‘¡JALLALLA AIMARA ARU!’:
EL
GRITO DE LA PRIMERA PROMOCIÓN DE GRADUADOS EN AIMARA DE PERÚ
EL TERCER
IDIOMA MÁS HABLADO EN PERÚ COBRA FUERZA GRACIAS A SU ENSEÑANZA SISTEMÁTICA EN
UNA DE LAS UNIVERSIDADES MÁS ANTIGUAS DE AMÉRICA
Ramiro Escobar la
Cruz.
EL PAIS, Madrid, España, 10 Octubre2023
Es
de noche en el auditorio José Antonio Russo, ubicado en el campus de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, una de las más antiguas de América,
fundada en 1551. Al fondo se escucha el fuerte rumor musical del sikuri. Un
grupo toca el instrumento prehispánico de caña, mientras se vuelve a escuchar
el grito: “¡Jallalla aimara aru!” (”¡Qué viva el idioma aimara!”)
Lo
ha dicho también Zareli Shicshi, una estudiante de secundaria de 17 años que se
ha graduado en aimara,
el tercer idioma más hablado del Perú tras el castellano y el quechua.
Y es el clamor que retumba en este recinto cuando acaba de graduarse la promoción
Kutt’anipxañaniwa, waranqa waranqanipxañaniwa (”Volveremos y
seremos millones”), una decena de alumnos que, por primera vez en el Perú, se
ha dedicado a aprender esta lengua prehispánica de manera sistemática durante
18 meses.
La
fuerza del aimara
“Mi
familia no es de las zonas donde se habla aimara, sino de la sierra”, cuenta
Zareli, “pero la yatichiri (profesora) Cynthia fue a mi
colegio y me motivó a aprender este idioma, a pesar de que todos mis compañeros
querían aprender inglés”. El idioma que se enseña en el Centro de Idiomas de
San Marcos tiene esa magia para convencer. Lo hablan cerca de medio millón de
personas en el Perú y en total unos 2 millones en Bolivia, Chile, Perú y
Argentina (en Bolivia es uno de los 36 idiomas oficiales). Según el reputado
lingüista peruano Rodolfo Cerrón-Palomino, además, fue predominante entre los
incas. No el quechua, como se suele creer.
En
un riguroso ensayo publicado en el 2004 por el Boletín de Arqueología de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Cerrón habla de la “endeblez de
la tesis del quechuismo primitivo” y sostiene que, gobernaba Túpac Yupanqui (el
décimo inca, según la historiografía tradicional), hacia fines del siglo XV, el
aimara fue el idioma oficial del Incario.
Más
aún: cuestiona la vieja creencia de que la palabra ‘Cuzco’ significa “ombligo
del mundo” y más bien explica cómo la palabra provendría de ‘qusqu’, un término
que en dialectos de la zona de Oruro (Bolivia) sirve para nombrar a un tipo de
lechuza. Otras de sus pesquisas dan fuerza a esta tesis, que también sostienen
que el origen del aimara estaría en el centro-sur del país.
Curiosamente, la familia de Zareli es de Cerro de Pasco, una región donde más bien hay quechuablantes, pero quizás entre sus ancestros no haya tanta disonancia. A medida que avanzó la historia de los Incas, el aimara se mezcló con el quechua y, por eso, hay numerosas palabras comunes entre ambos idiomas. Una de ellas es q’alatu, un término muy usado en cualquier parte del Perú bajo la forma calato, que designa a una persona desnuda.
La palabra wawa, que designa a un niño, también sería de origen aimara, y se usa igualmente en quechua, y está muy extendida en varios países. El aimara, asimismo, forma parte de la familia lingüística Aru, que incluye a este mismo idioma, así como al jaqaru y al cauqui, de uso minoritario en el Perú. “El español está prestadito nomás”, dice Zareli.
