DÍA DEL CAMPESINO
Jaime
Urrutia
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A fines del Gobierno de Leguía, en 1930, la
influencia de las ideas indigenistas posibilitó la creación del Dia del Indio,
para, supuestamente, «rendir tributo a los pobladores de los andes». Pero en un
país fragmentado socialmente, el término indio se había convertido casi en un
insulto, re marcando la marginación y el desprecio a ese ilusorio «poblador de
los Andes», a ese indio que se quería honrar. Cuatro décadas después,
culminando un proceso de lucha por la tierra y por derechos ciudadanos, el Gobierno
de Velasco eliminó la denominación de Día del Indio e instaló el Día del
Campesino. Era el corolario, en junio de 1969, de una profunda reforma agraria
que no solo reestructuró la propiedad de la tierra poseída por latifundios,
sino que reconoció la carga despectiva del término indio, cambiando la
denominación de comunidad indígena por la de comunidad campesina.
Adaptándose
al reconocimiento, en 2011, de la agricultura familiar por las Naciones Unidas,
y a la proclamación de 2014 como Año Internacional de la Agricultura Familiar,
en 2015 se aprobó la Ley sobre Agricultura Familiar y se diseñó la «Estrategia
nacional de agricultura familiar 2015-2021», aprobada durante el Gobierno de
Ollanta Humala, en la que se afirmaba que la agricultura familiar representaba
el 97 % del total de las unidades agropecuarias, porcentaje que reunía al 83 %
de los trabajadores agrícolas.
Esta
propuesta no forma parte de la opción principal asumida por quienes inter
vienen en la política agraria, alternativa que reafirma la continuidad de lo
sucedido en el último medio siglo, es decir, ampliar los espacios de siembra
con grandes irrigaciones costeras e incrementar la exportación frutícola, todo
ello como complemento del otro eje de orientación económica: la extracción
minera. Evidentemente, la opción por represas y frutales manifiesta, en su
reverso, el desinterés por el apoyo y la mejora de la producción de las
familias campesinas. Incluso, la norma que obliga a incluir productos de las
familias campesinas en los programas sociales del Estado se enfrenta a mil
argumentos burocráticos o argucias técnicas para no cumplirla. Pero cuando
hablamos de campesinos en el Perú no estamos aludiendo exclusivamente a temas
productivos. El mundo campesino es el principal reservorio de las culturas en nuestro
país, y de las tradiciones que identifican y cohesionan a cada una de nuestras
regiones. Confiando en un futuro mejor, celebremos entonces no solo a quienes
nos dan de comer, sino también a quienes son la expresión más prístina de
nuestra identidad cultural. <>
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* Tomado de LA REVISTA AGRARIA AÑO 26 Nº
206, p.3; publicada por Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES)
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