sábado, 8 de marzo de 2025

ANALIZAND

 CUESTIONES DE GEOPOLÍTICA Y LA GUERRA EN UCRANIA.

LO DE HOY VIENE DE AYER

Por Jorge Rendón Vásquez

S

e debe suponer que todos conocen la vieja expresión española: nadie da puntada sin hilo o puntada sin nudo, la que, en buen romance, quiere decir que los actos de los otros pueden tener por causa un interés que se debe descubrir para prevenirse.

En la vida de los Estados esta expresión es una verdad de perogrullo, salvo que sus gobernantes sean unos palurdos y no la conozcan. Es lo primero que les enseñan a los aprendices de diplomáticos para que expresen con palabras delicadas y circunloquios, extraídos de un código de protocolos, que algo no muy bueno podría sucederle al Estado del diplomático con el que hablan si no hace algo o no se comporta como se le indica.

Siempre ha sido así. La historia es una sucesión ininterrumpida de esa clase de actos determinados por los intereses de las clases sociales gobernantes de cada país. Vistas desde el plano de la Filosofía (Hegel, Marx), esos actos conforman los momentos de una permanente lucha de términos contrarios: luchas de clases al interior de cada país que se manifiestan también como luchas de intereses en los planos superestructurales político, jurídico e ideológico, y que trascienden hacia el exterior para hacerse de posiciones de dominio o defenderse frente a otros países en los cuales se dan procesos semejantes.

En el siglo XIX, Carl von Clausewits, que era un militar prusiano, dijo en su Tratado que la guerra es la continuación de la política por otros medios; y Ludwig Gumplowics sostuvo muy claramente, en sus libros de Sociología, que las relaciones entre Estados se rigen también por la ley de Darwin de la supervivencia del más fuerte. Los dirigentes económicos y políticos, informados y atentos, lo saben. Los demás, que lo ignoran, siguen a aquellos embobados, como si las cosas ocurriesen porque sí, incluidas las multitudes que votan sin que les importen por qué y por quiénes y para qué. Y esto sucede no solo en los países subdesarrollados económica y culturalmente, sino también en los países desarrollados o que se supone lo son. Si quieren curiosear algo de esto tómense el trabajo de fijarse en las últimas elecciones de Francia y Alemania y pregúntense por quiénes votaron sus trabajadores que hace rato han dejado de ser fuerzas políticas determinantes.

Lo que ahora sucede entre Estados Unidos y Europa, a propósito de Ucrania, comenzó, en realidad, con la Segunda Guerra Mundial del siglo XX.

Ocupada Europa del Norte por el ejército de Alemania, gobernaba por el partido Nazi, y derrotado muy fácilmente el ejército francés, en 1939 y 1940, fue necesaria la alianza de Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética para enfrentarse a tan poderoso agresor. Desde los primeros años de la guerra, Estados Unidos suministró a Gran Bretaña y a la Unión Soviética alimentos, combustibles y material bélico por la Ley de Préstamos y Arriendos y, en junio de 1944, desembarcó a sus soldados en las playas de Normandía y avanzó hacia Alemania. El mayor peso de la guerra lo soportó, no obstante, la Unión Soviética la que, entre soldados y población asesinada por el ejército y las SS alemanes, perdió cerca de 30 millones de personas. Terminada la guerra, con la derrota de Alemania, las áreas de dominación e influencia de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, por una parte, y de la Unión Soviética, por otra, fueron las establecidas por los acuerdos de Yalta y Postdam.

Segunda Guerra Mundial
La reconstrucción de los países de Europa occidental devastados por la guerra corrió, casi totalmente, por cuenta de Estados Unidos, lo que contribuyó a que este país se convirtiera en la primera potencia capitalista del mundo.

