A PROPOSITO DE ESTA DANZA EN BRISAS
Por: Alfredo Fuster R.

En esta agradable experiencia se decidió apostar por mostrar en escena una danza que no es muy conocida en esta Lima de tráfico y cielo gris, y a diferencia de años anteriores, donde siempre preponderaban las danzas de luces, esta vez se decidió por la danza de los Luriguayos, una expresión ya amestizada pero de profundo contenido ritual y simbólico; no es casualidad que ya anteriormente en una visita que le hice al arqueólogo Julio Torres Chuchullo en su querido Yunguyo me haya compartido sobre iconografías que curiosamente los aymaras aún representan en sus tejidos, visualizados en esta danza en sus aguayos, y desde luego en conversaciones con mi gran amigo y maestro Oscar Bueno Ramírez. Me haya compartido mucho sobre el significado del imaginario de los pobladores originarios y el cómo van representando estos contenidos como un código que se puede descifrar y hasta leer como si fuera un libro.
Pues bien en esta bonita experiencia y trabajo próximo a presentarse representaremos no solo las formas de la celebración pintoresca, propia de esta danza, también representaremos el proceso de cambio de autoridad tradicional en los primeros días de enero y posterior festejo propios de la llegada del anata y desde luego lo importante de estas fechas donde las lluvias son celebradas por los pobladores. Los objetos empleados juegan un papel importante por su significado simbólico interpretados desde el concepto de reciprocidad, ritualidad, poder y género. Sin duda la danza de los Luriguayos es parte de un contexto colectivo importante en el pueblo del que no se puede desligar y es menester nuestro darle el contexto adecuado muy característico de la zona de Tinicachi, desde luego de forma distinta a los Luriguayos que se danzan en Bolivia.
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