LECTURAS INTERESANTES N° 879
LIMA
PERU 12MAR19
LOS TUPAC AMARU (1572-1825) DE OMAR ARAMAYO
ASEDIOS A UN GÉNERO BASTARDO
ASEDIOS A UN GÉNERO BASTARDO
Por: José Luis Velásquez en CORREO 10MAR19
“No es tarea propia del poeta decir lo que ha
sucedido, sino qué cosas podrían suceder y son posibles según lo verosimil o lo
necesario […]. En eso se diferencia del historiador, en que éste relata lo sucedido,
y él, lo que podría suceder”.
(ARISTÓTELES, Poética 1451b 36 y ss)
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transitado durante los últimos 20 años entre la literatura y la historia, y con
cierta vehemencia, dada mi condición de profesor de literatura e historiador
“no oficioso”, puedo con cierto conocimiento de causa manifestar, que la novela
histórica tiene un descrédito doble, ya que de ambos lados le reprochan su
bastardía y ambigüedad, dado que ha nacido de la mezcla de la crónica histórica
y la ficción novelesca. Los historiadores le reprochan que no posee
verosimilitud, debido a que su relación con la verdad no constituye un
andamiaje serio en la construcción histórica, mientras que por el otro lado, el
de la literatura, que como toda crónica histórica “resulta fría” dada su permanente
preocupación por “lo objetivo”.
En el
caso de los grandes clásicos, y en particular al leerse “Los Túpac Amaru” de
Omar Aramayo, este reproche se minimiza. Ya que, en efecto, satisface el anhelo
de muchos teóricos híbridos, porque proporciona una visión propia, más
fantástica, fresca, dramática y vivaz de ese pasado, que los diversos
historiadores han visto siempre de forma bastante lineal y esquemática.
El gran
universo de Aramayo, cuya obra íntegra es una verdadera cartografía por la
conquista del lenguaje, hace que su compleja ficción (como novelista) esté al
servicio de la veracidad poética, que es distinta a la verdad rigurosa del
cronista histórico. “Los Tupac Amaru” es una novela histórica, y toda novela es
ficción, lo cual debe ser considerada con nitidez indiscutible, una inmensa e
invaluable ficción enmarcada en la historia.
Una
ficción verosímil que nos ofrece una interpretación más real y más viva de los
sucesos reales sobre la gran gesta tupacamarista debido a la libertad del
narrador y de su lenguaje para enfocar, analizar y colorear los sucesos, y en
suma para inventar y reinterpretar “personajes reales” [aspecto dicotómico y
complejo, ya que un personaje es siempre ficticio, jamás es real, pero cuando
su carga es biográfica, cronística e histórica no es personaje sino actante
real].
Esta obra
de Aramayo, está íntimamente vinculada con los viejos cantares de gesta, por la
inmensa poesía que sirve como osamenta a su prosa, poesía que nos conduce a
constantes e interminables reflexiones sobre la condición histórica de los
pueblos originarios sometidos al yugo español. Esta gran gesta libertaria ha
encontrado en Aramayo a su trovador libre y dotado con un rico equipaje y con
todas las prerrogativas que las artes puedan conferir, es decir, que posee la
libertad para crear, sin desvío ni distorsión, respecto a la representación
fáctica del pasado.
