LECTURAS
INTERESANTES Nº 940
LIMA PERU
19 ENERO 2020
CÉSAR HILDEBRANDT:
“CAMBIO DE LA CONSTITUCIÓN
DEBE SER EL HORIZONTE EN
EL PERÚ”
Enrique Patriau,
LA REPUBLICA suplemento DOMINGO 19ENE2020
La
opinión de César Hildebrandt siempre es bienvenida. En la siguiente
conversación, el periodista hace un repaso sobre varios temas: el Perú y la
urgencia de un cambio profundo, las elecciones legislativas, la televisión, el
feminismo.
Las elecciones para el Congreso serán en una semana.
¿Tienes alguna expectativa de lo que pueda salir de ahí?
Muy poca, no espero ningún cambio, espero más bien una
reiteración, una de las típicas reincidencias peruanas. No veo algo nuevo, no
veo grandes ideas, ni la aparición de un escenario distinto. Pero, en fin, lo
que al menos se logró fue romper la maquinaria mafiosa del apro-fujimorismo y
lograr un Congreso que será un archipiélago de menudencias.
Con ciertas bancadas, dentro de la menudencia, que
tendrán alguna presencia relevante, como Fuerza Popular, por ejemplo.
Sí, relativamente importante, y dependerá del Gobierno que
esta vez haya un entendimiento con el Congreso que permita una tregua que nos
lleve al 2021 de una manera más civilizada. No creo que esta vez el Ejecutivo
pierda la oportunidad de concertar con un Parlamento fragmentado para lograr
consensos mínimos. Lo que hacía imposible la negociación era la hegemonía
absoluta del fujimorismo aliado con el APRA y los escombros de algunos otros
partidos.
La poca expectativa que tú sientes es general, ¿no? No
hay clima electoral.
Lo que no hay es clima cívico, urgencia de cambio. Parece
que el peruano no se diera cuenta de la crisis institucional. Somos una
economía 70% informal, tenemos un déficit de gestión porque no podemos ni
siquiera gastar el dinero que tenemos, tenemos serísimos problemas en lo
judicial, y el peruano parece ajeno a su propio drama. Es tragicómico.
César
Hildebrandt llama por un cambio profundo
César
Hildebrandt llama por un cambio profundo
en el Perú, empezando por la modificación
del
capítulo económico de la Constitución.
Y
si la Confiep se enoja, añade, sería un gran
síntoma de que se avanza por el camino
correcto.
Foto: Michael Ramón
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¿Qué es lo mínimo que le pedirías a un gobierno que tiene
un año y medio de vida?
Que consolide algunas de las reformas que están, en algunos
casos, implícitas en los decretos de urgencia que se están aprobando, y que se
aventure a otras. El horizonte en el Perú debería ser el cambio de la
Constitución. Es evidente, nadie está de acuerdo con la actual, excepto
Dionisio Romero Paoletti y compañía, Alberto Fujimori y compañía, y Keiko
Fujimori y compañía, y varios etcéteras suficientemente aceitosos y manchados,
como para nombrarlos.
¿Qué cambiarías de la Constitución? ¿El capítulo
económico?
Claro, el capítulo económico que convierte al Estado en una
especie de apestado crónico, de enemigo público número uno que sacraliza lo
privado, y ya vemos a dónde nos ha llevado. Estamos hartos de esta dictadura
que, al igual que la Constitución del 80 en Chile de Pinochet, nos ata y ancla.
Sí, estamos hartos de esta Constitución, debe cambiar. Y si la Confiep se
asusta, es un gran síntoma. Si se pudiera privatizar el aire que respiramos, lo
habría hecho Fujimori.
Se vendería en botellas.
En balones.
¿No es demasiado pedirle un cambio constitucional a un
Congreso que apenas durará un año y medio?
Pero podemos empezar. Las escaleras siempre empiezan por un
peldaño. Este Congreso debería ser el peldaño para, el 2021, emprender la tarea
de cambiar la Constitución.
¿Tú ves a Vizcarra impulsando un cambio constitucional en
este año y medio, acaso?
¿Y a mí qué me importa Vizcarra? Me hablas de él como si
fuera Luis XIV. Son los pueblos los que cambian la Constitución. No se necesita
el impulso político del presidente, sino del pueblo, de los líderes políticos,
de los partidos, para que entiendan su papel en la historia. Necesitamos el
aliento de los líderes de opinión, entre comillas, y probablemente la anuencia
de esta prensa adormilada, intoxicada, drogada que, a veces, nos aburre tanto.
Cambio la pregunta. ¿A qué líderes políticos ves
promoviendo un cambio constitucional?
No a Mauricio Mulder, a quien considero un agente de la
reacción más absoluta.
¿De quiénes hablas entonces?
De aquellos que están surgiendo a nuestras espaldas, a pesar
de la prensa. Es gente que está cansada, y que puede, perfectamente, contribuir
en un futuro inmediato. Es gente que está naciendo, aunque no lo creamos, y
aunque esta prensa medio cataléptica que tenemos no los atienda, porque la
prensa sigue con Ántero Flores Aráoz, con Beingolea, con Mulder, el viejo
elenco, y estamos hasta la coronilla de él. Será de la sociedad civil que surja
esta gente que asuma el cambio que el Perú necesita, porque, cuidado, se
requiere de un cambio. Escuchen bien este mensaje. Si no, va a haber…
¿Un Chile?
