viernes, 29 de julio de 2022

PARA LA HISTORIA DEL ARTE MUSICAL PUNEÑO

 ESCRITO DEL CELEBRADO MÚSICO RAUL CASTILLO GAMARRA, DIRIGIDO A SU COLEGA OSWALDO AGUILAR PEÑALOZA, CON MOTIVO DE LA PREPARACIÓN DE SU LIBRO “PENTAGRAMA PUNEÑO”. PUNO, 1996.

 

HE CUMPLIDO CON LA MAMITA CANDELARIA Y CON PUNO

 

Hermano:


Te ofrezco la constelación de canciones depositadas en mi alma, desde siempre, hasta siempre.

Te devuelvo tus canciones que están hechas con las gotas de la sangre que palpitan en tu ser y en mi ser.

Canciones que crepitan hechas llagas en mundos de desesperación.

Cantares que evocan a las cumbres enhiestas e insondables de nuestra tierra.

Canciones que navegan cadenciosas, por ese amado Titi k’ak’a.

Cantos que persiguen vigorosas ilusiones, esperanzas y amores.

Tonadas que se diluyen en caminos solitarios, tejidas entre los Andes.

Canciones que revientan en bullicios y fiestas que acarician de repiques de campanas e iluminan de cohetes el pueblo.

Cantares como los pendientes que adornan fervientes a la cholita pandillera, con sol y alegría.

Canciones que se extienden como puentes entre los corazones amantes en largas noches de serenata.

Cantar que dijera, "te quiero en el alma", vivo, palpitante, ansioso y sufriente, enclavado en tu vida y en mi vida, para siempre.

Estos huayños son nuestros huayños, hermano.

Este cantar, es nuestro cantar, hermano.

No lo olvides, no lo niegues, es tu sangre y es mi sangre.

Y en el fermento dulzón de las orillas del lago, mezclado con el aire puro, transparente de las cumbres del Allink’apac.

Con las arenas de las liberas del Pichajaku y la frescura de la Moya y el Kolqueparque.

Con la solemnidad de las tropas de Ayarachi y la arrogancia del Chokechambi y el Yanak’ak’a.

Está mezclado con el alma y el corazón y el sabor cosmopolita de la tierra calcetera.

Con la altivez de los aires Chirihuanos y el rezago de Salcedos y Malikas.

Con el orgullo de aquella pequeña Roma y la figura deificada del Allin Kjapia.

Es tu sangre y es mi sangre.

Es edad, eco de las voces de nuestros padres.

Ecos que reverberan a pesar de los tiempos.

Es amalgama de los hombres, de quenas pinquillos y zampoñas.

Es la mezcla de los acordes de guitarras mandolinas y charangos.

Son las notas convertidas en un canto de alegría o en un canto de desdicha; por la mujer o por el pueblo, por el amor o por el desengaño.

No lo olvides, no lo niegues, alimentemos este cantar;

Acompáñame hermano.

Juntos, en un coro de voces haremos escuchar al mundo el cantar de nuestra tierra.

Digámosle a todos: Yo soy puneño; soy peruano.

Digámosle al mundo: Este es mi cantar. Esta es mi voz.

 

Raúl Castillo Gamarra


                              MAMITA CANDELARIA

Madre de todos los Puneños,

Mamita Candelaria, 
luz de mi pecho atormentado,
flor de mi devoción.

Traigo en mi alma un gran dolor
 y la esperanza en mi corazón
de saber que con tan solo verte
se irán mis pesares.

Toma mi alma y mi corazón, 
toma mi vida si así lo quieres
en prueba de mi fe.

Los Paisajes de esta mi tierra,
son tu manto divino
y las tardes arreboladas
tu rostro angelical.

Traigo en mi pecho tu bendición,
tu belleza y tu divinidad
te llevo aquí dentro de mi alma 
con amor y consuelo.

Toma mi alma y mi corazón, 
toma mi vida si así lo quieres
en prueba de mi fe.



 

FELICES FIESTAS, PARIAS

 Escribe: Milciades Ruiz

 En Chota, la gente tilda de pícaro, al falso que aparenta, pero no cumple, al que no tiene palabra, al que solo busca provecho personal. ¡Pobre aquel que no lo conoce! Pero pícaros hay en todas partes y, mayormente entre los que viven de la política. Pobre el pueblo que cree en sus discursos. Viene al caso, lo que pasa con el sector, al que todos ven como paladín de la seguridad alimentaria.

