LA FIBRA DE ALPACA EN EL PERÚ
¿QUÉ HAY DETRÁS DE ESE MILLONARIO
NEGOCIO?
ALPAQUEROS
DE ZONAS ALTOANDINAS GANAN SOLO USD 20 ANUALES POR CADA UNO DE SUS ANIMALES
Ojo
Público 3AGO23
E |
n la Quinta
Avenida de Nueva York, en Manhattan, Estados Unidos, la icónica tienda Bergdorf
Goodman exhibe abrigos, chaquetas y faldas cotizadas entre USD
537 y USD 5.000, que pertenecen a marcas de lujo como la italiana Max Mara, la
estadounidense Ralph Lauren, y la firma Miu Miu, del grupo Prada. Son prendas
hechas con hilados de extrema suavidad y resistencia, los cuales se obtienen de
alpacas criadas, principalmente, en las zonas altoandinas de Perú.
Este país
posee el 87% de las alpacas que hay en el mundo, es decir, más
de 4 millones de ejemplares, lo que le ha permitido mantenerse como
el primer productor global de fibra, seguido de lejos por
Bolivia y Australia, según datos del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego
(Midagri). Solo en 2022, el Perú facturó más de USD 187 millones por la exportación de
fibra, tejidos, prendas y otros productos de alpaca, principalmente a Estados
Unidos, Italia y China, mientras que en 2018 las ventas superaron los USD 202
millones.
En el
primer eslabón de esta millonaria cadena productiva se encuentran más de 82.000
criadores de la sierra sur y centro del país que mantienen la
tradición ancestral de cuidar, alimentar y esquilar a estos animales. Sin
embargo, las ganancias que reciben a cambio son mínimas: la fibra que obtienen
de una alpaca les genera apenas USD 20 al año. Cada uno de sus animales solo
les puede ofrecer 2,3 kilos de fibra de forma anual, y cada kilo se cotiza a la
fecha en USD 8,7 (S/31,3) en el mercado local.
La crisis altoandina: sin agua ni pastos para las alpacas
En mayo de
2022, las familias de las zonas altoandinas de Cusco soportaron temperaturas
inusuales: los termómetros marcaron cifras bajo cero, pese a que la
temporada de heladas debía iniciarse recién entre junio y julio. Este
año, la escena volvió a repetirse. Aquí, a más de 4.000 metros
sobre el nivel del mar, los animales amanecen con el pelaje cubierto de nieve y
escarcha ante la falta de cobertizos que los protejan.
En
comunidades como Pacchanta, Upisa y Pampacancha, ubicadas en Ocongate,
uno de los distritos con mayor pobreza monetaria de la región,
muchas crías mueren antes del parto o a las pocas semanas de nacidas debido a enfermedades
como la neumonía. Algunos ejemplares adultos también fallecen por fiebre,
infecciones o hambre, pues los pastos de los que se alimentan están congelados.
Juvenal
Crispín es comunero de Pacchanta y cuenta que, en temporadas extremas como
estas, cada familia alpaquera pierde más de tres crías. “Nosotros cuidamos
entre 40, 80, 100 o 120 animales. Si se nos muere uno, imagínese la pérdida. El
tiempo de gestación de una alpaca es de 11 meses, y solo pueden tener una cría
por temporada. Tenemos que esperar que queden preñadas, que nazca la cría y que
se haga adulto. Y, ya de adulto, solo se les puede esquilar una vez al año, en
primavera”, explica.
La esquila
o retiro del vellón de las alpacas se realiza en los meses de octubre y
noviembre, previo a la llegada de las lluvias, pues eso asegura que los
animales cuenten con pasto fresco para que recuperen su energía. Esto no
sucedió en el año 2022. Las mediciones históricas del Servicio Nacional
de Meteorología e Hidrología (Senamhi) muestran que esos meses fueron
los más secos de la región andina en los últimos 58 años. No hubo suficiente
agua para los pastizales.
Los
alpaqueros explican que este fenómeno les obligó a suspender la esquila, para
evitar el sufrimiento o muerte de sus animales por estrés térmico y hambre,
sobre todo de los ejemplares que estaban en periodo de gestación. En temporadas
de sequía, lo habitual es que los criadores roten sus rebaños a otras estancias
de la comunidad en busca de pasto fresco, pero lo ocurrido fue tan extremo que no
quedaban reservas.
