió su visión de mundo en un concepto que guía su política exterior y que es una propuesta concreta de construir en conjunto un mundo distinto: la Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad (CFC).

De aplicarse a cabalidad, significaría una revolución del orden mundial, de las formas de relacionarse entre países y si en Occidente lo desean, se podría lograr sin disparar una sola bala. En medio de la desesperanza, es importante conocerla para no perder la perspectiva.

Los principios de la CFC

Con el desarrollo de la República Popular China (RPC), los chinos llegaron a la conclusión de que, sin su apertura al mundo, no hubiesen alcanzado los niveles de desarrollo actuales y que mientras el mundo entero no prospere con ellos, siempre estarán limitados.  La Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad (CFC) parte de este contexto.

El principio fundamental de la CFC es que todos vivimos en un mismo mundo en crisis y debemos encontrar soluciones en conjunto para vivir en armonía. La manera de lograrlo es a través de construir mayor conectividad.

Si los seres humanos somos interdependientes, buscaremos soluciones en conjunto que beneficien a todos. De lo contrario, nos perjudicamos todos también. Así, siempre tendremos dos opciones: ganar-ganar o perder-perder. La opción de "juego suma cero" (ganar-perder) nos va a condenar a la extinción.

La CFC aspira a cinco objetivos:

1.  Priorizar la paz y el diálogo antes de si quiera pensar en las armas.

2.  Construir un sistema de seguridad común. Esto parte del principio de que la seguridad es indivisible.

3.  Que la cooperación ganar-ganar sea la norma. [todos ganan]

4.  Aprendizaje mutuo. Esto implica entendernos todos como iguales y que el intercambio siempre nos va a beneficiar.

5.  Construir una comunidad que conviva en armonía con la naturaleza, pero que contemple los diferentes procesos de desarrollo de los países y sus necesidades para el desarrollo.

El concepto fue acuñado por Xi Jinping y mencionado por primera vez durante su visita a Moscú en 2013; sin embargo, tiene raíces históricas. La idea de una sola comunidad viene del concepto de tianxia, todos bajo el cielo.

En la China imperial, el emperador tenía el derecho divino a gobernar sobre el tianxia que era entendido como un sólo mundo sin la noción actual de fronteras. Cabe aclarar que esto no implicaba que todos sean iguales. A diferencia de los occidentales, los chinos no tienen valores universalistas y pueden convivir muy bien con las diferencias.

Un segundo referente de la CFC es el internacionalismo del Partido Comunista de China (PCCh). La búsqueda de soberanía sobre los recursos naturales para poder usarlos para el desarrollo nacional unió a muchos países y se tradujo en un paradigma que marcó las relaciones internacionales, en especial a mediados del siglo XX.

El Movimiento de Países No Alineados, el Grupo de los 77 y China y las propuestas del Nuevo Orden Económico Internacional en 1974 fueron expresiones de un proyecto de formar una comunidad global de pueblos en desarrollo.

La RPC se entendía como parte de este proyecto y propuso los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica como guía para interrelacionarse. Estos incluyen el de no intervención en asuntos internos de otros países, lo que implica que cada pueblo es responsable de sí mismo. La propuesta china fue bienvenida en la histórica Cumbre de Bandung de 1955 y siguen siendo los principios de la política exterior china hasta el día de hoy. 

Se puede decir que la Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad (CFC) es la expresión del internacionalismo del PCCh en el siglo XXI. Es el multilateralismo en acción. El concepto fue incluido en la Constitución del PCCh en 2017 y en la de la RPC en 2018.

La puesta en práctica de la CFC

La más importante expresión de la Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad CFC es la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) que merece un texto aparte. Además, en los últimos años, la IFR ha trascendido la infraestructura. Actualmente, también existen otras como la IFR digital, de la salud, ecológica, entre otras.

Una segunda expresión, que para algunos es el punto débil de la propuesta, es el apoyo al sistema ONU. Para encontrar soluciones en conjunto a problemas globales, se necesita un sistema internacional. El actual ha sido capturado por países occidentales y no refleja las dinámicas del mundo. Los chinos creen que no se tiene que construir uno nuevo, sino reestructurarlo de acuerdo con los principios con los que fue fundado.

Una de las luchas más importantes en el seno de la ONU es la reestructuración del Consejo de Seguridad para la inclusión de nuevos miembros permanentes. El gobierno chino ha apoyado públicamente la inclusión de un miembro del continente africano.

