domingo, 22 de octubre de 2023

UN PUNEÑO PROCER DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU

 EL PROCER

MIGUEL PASCUAL DE SAN ROMÁN

Escribe: J. Alberto Cuentas Zavala*

En la revista  PUNO TRIBUNA DEL PENSAMIENTO DEL ALTIPLANO, Ed. Samuel Aguilar Miranda, Arequipa 1957

L

A FIGURA rutilante del Presi­dente del Perú, Don Miguel de San Román Meza, ha ofuscado, casi en su totalidad, la personalidad de su padre el mártir de Umachiri en 1815, Don Miguel Pascual de San Román y de las Cuentas. El brillo de las funciones públicas oscurece el martirio de los héroes.

Si el sentimiento oficial de Puno no quiso perpetuar, en forma algu­na, el sacrificio de San Román, la conciencia puneña, auténtica, lo tie­ne presente en el recuerdo. Sin em­bargo no faltaron iniciativas y vo­ces de recuerdo. ¡Claro! que no fue­ron puneñas. Al pie del monumento a Pumakawa, en Sicuani, existe una placa de bronce que incluye entre los mártires de 1815 a Miguel Pas­cual de San Román. Años después, en 1918, Benjamín Pacheco Vargas inaugura una columna de granito en las pampas de Umachiri para que perpetúe la acción de Puma­kawa y sus compañeros.

Muchos creen, que los puneños no tenemos glorias que ostentar ni decencias que exhibir, ni valores que cotizar; que somos un hato de indígenas analfabetos, piojosos y ser­viles. Sin embargo, quien escudri­ñe la vida política y social de Pu­no encontrará hombres que ilustra­ron al país con su inteligencia, con su don de gentes, con su cultura y su patriotismo. Ahí están: José Domingo Choquewanka, Juan Bustamante, Gabino Pacheco Zegarra, Manuel Costas, Jorge Ra­mos Cuentas, José Luis Quiñones, Pedro Miguel de Urbina, Miguel de San Román Meza, Rufino Echenique, Agustín Tovar, Mariano H. Cornejo, Santiago Giraldo, Hipóli­to Valdez, José Mariano Macedo, Rufino Macedo, Rudecindo Beltrán, Juan José Salcedo, Mariano Riquelme, Santiago Riquelme; políticos, diplomáticos, escritores de valor.

Y entre los Prefectos puneños: Pedro Miguel de Urbina, Manuel Echenique, Miguel Garcés, Miguel Satur­nino Zavala, Lorenzo Tovar, José Luis Quiñones, José María Barrionuevo, Buenaventura Aguirre, Isaac Deza; Manuel Eleuterio Ponze. Y como magistrados notables: Manuel Pino, José Antonio Ponze, Jorge Ramos Cuentas, Manuel Francisco Landaeta, Juan José Calle, José Hi­pólito Loza, José Frisancho Macedo, Jacinto Jiménez y tantos más, que glorificaron él terruño.

Habría que desenterrar viejos cronicones para que sepamos que Simón Bolívar a su paso por Puno, en el suntuoso baile que le ofreció la sociedad, arrojó a los pies de una ilustre dama puneña, durante la danza “Agua de Nieve”, una lluvia de polvos de plata y oro. ¡Lo que pa­sa es que las Municipalidades terrígenas no dan premios pecuniarios a los que escriben sobre la vida so­cial, política y administrativa de! Departamento de Puno. Hay que escribir la historia del terruño con pluma de oro, chorreando claridad no con pluma de ganso, como has­ta ahora.

Batalla de Umachiri. Google

Sostengo que Puno es un pueblo original: mientras otros perpetúan la memoria de sus pro hombres llevándolos al bronce, los puneños pasamos la vida ensimis­mados con nuestras riquezas mate­riales, como si el panorama humano fuera mero espejismo de observa­ción objetiva. No tenemos el he­roísmo de combatir o ensalzar las virtudes de nuestros hijos. Esta­mos como las víboras, en medio de la hojarasca, subrepticiamente, buscando los defectos de nuestros paisanos para endilgarlos en la hora de las luchas electorales, adulte­rándolos. De ahí que ellos emigren a otras tierras donde les es más pro­picio el ambiente, más perdurable el recuerdo, más reconocido el mérito, más premiado el esfuerzo. Preferi­mos a inteligencias envejecidas, ca­ducas, trasnochadas, reblandecidas, sin lealtad consigo mismas. Prefe­rimos también a corazones anémi­cos, a rebeldías muertas, mientras las fuerzas morales e intelectuales, las auténticas fuerzas puneñas de ci­vilización y cultura, duermen su propio pasado: el de ser libres, po­bres, honrados, inteligentes, desin­teresados y patriotas.