La sequía
en la sierra sur se acentuó por el fenómeno de La Niña y se
prolongó durante los primeros meses de 2023, principalmente en Puno y
Cusco, que ocupan el primer y segundo lugar, respectivamente,
en la lista de productores de fibra de alpaca. El problema también alcanzó a
las regiones de Arequipa, Huancavelica, Apurímac y Ayacucho, que fueron declaradas
en emergencia por el Estado.
“La sierra
central y sur evidenciaron muerte de animales y un incremento en la incidencia
de enfermedades en la población pecuaria, debido a la escasez de alimento
(forraje) y agua”, confirmó el Senamhi en un informe técnico de
mayo pasado. Según la entidad, en los próximos meses, El Niño costero y El Niño
global podrían agudizar la escasez de lluvias en la sierra sur
oriental.
"Chita" |
“La
producción de forraje no da para más. El cambio climático está reduciendo la
cantidad de pastos, pero, al mismo tiempo, las familias buscan criar más
alpacas para ampliar sus ingresos. Esto se suma a una menor disponibilidad de
agua porque los bofedales [humedales que retienen agua y propician la vegetación]
se están secando. Sin lluvias y sin glaciares estos ecosistemas, que son claves
para la alimentación de las alpacas, desaparecerán”, dice Poma.
Mary Quispe
Rodríguez, presidenta de la Comunidad de Mujeres Andinas, una asociación que
reúne a 32 artesanas que venden sus tejidos en el distrito de Chinchero, en
Cusco, recuerda que la sequía que soportaron a fines de 2022 e inicios de 2023
fue muy dura: no había alimento para los animales ni fibra para hilar o vender.
“Cuando
pensamos que ya había acabado, vino la lluvia, pero muy fuerte, con granizo. En
mayo se adelantó de nuevo la nevada y malogró los pastos (...)
Pedimos al Gobierno que nos ayude con medicamentos para las alpacas que se
enferman, que nos capaciten en el uso de inyectables y que envíen más especialistas
a las montañas para que nuestros animales no mueran”, dice.
En enero de
este año, el Midagri lanzó el bono Recupérate Ya para apoyar a
los criadores afectados por la sequía y la helada, que les permitía acceder a
S/266 por cada alpaca, hasta un máximo de 12 ejemplares. Para los comuneros
esta cifra es irrisoria, si se tiene en cuenta que el valor de una alpaca
genéticamente mejorada, es decir, aquella que proviene de reproductores con
fibras más finas, supera los S/20.000.
Es por
estos meses, entre mayo y julio, que el técnico municipal Juan Luna Quispe
recorre las comunidades ubicadas al pie del nevado Ausangate, en Cusco. En su
moto, lleva medicinas, vacunas y equipos de fumigación para proteger a las
alpacas de enfermedades infecciosas y parasitarias.
Los
criadores lo esperan desde antes que salga el sol para emprender juntos la
caminata hasta sus corrales. Aunque Luna Quispe inicia su ruta de madrugada,
las grandes distancias entre parcelas le impiden atender a más de cuatro
familias hasta el mediodía. A esa hora, él debe volver a la municipalidad de
Ocongate, donde realiza labores administrativas.
Luna Quispe
también es alpaquero. Sin embargo, como ocurre con otras familias de la zona,
no puede dedicarse exclusivamente a esta actividad porque las ganancias son
insuficientes.
Los hombres de la comunidad buscan trabajos paralelos en áreas urbanas o turísticas, mientras que las mujeres se dedican al cuidado y pastoreo de los animales. Son ellas las que recorren las montañas acompañando al ganado, al mismo tiempo que van tejiendo los guantes y gorras de alpaca que, luego, venderán en los mercados de Cusco.
En la
comunidad de Pacchanta una de las hilanderas de mayor experiencia es Ignacia
Turpo Quispe. Ella trata de mantener la tradición enseñándole el arte textil a
sus hijas, nietas y vecinas, pero cuenta que, cada año, son más los jóvenes que
renuncian a ser alpaqueros o tejedores. La mayoría migra a las ciudades apenas
acaba la escuela, con la esperanza de encontrar nuevas opciones de trabajo.
