RECUERDOS DE PUNO
LA TIENDA DE LA ESQUINA
Augusto Dreyer
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los años 60, en la esquina de los jirones Conde de Lemos y Grau existía una
pequeña tienda de paredes de adobe y techo de tejas. La dueña era una menuda y
vieja mujer que hablaba a duras penas el castellano pero tanto en quechua como
en aymara lo hacía con fluidez. Iba siempre vestida con una pollera larga, un
grueso mantón de lana y un sombrero que sospecho no se lo quitaba ni para
dormir. Para ella la tiendita era su negocio pero también su vivienda, ya que
en la diminuta trastienda tenía un primus para cocinar y un pequeño camastro en
donde dormía.
La
dueña, de la cual nunca supe su nombre, vendía el infaltable pan triangular
típico de Puno y los productos más esenciales para la cocina: azúcar, sal,
arroz, fideos baratos, aceite, sardinas enlatadas, leche Gloria. Para los chicos
tenía colas de los Barra de todos los sabores, maná, chocolatines, dulces y
cantidad de golosinas artesanales baratas. Tampoco faltaban las manzanas y
peras cubiertas de caramelo de dudosa procedencia. Para la clientela mayor
tenía hojas de coca, cigarrillos Inca, piscos quema-buche y alcohol.
La
principal clientela de la viejita estaba constituida por los estudiantes del
Colegio San Ambrosio que quedaba justo en la esquina opuesta a la tiendita y en
el cual cursé la primaria.
A
la entrada, recreos y salida de clases, la tiendita desbordaba de chicos de
todas las edades en búsqueda de algo rico y barato. Lo más buscado eran las
gaseosas para acompañarlas con el riquísimo pan puneño. Los estudiantes de
familias “finas” de Puno, tenían terminantemente prohibido comprar algo allí,
ya que según sus mamás la tienda era demasiado sucia y los productos insalubres
para los delicados estómagos de sus hijos.
La
clientela nocturna era completamente diferente. Por lo general eran jóvenes y
hombres que compraban cigarrillos y se tomaban una o muchas copas de pisco, o
alcohol de 40 grados para los de bolsillos flacos. Ocasionalmente los
borrachines del barrio se quedaban hasta las mil quinientas.
Dejé
Puno en la década de los '70 y al regresar algunos años después
encontré que la tienda estaba cerrada. Al preguntar me enteré que la dueña
había sido asesinada. Se sospecha que fue de noche cuando el asesino entró en
la tienda, cerró la puerta por dentro y ahorcó a la indefensa mujer para
robarle el dinero que tenía. Los vecinos recién se dieron cuenta que algo extraño
sucedía al ver que la puerta de la tienda permanecía cerrada por varios días.
Algún vecino decidió ir a la comisaría policial ubicada a dos cuadras de la
tienda para informar de lo que sucedía. La policía entró en la tienda sin
ningún obstáculo ya que la única puerta de entrada no estaba cerrada con llave
o trancada por dentro. En el interior los policías encontraron el cadáver de la
vieja mujer, determinando que había sido despiadadamente ahorcada y comprobando
que no había rastros de dinero u objetos de valor.
A
pesar de que la policía puso mucho empeño en resolver el caso, nunca encontró
al autor del crimen. Entre los puneños corrían muchos rumores, algunos decían
que la vieja mujer tenía muy poco dinero, otros que era rica y que escondía en
algún recoveco de la tienda toda la plata acumulada durante tantos años de
trabajo.
Marzo, 2024
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