No, algo mucho peor. No olvidemos que el Perú parió la
guerrilla mutante marxista más asesina de América Latina, una bomba que
reventó, y cuando lo hizo todos dijimos: “Oh, Dios, ¿qué es esto? ¿No éramos
una sociedad pacífica?”. No, no lo éramos. La prueba está en que se tomó 12
años en derrotar a Sendero. Déjame recordar algo: cuando los marcos
constitucionales no responden a las necesidades de la gente, la gente rompe esos
marcos, y atraviesa la calle, y sacude el poder, y se manifiesta de mil
maneras, incluida la violencia. Y algunos dicen sobre Chile: “La violencia”. Sí
pues, la misma violencia coercitiva oficial que ejerce la clase dominante sobre
los dominados.
¿Qué es lo que más te cansa del Perú?
La monserga, la paporreta, la calcomanía, la redundancia. Y,
para terminar, la huachafería.
¡Qué aburrido eres! Solo la política te interesa. Pero
detrás de la política está la idiosincrasia. ¿Qué queremos? ¿Partidos
sofisticados cuando tenemos el índice de lectoría más bajo de la región, cuando
nuestros estudiantes, la mitad, no entienden lo que leen? Todo esto es
correlato de lo que somos.
Uno cambiado, con agenda distinta, sin la dictadura cultural
de la derecha, sin las esposas que nos ha puesto el pensamiento conservador
que, virtualmente, rige todo. Acá no se puede hablar de lo más esencial, porque
está prohibido. Ejemplo: hablas del modelo económico y abren los ojos, hacen
preguntas preocupadísimas. Lo que yo digo es que en 10 o 15 años quisiera ver
un Perú liberado, no anárquico, no izquierdista, no con un apellido ideológico,
sí liberado. No olvidemos que aquí el neoliberalismo se impuso a patadas y con
tanques, igual que en Chile, a sangre y fuego. No es que un día el pueblo
peruano decidió probar. No. Es que vinieron unos cívico-cachacos y dijeron:
“Esto es”. No le tengamos miedo al cambio. Deberíamos temerle a la parálisis.
No hay nada peor que una sociedad que no sea dúctil, plástica.
Una frase común es que, en comparación con hace unos 30 o
40 años, estamos mejor como país. ¿Firmarías algo así?
No, no lo creo así. ¿Estamos mejor en liderazgo político,
salud, igualdad, equidad de oportunidades? En absoluto. Los países no se miden
por el PBI. Eso es falso. Se miden de otra manera y, desde esa perspectiva,
política y cultural…
¿No hemos avanzado?
No solo no hemos avanzado, hemos retrocedido. Mira al
sistema en el que estamos, en el que cualquier Luna Gálvez es capaz de ser
protagonista en un escenario corrupto y amarillo, en el que la política es un
festín de pobres diablos. Pregúntales a las pruebas Pisa cómo andamos en
educación, a los muy preocupados dueños de periódicos cómo sus lectorías se hunden,
a las librerías vacías. Y pregúntales a los que quieren hacer un documental lo
que les cuesta hacerlo y ser vistos. Eso de “estamos mejor” es el cuento de
Martha Chávez. La presión que existe hoy sobre la salud y la educación no
existía hace 20 o 30 años, o era mucho menor. Nos ha superado la demografía. Y
no hablemos de seguridad, porque vivimos un Far West involuntario. Es una
ironía decir que estamos mejor.
¿Ni en las condiciones de vida de la gente?
Yo no soy un viandante. No soy un trotador, no visito las
barriadas, los pueblos jóvenes, los cerros, pero todos aquellos que sí lo hacen
me dicen que nunca han visto más pobreza que ahora.
¿Qué piensas del feminismo?
Yo soy un feminista de facto. Siempre he trabajado con
reporteras mujeres, he creído, siempre, en las mujeres. Y no necesito ningún
adoctrinamiento al respecto. No entiendo bien esta guerra de géneros que
alguien quiere desatar.
Lo preguntaba porque pensaba que tenías una posición más
crítica frente al feminismo.
Creo que te has equivocado de entrevistado. Eso se lo deberías
preguntar a Víctor Hurtado (colaborador de Hildebrandt en sus Trece), un
oficioso adversario, inteligente y culto, del feminismo radical, un placer de
lectura.
¿Suscribes sus ideas?
No necesito suscribir sus ideas para publicar sus columnas,
del mismo modo que, supongo, el director de tu periódico no suscribe
inexorablemente lo que dice Ricardo Uceda. Todos los problemas de inequidad que
hay en relación a la mujer, deben resolverse, desde luego. La postergación de
sus derechos merece un replanteamiento social y legal. En lo que no estoy de
acuerdo es en ningún “ismo” tóxico: machismo, hembrismo, no, no.
¿Extrañas la televisión?
Algunos me han dicho, y por supuesto es una mentira
generosa, que la televisión me extraña a mí. Si eso fuera cierto, no es recíproco.
¿Por qué no la extrañas? Tus grandes momentos como
periodista, no digo que los únicos, la gente los relaciona con tu paso por la
televisión, precisamente.
Respeto ese punto de vista. En todo caso, la televisión
exige un empobrecimiento del lenguaje que, poco a poco, te mina. Si hubiera
continuado diez años más ahí, habría llegado a adquirir el léxico de un
papagayo. En la prensa escrita uno puede escribir y eso es un banquete
intelectual.
¿Pero tus entrevistas en televisión no eran otra cosa?
Claro, eran otra cosa, porque, desde luego, había una
dinámica agresiva que generaba un clima de catarsis que, en realidad, se volvió
espectáculo. A mí me importaba indagar detrás de la máscara. Yo nunca
entrevisté a alguien con el rostro descubierto, yo entrevisté siempre máscaras.
Y mi único papel era..
¿Retirarlas?
No, no, ese es un exceso de ambición, una pedantería que no
me permito. Mi único papel era ayudar al televidente a imaginar qué había
detrás de la máscara. Yo me aferraba a indicios para dibujar un rostro.
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