Su colega
artesana Mary Quispe Rodríguez sostiene que ser alpaquero es rentable solo
cuando se tiene más de 100 cabezas de ganado. Sin embargo, el 85% de la fibra
que se comercializa y exporta en el país proviene de productores que
poseen entre 20 y 100 ejemplares.
Estas
familias cuidan con esmero a sus animales, pero pocas acceden a capacitaciones
para mejorar sus técnicas de alimentación, reproducción, esquila y
categorización de la fibra, factores que ayudan a incrementar la calidad y
cantidad de la misma.
Según las
hilanderas de la Comunidad de Mujeres Andinas de Chinchero, el vellón de mayor
finura que se obtiene al año de una alpaca solo alcanza para confeccionar dos
chompas o un abrigo. Este tipo de hebra —antes conocida como baby
alpaca— es la que se utiliza en las prendas de vestir de exportación. El
resto de la fibra que se esquila se mezcla con otros textiles y se destina a
alfombras, peluches u otros usos.
Daniel
Arestegui Otazu, gerente de la Asociación Internacional de la Alpaca (AIA)
y de la Asociación Civil Alpaca del Perú (Ascalpe), que reúnen a
organizaciones civiles y empresas exportadoras, recuerda que, hace más de dos
décadas, la oferta de esta fibra fina era de un 8%, pero ahora es mayor al 30%
porque los productores se esforzaron en elevar su calidad. Sin embargo,
la crisis climática también es un factor que impacta en el
vellón que comercializan los alpaqueros.
Arestegui
Otazu explica que, durante las temporadas de heladas o de sequía, el camélido
usa su energía para sobrevivir, por lo cual su fibra crece más lento o varía de
grosor, reduciendo así su valor en el mercado. “Es urgente tomar medidas de
adaptación al cambio climático para que los animales no pierdan energía en los
periodos de escasez. Hay experiencias que podrían replicarse, como inversión en
pastos cultivados o la introducción de especies mejoradas. El Estado debe
intervenir”, señala el experto.
En 2022, el
Midagri inició el Proyecto de mejoramiento de la cobertura de
servicios para el incremento del valor genético de alpacas, en respuesta al
pedido de organizaciones de criadores de Arequipa, Puno, Cusco, Huancavelica,
Ayacucho, Pasco, Junín y Apurímac. El mismo tenía el objetivo de beneficiar a
20.000 de los más de 82.000 productores que existen. En el marco de ese
proyecto, el Estado ha realizado campañas de capacitación a productores, pero
de forma focalizada y sin un monitoreo o seguimiento posterior.
Luis Arce
López, jefe de la Unidad de Articulación Territorial del Programa de Desarrollo
Productivo Agrario Rural (Agro Rural), que depende del Midagri, explicó que,
desde 2012, también existe el Plan multisectorial de heladas y friaje,
para ayudar a los alpaqueros con medicinas, cobertizos y pastos cultivados para
sus animales. Sin embargo, reconoce que no llegan a todos.
Para este
2023, Agrorural se planteó la entrega de 2.571 cobertizos en las zonas
alpaqueras de mayor altitud, pero a la fecha se han entregado solo el 20%, pese
a que las heladas ya llegaron a la sierra. Además, falta repartir el 7% de las
716 estructuras que se proyectaron para el año pasado. Arce López dice que
parte de este retraso se debe a los procesos de selección de proveedores que
incumplen los pedidos o requisitos.
“Solo en
cobertizos hacen falta 78.089 unidades. Pero, con lo que entregaremos este año,
reduciremos la cifra en un 16%. Nuestra labor es preventiva, y en respuesta al
cambio climático. Por eso, también hemos entregado 17.810 kits veterinarios y
kits de semillas de avena para que los productores siembren y reserven pastos
en temporadas secas. Existe una gran brecha de atención en este sector, pero
aquí debemos unirnos Estado, criadores y sector privado”, añadió.