EL
SILENCIO COMO CARACTERÍSTICA DE HISTORIA
PANORAMA.- La novela histórica, subgénero narrativo que se configura en el romanticismo del siglo XIX, que ha continuado desarrollándose con éxito en el Perú no posee tradición, hecho que no exceptúa la notoriedad de muestras como: “Gonzalo Pizarro” – Manuel Ascencio Segura, “Jorge, el hijo del pueblo” – María Nieves y Bustamante, “Matalaché” – Enrique López Albújar, “Wirusaksa en el valle sagrado” – Urbano Muñoz, “Cuando la gloria agoniza”, “Machiparo”, “La quimera y el éxtasis”– José Antonio Bravo, “Amarilis amante de dos sueños” – Augusto Tamayo Vargas, “El pueblo del sol” – Augusto Aguirre Morales, “Muchas lunas en Machu Picchu” – Enrique Rosas Paravicino; “Dioses, hombres y demonios del Cuzco” – Luis Enrique Tord, “El encomendero de la adarga de plata” – Carlos Thorne, “La piedra”, “Un instante en el ombligo del mundo” o “El ultimo día de Pizarro” – Alberto Massa, “El paraíso del arcángel San Miguel” – Mario Suárez Simich, “Tahuantinsuyo. Historia de un Inca desconocido”. – Juan Francisco Ballón, “Malambo” – Lucía Charún-Illescas, “Yo me perdono” – Fietta Jarque, “Asesinato en la gran ciudad del Cusco” – Luis Nieto Degregori, “El llanto en las tinieblas” – Sandro Bossio Suárez, “El enigma del convento” – Jorge Eduardo Benavides. “La cruz de Santiago” – Carlos Camino Calderón, “1814, año de la independencia” – Claudia Salazar Jiménez, “No preguntes quién ha muerto” – Marcos Yauri Montero, “Crónica de músicos y diablos” – Gregorio Martínez, “Neguijón” – Fernando Iwasaki, “El espía del Inca” – Rafael Dummett, pese a esta larga lista, el canon es muy exigente y que muy pocas, y rarísimas excepciones, poseen la magia del lenguaje que nos presenta los “Tupamarus” de Aramayo, pese a la existencia de “Memorias apócrifas del general Goyeneche” de nuestro siempre aclamado Emilio Romero, afirmación que puede resultar demasiado pretenciosa para un profesor de literatura, y que lo único que sabe es precisamente de literatura.
PANORAMA.- La novela histórica, subgénero narrativo que se configura en el romanticismo del siglo XIX, que ha continuado desarrollándose con éxito en el Perú no posee tradición, hecho que no exceptúa la notoriedad de muestras como: “Gonzalo Pizarro” – Manuel Ascencio Segura, “Jorge, el hijo del pueblo” – María Nieves y Bustamante, “Matalaché” – Enrique López Albújar, “Wirusaksa en el valle sagrado” – Urbano Muñoz, “Cuando la gloria agoniza”, “Machiparo”, “La quimera y el éxtasis”– José Antonio Bravo, “Amarilis amante de dos sueños” – Augusto Tamayo Vargas, “El pueblo del sol” – Augusto Aguirre Morales, “Muchas lunas en Machu Picchu” – Enrique Rosas Paravicino; “Dioses, hombres y demonios del Cuzco” – Luis Enrique Tord, “El encomendero de la adarga de plata” – Carlos Thorne, “La piedra”, “Un instante en el ombligo del mundo” o “El ultimo día de Pizarro” – Alberto Massa, “El paraíso del arcángel San Miguel” – Mario Suárez Simich, “Tahuantinsuyo. Historia de un Inca desconocido”. – Juan Francisco Ballón, “Malambo” – Lucía Charún-Illescas, “Yo me perdono” – Fietta Jarque, “Asesinato en la gran ciudad del Cusco” – Luis Nieto Degregori, “El llanto en las tinieblas” – Sandro Bossio Suárez, “El enigma del convento” – Jorge Eduardo Benavides. “La cruz de Santiago” – Carlos Camino Calderón, “1814, año de la independencia” – Claudia Salazar Jiménez, “No preguntes quién ha muerto” – Marcos Yauri Montero, “Crónica de músicos y diablos” – Gregorio Martínez, “Neguijón” – Fernando Iwasaki, “El espía del Inca” – Rafael Dummett, pese a esta larga lista, el canon es muy exigente y que muy pocas, y rarísimas excepciones, poseen la magia del lenguaje que nos presenta los “Tupamarus” de Aramayo, pese a la existencia de “Memorias apócrifas del general Goyeneche” de nuestro siempre aclamado Emilio Romero, afirmación que puede resultar demasiado pretenciosa para un profesor de literatura, y que lo único que sabe es precisamente de literatura.
