ZOMBIS
César Hildebrandt
Tomado de
HILDEBRANDT EN SUS TRECE N° 706, 25OCT24
E |
l ser humano es una bestia peligrosa.
Eso lo supo Abel desde el comienzo y lo supieron
todos los que le sucedieron como víctimas.
Y, sin embargo, este mamífero desagradable que somos
está seguro de que reina en el mundo y que esa supremacía será eterna.
El planeta, sin embargo, está diciéndonos que ha
llegado la hora del ajuste de cuentas. Esta esfera acuosa y azulina -un grano
de arena en la desalmada inmensidad de la materia oscura- está harta de
nosotros.
No es para menos. La bestia que somos se ha pasado
de la raya y ha alterado el régimen de las aguas, el carácter del viento, la
densidad del ozono, la sanidad de las napas subterráneas, la respiración de las
selvas y el discurrir de los ríos.
La casa en la que vivimos ya no nos quiere. Y está
hablando con el lenguaje de su poder: mareas locas, lluvias impropias, sequías
humeantes, huracanes cada vez más indignados.
Pero la bestia que somos sigue en lo suyo, que es la
estupidez con su surtido muestrario de sus posibilidades. La infelicidad nos
guía, las metas inútiles nos fascinan, los retos que nos hacen peores nos
obsesionan.
Porque en este mundo gobernado por monos superiores
la primera potencia, la que podría decretar un invierno nuclear infinito si
lanzara la mitad de las bombas que posee, está a punto de elegir por segunda
vez a un bípedo como Trump.
La ventaja de Trump es que no disimula como la señora
Harris. Y lo que quieren los americanos promedio es que vuelvan los viejos
tiempos. Si pudieran, resucitarían a Theodore Roosevelt y volverían a comprar
Panamá a precio de ganga.
Pero la vulgaridad babuina no sólo está en Estados
Unidos, el país que tiene poco menos de 800 bases militares en 82 países. Está
en Europa, la cuna de occidente.
¿Han visto alguna vez una sesión del parlamento europeo?
Es el espanto en varias lenguas. Es el lugar donde
la verdad está prohibida, el cinismo es un rasgo de carácter, el disimulo
criminal un patrón corporativo. Europa ha aceptado, con todas sus consecuencias,
la subordinación atómica a los Estados Unidos y a sus políticas de expansión,
control y arbitrariedad. La esperanza de una reacción francesa a tal dominio se
ha desvanecido. Los alemanes siempre dados al matonaje, están felices.
Mientras tanto, el idiotismo planetario nos propone
que la inteligencia artificial nos llevará a otro plano de la realidad. Pero
añaden: la IA no alcanzará nunca la del hombre. Entonces, fritos estamos.
Porque la inteligencia humana es la que nos ha conducido
a esta decadencia neandertal en la que el mundo asiste, impávido, a la masacre
televisada de Gaza. Masacre perpetrada por un gobierno fascista creado por las
que fueron víctimas atroces del nazismo. Masacre avalada mayoritariamente por
un pueblo que afirma ser el elegido por dios.
Y ya vienen los taxis sin piloto. El asunto es que
nos llevarán a los mismos sitios.
Y también vienen la telecirugía, las experiencias
inmersivas, la biotecnología de última generación. Nos divertiremos mucho,
pero, cuando despertemos, el dinosaurio estará allí. Vendrá también la semana
laboral de cuatro días y así tendremos un día adicional para ir de compras. El
mundo que hemos hecho convierte el suicidio en una buena causa. El mundo que
hemos hecho hace del alejamiento una salida de emergencia y de la sociopatía
una auténtica terapia.
Pertenecer al conformismo es morir de monotonía,
morir de multitud, morir de hombre.
Vivir en el mundo de las marcas, de las comparaciones agraviantes, de la publicidad enloquecedora, no es vivir. Es un simulacro. Es postular con éxito a ser extra en una mala película de zombis. <:>
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