Una tercera estrategia de acción es la diplomacia de la paz. En años recientes, los chinos se han embarcado en una diplomacia más activa, pero concentrada en solucionar conflictos pacíficamente. Así se dieron la propuesta de paz para Ucrania, la reapertura de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán y el acuerdo de las 14 facciones palestinas.

En realidad, se podría decir que cada acción de China, por muy aislada que parezca, parte de la idea de contribuir a la construcción de la Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad CFC: condonar deudas, envío de tropas a las fuerzas de paz de la ONU, apoyo a través de la Iniciativa de Desarrollo Global, donaciones de equipos a ejércitos en el marco de la Iniciativa Global de Seguridad, establecimientos de Institutos Confucio y un largo etcétera.

Muchos de estos principios no son propiedad de la civilización china. Es más, la mayoría de las civilizaciones del mundo tienen alguna versión. El ser humano sobrevivió como especie debido a la conciencia de colectividad. 

Lo que han hecho los chinos es convertirlo en un principio de relaciones internacionales. Ahora, invitan al mundo adoptarlo. Muchos ya lo hicieron. Cabe recordar que los principios de la Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad CFC, están incluidos en la Declaración de la Cumbre de Kazán.

El proceso será largo y difícil. Por un lado, EE. UU. no dejará su hegemonía fácilmente. Por otro, implica un proceso de maduración política de cada pueblo para asegurarse de tener autoridades que representen sus intereses y no los de la minoría. La no intervención es también uno de sus pilares fundamentales. Nadie reemplazará a los pueblos en sus luchas políticas internas.

No obstante, la Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad CFC nos recuerda constantemente que el "dividir para reinar" no es un comportamiento natural e inevitable. Además, que existe una propuesta concreta de un nuevo tipo de globalización y de relaciones internacionales que pueden garantizar la sostenibilidad de los seres humanos como especie y el progreso universal.

Mientras más personas lo tengan claro, más fácil será movilizar esfuerzos para revolucionar el actual orden mundial. <:> 




sábado, 11 de enero de 2025

MITOS Y LEYENDAS EN MINAS PERUANAS

CHINCHILICOS o MUQUIS

HISTORIAS DE TIEMPOS ANCESTRALES Y QUE SE CUENTAN DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN

Por: Héctor Mayhuire Rodríguez

En revista TODO MINERIA DIGITAL, 5ENE2025

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a actividad minera en Perú no solo se asocia con la extracción de minerales, sino que también está impregnada de mitos y leyendas que fueron transmitidos de generación en generación. Entre estos relatos, los muquis o chinchilicos son personajes fantásticos que capturaron la imaginación de quienes viven y vivieron en asentamientos mineros. Estas criaturas,descritas como pequeños duendes, son parte del folklore andino como latinoamericano y representan tanto la riqueza cultural como las creencias ancestrales de las comunidades que habitan en torno a las minas.

Los muquis son conocidos por sus travesuras y su conexión con el mundo subterráneo. En Arequipa y Puno, se les llama chinchilicos, mientras que en otras regiones como Cajamarca se les conoce como jusshi. Se dice que estos duendecillos miden menos de un metro de altura, tienen una apariencia robusta y suelen ser descritos con cabello rubio y barba larga. Los relatos sobre ellos varían, pero comúnmente se cree que pueden interferir en el trabajo de los mineros, ocultando herramientas o incluso haciendo desaparecer vetas de minerales preciosos como el oro y la plata.

HISTORIA

Una de las historias más populares sobre los chinchilicos cuenta cómo un grupo de mineros, al intentar trabajar en un socavón, comenzó a escuchar ruidos extraños.

Al investigar y al inicio de sus turnos, a menudo encontraron sus herramientas en lugares inesperados, lo que los lleva a sospechar que un muqui estuvo jugando con ellas. Para recuperar sus implementos, los mineros debían ofrecer tributos o riquezas a cambio.

Algunos relatos afirman que, si un trabajador logra atrapar a uno de estos duendes, este puede ofrecerle riquezas a cambio de su libertad. Sin embargo, se advierte que intentar capturarlos puede traer mala suerte, ya que los chinchilicos son conocidos por su carácter caprichoso.