Y es que,
sin recurrir a hipocresías, en nuestro medio se ha dejado de hablar de
literatura y en su lugar se da un impulso al marketing sobre la industria de
las publicaciones, originando el crecimiento desmesurado de “supuesta
producción literaria” y también “producción académica”, productos que
finalmente recaen en las currículas de educación básica, dañando
irreparablemente el imaginario del escolar y futuro ciudadano, condenándolo a
renunciar a la imaginación, a los sueños, a los proyectos de vida (en forma
individual) y a una cultura de la democracia y la libertad con el pleno
disfrute de una sociedad mejor (en referencia a la generalidad). Y en
consecuencia final a la muerte del humanismo y de todos sus valores,
promoviendo el totalitarismo y los vicios de la sociedad cerrada, típica forma
hipócrita de avalar y enmascarar lo que debe ser censurado.
FUNDAMENTOS
TEÓRICOS.- György Lukács, iniciador de la teorización de la novela histórica,
manifiesta que esta “toma por propósito principal ofrecer una visión verosímil
de una época histórica, de forma que aparezca una cosmovisión que intensifique
y reviva su sistema de valores y creencias”, lo que encierra muchas
complejidades de orden técnico, además de la exigencia que pesa sobre el autor,
una verdadera “gran preparación documental y erudita” y una notable habilidad
narrativa, ya que de darse un desequilibrio se haría historia novelada o, por
el otro una novela de aventuras históricas.
Si se
trata de una novela de aventuras los hechos ficticios predominan sobre la
historia, pretexto para la acción, como sucede, en las novelas de Alexandre
Dumas (padre). Por otro extremo se llega a desnaturalizar el género con lo que
se llama historia novelada, en ella los hechos históricos predominan sobre los
ficticios, que dan pábulo a disquisiciones por parte de los autores, donde la
historia se convierte en un pretexto para exponer teorías o documentos,
allegándose a los géneros de la biografía o el ensayo.
En el caso de “Los Túpac Amaru” el novelista otorga voz y palabra a los vencidos y marginados, para que estos suministren otra versión de los hechos históricos, algo que los historiadores, condicionados en sus versiones por los documentos, olvidan a los ya olvidados o marginados por los documentos y monumentos, quedando cientos y miles de incontables hombres y mujeres “oscuros”, sufridores de esta gran rebelión, y que simplemente se quedan en el anonimato de los discursos históricos.
En el caso de “Los Túpac Amaru” el novelista otorga voz y palabra a los vencidos y marginados, para que estos suministren otra versión de los hechos históricos, algo que los historiadores, condicionados en sus versiones por los documentos, olvidan a los ya olvidados o marginados por los documentos y monumentos, quedando cientos y miles de incontables hombres y mujeres “oscuros”, sufridores de esta gran rebelión, y que simplemente se quedan en el anonimato de los discursos históricos.
Esta
novela, “Los Tupac Amaru”, es un fresco enciclopédico de nuestro proceso independentista,
muy cercano a Joyce (por la subversión del lenguaje creador que emplea), a
Cortazar (por el constante espíritu lúdico que permite intercalar capítulos al
antojo e ir construyendo diversas novelas, debido a su perfecta independencia
estructural) y a Balzac (en la monumental “Comedia Humana”, por la
multiplicidad de voces que el novelista otorga a cada una de las decenas de
personajes que van apareciendo, y recreando su propio cosmos histórico
ficticio), se trata de una novela que abarca cientos de vidas para cada relato
y correspondientes correlatos, su totalidad nos conduce al nacimiento de un
clásico.