 Desde el inicio de la independencia del virreinato del Perú, el racismo persiste en las actividades sociales, económicas, políticas, culturales y demás, aunque no lo consideremos así. Pero allí están, encubiertas pícaramente. Condenamos el racismo de palabra, pero no el racismo de hecho. El primero puede ser delictuoso, pero no, el segundo. No obstante, el racismo económico tiene connotaciones estructurales de dominación. No es casualidad que, los pobres sean de raza de color, ni que el campesinado sea el más burlado.

Con motivo de promover la recuperación económica ante los estragos de la pandemia, se puso en marcha el programa “Reactiva Perú”, subsidiando tasas de financiamiento. Se beneficiaron, los consorcios latifundistas de la agroexportación (con capitales extranjeros) los cuales recibieron US$ 2.99 Millones c/u, como ayuda estatal. Tal fue el caso de Corporación Danper S.A.C. que posee 20,000 has y exportó el 2021 por valor de US$ 225’355.000. (fuente: América Economía Intelligence)

También el Grupo Virú SA que posee miles de hectáreas en Chavimochic, Majes Siguas y Chira en Piura y exportó el año pasado por valor de US$ 227.839.000. Así mismo, el Complejo Agroindustrial Beta S.A., con 6,000 hectáreas y exportó por valor de US$ 207’307.000. Como también, la agroexportadora El Pedregal con 5,290 has., que recibió de Reactiva Perú: 2.99 MM US $. La lista es larga y no digo que esté mal, si la reactivación lo justifica, pero comparado con lo otorgado al campesinado, la diferencia es una pícara burla.

Para el campesinado se asignó solo un fondo de 2,000 millones de soles (no dólares) denominado FAE- AGRO, destinado a otorgar créditos subsidiados a través de intermediarios financieros comisionistas. Pero este programa era para la recuperación empresarial del sector agrario y con requisitos de formalidad, sabiendo que la pequeña agricultura familiar es fundamentalmente informal, pues el 95% de agricultores peruanos no son empresarios.

Como era de esperarse, el programa fue un fracaso. Los beneficiarios fueron los intermediarios financieros que usaron esos fondos subsidiados, mientras que, el campesinado no pudo cumplir los requisitos. Era como repetir la picardía fujimorista de exonerar de aranceles a la importación de tractores que hagan las comunidades campesinas, sabiendo que no cuentan con el dinero para eso.

Pero también podría considerarse una picardía, la II Reforma Agraria, lanzada espectacularmente desde el Cusco, el 3 de octubre pasado, día de la insurgencia del gobierno de Velasco. Se hizo esto, sin tener presupuesto ni ley que la ampare. No para hacer una reforma, sino para mantener el latifundismo neoliberal. ¿Traficar con el cartelón para crear falsos espíritus, no es una picardía?

Ante la situación angustiosa de la economía agraria, los gremios campesinos solicitaron declarar el agro en emergencia. Para calmarlos, el 20 de marzo pasado, el gobierno declaró en emergencia el sector agrario por 120 días, en razón de que estaba destrozado por la pandemia del COVID-19 y, los precios elevados de los insumos productivos. Pero era una picardía porque tampoco tenía presupuesto que respalde la medida.

En los próximos días se cumplirá el plazo previsto para solucionar la emergencia, sin haber empezado todavía a socorrer a los damnificados. La campaña agrícola ya terminó y, tal emergencia, resultó siendo un fiasco. Aunque se ha prorrogado el plazo hasta fin de año, sigue sin presupuesto. El agro sigue en situación crítica, pero el auxilio no llega.

Emergencia es la atención INMEDIATA ante una desgracia imprevista. Terremoto, incendio, peligro de muerte, etc., como el servicio de emergencia hospitalaria. Pero en este caso, todo quedó en el papel y los agricultores no ha sido auxiliados en su desgracia económica. En mayo pasado, mediante decreto de urgencia, el gobierno aprobó c0mprar 70 mil toneladas de urea por valor de S/. 348’887,735 y el plazo vence el 15 de agosto, sin que hasta ahora se haya efectuado esa compra.

Francamente, esto hace recordar la reunión animal en la que había mucha sed, y designaron a la tortuga que estaba bajo la mesa, para que vaya por gaseosas. Pasaba el tiempo y nada, por lo que empezaron a despotricar contra ella por la demora, a tal punto que se escuchó una voz de protesta: ¡Si siguen hablando mal de mí, ¡no voy ah!

