“NO NOS RENDIMOS"
Dirigentes
de la protesta expresan desde Puno su convicción de que el gobierno no
representa los intereses de la región y que la lucha por sus derechos no puede
parar. La paz aparente y obtenida por la fuerza puede ser la antesala de una
nueva arremetida altiplánica
Ricardo Velazco
En:
HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 623 17FEB23
“El puneño no se rinde fácilmente. Al puneño no se
le mete balazo pensando que ya, se va a quedar ahí porque se rindió. Puno
siempre ha sido una región bien organizada, eso tienen que tenerlo bien en
claro los que nos están arremetiendo. Ellos pueden pensar que estamos
arrinconados, pero somos luchadores que no se rinden”, dice Félix Suasaca, uno
de los líderes más visibles de la protesta puneña contra el gobierno de Dina
Boluarte.
El domingo pasado los dirigentes puneños
aplaudieron la decisión de “persistir en la lucha y enviar más delegaciones a
Lima”. La medida fue aprobada por el Comando Nacional Unificado de Lucha del
Perú (CONULP), organizadora de buena parte de los paros en todo el territorio.
Hace un mes y medio que Puno es el epicentro de
esta guerra no declarada que enfrenta al sur del país con Lima. El desasosiego
social en esta región, sin embargo, lleva décadas corroyendo a la ciudadanía.
Según el Instituto Peruano de Economía, la región
se encuentra en los últimos puestos de competitividad nacional en temas como
entorno económico, infraestructura, salud y derechos laborales. “Puno está
buscando justicia social antes que justicia legal. Y ese clamor tiene dos
causales que han alimentado la indignación y la declaratoria de guerra a los
poderes del Estado: la postergación a sus justas demandas y el costo social
que significan más de 60 personas muertas”, dice el sociólogo de la Universidad
Nacional del Altiplano Felipe Supo.
En Puno no hay una autoridad política que no tenga
un extenso pliego de reclamos al gobierno central.
El alcalde de Juliaca, Óscar Cáceres, denuncia que el 60% de los 300 mil habitantes que viven en la ciudad no tienen agua ni desagüe. Tampoco tienen hospital.
“La paciencia de la gente se colmó cuando se juntó
la crisis estructural que vivimos y la crisis coyuntural que empezó el 7 de
diciembre”, señala el profesor Pedro Torres.
“Las protestas en Puno no se han reducido, incluso
se han radicalizado. La gente está enardecida y sin ganas de escuchar a las
autoridades centrales”,
advierte el periodista del diario “Sin Fronteras” Kevin Moncada.
Todos los entrevistados para esta nota coinciden en que las manifestaciones en Puno seguirán hasta que Dina Boluarte deje la presidencia.
“Estamos
más unidos que nunca los del campo y de la ciudad, la lucha es por distritos.
Pudo haber diálogo con la señora Boluarte, pero eso fue hasta antes de que se
asesinara a 20 personas acá. Cuando la señora Boluarte renuncie, ahí estaremos
tranquilos”, dice Elizabeth Calizaya, dirigente de la organización de mujeres
aimaras “Bartolina Sisa”.
El dirigente Félix Suasaca la secunda. “Nadie acá quiere reunirse con ella ni con los ministros y congresistas que han matado a nuestros hermanos”.
“El ánimo que reina es el de continuar con los bloqueos y todo apunta a que habrá una escalada mayor. La gente está pidiendo organizarse para que se les escuche en Lima y otras provincias. Quieren ganarse a la ciudadanía”, explica el corresponsal de “La República”, Liubomir Fernández.
La semana pasada el gobernador de Puno, Richard Hancco Soncco, y los alcaldes de las 13 provincias anunciaron públicamente que se solidarizaban con las protestas.
Dirigentes
como Félix Suasaca también han enviado información del tema a la embajada
rusa. “Nosotros hemos visto que los rusos son buenos aliados de los bolivianos
y queremos que intervengan en nuestro caso”, dice.
Juliaca,
considerada la capital de la integración andina en el sur, se ha convertido en
el centro neurálgico de la reorganización de los paros. El alcalde Cáceres
describe la ciudad como si fuera un escenario de guerra.
“La población en diferentes barrios se ha
autoconvocado, hay piquetes en diferentes sectores que bloquean las entradas y
salidas, en el día hay movilizaciones de más de mil personas pidiendo la
renuncia de Boluarte, los vehículos no pueden pasar y sólo algunas tiendas
abren unas cuantas horas. Ahora no sabemos qué pasará con el inicio de clases”,
dice.
Salvador
Apaza, alcalde de la provincia de Azángaro, tiene un relato parecido. “No hay
combustible, no hay medicinas y los bancos no permiten retirar más de 100
soles”, cuenta.
“El
acceso a Puno es muy difícil, hay bloqueos intensos en las provincias y centros
poblados. Hasta la frontera con Bolivia está bloqueada”, señala Claudio García,
uno de los diez dirigentes del Comité Colegiado de la provincia de San Román
que agrupa a transportistas, vendedores ambulantes, maestros y frentes de
defensa.
La
crisis económica en la región, ciertamente, había empezado a afectar a los manifestantes,
pero la presidenta Boluarte parece haberse encargado de levantarles la moral.
“La lucha está cansando a la población, pero entonces la presidenta sale a
hablar, nos minimiza y eso reta al pueblo”, dice el periodista Moncada.
“La
protesta empieza cuando Pedro Castillo decide cerrar el Congreso y lo vacan.
Ese día se mostró a Castillo reducido a la nada. Esa imagen caló mucho en Puno,
donde el 89% votó por él. La gente comenzó reclamar que la clase política dominante
había humillado a un provinciano y que ahora el gobierno de Boluarte está en la
foto con el fujimorismo”, explica Liubomir Fernández.
