CUESTIONES DE GEOPOLÍTICA Y LA GUERRA EN UCRANIA.
LO DE HOY VIENE DE AYER
Por Jorge Rendón
Vásquez
S |
e debe suponer que todos conocen la vieja
expresión española: nadie da puntada sin hilo o puntada sin nudo, la que, en
buen romance, quiere decir que los actos de los otros pueden tener por causa un
interés que se debe descubrir para prevenirse.
En la vida de los Estados esta expresión es
una verdad de perogrullo, salvo que sus gobernantes sean unos palurdos y no la
conozcan. Es lo primero que les enseñan a los aprendices de diplomáticos para
que expresen con palabras delicadas y circunloquios, extraídos de un código de
protocolos, que algo no muy bueno podría sucederle al Estado del diplomático
con el que hablan si no hace algo o no se comporta como se le indica.
En el siglo XIX, Carl von Clausewits, que era un militar prusiano, dijo en su Tratado
que la guerra es la continuación de la política por otros medios; y Ludwig Gumplowics sostuvo muy
claramente, en sus libros de Sociología, que las relaciones entre Estados se rigen
también por la ley de Darwin de la supervivencia del más fuerte. Los dirigentes
económicos y políticos, informados y atentos, lo saben. Los demás, que lo ignoran,
siguen a aquellos embobados, como si las cosas ocurriesen porque sí, incluidas las
multitudes que votan sin que les importen por qué y por quiénes y para qué. Y esto
sucede no solo en los países subdesarrollados económica y culturalmente, sino
también en los países desarrollados o que se supone lo son. Si quieren curiosear
algo de esto tómense el trabajo de fijarse en las últimas elecciones de Francia
y Alemania y pregúntense por quiénes votaron sus trabajadores que hace rato han
dejado de ser fuerzas políticas determinantes.
Lo que ahora sucede entre Estados Unidos y
Europa, a propósito de Ucrania, comenzó, en realidad, con la Segunda Guerra
Mundial del siglo XX.
Ocupada Europa del Norte por el ejército de
Alemania, gobernaba por el partido Nazi, y derrotado muy fácilmente el ejército
francés, en 1939 y 1940, fue necesaria la alianza de Gran Bretaña, Estados
Unidos y la Unión Soviética para enfrentarse a tan poderoso agresor. Desde los
primeros años de la guerra, Estados Unidos suministró a Gran Bretaña y a la
Unión Soviética alimentos, combustibles y material bélico por la Ley de
Préstamos y Arriendos y, en junio de 1944, desembarcó a sus soldados en las
playas de Normandía y avanzó hacia Alemania. El mayor peso de la guerra lo
soportó, no obstante, la Unión Soviética la que, entre soldados y población
asesinada por el ejército y las SS alemanes, perdió cerca de 30 millones de
personas. Terminada la guerra, con la derrota de Alemania, las áreas de
dominación e influencia de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, por una
parte, y de la Unión Soviética, por otra, fueron las establecidas por los
acuerdos de Yalta y Postdam.
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Segunda Guerra Mundial |
Pero, esta historia no se detuvo allí. Los
gobiernos de Estados Unidos y de los países de Europa occidental entendieron
que el nuevo enemigo para ellos era la Unión Soviética a la que vieron o
fingieron ver como una fuente de instigación y apoyo a los movimientos
revolucionarios destinados a intentar la instauración de regímenes socialistas.
Ello condujo a Estados Unidos a promover la suscripción del Tratado de la Organización del Atlántico
Norte (OTAN), el 4 de abril de 1949, por el cual los gobiernos de Estados
Unidos y de varios países de Europa occidental crearon una alianza militar para
defenderse en conjunto si alguno de ellos era atacado. Estaba claro, sin
embargo, que la intención de los animadores de este tratado no era defenderse,
sino atacar, derrotar y ocupar la Unión Soviética y los países aliados de esta,
quienes, ante la amenaza respondieron suscribiendo el Pacto de Varsovia de
1955.
Esa acusación a la Unión Soviética era
falsa, porque esta nunca tuvo en sus planes atacar a los países capitalistas, y,
en acuerdo con ella, los partidos comunistas renunciaron a la revolución y,
correlativamente, se insertaron en los regímenes democráticos de sus países, participando
en las elecciones como los otros partidos políticos.
¿Por qué Estados Unidos y sus aliados de la
OTAN no atacaron a la Unión Soviética, como querían los halcones de su
política?
No lo hicieron porque la Unión Soviética tenía
ya armas nucleares y cohetes tan potentes como el que llevó a Yuri Gagarin, en
abril de 1961, a orbitar la Tierra y por la evidencia de la vulnerabilidad del
territorio de Estados Unidos, demostrada cuando se descubrió en Cuba, en 1962, bases
de lanzamiento de cohetes. Los gobernantes de Estados Unidos, que sabían bien
lo que una bomba nuclear puede hacer en una ciudad desde que las dejaron caer
en Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, abandonaron, por lo tanto, la
intención de envolverse en una guerra caliente y se dedicaron, antes bien, a
impulsar la guerra fría.
Pero, Rusia, debilitada y en
desorganización, no podía ser una amenaza contra los otros países de Europa ni
contra los de otro continente. Su recuperación económica comenzó recién en la
primera década del presente siglo.
Mientras tanto, la burocracia muy bien pagada
de la OTAN se dedicó a administrar los gastos en bases militares, armamento y
pagos a los soldados que, en su mayor parte, iban a los países europeos y a las
empresas fabricantes de armas. Más del 70% de esos recursos salían del
presupuesto de Estados Unidos, en tanto que los presupuestos de los países
europeos destinaban la parte que hubiera debido tocarles en gastos militares a
pagar ayudas sociales y obras públicas.
