jueves, 1 de agosto de 2024

PARA UN DEBATE SOBRE LOS "LIBERTADORES" QUE DEBE INTENSIFICARSE

¿QUÉ INDEPENDENCIA PROCLAMÓ 

SAN MARTÍN?

Escribe: José Luis Vargas Sifuentes

Tomado de JULI ETERNO Nº 66

L

a famosa proclama del general José de San Martín la mañana del sábado 28 de julio de 1821, la hemos escuchado tantas veces que la tenemos aprendida como el Padre Nuestro. Pero pocos nos hemos preguntado si lo que en ella se dice corresponde a la realidad histórica.

Valga la oportunidad para tomar breve nota de algunas referencias históricas descritas en el libro ‘VERDADES OCULTAS. Mitos y hechos tergiversados durante el proceso de la independencia del Perú’, de mi autoría y de próxima publicación, y darnos cuenta de las incongruencias e inexactitudes contenidas en esas 26 palabras de la proclama.

Lo primero que nos preguntamos es si era cierto que desde ese momento (todo) el Perú era libre e independiente.

La historia no fue así: el nuestro era un país dividido en dos: un virreinato que se mantenía vivito y coleando, con el virrey José de la Serna a la cabeza, ocupando más de un tercio del actual territorio peruano (Huancayo, Huamanga -hoy Ayacucho-, Arequipa, Cusco y Puno), pero llegaba a los dos tercios si incluimos al Alto Perú -actual Bolivia-, que formaba parte del Virreinato del Perú, y por ende, de nuestro territorio. ¿De qué Perú libre e independiente hablaba entonces el Libertador?

El otro tercio era territorio libre del yugo español que, desde el 12 de febrero de 1821, por orden de San Martín, estaba dividido en cuatro departamentos: Trujillo, Tarma, Huaylas -hoy Áncash- y Costa (actual departamento de Lima). Es decir, la pomposa proclamación de la ‘independencia’ se limitó a la Costa, o sea, Lima, excepto las provincias de Huaura y Yauyos, que ya estaban independizadas.

La proclamación no incluía a la zona nororiental (Loreto, Amazonas, Pucallpa) ni a Madre de Dios, que no eran considerados parte del Virreinato, ni son tomadas en cuenta por casi todos nuestros historiadores.

Cuando San Martín se refiere a la voluntad general de los pueblos debemos descartar a la nobleza limeña que gozaba de un estatus que alguna vez el historiador Jorge Basadre definió como un ‘cogobierno’ entre ella y los gobernantes españoles.

Basadre, Vargas Ugarte y otros historiadores citan documentos publicados en la ‘Correspondencia del General San Martín’, uno de los cuales dice textualmente: "No pondero: si nuestro ejército estuviera a seis leguas de distancia de esta capital y el visir hiciera una corrida de toros, los limeños fueran a ella contentos sin pensar en el riesgo que les amenazaba. Ocuparíamos la ciudad y los limeños no interrumpirían el curso de sus placeres."

San Martín y Bolívar. ¿A qué vinieron realmente?
Otro documento, refiere: "Los de la clase alta, aunque deseen la Independencia, no darán sin embargo ni un peso para lograrla o secundarla; pues como tienen a sus padres empleados o son mayorazgos o hacendados, etc., no se afanan mucho por mudar de existencia política, respecto a que viven con desahogo bajo el actual gobierno. Los de la clase media, que son muchos, no harán tampoco nada activamente hasta que no vengan los libertadores y les pongan las armas en la mano. (…) Los de la clase baja que comprende este pueblo, para nada sirven ni son capaces de ninguna revolución. En una palabra: no hay que esperar ningún movimiento que favorezca los del ejército protector de esta capital pues en ella reina una indolencia, una miseria, una flojedad, una insustancialidad, una falta absoluta de heroísmo, de virtudes republicanas tan general, que nadie resollará aunque vean subir al cadalso un centenar o dos de patriotas".

En síntesis, a la mayoría de limeños más les interesaba una corrida de toros que la libertad de su patria.

Inercia bélica.- Otra pregunta que nos viene a la mente es: ¿A qué vino el general San Martín al Perú?

La pregunta puede ser atrevida o irreverente para quien vino de tan lejos para ayudar a desligarnos del yugo español. Pero se justifica al informarnos de algunas de sus inexplicables decisiones y de algunos hechos que desconocíamos, porque nunca nos fueron dados a conocer ni se nos enseñó en la escuela ni en la universidad. Y no entendemos por qué razones se mantienen hasta ahora bajo la alfombra.

Una de las primeras interrogantes es por qué el Libertador tardó diez meses, desde que pisó suelo peruano, para apoderarse de la capital, y prefirió emprender lo que Basadre llamó batalla ‘blanca’, o sea sin sangre a las puertas de Lima, entonces de fácil ocupación.


Peor aún: en sus ‘Memorias’, lord Thomas Cochrane revela que San Martín le hizo conocer su intención de trasladarse con su ejército a Trujillo, donde nada tenía que hacer, … “excepto el permanecer allí a cubierto de todo ataque por parte de los españoles, quienes no podían penetrar por tierra, en tanto que la escuadra podía protegerlo por mar.”

Cochrane lo hizo desistir de esa idea para no crear descontento entre la tropa, y le propuso dirigirse a Lima, y ocuparla sin tardanza, pero San Martín se opuso nuevamente. Lo único cierto parece ser que San Martín no vino a hacer ninguna guerra y pensó en apoderarse de la capital sin trabar combate con el enemigo, o contra su amigo De la Serna, con quien había combatido años atrás en el ejército español contra la invasión napoleónica.

Si bien logro sus fines, a muchos, por no decir a todos, pareció un tiempo demasiado largo, pese a la cooperación de gran parte de los peruanos, aunque la mayoría de historiadores habla con desdén de esa ayuda patriota, lo que es innegable.

Para terminar, en sus memorias, el siempre perceptivo Basilio Hall -que acompañó a San Martín cuando ingresó a Lima por primera vez, lo seguía por todas partes y estuvo de pie a su lado antes, durante y después de la proclamación de la independencia-, detalla la recepción que ofreció San Martín la noche del 28 de julio de 1821, y dice: “La ceremonia fue imponente. El modo de San Martín era completamente fácil y gracioso, (…) pero era asunto de exhibición y afecto, y completamente repugnante a sus gustos (…) Algunas veces creí haber percibido en su rostro una expresión fugitiva de impaciencia o desprecio de sí mismo, por prestarse a tal mojiganga.”

Por esas observaciones de testigos presenciales, muchos historiadores opinan que la firma del acta y la proclamación de la independencia fue una farsa, sinónimo de mojiganga. Otros consideran que fueron meras formalidades, y hasta casi simbólicas.

Pese a todo ello, sin participar en ninguna batalla ni disparar una sola bala, San Martín se llevó las palmas y los lauros. <>

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Fragmento de un libro en preparación




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