Aramayo ha utilizado, en su novela, hechos de la realidad ficticia y objetiva que no dejan de manifestarse en el lector. Cuyos rasgos esenciales podríamos identificarlos en su:
Aramayo ha utilizado, en su novela, hechos de la realidad ficticia y objetiva que no dejan de manifestarse en el lector. Cuyos rasgos esenciales podríamos identificarlos en su:
• Sentido
histórico de sus elementos cronotópicos (en la novela existen múltiples relatos
que coexisten en distintos cronotopos que se articulan y relacionan en la trama
textual creando una(s) atmósfera(s) totalitaria especial, además de muchos
efectos de acuerdo a las conciencias del lector, Asus cambios
espacio-temporales y a las coordenadas de su conciencia histórica),
•
Revitalización del pasado con una proyección realista (el espacio y el tiempo
son una construcción del lenguaje poético que se extrapola y unifica entre lo
objetivo y ficcional),
•
Carácter popular, entendido como el reflejo de la realidad social y popular que
se enlazan con los imaginarios de la época y que se evocan por la multiplicidad
de voces que el narrador que crea el autor,
•
Creación de personajes cuya individualidad refleja carácter tipológico, que se
halla enmarcada en las formas del tiempo y del cronotopo en la novela, en sus
conexiones y relaciones temporales y espaciales asimiladas a través del
lenguaje y la prosa poética que se emplea.
• Verosimilitud en el manejo de los tiempos a través del lenguaje, en su construcción de “hablas con metáforas vivas” a lo largo de toda la novela.
• Verosimilitud en el manejo de los tiempos a través del lenguaje, en su construcción de “hablas con metáforas vivas” a lo largo de toda la novela.
Las
mismas que son condición crítica constitutiva del género, toda vez que encierra
un conflicto entre historia y ficción, que conduce a una nueva forma de novela,
“la novela del lenguaje”, que se halla a la otra orilla de la novela realista,
encarnada según Lukács en Honoré Balzac, Tolstoi, Gorki y un largo etcétera.
Utilizando
múltiples argumentos históricos y de ficción, tiene la característica que la
sitúa en un momento histórico concreto y los acontecimientos históricos reales
muestran relevancia en el desarrollo de los argumentos. La presencia de
información histórica objetiva en la narración tiene un alto grado de
profundidad. Es habitual en ella que tengan como protagonista a decenas
personaje histórico reales a través de los cuales se desarrolla la ficción.
Sin embargo, aparece, ese modelo que García Gual ha venido en llamar la “novedad radical” de estos relatos y correlatos, que hicieron posible en el mundo griego la aparición de los clásicos, cuyos rasgos esenciales son los pilares totalizadores de valores, modelos prototípicos y lenguaje, algo que no se consigue al reflejar el “individualismo”" y el "olvido de la política y del mundo mítico y rigor histórico", a la que personalmente, en relación a “Los Tupac Amaru”, denomino “novela radical” ya que eso forma el imaginario y la “mentalidad de un público no interesado en los fantasmas del pasado”, que es el fundamento de la novela histórica de Aramayo, cuya esencia es formar conciencia crítica a través de la ficción.
Sin embargo, aparece, ese modelo que García Gual ha venido en llamar la “novedad radical” de estos relatos y correlatos, que hicieron posible en el mundo griego la aparición de los clásicos, cuyos rasgos esenciales son los pilares totalizadores de valores, modelos prototípicos y lenguaje, algo que no se consigue al reflejar el “individualismo”" y el "olvido de la política y del mundo mítico y rigor histórico", a la que personalmente, en relación a “Los Tupac Amaru”, denomino “novela radical” ya que eso forma el imaginario y la “mentalidad de un público no interesado en los fantasmas del pasado”, que es el fundamento de la novela histórica de Aramayo, cuya esencia es formar conciencia crítica a través de la ficción.
En
nuestra cartografía literaria, luego de los hitos que constituyen Alejandro
Peralta, Carlos Oquendo de Amat, Gamaliel Churata, se suma uno, cuya obra es
insoslayable, es un nuevo hito, Omar Aramayo, trascender a estos hitos será el
nuevo reto de los cultores literarios en ejercicio.
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