Otra historia popular involucra a un minero que, tras haber trabajado arduamente durante semanas sin éxito en encontrar una veta rica, decidió hacer una ofrenda a los chinchilicos para apaciguar su ira. Al día siguiente, ubicó una veta impresionante de plata y oro. Desde entonces, muchos mineros siguen esta tradición de dejar pequeñas ofrendas —como comida o tabaco— en sus lugares de trabajo con la esperanza de atraer la buena fortuna.

Esta narrativa no solo refleja la relación entre los mineros y su entorno, sino que también ilustra la importancia de respetar a los espíritus de la tierra. El origen de estos mitos se remonta a tiempos preincaicos, cuando las comunidades andinas adoraban a diversas deidades relacionadas con la naturaleza. La figura del muqui o chinchilico puede verse como una manifestación de estas creencias, donde lo sobrenatural se entrelaza con la vida cotidiana.

El escritor peruano José María Arguedas menciona en su obra que el folklore tiene el poder de educar y transmitir valores morales a través de relatos fantásticos. En este sentido, las historias sobre los muquis cumplen un papel similar al advertir sobre las consecuencias de la avaricia y la falta de respeto hacia la naturaleza.

Además, estas leyendas contribuyen a crear un sentido de identidad cultural entre los trabajadores mineros. En un en-torno donde el riesgo es constante y las condiciones laborales pueden ser difíciles, las historias sobre los muquis ofrecen una forma de cohesión social. Los obreros comparten estas narraciones durante sus descansos, creando un ambiente comunitario basado en tradiciones compartidas.

En otras regiones del continente, como Chile y Bolivia, existen relatos similares sobre duendes o espíritus relacionados con la minería. Aunque los nombres cambian —como el “Pañuelo” en Chile— las características fundamentales son similares: seres traviesos que protegen los secretos del subsuelo. Esto sugiere una conexión cultural más amplia entre las comunidades mineras andinas.

A medida que avanzamos hacia un futuro más tecnológico en la minería, es esencial no olvidar estas tradiciones orales que forman parte del tejido cultural peruano.

La preservación de estas leyendas puede contribuir no solo a mantener viva la identidad cultural, sino también a fomentar una minería más respetuosa con el medio ambiente y las comunidades locales.

IMPACTO EN LA PSICOLOGÍA DE LOS MINEROS PERUANOS

Las historias de los chinchilicos en las minas peruanas tienen un impacto significativo en la psicología de los mineros, influyendo en su comportamiento, creencias y la manera en que enfrentan el trabajo diario en condiciones a menudo difíciles.

CREENCIAS Y COMPORTAMIENTOS

Los chinchilicos son percibidos como guardianes del mineral, lo que genera una mezcla de respeto y temor entre los mineros. Las historias sobre estos seres fantásticos suelen advertir sobre las consecuencias de la avaricia y la falta de respeto hacia la tierra. Por ejemplo, se dice que aquellos que intentan extraer minerales sin hacer ofrendas a los chinchilicos pueden enfrentar desgracias, como accidentes o pérdidas significativas en su trabajo. Este tipo de creencias puede influir en el comportamiento de los mineros, quienes pueden optar por realizar rituales o dejar ofrendas para apaciguar a estos espíritus antes de comenzar su jornada laboral.

COHESIÓN SOCIAL

Además, las leyendas sobre los chinchilicos fomentan un sentido de comunidad entre los trabajadores. Compartir historias sobre estos duendes durante los descansos o en reuniones familiares crea un vínculo social que fortalece la identidad cultural de los mineros. Este sentido de pertenencia es crucial en un entorno laboral donde el riesgo y la incertidumbre son constantes. Las narraciones sobre chinchilicos permiten a los mineros encontrar consuelo y apoyo emocional entre sus pares, al tiempo que refuerzan valores compartidos sobre el respeto por la naturaleza y la importancia de trabajar juntos.

ESTRÉS Y MIEDO

Por otro lado, las historias también pueden contribuir al estrés y al miedo. La idea de que un chinchilico puede ocultar herramientas o hacer desaparecer vetas de mineral puede generar ansiedad entre los trabajadores, especialmente si enfrentan dificultades en su labor diaria. Este tipo de presión psicológica puede afectar su rendimiento y bienestar emocional. Sin embargo, muchos mineros encuentran formas de canalizar este miedo a través del humor o la camaradería, utilizando las historias como una forma de aliviar la tensión. <:>