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Union Europea |
Para los halcones de Estados Unidos y
Europa esta bonanza debía parar.
La guerra en Ucrania se inscribe en este
contexto. Sus antecedentes, necesarios como premisas y justificación, fueron: la
revuelta denominada Maidan que, en 2014, derrocó al gobierno de Ucrania amigo
de Rusia; la anexión de la península de Crimea por Rusia, como réplica, tras un referéndum en el cual más del 90% de
su población votó a favor de esa medida; los ataques y crueldades del gobierno
de Ucrania con los habitantes de las poblaciones fronterizas de Rusia, casi
totalmente rusoparlantes; y, como factor desencadenante, la intención del
gobierno de Ucrania de ingresar a la OTAN, lo que para Rusia constituía un
grave peligro, porque los soldados de esta alianza podrían ser concentrados cerca
de sus fronteras y colocar allí armas nucleares.
Siguieron: el ataque de las fuerzas
militares de Rusia a la región de Dombás, en febrero de 2022; las sanciones
económicas a Rusia por Estados Unidos y la Unión Europea; la destrucción de una
parte del oleoducto Nordstreem que abastecía de gas ruso a Europa por comandos
de Estados Unidos y Noruega; y una campaña bélica en la que, luego de más de
tres años, Rusia ha ocupado casi un cuarto del territorio de Ucrania.
Como el presidente de Estados Unidos Donald
Trump lo dijera, Ucrania, sin el dinero que el gobierno de Estados Unidos le ha
suministrado en armamento y otros bienes, no hubiera podido resistir a Rusia ni
una semana. Esa suma llega a unos 500,000 millones de dólares que Estados
Unidos está dispuesto a cobrar indefectiblemente. Business is business.
Para Trump y los magnates y asesores que lo aconsejan esta deuda debe pagarse
con la explotación de las tierras raras de Ucrania por empresas de Estados
Unidos.
Pero hay más. Trump y sus consejeros se han
preguntado por qué Estados Unidos tendría que seguir gastando tanto dinero en
la OTAN en beneficio de los países europeos que la integran contra un supuesto
enemigo, Rusia, que jamás ha tenido ni la menor intención de atacar a los
Estados de Europa socios de la OTAN.
Esa pregunta surge de algo más importante para Estados Unidos. Son los déficits de su presupuesto y la deuda pública contraída para cubrirlos, que llega ahora a unos 37 billones de dólares, un peligro inminente por las elevadas sumas que tiene que pagar como intereses y devolución del valor de los bonos con plazos vencidos, lo que podría llevar al fin de la supremacía del dólar como moneda de cambio internacional y precipitar a Estados Unidos a una crisis incontrolable. En consecuencia, la administración de Trump no tiene otro camino que recortar gastos en todos los items presupuestarios y, entre ellos, en servicios sociales, burocracia, ayudas al extranjero y gastos militares que no sean estrictamente indispensables para la defensa de Estados Unidos. La conclusión es que los gobiernos europeos socios de la OTAN tendrán que pagar para quitarse el miedo y dejar de estirar la mano hacia Estados Unidos, y eso les supondrá reducir las transferencias presupuestarias para el pago de derechos sociales. ¿Lo saben los trabajadores y pensionistas de estos países?
¿De qué otro modo explicar las pataletas de
Keir Starmer, primer ministro del
Reino Unido, Emmanuel Macrón,
presidente de Francia y los burócratas de la OTAN y la Unión Europea que han
amenazado con enviar tropas a Ucrania? Pareciera, antes bien, que sus coléricos
discursos están destinados a las galerías para reforzar su popularidad en
desvanecimiento.
Otros datos. Rusia tiene un PBI que, según
el Banco Mundial, llegó a 2’021,421 millones de dólares, en 2023. Ese mismo
año, el PBI del Reino Unido alcanzó 3’380,854 millones de dólares; el de
Francia 3’051,831 millones de dólares; el de Estados Unidos 27’720,709 millones
de dólares y el de China 17’794,783 millones de dólares.
Como se ve, el PBI de la Federación Rusa es
menor al de los países europeos que la acusan de querer agredirlos. La realidad
parece ser, al contrario, que son ellos los que quisieran despedazarla para
quedarse con sus fuentes de energía, que ellos no tienen, y someter a sus
trabajadores al trabajo obligatorio para ellos. Pero, pareciera ser también que
no se atreverán a intentarlo, porque Rusia tiene un enorme arsenal nuclear
disuasivo, cohetes de gran velocidad y poder y algunas otras armas nuevas. Además,
ya ha sucedido. En 2012, Francia, con Napoleón a la cabeza, invadió Rusia, y en
1941 lo hizo Alemania conducida por Hitler. Y les fue mal. Como en esos
momentos, si Rusia es atacada luchará para defenderse, cualquiera que sea la
cantidad de mujeres y hombres que deba perder y las que les haga perder a los
países que la ataquen.
Así las cosas, se podría decir que, en su
gran mayoría, la opinión pública estima que se debería hacer la paz en Ucrania,
y que, al dar ese paso, la Federación Rusa y Ucrania deberán atenerse a la
situación luego de más de tres años de guerra y negociar rebus sic stantibus
y con representantes válidamente designados por ambos Estados. De plano, Zelenski
no podría representar a Ucrania, porque su mandato caducó a mediados de 2024 y,
porque además es un personaje que no sabe guardar la compostura cuando se le
recibe en una casa ajena y cree, como un patán, que puede darle órdenes al
dueño de la casa.
(Comentos,
8/3/2025)