Del matrimonio de don Miguel Antonio de San Román con doña Gregoria de las Cuentas y Bravo nació el prócer Don Miguel Pascual de San Román. Aquel Don Miguel Antonio fue hijo de Don Miguel Jacinto de San Román y Cevallos, quien llegado a Puno hizo construir, desde cimientos la hermosa Cate­dral de Puno sobre los cimientos, seguramente, de la ermita de la Concepción.

Puno, población antiquísima, pre colonial, puesto que aparece en el itinerario de “pascanas” sobre el camino Urccosuyo, de Ayaviri a Po­tosí. Puno, existía mucho antes en­tre las poblaciones que visitó el Ca­cique Kari de Chucuito para resis­tir el empuje inkaico. No es raro que los primeros conquistadores que llegaron al Kollao fundaron el pue­blo de nuestra Señora de la Concepción de Puno, poblándola. So­bre esa población asentaron sus vi­viendas los vizcaínos, andaluces y asturianos, fundando dos iglesias: Nuestra Señora de Concepción en la Plaza de Armas para los españo­les y San Juan Bautista para los na­turales, en lo que es hoy el Parque Pino. Esa fundación dependía de la ciudad de Chucuito y tenía como anexo a Laicacota o San Luis de Alba, donde levantaron sus residen­cias los mineros. Corría el año 1657. A raíz de los disturbios entre espa­ñoles vino en 1668 el Conde de Lemos con la única intención de apo­derarse de las riquezas de los Sal­cedo. Decapitó a varios, arrasó e incendió San Luis de Alba, sem­brándola con sal como una verdade­ra purificación. El Conde refundió ambas poblaciones con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción de San Carlos de Puno. Sobre los cimientos de la iglesia de la Con­cepción se levantó el edificio de la Catedral. El Conde hizo la funda­ción sin las formalidades rituales. En ella se festinaron: la picota, el cabildo, la repartición de solares, etc. No hubo sino los cimientos de la Catedral, el nombre religioso de la ciudad y su designación de Villa Rica. Fue una fundación a medias, precipitada, vertiginosa, violenta, sobre las cabezas de las víctimas, la confiscación de sus bienes y las lla­maradas de un incendio...

El tronco principal de los San Ro­mán, fue de Asturias. Esa región, en España, tiene algo de las mon­tañas y de las rocas escarpadas de Puno. Sin duda por eso Miguel Ja­cinto de San Román se aventuró a radicarse aquí. Los astures son va­lientes, rebeldes, desafiaron y com­batieron con Roma, cuando Roma era Señora del Mundo. Era un pueblo esencialmente cristiano. Mantuvo su fé durante ocho siglos en la invasión de los Árabes. Las huestes agarenas[1] se detuvieron entre las ro­cosas montañas y frente al pecho es­piritual de los feroces Astures. Se explica, pues, la idiosincrasia de San Román. Se quedó en Puno, porque amaba sus montañas; se hizo mili­tar, porque tenía la fuerza del an­cestro e hizo construir la Catedral, porque era profundamente cristia­no.

Don Miguel Jacinto de San Ro­mán tuvo dos hijos: Inés, que casó en Puno con Manuel de la Guarda, cuya hija María casó también en Puno con Manuel Antonio de las Cuentas y Bravo. Su otro hijo Mi­guel Antonio de San Román casó en Puno con Gregoria de las Cuentas y Bravo en 1774. De este matrimo­nio nació Miguel Pascual en la ciu­dad de Puno el 8 de mayo de 1778. Casó en primeras nupcias con doña María Meza, madre del futuro Ma­riscal-Presidente. En segundas nupcias casó con su sobrina doña María Josefa de las Cuentas, en Pu­no el 21 de abril de 1806. El Maris­cal tenía entonces 4 años de edad. Había nacido en la ciudad de Puno el 17 de marzo de 1802. Son, pues, leyendas y fantasías aquellas de su nacimiento en Vilque, en Lampa o en Putina.

Las familias: San Román-de las Cuentas, son, pues, legítimamente puneñas, casi diríamos fundadoras de la ciudad.

Doña Gregoria de las Cuentas, madre del prócer, fue hija del ma­trimonio de don Silvestre de las Cuentas con María Rosa Fernanda Bravo de Núñez. Don Silvestre fue Maestro de Campo, Teniente Gene­ral de Milicias y Justicia Mayor de la Provincia de Chucuito. Nació en la Villa de la Concepción y de San Carlos de Puno el 31 de diciembre de 1705. Se casó en Puno en 1744 y murió el 27 de octubre de 1765. Uno de sus hijos fue mi tatarabuelo Don Pedro Antonio de las Cuentas y Bravo, que nació en la ciudad de Puno el 5 de febrero de 1746. Se ca­só con Marcelina Heredia, en Puno, el 22 de agosto de 1768. Tuvieron dos hijos: Eugenio y Leandro, mi bisabuelo.