Bromas aparte. El asunto es que ya la compra estatal de fertilizantes ha perdido oportunidad y justificación. Era para la campaña 2021/2022, que ya está finalizando. Entonces se dice que será para la próxima campaña. Pero la crisis de abastecimiento y precios ya está pasando. El clima tampoco espera las deficiencias de gobierno. Si los fertilizantes no llegan con las primeras lluvias, ya será extemporáneas para algunos cultivos.

Mientras tanto, los proveedores particulares de fertilizantes, que conocen el mercado, ya están cubriendo el stock oportunamente. Ya no hay desabastecimiento y los precios tienden a bajar en el mercado internacional. Ya se han importado más de 100 mil toneladas en el primer semestre y a la fecha, el abastecimiento está asegurado. Ver los siguientes cuadros ilustrativos. 


Pero entonces, si todo este escenario se montó aduciendo la seguridad alimentaria del año en curso. Ahora la seguridad alimentaria tendrá que esperar la próxima campaña agrícola cuyas primeras cosecha serán al inicio del 2023. Pero seguramente, el discurso presidencial de fiestas patrias nos encandilará con la magia de “no más pobres en un país rico”.

Ante esta situación, sería vano pedir ayuda al asesor presidencial, Daniel Salaverry, ex fujimorista, ex aprista y de derecha. Tenemos que forjar poder popular, con capacidad de hacer prevalecer sus demandas. No más ofrecimientos pícaros, que no se cumplen. Los parias no tienen derecho a recibir gratificaciones como los congresistas y nada tienen que celebrar, de una fecha infausta, en que perdieron para siempre su patria originaria.

Para conseguir derechos, hay que luchar. Insistir e insistir hasta acabar con tanta injusticia. No hay nada fácil para los parias andinos.

Julio 26, 2022 





SOBRE EL AGRO PERUANO Y PUNEÑO

 




ACERCA DE LA REFORMA AGRARIA Y EL MINFUNDIO

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas

Tomado de : Revista Digital ALTIPLANIA N° 4

La tierra y su función en las sociedades

La tierra, es un bien prexistente, no elaborado por el hombre, pertenece por lo tanto a la humanidad. La tierra adquiere su verdadero sentido cuando produce mediante la acción humana sobre ella mediante una serie de actividades que van desde la mera recolección de sus frutos, su extracción, hasta la transformación fabril de ellos. La producción extractiva de mayor volumen y complejidad es la agricultura. En ella, la tierra cumple una indispensable, fundamental y definitva función social, cual es la producción de alimentos.

Hay muchas razones que sustentan y explican la función social de la tierra: De orden jurídico, regular la con­vivencia social; de orden económico, proteger las fuentes alimenti­cias y asegurar el aumento racional de la producción agropecuaria; en el orden social, asegurar la existencia de fuentes de trabajo para el campesino para que este se conserve en su medio natural; de orden político respeto a los derechos del campesino y sentar las bases para la democratización de la propiedad territorial[1].

Los efectos de este principio pue­den advertirse en diferentes situaciones: es en virtud del principio de función social de la tierra que el Estado dicta una serie de me­didas para factibilizarlo; así cuando se impone al agricultor sembrar un determinado tipo de cultivo, preferentemente alimenticio en la totalidad de una explotación o en parte de ella. Cuando el propietario es incapaz de cultivar la tierra que posee, en toda su extensión y en forma intensiva, y mantiene tierras incultas y mal trabajadas y las autoridades las confiscan o expropian para darlas a quienes si pueden hacerlas producir eficientemente. Cuando se establecen empresas agrícolas cuyos métodos y técnica apa­rejada con la consiguiente ayuda gubernamental van a beneficiar directamente a la comunicad en la que se establece, e indirectamen­te a la colectividad toda; cuando se gana para el cultivo tierras inexplotadas e incultas por diferentes medios acrecentando áreas para la producción agrícola; cuando se reordena la existencia de muy pequeñas extensiones de tierra labrantía; etc..  

La Politica rural

Un conjunto de decisiones políticas que todo Estado debe asumir en todo tiempo, se engloban en lo que algunos analistas denominan como “política ru­ral la misma que puede ser conceptuada como aquella parte o aspecto de la Política General de Desarrollo Económico-social del Estado-Nación destinada a dirigir la acción política del Estado hacia la mejora global y sustantiva de las condiciones de vida y de trabajo de la población rural, en general y de desarrollo en el sector agrario en particular.