Pero, esta historia no se detuvo allí. Los gobiernos de Estados Unidos y de los países de Europa occidental entendieron que el nuevo enemigo para ellos era la Unión Soviética a la que vieron o fingieron ver como una fuente de instigación y apoyo a los movimientos revolucionarios destinados a intentar la instauración de regímenes socialistas. Ello condujo a Estados Unidos a promover la suscripción del Tratado de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), el 4 de abril de 1949, por el cual los gobiernos de Estados Unidos y de varios países de Europa occidental crearon una alianza militar para defenderse en conjunto si alguno de ellos era atacado. Estaba claro, sin embargo, que la intención de los animadores de este tratado no era defenderse, sino atacar, derrotar y ocupar la Unión Soviética y los países aliados de esta, quienes, ante la amenaza respondieron suscribiendo el Pacto de Varsovia de 1955.

Esa acusación a la Unión Soviética era falsa, porque esta nunca tuvo en sus planes atacar a los países capitalistas, y, en acuerdo con ella, los partidos comunistas renunciaron a la revolución y, correlativamente, se insertaron en los regímenes democráticos de sus países, participando en las elecciones como los otros partidos políticos.

¿Por qué Estados Unidos y sus aliados de la OTAN no atacaron a la Unión Soviética, como querían los halcones de su política?

No lo hicieron porque la Unión Soviética tenía ya armas nucleares y cohetes tan potentes como el que llevó a Yuri Gagarin, en abril de 1961, a orbitar la Tierra y por la evidencia de la vulnerabilidad del territorio de Estados Unidos, demostrada cuando se descubrió en Cuba, en 1962, bases de lanzamiento de cohetes. Los gobernantes de Estados Unidos, que sabían bien lo que una bomba nuclear puede hacer en una ciudad desde que las dejaron caer en Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, abandonaron, por lo tanto, la intención de envolverse en una guerra caliente y se dedicaron, antes bien, a impulsar la guerra fría.

Cuando a fines de 1991, la Unión Soviética se desintegró y el sistema socialista fue sustituido por el sistema capitalista en las naciones que la habían formado, la OTAN debería haber sido dejada sin efecto. Pero no fue así. Se le mantuvo y luego se adhirieron a él otros Estados europeos, evidentemente contra Rusia.

Pero, Rusia, debilitada y en desorganización, no podía ser una amenaza contra los otros países de Europa ni contra los de otro continente. Su recuperación económica comenzó recién en la primera década del presente siglo.

Mientras tanto, la burocracia muy bien pagada de la OTAN se dedicó a administrar los gastos en bases militares, armamento y pagos a los soldados que, en su mayor parte, iban a los países europeos y a las empresas fabricantes de armas. Más del 70% de esos recursos salían del presupuesto de Estados Unidos, en tanto que los presupuestos de los países europeos destinaban la parte que hubiera debido tocarles en gastos militares a pagar ayudas sociales y obras públicas.

Union Europea
No solo eso. Desde la primera década del siglo XXI, Rusia suministró a casi todos los países europeos, petróleo, gas y otros bienes a precios muy cómodos, lo que, por un lado, la beneficiaba a ella y, por el otro, beneficiaba a los países compradores que, de ese modo, podían disponer de energía barata para el consumo industrial y en los hogares.

Para los halcones de Estados Unidos y Europa esta bonanza debía parar.

La guerra en Ucrania se inscribe en este contexto. Sus antecedentes, necesarios como premisas y justificación, fueron: la revuelta denominada Maidan que, en 2014, derrocó al gobierno de Ucrania amigo de Rusia; la anexión de la península de Crimea por Rusia, como réplica,  tras un referéndum en el cual más del 90% de su población votó a favor de esa medida; los ataques y crueldades del gobierno de Ucrania con los habitantes de las poblaciones fronterizas de Rusia, casi totalmente rusoparlantes; y, como factor desencadenante, la intención del gobierno de Ucrania de ingresar a la OTAN, lo que para Rusia constituía un grave peligro, porque los soldados de esta alianza podrían ser concentrados cerca de sus fronteras y colocar allí armas nucleares.

Siguieron: el ataque de las fuerzas militares de Rusia a la región de Dombás, en febrero de 2022; las sanciones económicas a Rusia por Estados Unidos y la Unión Europea; la destrucción de una parte del oleoducto Nordstreem que abastecía de gas ruso a Europa por comandos de Estados Unidos y Noruega; y una campaña bélica en la que, luego de más de tres años, Rusia ha ocupado casi un cuarto del territorio de Ucrania.

