miércoles, 30 de septiembre de 2020

EN DEFENSA DEL PATRIMONIO CULTURAL PUNEÑO

NUESTRA BALSA DE TOTORA
Guillermo Vásquez Cuentas
Con mucha probabilidad, la balsa de totora en el Lago Titicaca la inventaron los primeros pobladores de la meseta del Collao, que conforme a la mayoría de las investigaciones históricas fueron los Uros, etnia que desde muy antiguo habitaba los totorales.
El cronista R.P. Murúa dice que “los uros eran los más primitivos, comían pescado crudo, fabricaban balsas de junco...”. El Licenciado Matienzo anota: “Los uros son pescadores que están poblados alrededor de la laguna y éstos son maestros en hacer ropa de la tierra, petacas, esteras, balsasy chucos que son sus bonetes...”. En la Relación de los Pacajes al tratarse de los uros, se lee “...El modo de pescar de estos urus es una balsa de enea, que es el junco, con redes de paja, a manera de esparto de Castilla...”. En la Relación de Repartimiento de Los Lipes, se describe a los uros como “gente pobre que no siembran ni cogen y se sustentan...de pescados y de raíces que hay en ciénagas, que llaman Coroma” (totora). El Padre Calancha, citando a Ramos Gavilán autor de su Historia de la Virgen de Copacabana, dice refiriéndose a los uros u Ochozomas: “...los cuales señores desde totoral...juncia y junco que cría el agua...le tienen todo contaminado y hechas calles y ocultas sendas por él, por donde con sus balsas le navegan, con grandísima destreza sin ser vistos y arman peligrosísimas celadas al que ignorando el puesto se atreve a entrar en el totoral”. Cieza de León refiere en su Señorío de los Incas, que el Lupacca chucuiteño Cari, para eliminar a sus enemigos refugiados en las islas del Titicaca “entró a ellas en balsas de enea”. Gracilazo, al relatar el viaje de Mayta Capac al Collao dice que este “llegando al desaguadero mandó a hacer muchas balsasen que pasó su exército...”. La totora de las que se hacían y hacen las balsas del Titicaca, recibió diversos nombres de los cronistas: Juncia, junco, enea, espadaña, matara.
No hay testimonios gráficos de la forma de las antiguas balsas lacustres, pero suponemos que no fueron muy distintas a aquellas cuya figura o apariencia habíamos fijado los puneños en la retina desde niños. Estábamos acostumbrados a contemplar su característica silueta tantísimas veces, en directo y a través de su representación en los óleos, acuarelas y dibujos de muchos artistas plásticos: Desde Vinatea Reynoso hasta Pinazo, pasando por Rubina, Montoya, Talavera, Landaeta, Valencia, De la Riva, Morales, Castillo, Turpo y tantos otros. Era común identificar su forma familiar a la vista, a través de miles de fotografías e ilustraciones aparecidas en cientos de publicaciones de diverso tipo, nacionales y extranjeras. A ese reconocimiento concurrió también variadísima artesanía que reprodujo sus líneas y su aspecto en muchos objetos.
La balsa típicamente puneña resulta de la conjunción de cuatro manojos, haces o atados de totora. Dos de ellos son bastante gruesos respecto a los otros y forman el cuerpo principal de la balsa, apto para la flotación en contacto con el agua. Los otros dos son mucho más delgados y hacen de baranda o guardalado. Los cuatro atados son abultados en la parte central de su longitud y van adelgazando progresivamente hasta llegar a sus extremos, en donde terminan juntos, abruptamente cortados y doblados en orientación casi contraria (fig. 1). Ese remate en las balsas de totora del lado de Bolivia no tiene la terminación descrita, sino que todos los haces se prolongan elevándose de su trayectoria horizontal hasta terminar casi en punta (fig. 2).
Ocurre que, en el caso de la balsa de totora peruana, concretamente puneña, la forma, figura o apariencia tradicional que ella mostraba, corre peligro de ser totalmente desvirtuada por los atentados que vienen perpetrando propios y/o extraños que tienen influencia en los actuales pobladores de las llamadas “islas de los uros”, en la Bahía de Puno. Si no, véase en la ilustración 3 la huachafería misma navegando por nuestro lago, tal vez a gusto de intonsos turistas.
¿Qué tiene que ver con la cultura andina, altiplánica, puneña o lacustre, esa esperpéntica cabeza de monstruo de evidente corte occidental, europeo?. ¿Quiénes y con qué fines están buscando desnaturalizar nuestra balsa de totora, emblemático producto cultural altiplánico?. ¿Son tal vez nuestros mismos paisanos vinculados a la actividad turística o son extranjeros que han querido plasmar sus reminiscencias vikingas en nuestro suelo?.
De lo que sí estamos seguros, es de se trata sin duda, bien de una típica “gringada” o bien de una inocentada alentada por el coloniaje cultural. En ambos casos las autoridades en cultura y en turismo tienen que hacer frente cuanto antes, si es que desean cumplir aunque sea mínimamente sus obligaciones.

Figura 1
















Figura 2

Figura 3


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