La cronología hace la historia; la historia se hace con documentos y el entroncamiento se prueba con partidas.

Al estallar el grito de independen­cia, Miguel Pascual de San Román se alistó en las filas de Pumakawa, llegando hasta Arequipa en octu­bre o noviembre de 1814. En esa ac­ción estuvo también don Ramón de Echenique, tío del futuro Presiden­te Rufino Echenique. Don Miguel Pascual era Coronel de las milicias del Rey. Aniquilada en Umachiri en aquella insurrección, perecieron en­tre ellos el puneño Dianderas, el poeta arequipeño Melgar y otros. Don Miguel Pascual de San Román estuvo después preso en su casa du­rante dos años, pues, gozaba ante el Rey de España de ciertas premi­nencias concedidas a todos los familiares del que fuera Obispo del Pe­rú Fray Vicente de Valverde, con quien estaba emparentado por el matrimonio de sus padres San Ro­mán-Cuentas. Doña Gregoria de las Cuentas era descendiente del ma­trimonio de Juan de las Cuentas y Cayas y Bernarda Niño de Guzmán y Valverde, que casaron en Lima el 27 de enero de 1570 en la Catedral con asistencia del Virrey Toledo y el total de los Oidores de la Real Audiencia. Esa fue la causa para que Miguel Pascual de San Román estuviera dos años preso en su do­micilio, mientras el Rey resolviera lo conveniente. Pero, Pezuela, de regreso del Alto Perú a Lima, a su paso por Puno en 1316 ordenó su fusilamiento sin esperar los resulta­dos de España.

Extraído de la prisión, Miguel Pascual, con gran aparato de fuerza fue paseado por todo el cuadrilátero de la Plaza de Armas y colocado en el banquillo frente al Cabildo. An­tes de morir, con toda serenidad, pronunció ante su hijo Miguel, el fu­turo Mariscal, las siguientes pala­bras: “Hijo mío, no olvides que me fusilan por la Patria, ámala siem­pre”. Tenía 15 años apenas nuestro ilustre Mariscal. Fue condenado por haber incurrido en su carácter de Coronel de Milicias, en delito de esa Majestad, traicionando a su Rey, dueño y señor. Sus restos fueron llevados a la Catedral donde se hizo la exhibición de costumbre y de precepto. Fue sepultado en las bó­vedas de esa Catedral donde repo­san algunos de sus familiares por concesión especial y gracias a haber sido sus constructores.

Don Miguel Pascual de San Ro­mán, es en Puno un héroe anónimo, porque no hay sitio, ni monumento, ni placa que lo recuerde. La histo­ria oficial no sirve sino para encum­brar a sus arlequines; y cuando se trata de recordar a sus verdaderos prohombres, calla, porque no pue­de vituperarlos. Y, sin embargo, su gloriosa carrera de militar, siguien­do los pasos de Pumakawa, compa­ñero de Melgar, en épocas en que la liberación de la Patria era un sue­ño lejano, y por lo mismo más he­roica la conducta de sus mártires, hace necesario, urgente, que la Municipalidad de Puno, siquiera colo­que su retrato, o ponga su nombre a una calle o plazuela, para honrarlo y perpetuarlo en esta tierra puneña, donde abundan las mediocridades de avemarias y de puestos políticos.

Miguel Pascual, dejó un solo hi­jo: el Mariscal. Este a la muerte de su padre se incorporó en los ejér­citos patriotas. Fue todo un hom­bre y un ciudadano. Se casó con Doña Josefa Oviedo y murió de Pre­sidente de la República el 3 de abril de 1863. Tuvo muchos hijos, entre ellos a Miguel, Prefecto de Puno en varias oportunidades y a Manuel, Prefecto de Arequipa en 1885, uno de los fundadores del Club Arequi­pa en 1871. El Mariscal si hubiera vivido, al final de su Gobierno, po­día repetir a los peruanos las pala­bras del General La Puerta a Gamarra: “Mi conducta es decente y mis manos están puras de rapiña”.

El Mariscal de San Román, era así: ACRISOLADO.

___________________

·       J. ALBERTO CUENTAS ZA­VALA, a quien le place desnudar los ca­dáveres, quitar caretas, diciendo la ver­dad . Es un escritor, poeta y periodista de recia envergadura moral. Nos dice al acompañar éste escrito: “No está muerto quien pelea y muestra sus garras”.


[1] Descendientes de Agar, esclava de Abraham

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario