Cesar Hildebrandt
En HILDEBRANDT EN SUS TRECE Nº 623 17FEB23
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o puedo creerlo. La presidenta llama a un diálogo en
palacio de gobierno y dice que ese es un paso decisivo para resolver la
crisis.
Entonces va Keiko Fujimori y tiene una “reunión de
Estado” con la señora que no quiere irse. Al salir, la señora Fujimori dice que
la cita ha sido provechosa y usa el momento para añadir: “Que el señor Petro
deje de meter su nariz roja en el Perú”. La prensa, más tarada que nunca, aplaude el aporte internacionalista
de la heredera. Después sale el representante de Somos Perú, que es una
fábrica de alcaldes de tercera, y nadie le hace caso. ¿Qué podía hablar
Boluarte con alguien de Somos Perú?
Al día siguiente la señora Boluarte continúa
rehaciendo el país y recibe a César Acuña, analfabeto funcional que preside el partido Alianza para
el Progreso. El señor Acuña, que ha ido acompañado de su hijo, cómo no,
sale a decir que han hablado de la salud pública y de la educación.
Tangencialmente, menciona el asunto del adelanto de elecciones. Después habla
Avanza País, el otro sendero de Hernando de Soto, y confirma que si el
Congreso no se pone de acuerdo, la señora Boluarte deberá gobernar, al lado del
Congreso, hasta el 2026. ¿Y de qué hablaron Porky y la presidenta un rato
después? ¿De lo bien que le hará a la causa el cierre del centro de Lima? ¿De la urgencia de meter bala
otra vez en Puno? ¿De la necesidad de encubrir los crímenes de Ayacucho?
Mientras tanto, un generalito se atreve a amenazar a los puneños. Tiene gafas oscuras, habla como un oficial de algún escuadrón de la muerte salvadoreño. La prensa corporativa lo respalda y destaca sus palabras.
Todos los días, a cada hora, la derecha reconstruye un régimen que en nada se
parece a la democracia y que tiene pinta de vástago putativo del fujimorismo.
El aparato judicial es
ahora una extensión de la Dircote y las detenciones preventivas
proliferan. Benedicto Jiménez, el matón del gánster Orellana, es entrevistado
ahora como especialista en terrorismo y da consejos punitivos.
Nos estamos pudriendo por dentro. La señora Boluarte ha consentido
que la derecha más predispuesta a la violencia tome el poder con ella de
mascarón de proa. Es la vieja flota conservadora dispuesta a bombardear
el país con tal de no soltar sus privilegios. Es la escuadra guanera y fantasmal que ha vuelto entre
neblinas.
La señora Boluarte finge creer que hablando con los
partidos zombis terminará con la película de terror que vivimos. Ese ni
siquiera es el libreto tonto que algún Otárola, daga en mano, le pudo haber
entregado. Esa es, sencillamente, una provocación.
El problema es que lo que funcionó ayer quizá no sea
eficaz hoy. La receta del antiaprismo de los años 30 del siglo pasado parece
anticuada. Hay demasiado sarro acumulado, demasiadas cuentas por pagar, demasiadas
heridas abiertas. No es
que la desigualdad sea un accidente en el Perú. Es que es una doctrina, un
orden establecido, una cultura. Los criollos peruanos de la
independencia prestada por argentinos, chilenos y grancolombianos creyeron, en su gran mayoría,
que la indiada era un lastre demográfico. El racismo en el Perú se aprendió en la cocina, en el
colegio, en las alcobas de los padres. De esa raíz maldita proceden muros y
agonías. De ese legado vienen las rabias provincianas que “preocupan” en
Lima. Como si Lima no fuera miserablemente provinciana. Como si Lima no se
pareciera al Álamo antes del asalto final de Santa Anna.
La señora
Boluarte carece de luces y por eso no entiende nada de lo que está ocurriendo. No tiene idea de la naturaleza de la crisis y de
los desafíos que supone. La derecha le dijo que su papel era poner orden y le
dio una escopeta. La señora jaló del gatillo y tiene un pie horadado. Ahora está en manos de Otárola,
que se contagió de fujimorismo en la casa verde del humalismo. Otárola, la
Dircote, los generalitos de gafas oscuras, los jueces nostálgicos de los 90: esos
son los instrumentos. La jefatura sigue siendo la de la oligarquía, que
no creó una nación pero sí impuso el miedo más inexplicablemente idiota: el de
quienes defienden el orden que los asfixia, desdeña y embrutece.
La señora Boluarte podía haber renunciado con toda dignidad. Ahora va a tener que irse en el escarnio. Mateo Pumacahua cometió la felonía de combatir a Túpac Amaru pero tuvo tiempo de reivindicarse sumándose a la rebelión de los hermanos Angulo. A la señora Boluarte le faltará tiempo para intentar la desinfección. ▒▒▒
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