“Lo que
motivó las primeras protestas fue que la gente consideraba que había logrado
poner un presidente y que Lima lo había sacado”, agrega Moncada.
Hasta
inicios del mes pasado, las más de 400 organizaciones que llevan adelante el
paro en la región del sur reclamaban la renuncia de Dina Boluarte, el cierre
del Congreso, la convocatoria para una Asamblea Constituyente y la restitución
de Pedro Castillo como presidente de la República. Ahora a los puneños ya no
les interesa la suerte del maestro recluido en Barbadillo. “El tema de Castillo
se retiró de la plataforma porque desvirtuaba la lucha legítima del pueblo”,
explica Claudio García.
“Queremos
que se vaya la señora Dina Boluarte y queremos que se restituya la Constitución
de 1979 porque la actual carta magna beneficia a las empresas que se llevan
nuestras riquezas a otro lado”, asegura la dirigente Edith Calizaya.
Las
organizaciones al frente de las protestas en Puno están discutiendo
estrategias para superar dos obstáculos importantes para continuar con los
paros: ‘la militarización de la región y la escasez en los mercados”.
El
pasado 5 de febrero el gobierno de Dina Boluarte ordenó que un comando unificado
de las Fuerzas Armadas y Policiales se ocupara del control de la región.
Una
primera medida que tomaron los protestantes fue la protección de sus líderes.
El mes pasado una lista con las identidades de 17 dirigentes comenzó a circular
en internet bajo la advertencia de que la Policía planeaba su detención.
Algunos de los dirigentes prefirieron ocultarse.
“Varios
de mis compañeros tuvieron que huir a Bolivia para salvaguardar su integridad”,
dice Félix Suasaca. “Algunos líderes del Comité que integro también se
ocultaron. Un infiltrado nos grabó en una reunión que ocurrió el 31 de diciembre
y entregó nuestros nombres a varios medios de alcance nacional acusándonos de
azuzadores”, cuenta Claudio García.
En las
últimas semanas, algunos grupos de manifestantes habían optado por enfrentarse
directamente a las Fuerzas Armadas. Sucedió en el caso del distrito de Laraqueri,
donde hace tres semanas la población le negó el paso a un contingente de 250
soldados que se dirigía a la ciudad de Puno. También ocurrió en Desaguadero,
donde la semana pasada un grupo de pobladores sacó a empujones a un equipo
militar que se dirigía a la frontera con Bolivia. Sin embargo, la estrategia
más reciente pasa por evitar los enfrentamientos directos.
“Esta
semana los dirigentes aimaras se reunieron en el puente internacional de llave
y acordaron aplicar la lucha de desgaste. Es decir, a los militares se les ha
ordenado despejar las vías que están bloqueadas. Entonces la población va a dejar
que estas tropas despejen un punto, esperarán a que se vayan y luego las
volverán a bloquear hasta cansarlos. Hay que entender que la gran mayoría de
los aimaras ha hecho el servicio militar, por lo que conocen ciertas
estrategias”, señala Kevin Moncada.
“Nosotros
no queremos enfrentamos con los militares porque son nuestros hijos, nuestros
sobrinos, queremos más bien que los soldados y los policías se unan a la
lucha”, dice Edith Calizaya.
“Algunos
sectores consideran que los soldados también son hijos del pueblo. Acá hemos
visto a soldados desnutridos, maltratados sicológicamente, entonces eso ha
envalentonado a los dirigentes de las comunidades que han comenzado a hacer
publicaciones en internet para pedir a los cuarteles que se unan a la lucha”,
cuenta el profesor Pedro Torres.
El
toque de queda que el gobierno impuso en Puno no se cumple. “La presencia
militar y policial no se siente. Creo que se han atrincherado en el aeropuerto
y desde que se declaró el toque de queda transitan por la ciudad sin ningún
efecto disuasivo”, cuenta el alcalde Oscar Cáceres.
Las
medidas del gobierno central tampoco han servido para frenar la escalada de precios.
“El balón de gas ha pasado de 60 a 120 soles, la carne y los vegetales han
triplicado su precio. En las calles, algunos piquetes le cobran un impuesto a
la gente por dejarlos pasar”, señala Pedro Torres.
La
amenaza de una escalada violenta es permanente y algunos discursos alientan a
ello.
“Todo
este paro les ha abierto los ojos a la región sobre su futuro. Muchos hermanos
comentan que, si tanto nos humillan, nos matan, mejor separémonos de Lima para
no estar de rodillas. Definamos por nuestra libre determinación en qué país
queremos vivir tranquilos”, dice el dirigente Félix Suasaca.
El
periodista Liubomir Fernández acepta que dicha discusión es una realidad.
“Acá en el altiplano hay esa idea de la región independiente del sur por culpa
de una capital que no escucha a sus ciudadanos en democracia. Han entendido
que Lima se quedaría sin muchos de los recursos que Puno tiene”.
“Algunos
jóvenes levantaron una bandera de Bolivia, pero fue por el dolor. La herida
que dejó la frase de que Puno no era el Perú. Nosotros somos bien peruanos”,
dice el alcalde Salvador Apaza.
“Esto es una guerra entre los mistis y nosotros. La sentencia es: o ellos o nosotros. Avizoro que la protesta va a continuar ahora que otras zonas como el centro y el norte se van a unir. Todos los centros poblados están realizando colectas y preparando transporte para mandar gente a Lima”, dice el sociólogo Felipe Supo. “En estos momentos -dice Pedro Torres- la gente se expone sin temor a que la maten”. ▓▓
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