ENUMERACION CAOTICA
César Hildebrandt
En HILDEBRANDT
EN SUS TRECE Nº 687, 24MAY24
E |
l congreso de los delincuentes.
La presidenta en estado de descomposición. El
Tribunal Constitucional mafioso.
La sentina de Erasmo Wong como el Cable Canal de
Noticias de estos tiempos.
La prensa de derechas sin principios ni correctores.
La prensa de izquierda desaparecida.
La prensa independiente amenazada por la extinción.
Los marxismos hechos derrama magisterial.
Alias Vane defendida por quienes alguna vez leyeron
“El antiimperialismo y el Apra”.
Darwin Espinoza rascándose los sobacos sin ser
Charles Bukowski.
Los jueces que liberan narcos.
Los policías que asaltan en banda.
Los fiscales que encarpetan casos a cambio de
dinero.
Los supremos de la inferioridad.
Los abogados que se prestan a todos.
Las putas que se visten de monjas de clausura.
Los canallas que solicitan compasión porque están
otra vez aquejados de una grave enfermedad.
Los columnistas al servicio del silencio.
Las cabriolas de quienes evaden compromisos.
El mutismo sobre el genocidio en Gaza, la
internacional procaz de las derechas guerra-civilistas reunidas en Madrid, el
liderazgo criminal de los Estados Unidos.
La fiereza en manos de la suciedad.
La pobreza como eternidad.
El desaliento como bajo continuo.
El racismo esgrimido por mestizos que habrían sido
baleados por los nazis.
La chaira de los monopolios.
El machismo que mata a cuchilladas.
El feminismo plagado de brujas que proponen juicios
sumarios y hogueras instantáneas.
El ridículo amado por casi todos.
Pobre PERU |
Las copas del olvido.
Los cementerios de reputaciones.
La infelicidad como propósito.
Acho y su sangre.
Las idioteces de Fossati.
La virgen de la candelaria.
Los 49 muertos sin culpables.
El sicariato como emprendimiento.
El tren de Aragua.
Porky y sus amigos.
Comunicore y el submarino amarillo.
A doscientos años de la batalla de Ayacucho que nos
liberó del yugo español para luego sometemos al yugo de Bolívar, al yugo de
los caudillos militares, al yugo de la plutocracia de la tierra, al yugo de la
oligarquía vitalicia y, ahora, al yugo de la derecha bruta y achorada.
A ciento cuarenta y tres años de la entrada de las
tropas chilenas a Lima (enero de 1881) después de nuestra derrota total en una
guerra que las clases dominantes provocaron y enfrentaron con imbécil
optimismo.
A Dios rogando y con el mazo dando.
Vivo en el país donde los ladrones muertos se
convierten en próceres que extrañamos.
Sobrevivo en el país donde ya no es necesario violar
la ley para ser un criminal porque la ley puede estar hecha por forajidos que
representan el crimen.
Malvivo en el país donde la ignorancia se convirtió
en virtud y la estupidez en clave del ascenso social, como lo demuestra César
Acuña.
Insisto en el país que tiene siglas en vez de
partidos, aborrecimientos en vez de ideas, tenacidades siniestras en vez de
destino.
Persisto a duras penas en el país que no aprende, no
depura, no escarmienta.
¿Moriré como un idiota quejándome del país que no
pude dejar y cuya savia tóxica me hizo un adicto de las sombras? ¿Ni siquiera
tendré el consuelo de París y el aguacero?
Esas preguntas son narcisistas: escucho a los
esbirros ministeriales defendiendo a la presidenta, su empleadora, y siento
que, más allá del resultado y la enormidad del desafío, vale la pena seguir
peleando. En momentos depresivos como este, me repito: no puedes permitir que
el Perú te derrote. Una locura salvadora me susurra que esto es el Bernabéu. La
consigna que persigue al Perú es salvarse en los descuentos. ■
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