¿DE DÓNDE SALIERON
LOS
PISHTACOS?
Escribe: Nicanor
Domínguez Faura | LOS ANDES
1ENE17
Los “pishtacos” son
personajes modernizados y adaptados a la vida urbana en la forma de
“roba-órganos”, o, como en la época hiper-inflacionaria del primer gobierno de
García Pérez, temibles “saca-ojos”, los mismos que causaron multitudinaria
zozobra en los “Pueblos Jóvenes” de Lima en noviembre y diciembre de 1988.
El pasado jueves 1ro de
diciembre, cuando la élite empresarial de nuestro país y el gobierno se reunían
en el balneario de Paracas en la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE),
estallaron violentos disturbios frente a la comisaría de Huaycán (distrito de
Ate, en Lima Este), que fue atacada por unas 3,000 o más personas. Hubo
destrozos y autos (policiales y de bomberos) incendiados; una vecina murió por
el impacto de una bala perdida; 22 policías y 26 civiles resultaron heridos; 34
personas fueron detenidas y pasarán 9 meses de prisión preventiva en el Penal
de Lurigancho. El incidente había comenzado en la mañana, cuando dos
encuestadores de la empresa “Cuánto” fueron rodeados por pobladores, que los
acusaban de secuestrar niños y extraerles órganos para venderlos. Resulta que
durante un par de semanas se había estado corriendo un rumor --no solo boca a
boca (como antaño), sino a través de cuentas de “Facebook” y “Twitter”
comunicadas por teléfonos celulares (las mal llamadas “redes sociales”)-- sobre
la presencia de unos “extraños” que, se aseguraba, ya habían causado varias
víctimas. En días anteriores el comisario de Huaycán había desmentido
públicamente los rumores, pero el miedo y la violencia estallaron ese jueves.
Para muchos, esto ha sido
un “operativo psico-social”, como los que organizaba el Servicio de
Inteligencia Nacional (SIN) en época del “asesor” Vladimiro Montesinos, durante
la década fujimorista (1990-2000). Para otros, se trataría de un atávico miedo
latente entre la población, que hizo explosión por una mala coincidencia de
factores imprevistos, no intencionales. En otras palabras, ante sucesos que
ocurren paralela o muy cercanamente en el tiempo, se presenta la disyuntiva de
cómo interpretarlos y explicarlos: hay una relación de causalidad (una cosa da
origen a la otra, están conectadas) o se trata de una casualidad (los eventos
ocurren al mismo tiempo pero por razones inconexas).
Los partidarios de la
explicación “psico-social” rememoran incidentes del primer (1985-1990) y
segundo (2006-2011) gobiernos de Alan García, en los que se difundieron rumores
de malignos seres sobrenaturales, los “pishtacos”, que alarmaron a la población
en Lima y en varias provincias del interior del país. El objetivo intencional
de “distraer a la opinión pública” frente a problemas concretos de la coyuntura
política del momento, fue una de las críticas que los analistas señalaron para
explicar la “coincidencia temporal” entre situaciones comprometedoras para el
gobierno y estos alarmantes rumores.
Manipulaciones análogas
se han dado recientemente, aunque sin recurrir a “cortinas de humo” pobladas de
seres sobrenaturales. En los mismos días en que se publicaba la histórica sentencia
contra los militares responsables por la masacre de Accomarca de 1985 (leída el
31 de agosto de 2016), la televisión presentó un video del entierro de antiguos
senderistas en el cementerio de Comas, ocurrido dos meses antes. El escándalo
mediático del mal llamado “mausoleo senderista” revivió y promovió el miedo al
“terrorismo”, presentado a las jóvenes generaciones de modo genérico y carente
de una explicación histórica contextuada. Se enfatizó la “maldad absoluta” de
Sendero Luminoso y los “excesos de función” de la Fuerzas Armadas fueron
minimizados. Así, la sentencia judicial sobre Accomarca pasó a un tercer plano
en la conciencia de la población, quedando convenientemente opacada por la
exagerada y bien orquestada histeria periodística del mes de setiembre último.
En el caso de Huaycán, se
supone que la Policía Nacional, la Fiscalía de la Nación y el Ministerio del
Interior siguen investigando. Buscan identificar a quienes circularon por
semanas esos rumores, que también generaron incidentes menores en otras partes
de la Gran Lima. Esperemos que el asunto no quede en nada y se pueda dilucidar
si hubo o no intencionalidad política para desestabilizar el orden público en
la capital en detrimento del gobierno.