Como el presidente de Estados Unidos Donald Trump lo dijera, Ucrania, sin el dinero que el gobierno de Estados Unidos le ha suministrado en armamento y otros bienes, no hubiera podido resistir a Rusia ni una semana. Esa suma llega a unos 500,000 millones de dólares que Estados Unidos está dispuesto a cobrar indefectiblemente. Business is business. Para Trump y los magnates y asesores que lo aconsejan esta deuda debe pagarse con la explotación de las tierras raras de Ucrania por empresas de Estados Unidos.

Pero hay más. Trump y sus consejeros se han preguntado por qué Estados Unidos tendría que seguir gastando tanto dinero en la OTAN en beneficio de los países europeos que la integran contra un supuesto enemigo, Rusia, que jamás ha tenido ni la menor intención de atacar a los Estados de Europa socios de la OTAN.

Esa pregunta surge de algo más importante para Estados Unidos. Son los déficits de su presupuesto y la deuda pública contraída para cubrirlos, que llega ahora a unos 37 billones de dólares, un peligro inminente por las elevadas sumas que tiene que pagar como intereses y devolución del valor de los bonos con plazos vencidos, lo que podría llevar al fin de la supremacía del dólar como moneda de cambio internacional y precipitar a Estados Unidos a una crisis incontrolable. En consecuencia, la administración de Trump no tiene otro camino que recortar gastos en todos los items presupuestarios y, entre ellos, en servicios sociales, burocracia, ayudas al extranjero y gastos militares que no sean estrictamente indispensables para la defensa de Estados Unidos. La conclusión es que los gobiernos europeos socios de la OTAN tendrán que pagar para quitarse el miedo y dejar de estirar la mano hacia Estados Unidos, y eso les supondrá reducir las transferencias presupuestarias para el pago de derechos sociales. ¿Lo saben los trabajadores y pensionistas de estos países?


¿De qué otro modo explicar las pataletas de Keir Starmer, primer ministro del Reino Unido, Emmanuel Macrón, presidente de Francia y los burócratas de la OTAN y la Unión Europea que han amenazado con enviar tropas a Ucrania? Pareciera, antes bien, que sus coléricos discursos están destinados a las galerías para reforzar su popularidad en desvanecimiento.

Otros datos. Rusia tiene un PBI que, según el Banco Mundial, llegó a 2’021,421 millones de dólares, en 2023. Ese mismo año, el PBI del Reino Unido alcanzó 3’380,854 millones de dólares; el de Francia 3’051,831 millones de dólares; el de Estados Unidos 27’720,709 millones de dólares y el de China 17’794,783 millones de dólares.

Como se ve, el PBI de la Federación Rusa es menor al de los países europeos que la acusan de querer agredirlos. La realidad parece ser, al contrario, que son ellos los que quisieran despedazarla para quedarse con sus fuentes de energía, que ellos no tienen, y someter a sus trabajadores al trabajo obligatorio para ellos. Pero, pareciera ser también que no se atreverán a intentarlo, porque Rusia tiene un enorme arsenal nuclear disuasivo, cohetes de gran velocidad y poder y algunas otras armas nuevas. Además, ya ha sucedido. En 2012, Francia, con Napoleón a la cabeza, invadió Rusia, y en 1941 lo hizo Alemania conducida por Hitler. Y les fue mal. Como en esos momentos, si Rusia es atacada luchará para defenderse, cualquiera que sea la cantidad de mujeres y hombres que deba perder y las que les haga perder a los países que la ataquen.

Así las cosas, se podría decir que, en su gran mayoría, la opinión pública estima que se debería hacer la paz en Ucrania, y que, al dar ese paso, la Federación Rusa y Ucrania deberán atenerse a la situación luego de más de tres años de guerra y negociar rebus sic stantibus y con representantes válidamente designados por ambos Estados. De plano, Zelenski no podría representar a Ucrania, porque su mandato caducó a mediados de 2024 y, porque además es un personaje que no sabe guardar la compostura cuando se le recibe en una casa ajena y cree, como un patán, que puede darle órdenes al dueño de la casa.

(Comentos, 8/3/2025)

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