Los
dueños del mercado local: Michell e Incatops
La cadena
de valor en el negocio alpaquero va, desde la crianza de estos animales hasta
la exportación de hilados o prendas de vestir y de textiles para el hogar. En
el centro, están los acopiadores e intermediarios, que compran la fibra a los
pequeños productores, porque estos no cuentan con una razón social, facturas ni
organización para venderla directamente a las empresas.
El receptor
final son compañías que transforman la fibra o la comercializan, como Itessa,
Anntarah, Clamasac, Coopecan, Lanas Macedo y otras. Pero los que lideran el
mercado son los grupos Michell e Inca.
Ambos
conglomerados peruanos han construido un modelo de negocio de integración
vertical alrededor de la alpaca, el cual les permite estar presentes en casi
todas las etapas de procesamiento de la fibra, desde la compra y venta, pasando
por la clasificación, hilado, cardado o peinado, hasta su tejido y
transformación en prendas o textiles.
Según los
datos de Aduanas, entre 2018 y 2022, ambos grupos económicos facturaron el 56%
de las exportaciones de productos de alpaca en Perú, al vender 20.438 toneladas
por un valor de USD 515 millones, sin incluir costos de traslado, seguros y
flete. Sus principales destinos fueron China, Italia y Noruega.
El Grupo
Michell fue creado en 1931, en Arequipa, por el empresario inglés Frank Michell
y, actualmente, tiene como presidente de directorio a su heredero Michael
Michell Stafford. Desde el 26 de enero de 2023, se sumó como socia
independiente Cayetana Aljovín Gazzani, exministra en el gobierno de Pedro
Pablo Kuczynski, expresidenta de la Sociedad Nacional de Pesquería y actual
directora de empresas financieras y de Latina Televisión.Altoandina
La empresa
opera bajo la razón social Michell & Cía S.A., y es dueña de las marcas Sol
Alpaca, Patapampa Apparel, Michell Factory Outlet, Michell Tops e Hilados y MFH
Knits, con puntos de ventas en Chile, Perú y Australia. Además del proyecto
educativo Mirasol y el fundo de mejora genética Mallkini, ambos en Puno, y el
centro turístico Mundo Alpaca, que también cuenta con locales retail.
En 2021,
según sus estados financieros, la empresa registró ventas netas por S/458,6
millones dentro y fuera del país, es decir unos USD 117 millones. Solo
en exportaciones de productos de alpaca Michell & Cía facturó USD
93,9 millones, principalmente por ventas a Estados Unidos.
En el marco
de este reportaje, se solicitó una entrevista con algún vocero del grupo
empresarial. Sin embargo, la gerencia de marketing declinó el pedido.
A
diferencia de este, el Grupo Inca, propiedad de la familia Pathey,
tiene múltiples ramas de negocios que incluye el sector inmobiliario,
financiero, servicios y software. No obstante, su buque insignia es
el sector textil, a través de Inca Tops S.A, que maneja la tienda de fibras
Amano y la empresa de investigación genética Pacomarca; así como la firma
Incalpaca TPX S.A y sus marcas Kuna, Andean, Incalpaca e Ikual. En 2021, solo
Inca Tops S.A. facturó USD 52,7 millones en ventas,
principalmente a China.
El resto de
sus inversiones están en el sector agroindustrial, con la productora de paltas,
espárragos y quinua Agroinca PPX; la fábrica de zumos Frutandina, y la
comercializadora de cochinilla Kero PPX. En el sector hotelero, gastronómico y
turístico es dueño de Colca Lodge, Colca Explorer, Amazonas Explorer, Pachamama
Gourmet y los restaurantes Ekeko, La Catalina, Don Calletano y Cocina Central,
que operan en Perú.
Como en el
caso anterior, se contactó al grupo Inca a través de sus canales oficiales para
solicitar una entrevista. Pero, hasta el cierre de edición, no hubo respuesta.
Ambos conglomerados
han construido su imperio en base a una fibra de lujo que multiplica su valor
en las etapas de procesamiento y comercialización. Aún cuando la prenda no
lleve una marca de diseñador, el precio final es extremo respecto al costo del
insumo: en las tiendas especializadas de Lima una chompa de la fibra más fina
puede costar USD 200, mientras que un abrigo bordea los USD 540.