Lo que sí podemos hacer
es reflexionar sobre el miedo irracional a estos malignos seres sobrenaturales
a los que se ha hecho tantas veces referencia: los “pishtacos”. Personajes de
origen campesino y rural, pero modernizados y adaptados a la vida urbana en la
forma de “roba-órganos”, o, como en la época hiper-inflacionaria del primer
gobierno de García Pérez, los temibles “saca-ojos” que causaron multitudinaria
zozobra en los “Pueblos Jóvenes” de Lima en noviembre y diciembre de 1988.
La palabra “pishtaco” es
la forma castellana de uno de los términos en quechua utilizado para referirse
a este personaje maligno, el “degollador” del que la gente habla con tanto
temor. En las poblaciones campesinas de la Sierra Central y Norte del Perú, se
utiliza el término quechua “pishtakuq” (de “pishtay”, degollar), castellanizado
como “pishtaco”. En la Sierra Sur el término quechua es “nak’aq” (en Ayacucho)
o “ñak’aq” (en Cuzco) (de “nakani”, degollar), castellanizado como “nacaj”.
Entre la población aimara del Sur del Perú, de Bolivia y del Norte de Chile, el
término usado es “kharisiri” o “kari kari” (de “kariña”, cortar), o sino
“lik’ichiri” (de “lik’i”, grasa).
Así, todas las
referencias apuntan a que estos seres sobrenaturales, “míticos” en el sentido
de formar parte de relatos enmarcados en la “cosmovisión andina” estudiada en
el siglo XX, degüellan a sus víctimas indígenas para extraerles la grasa
corporal, que destinan a variados usos. Estos usos han cambiado con el tiempo,
pero siempre son usos no-rurales, usos de fuera del mundo campesino. Por lo
mismo, los “pishtacos” no son como la gente indígena, pese a su apariencia
humana, y son descritos como hombres blancos que lucen y visten de manera muy
distinta a los campesinos.
Desde la década de 1950,
con los estudios pioneros del antropólogo y folklorista huamanguino Efraín
Morote Best [1921-1991], se han venido recogiendo descripciones etnográficas
sobre estos seres malignos. La siguiente cita proviene de un artículo de
Morote, publicado en la revista Tradición del Cuzco, número 11, de 1951-1952,
que describe al “nakaq” como un personaje masculino de las siguientes
características:
“Los cabellos y la barba
largos y ensortijados, casi del mismo color del rostro. Lleva un lazo de cuero
humano entretejido… Tiene, pendiente de un cinturón ancho y fuerte, un afilado
cuchillo de larga hoja. Lleva amarrada de tela roja la cabeza y viste burdo
sayal de arpillera de una sola pieza, apretado en la cintura. Espera a los
viajeros nocturnos, a los transeúntes o a quien desacierte pasar debajo de las
naves o arcos de los puentes o los recodos de los caminos. En cuanto oye las
pisadas de los que transitan sale de su escondrijo y, sin dar tiempo a proferir
un grito, degüella a sus víctimas en pocos instantes, le sustrae la grasa del
organismo, y los restos los hace desaparecer… sin dejar huella… la grasa o sebo
usa para fundir campanas que de este modo adquieren gran sonoridad”.
Tiempo antes, en 1937, el
geógrafo huanuqueño Javier Pulgar Vidal [1911-2003], mencionaba en un artículo
sobre su tierra, publicado en la Revista de la Universidad Católica, que: “Los
pistacos venden grasa para los trapiches y para las campanas”.
Como se aprecia en estas
versiones recogidas en la primera mitad del siglo XX, el uso del fluido vital
humano (la grasa), se destina para la producción de campanas, elementos
distintivos de los templos católicos, religión impuesta por los colonizadores
españoles en los Andes desde el siglo XVI. Y en Huánuco, además, se habría
usado para lubricar los trapiches de las haciendas azucareras, el cultivo
comercial más rentable de los valles cálidos andinos desde la época colonial.
¿Desde cuándo aparecen
referencias a “pishtacos” en el área andina? ¿Se trata, en efecto, de una
creencia prehispánica que ha llegado, con modificaciones y cambios, hasta la
actualidad? Trataremos de responder a estas interrogantes próximamente.
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