MADURO Y BOLUARTE
César Hildebrandt
En
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 697 2AGO24
C |
inco horas de música: Bach en la interpretación
auténtica de Yo-Yo Ma, o en la personal de du Pré, o en la personalísima de
Casals, qué importa. Bach y sus mil significados, sus demonios repetidos, sus
sombras manifiestas, las brasas en que ardía, la victoria de sus letanías.
Cinco horas de viaje, cinco horas de novelas negras,
cinco horas de buen fútbol, cinco horas de gran cine (no el de Netflix), cinco
horas de periódicos de todas partes (aunque anuncien lo mismo de siempre y
callen lo que se acostumbraron a tragar).
Cinco horas de paseo, de holganza, de amor, de mirar
mariposas, de sueño, de soledad, de locura, de repasar revistas viejas.
¡Cinco horas de lo que sea, pero no cinco horas de
Dina Boluarte!
El saurio Ernesto Blume dice que la señora encarna
a la nación. ¡Asu mare! Si eso fuera cierto, tendríamos que aceptar que somos
idiotas, oportunistas y cínicos. Lo cierto es que la señora representa a Pepe
Luna, a Waldemar Cerrón, a Jorge Montoya y a la banda del Choclito vallejiano.
Boluarte se propuso leer el discurso de la década y
lo que salió fueron las actas sectoriales de los consejos de ministros: el
aburrimiento documentado, el suicidio de la empatía, las cifras con arcadas.
La señora es lo peor que le ha podido suceder a las
mujeres del Perú.
Y es lo peor que le ha podido pasar al país después
de la farsa de Pedro Castillo.
Porque hemos pasado del simulacro criminal de un
gobierno de izquierda a la patraña de un régimen que se sostiene gracias a las
bandas delictivas que se han apoderado del Congreso.
Castillo fue un asco.
Boluarte es lo que sigue al asco. Y ese es el vómito que la gran prensa no quiere reconocer, que la CONFIEP aplaude, que la derecha trata como inevitable. El Perú nada en ese vómito color neón.
Acusamos a Maduro de tramposo -y claro que lo es-,
pero aceptamos que nos gobierne una señora que autorizó tratar a manifestantes
contrarios como si fueran terroristas y mató -sí, mandó matar- a 49 de ellos. Y
salen sus abogados a decir que la construcción jurídica de la acusación fiscal
es imperfecta, demostrando una vez más que la abogacía es la pata de cabra
del arte argumentativo.
Maduro ha adulterado los resultados y los
venezolanos pagarán las consecuencias.
Pero en el Perú la derecha, con los canales 4 y N y
“El Comercio” al frente, sostuvo lo mismo de una elección impecable que había
perdido, por tercera vez, la señora Fujimori. La derecha nostálgica adoró la
idea de que esos comicios se anularan y empleó todos los recursos a su alcance
para lograrlo. La democracia es una máscara para quienes se sometieron a un
japonés que los despreciaba.
Maduro es un tirano, pero el Congreso del Perú es
una federación del hampa y la señora que va a Palacio es el títere de ese congreso.
Pero resulta que los venezolanos tienen el derecho a
la insurgencia -cómo no- y los peruanos, no.
Maduro es un calco del modelo cubano con el añadido
temerario de las elecciones. El problema es que Maduro convoca a la contienda
sabiendo que no la puede perder, del mismo modo que en el Perú la derecha se
organiza para que el 2026 sea el año del triunfo (con cualquiera de los
Fujimori a la cabeza y con un JNE que se parezca al Consejo Nacional Electoral
del chavismo hereditario).
Venezuela padece el chavismo hace 25 años. El Perú
arrastra el fujimorismo hace 34 años y la agenda de la próxima elección y del
futuro se está haciendo a su modo y con sus métodos.
El gobierno de Maduro es despreciable.
El régimen del Congreso del hampa y la fantoche que
intoxica el aire durante cinco horas, también. <>
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