La
lucha y la discriminación
Pero
hablar lenguas nativas en Perú puede implicar discriminación. Alfredo
Nahuincha, otro de los miembros de la promoción, sí tuvo al aimara como lengua
materna, pues nació en Puno, el departamento del Perú donde más se habla. Sin
embargo, en su colegio, este idioma no fue parte del menú educativo y, cuando
siendo joven se vino a Lima a estudiar, lo fue perdiendo paulatinamente. “Lo
sabía de niño, pero ahora lo estoy retomando muchos años después”, relata y
añade que alguna vez lo discriminaron por saber que era aimara y sabía algo de
la lengua. Se burlaban de él y “decían que era de una zona donde corrían las
llamas y volaban los cóndores, con lo que revelaban su desconocimiento”. Hoy
aprende orgulloso esa lengua que siempre estuvo en él.
Claudia
Cisneros, coordinadora de Lenguas Originarias del Centro de Idiomas y también
integrante de la promoción, tiene una historia peculiar. Tenía el quechua de
lengua materna y, al igual que Nahuincha, fue perdiéndola al venir a Lima con
su familia huyendo de la violencia terrorista desatada en los años 80. Con un
aura nostálgica, relata que tuvo que recuperarlo preguntando en las calles, los
mercados y el transporte público.
Hasta
que entró a estudiar en la Universidad Nacional de Educación Enrique
Guzmán y Valle, ubicada a 42 kilómetros de Lima hacia el este, y se
encontró con un profesor que sabía quechua y aimara. “Mi lengua se había
bloqueado”, recuerda, y desde entonces se interesó por el aimara, por su
cercanía al quechua. “Todas las lenguas originarias nos dan identidad
cultural”, afirma.
Hoy
lo estudia y lo promueve, consciente del profundo significado cultural que ha
tenido en la historia y el presente de la cultura andina. Se cree que los
aimaras provienen de la cultura Tiahuanaco, que habitó en las orillas del lago
Titicaca entre los siglos I y 900 D.C. Hacia el siglo XIII, se
formaron los primeros reinos aimaras, entre ellos los de los Lupaca, Collas y
Pacajes. En el siglo XV, fueron invadidos por los Incas, y de allí la vieja
vinculación del Imperio con esta lengua.
Hasta
ahora, su lengua es precisamente una de las columnas de esta cultura, que por
siglos ha protagonizado episodios de resistencia. Túpac Katari, por ejemplo, se
rebeló contra el poder colonial español en 1781 y, al igual que Túpac Amaru,
fue descuartizado por cuatro caballos de que tiraban de él. Entre 1895 y 1925,
los aimaras protagonizaron varias revueltas contra los hacendados. En años
recientes, este pueblo ha protagonizado diversas movilizaciones.
Docentes y directivos del Centro de Idiomas aplauden a una de las recién graduadas. |
Durante
la ceremonia, se realizó un 'Pago a la Tierra', un ritual en el que se agradece
a la Madre Tierra por todo lo que se le da a los seres humanos.
Brígida
Huahuluque, profesora del curso, no desvincula su oficio de esa crujiente
atmósfera cultural. “Creo que el estudiante debe sentirse orgulloso de su
lengua, su cultura”, declara, y a la vez cuenta que participó en las
protestas contra la actual presidenta Dina Boluarte, luego que el 9 de
enero de este año un enfrentamiento de las fuerzas del orden con ciudadanos, en
su mayoría aimaras, terminó con la muerte de 18 de ellos. “Nos siguen matando”,
dicen con indignación.
Desde
mayo del 2022, el aimara
ya se puede traducir en Google. También existe, en la misma Universidad de
San Marcos, Illariy, un avatar de inteligencia artificial que presenta noticias
en quechua y aimara. En Bolivia, existe una aplicación llamada ‘Felisa
Yanapiri’, creada para prevenir la violencia contra las mujeres.
Yanapiri significa “la que ayuda” y es, tal vez, una palabra que encierra gran
parte de los esfuerzos que se hacen para conservar esta lengua prehispánica tan
hermosa (sumaq, en ambas lenguas originarias), de palabras largas como
el euskera, y de extensa historia. Que junta en un haz la aventura de los
Incas, el sentimiento andino y la resistencia indesmayable. ‘Jallalla aimara
aru”, se sigue escuchando en medio de la noche y de estas aulas donde se vive
este idioma. <>
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