En cambio,
la ganancia de una familia que cría 100 alpacas será, en el mejor de los casos,
de USD 2.000 al año, pues en ese tiempo sus animales solo producen 230 kilos de
fibra que se vende a S/7.199, si es de buena calidad. Es así que, mientras los
alpaqueros reciben USD 8,7 (S/31,3) por kilo de vellón, la misma cantidad de
hilo procesado se exporta a un mínimo de USD 33,5.
Zoilo
Quispe Mayo, de 56 años, es uno de los alpaqueros de la zona altoandina de
Ocongate que cría 120 ejemplares. Cuenta que mantener esta tradición —que es
motivo de orgullo e importantes ingresos en exportación para el país— es una
lucha solitaria.
Para
ampliar su rebaño, Quispe Mayo debe invertir alrededor de S/3.000 en cada macho
reproductor. Pero, si quiere elegir un ejemplar que le provea crías con fibra
mejorada, este le costará, aproximadamente, S/20.000.
También
tienen que adquirir medicamentos, forraje, alquiler de hectáreas con mejor
dotación de agua o pagar por la construcción de canales para llevar este
recurso hasta sus estancias en tiempos de sequía. A veces, dice, le es más
rentable vender la carne por kilos que la misma fibra.
Arestegui Otazu,
quien dirige asociaciones integradas por Michell e Inca Tops, considera que
imponer un precio mayor a la materia prima solo encarecería el producto final.
Según él, los costos de la industrialización se justifican porque las compañías
exportadoras invierten en tecnología, pago de planillas y certificación de
fundos que cumplen los requisitos de calidad, y que, por el contrario, el
problema es el ineficiente sistema de crianza de los alpaqueros, con rebaños
muy pequeños y con fibras no mejoradas.
“Es cierto
que cuando los productores aglutinen su oferta podrán poner de rodillas a las
empresas, pero no es que reciban poco. Tienen que ser más eficientes. El
productor no puede pretender que el mercado le solucione el problema de tener
solo 50 alpacas. En Australia, una persona maneja de 1.000 a 1.200 alpacas para
que sea rentable. Es como decir que una tienda que solo vende 100 panes al día
quiera ganar más vendiendo la misma cantidad a mayor precio”, dice.
No menciona
que, en este caso, se trata de un producto de lujo, con el cual otros eslabones
de la cadena están facturando importantes sumas de dinero. Tampoco que la
materia prima son animales que mueren por condiciones climáticas que el
alpaquero no puede controlar.
Roger
Flores Quispe, presidente de la Convención Nacional del Agro Peruano
(Conveagro) de Puno, considera que la Sociedad Peruana de Criadores de Alpacas
y Llamas (SPAR) debería representarlos en todos los distritos y provincias,
pero no funciona como un actor único.
Frente a
este pedido, Vicente Huaman Huanca, presidente de SPAR en Ocongate, reconoce
que las organizaciones alpaqueras necesitan mayor coordinación con sus bases
regionales para negociar con las autoridades locales y el sector exportador.
“En algunos
distritos sus dirigentes actúan por intereses personales (...) Si queremos
romper el monopolio de Incatops y Michell el camino es organizarnos y tener
planta procesadora de fibra para industrializar nuestros productos. Una planta
grande, no como la de Corani”, añade Flores Quispe. Se refiere a la
primera Planta de Procesamiento de Fibra de Alpaca que el
Gobierno inauguró en 2022, en Puno, y que no recibe la cantidad de fibra
esperada porque la cadena productiva sigue abasteciendo a las grandes
empresas.
En
Ocongate, más de 600 alpaqueros de 15 comunidades campesinas ya están
enfrentando las heladas y granizo, previo a lo que el Senamhi estima
será una temporada de mayor sequía por el fenómeno de El Niño, que les
arrebatará a varios de sus animales.
Para ellos,
esto significará la pérdida de parte de su inversión anual y una mayor
precariedad en su modo de subsistencia. Pero las empresas, que dominan las
diferentes etapas de esta cadena de lujo, continuarán sus negocios porque han
logrado aglutinar la oferta de fibra de alpaca. <>
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