Federico Kauffmann
Doig*
Artículo publicado en la revista “PUKARA” N° 92, La Paz,
Bolivia, abril 2014 pp 9 y 10.
A escasamente 35 km al noroeste de la ciudad de Puno y a 20
de las orillas del Titicaca se encuentra Sillustani. El lugar es famoso por sus
torres funerarias o chullpas, voz aimara que de- signa sepultura. Las de
Sillustani son, sin duda alguna, las más grandiosas de todas cuantas se conocen
en la meseta del Collao, y en general en el área andina. E. G. Squier (1877)
quedó tan admirado al visitar estos monumentos que no vaciló en afirmar que,
desde el punto de vista arquitectónico, estas chullpas debían figurar entre los
“monumentos más notables de América”.
Las chullpas de Sillustani fueron levantadas sobre la
península rocosa de este nombre, situada en el lago Umayo. La península está a
poco menos de 4 000 m sobre el nivel del mar. Hay en los alrededores, sin la
majestad de las de Sillustani, decenas de otras chullpas, solitarias unas y
otras en grupos.
Las chullpas de Sillustani son estructuras cilíndricas, y en
otros casos cúbicas. Algunas se elevan hasta alcanzar más de 8 m. Parecen
descansar sobre una plataforma empedrada. En realidad se trata de una especie
de vereda. Caracteriza a estas chullpas una cornisa, que se presenta en el
tercio superior de ellas. El techo es abovedado. Curiosamente, las paredes van
ensanchándose a medida que se elevan, en el caso de las torres circulares. Esta
particularidad no es, sin embargo, exclusiva de la arquitectura de Sillustani.
Tiene amplia difusión, y la encontramos incluso en Pajatén, donde fue advertida
independientemente por D. Bonavia y por W. Wurster en los años sesenta (Bonavia
1968).
Una de las más impresionantes torres
funerarias de Sillustani, conocida como Chullpa El Lagarto.
|
Por su forma cilíndrica, tanto como por su techo abovedado y
la presencia de una cornisa en la parte alta, pareciera que las chullpas de
Sillustani reprodujeran los contornos de un falo. A todo esto se agrega una
leve curvatura o ensanche perceptible en el tercio inferior de la torre,
especialmente notorio en la chullpa llamada El Lagarto, una de las más logradas
y grandes del sitio. Finalmente, es interesante constatar que el nombre de
Umayo, del lago en cuya ribera se encuentran las chullpas, podría ser
contracción de uma (cabeza) y de uyo o ullo (falo)**. En este caso el vocablo
estaría referido al concepto “glande”, lo que concordaría, dada la forma
convexa del extremo superior de la chullpa y la protuberancia originada por la
cornisa. Todo ello permite formular la hipótesis de un simbolismo fálico
contenido en las chullpas (Kauffmann Doig 1976, 1978), de tal manera que los
difuntos habrían terminado por ser sepultados en una tumba en forma de falo
gigante, alusivo al concepto de fecundidad-vida.
Aparte de algunas chullpas levantadas con piedras sin
trabajar y unidas con arcilla, cuyas paredes finalmente eran revocadas y
enlucidas, tenemos las que exhiben un aparejo de piedras labradas y pulidas con
extremo aseo técnico. Pero debajo de estas piedras se descubre aquí también una
estructura tosca, constituida por piedras sin trabajar y unidas con tierra
arcillosa. Esta estructura nuclear exhibe, en su parte central, un techo
abovedado que constituye la cámara sepulcral. Aunque varía de chullpa en
chullpa, la cámara sepulcral es circular, termina en punta, exhibe hornacinas y
paredes que originalmente tal vez estuvieron enlucidas.
La chullpa El Lagarto tiene 6 m de diámetro por otros tantos
de alto. A la cámara sepulcral sólo es posible ingresar por una pequeña puerta
o vano, de aproximadamente 0,55 x 0,50 m, tan estrecha que es preciso gatear
para franquearla. Esta particularidad conduce a pensar que “el fardo funerario”
no debió ser tan abultado como, por ejemplo, en el caso de Paracas-Necrópolis,
aunque pudo habérsele confeccionado en la cámara sepulcral misma. Los vanos
terminaban por ser tapiados, como advirtió Squier (1877) en el siglo pasado,
pues halló algunos sepulcros de Sillustani “que nunca antes habían sido
abiertos”.
Chullpa del Lagarto. corte |
A juzgar por el tamaño de la cámara sepulcral, hubo en
Sillustani torres funerarias individuales y colectivas. Las chullpas que halló
Squier intocadas, resultaron ser sepulturas individuales. En cambio en otras,
que ya habían sido violentadas, halló restos correspondientes a varios
esqueletos humanos.
Noticias registradas en la Historia Apologética de Fray
Bartolomé de las Casas permiten inferir que también en Sillustani pudo estar
presente la práctica de abrir las puertas “al cabo de un año, cuando el cuerpo
se reseca”. La andenería, al pie del grupo de chullpas de Sillustani, pudo
tener acaso una función funeraria, de campos de cultivo cuyos productos habrían
servido para ser ofrendados a los difuntos.
