viernes, 2 de mayo de 2025

HILDEBRANDT Y EL ACONTECER POLITICO EN EL PERU

 PAÍS VIOLENTO

César Hildebrandt

En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 731, 2MAY25

A

ntauro Humala sueña con fusilar a su her­mano. A su hermano y a todos los corruptos.

El Perú sería entonces un paredón con true­nos, un triunfo de la muerte.

Este Humala, salido del radicalismo dis­paratado, interpreta, sin embargo, el afán por la violencia de un buen sector de la población. Esa fue, en muchos sectores, la clave del pavoroso éxito de Sendero Luminoso en sus primeros años.

Las hordas de Guzmán acumularon años de causas pen­dientes y odios sin salida. Fueron la respuesta apocalíptica a largos tiempos de desprecio de las repúblicas aristocráticas y a los máuseres que disparaban contra multitudes. A Guzmán lo crearon todos los Romainville de estas comarcas.

Si Sendero es despreciable, lo es también la derecha ensimis­mada que gobernó el país suprimiendo de sus consideraciones y presupuestos a la mitad de la población. No es posible vivir en paz cuando se niegan los derechos de muchos, a quienes se tiene por subciudadanos y, en casos extremos, por infrahumanos.

Chillico
Antauro Humala propone la muerte como ceremonia, terapia y expiación. Su idea es que fusilando a quienes se lo merezcan habremos de renacer. Concibe el futuro del país como un árbol brotado de un osario. Está convencido de que el comienzo de la refundación del Perú se hará a partir de un pelotón que recargue sus armas cada treinta minutos por segundo.

¿Por qué producimos personajes así?

¿En qué país del vecindario hay alguien que proponga una matanza salvadora que incluya el cadáver de su hermano?

Lo patriótico sería no responder a esas preguntas. Porque las respuestas nos son incómodas, inaceptables.

La primera de esas respuestas posibles es que somos un país violento. Detrás de nuestras buenas maneras y aparien­cias dulzonas, aceptamos como cosa natural la marginación social de millones de sobrevivientes, la conversión de las instituciones democráticas en botines de mafias, la viola­ción permanente de la ley. Nos creemos pacifistas porque nos hemos resignado ante ese espectáculo horrendo, pero lo cierto es que somos cómplices.

Respiramos violencia. ¿O no es violencia que quienes per­dieron las elecciones el 2021 sean los que hoy gobiernen en pandilla? ¿O no es violencia que el Tribunal Constitucional se haya convertido en una mesa de partes del Congreso usurpador? ¿O no es violencia que la vicepresidenta del golpista Castillo ordene matar a una cincuentena de com­patriotas y exija no ser investigada? ¿O no es violencia que se haya cambiado decenas de veces la Constitución sin el consentimiento del pueblo? ¿O no es se haya dado un paquete

de leyes que favorecen abiertamente al crimen organizado? ¿O no es vio­lencia que la Defensoría del Pueblo se haya pervertido hasta el extremo de ser una sucursal del gobierno? ¿O no es violencia amnistiar a acusados por crímenes de lesa humanidad? ¿O no es violencia desarmar a la SUNEDU en beneficio de las universidades de mentira? ¿O no es violencia que estemos secuestrados por la inseguridad callejera mientras cada día se descubren más bandas integra­das por policías en actividad? ¿O no es violencia que, 35 años después, la corrupción fujimorista pretenda y logre dictar la agenda parlamentaria? ¿O no es violencia que los prófugos sean crónicos, las compras militares sospechosas y los waykis blindados?

Podría seguir, pero me aburro. Apelo a los etcéteras que cada lector tenga en la cabeza.

Antauro Humala no es gratuito ni vino de Marte ni resulta inexplicable. Es creación heroica de este país que muchas veces parece pintado por el Goya más sombrío. <:>

 

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