Llama la atención la pulcritud del trabajo de los
picapedreros de Sillustani, que se servían de canteras de roca volcánica
(traquita), que se encuentran en la propia península. Hay señales del acarreo
de las pesadas piedras al lugar deseado y de cómo se lograba elevarlas, a fin
de colocarlas en su emplazamiento definitivo en el aparejo. Los bloques eran
canteados a medias en las inmediaciones de la cantera, dejándoseles dos
salientes o espigas, que servían para sujetar las cuerdas con que arrastrar el
pedrón. Con este procedimiento era posible emplear la fuerza de muchas personas
a la vez. Hay un ejemplo notable de una piedra con espigas, situada en las
inmediaciones de su cantera. En el sitio de la construcción se terminaba de
cantear el bloque, se eliminaba las espigas, se pulía y, finalmente, se
levantaban las piedras para colocarlas unas sobre otras.
Lo último se lograba deslizándolas sobre planos inclinados
hechos con pequeñas piedras rústicas y arcilla. Estos planos inclinados eran
elevados a medida que progresaba la construcción del muro, y, una vez concluida
la torre, eran eliminados. En Sillustani se conserva hasta la actualidad un
plano inclinado, testimonio elocuente del uso de este recurso.
Los llamados “círculos solares” de Sillustani, difundidos
por Squier (1877), especialmente a base de un dibujo, no tienen el carácter
mágico que se les ha atribuido. Al parecer, no son más que el producto de los
primeros pasos efectuados en la construcción de la chullpa. El caso de las
chullpas inconclusas puede seguirse en varias de sus etapas de ejecución, y las
hay trabajadas sólo hasta la mitad. Aún existen dudas de si en la famosa
chullpa El Lagarto se llegó a culminar la obra. Esta última también está
partida y parcialmente derrumbada, por la acción de un rayo según indica la
tradición.
Momias al interior de una chullpa de
la cuenca del Titicaca,
según el viajero Paul Marcoy, siglo XIX. Ilustración
proporcionada por FKD
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En cuanto a los muros, debe agregarse que las piedras
cortadas y pulidas con técnica depurada aparecen perfectamente unidas en el
paramento, en hileras superpuestas, de tamaño por lo general regular. Los
bloques llegan a alcanzar tres metros de ancho por dos de alto y uno y medio de
espesor. Aquí hay dos aspectos técnicos que observar. Uno se refiere al recurso
empleado para ensamblar una piedra con otra de manera efectiva, para lo cual se
procedía a tallar cavidades en los lados laterales, que eran rellenadas con
pasta arcillosa. Ocasionalmente, estas cavidades fueron ejecuta- das en la cara
posterior de la piedra, lo que permitía adherirla fuertemente a la masa
constituida por la estructura nuclear. El segundo recurso también tuvo por
finalidad cohesionar las piedras exteriores con la fábrica nuclear. Pero en
este caso se labraba en la parte posterior de la piedra, en sentido inverso de
las cavidades, una especie de clavo o espiga, que se introducía en la estructura
nuclear. Esta técnica fue utilizada en algunas piedras del sector superior de
la chullpa que acaba en semiesfera.
A fin de aminorar su peso, este tipo de piedras fue labrado
dándosele un espesor de apenas 0,15 a 0,25 m. El techo sólo en apariencia es una
“bóveda”.
Durante mucho tiempo se estimó que las chullpas de
Sillustani habían sido suntuosos sepulcros de los grandes jefes collas, y así
fueron tenidas como construcciones anteriores al Incario. Si bien es cierto que
no hay dudas sobre su carácter funerario, estudios emprendidos especialmente
por Harry Tschopik (1946) mostraron que Sillustani debería ser
considerado más bien un cementerio predominantemente de tiempo incaico, sobre todo a juzgar por el examen de la cerámica asociada. Las láminas de oro halladas por A. Ruiz Estrada, al comenzar los años setenta, no registran diseños que hubieran permitido su datación. Además, siendo ofrendas, esto no habría aportado mucho a la discusión debido a que continúan haciéndose “pagos”. En todo caso, aun considerándolas del período Inca, no son típicas de la estructura arquitectónica Inca-Cuzco, por más que sus paramentos recuerden los del Cuzco. Chullpas como las de Sillustani son desconocidas en el área cuzqueña.
considerado más bien un cementerio predominantemente de tiempo incaico, sobre todo a juzgar por el examen de la cerámica asociada. Las láminas de oro halladas por A. Ruiz Estrada, al comenzar los años setenta, no registran diseños que hubieran permitido su datación. Además, siendo ofrendas, esto no habría aportado mucho a la discusión debido a que continúan haciéndose “pagos”. En todo caso, aun considerándolas del período Inca, no son típicas de la estructura arquitectónica Inca-Cuzco, por más que sus paramentos recuerden los del Cuzco. Chullpas como las de Sillustani son desconocidas en el área cuzqueña.
Muchos enigmas quedan por resolver, no obstante los estudios
precursores y fundamentales de Squier, los analíticos de Emilio Vásquez (1937),
los del ya citado Tschopik (1946), los más actuales basados a excavaciones
arqueológicas realizadas por Arturo Ruiz Estrada y por Óscar Ayca Gallegos así
como las que vienen siendo ejecutadas al presente.
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* Nota inédita, 2014. Pukara
tiene el honor de publicarla.
** Uma, cabeza y uyo o ullo,
falo, es en quechua. En aymara uma es agua y allu, falo. n.d.e.
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