Ese alto cometido puede conseguirse mediante la ejecución de reformas en algunos aspectos de la realidad agraria, el fomento de mayores niveles de producción y productividad, el impulso de proyectos de ampliación de frontera agrícola y de infraestructura de riego, distribución de los productos que ofrece el campo, sustentación de precios, regulación del mercado e impulso a proyectos de inversión pública y privada propios de este sector de actividades.

Las reformas en el agro significan cambios que deben ser fundamentales y suponen situaciones anteriores prexistentes que se consideran injustas que deben ser cambiadas por otras más justas.


La Reforma Agraria. Antecedentes

Durante el siglo pasado, especialmente desde poco antes de la década de los años 30, gobierno de Luis Sanchez Cerro, hasta la década de los años 60 y poco más, primer gobierno de Fernando Belaúnde Terry, la sola mención de los términos “Reforma Agraria" y "planifi­cación", era suficiente motivo para que se calificara de "comunista" a quien las usaba. Hoy están en boca de todos, aún en la de los más califi­cados “reaccionarios”, entendidos estos como ”las personas o grupos, incluso movimientos, que tienden a contrarrestar o anular una evolución progresista con el propósito de defender una situación anacrónica o que no se ajustan ya a la realidad social, o con propósito de volver a aquella situación que ya había sido superada"[2].

Por los años 40, el gobierno de don Manuel Prado, conocido por esa mentalidad reaccionaria, se dio el lujo de nomi­nar una Comisión para que estudie la realidad del agro peruano y plantee bases para su reforma; y, para sarcasmo -al decir de Carlos Malpica- puso al frente de ella al más calificado representante del latifundismo en el Perú: Pedro Beltrán Espantoso, a quien el periodismo cunda motejaba como “Señor de los Mil Agros”.

El agro peruano tantas veces pospuesto y olvidado, fue puesto en el tapete durante la década del sesenta, por muchas razones económicas, sociales y políticas, entre otras, por la agudización de la lucha política que ha acelerado procesos de cambio social.

"Planificación", dio lugar por esos años en nuestro país a un largo debate, donde se arguyeron razones políticas y aún semánticas. Luego, poco a poco, tuvo que ser aceptada y aún legalizada, hasta que durante el gobierno de Velasco se institucionalizó un sistema de planificación estatal a cuya cabeza estaba el Instituto Nacional de Planificación INP. Pero la tormenta neoliberal globalista que irrumpió con Fujimori y los criollos Chicago Boys arrasó con ese sistema. Como no hay ni puede haber organismo estatal o privado que prescinda del planeamiento como función innata de su vida institucional, los gobiernos post Fujimori a regañadientes instituyeron el Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico, encabezado por el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico CEPLAN, organismo público que poco suena y nunca truena.

“Reforma agraria” y “planificación” eran palabras que infundían temor entre las clases dominantes; creían que todo el sistema económico y social de que disfrutaban (y aún disfrutan) iba a romperse. Pero llegó el proceso de cambios estructurales liderado por el gobierno de Velasco Alvarado y desde entonces los vocablos en mención se socializaron y ganaron legitimidad.

El diario derechista El Comercio señala que “La reforma agraria implementada entre 1969 y 1980 significó la expropiación de 10,5 millones de hectáreas, equivalentes al 56% de la superficie agrícola, según un informe del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). En ese período, las haciendas se convirtieron en aproximadamente 1.200 empresas asociativas o cooperativas”[3]

¿Segunda Reforma agraria?

Es muy común referir que la reforma velasquista había quedado trunca, inconclusa. Por esa razón muchos políticos de hoy especialmente de la vertientes izquierdistas y progresistas hablan de la necesidad de una “Segunda Reforma Agraria”. Así lo hace el actual gobierno de Pedro Castillo, aunque manteniendo difuso el contenido de esa postulación programática y siendo dificultoso distinguir o precisar en su acción política lo que se hace y lo que no se hace al respecto.

La transformación positiva de la actividad agraria, es decir aquella que sea beneficiosa para las mayorías poblacionales, es combatida por los intereses dominantes a los que voluntaria o involuntariamente se prestan los poderes públicos, sectores adictos al propio ejecutivo y al parlamento, demorando, desvirtuando, posponiendo proyectos, acciones y medidas, recortando partidas presupuestarias, en fin, incumpliendo promesas electorales.

La Reforma Agraria

Como parte integrante de la Política Rural toda Reforma Agraria tiene como objetivo abolir caducas y antieconómicas formas de tenencia de la tierra y relaciones de servidumbre, asi como permitir a la población agrícola activa la accesibilidad a recursos productivos como la tierra, el agua y el capital.

En la derogada Ley 15037 dictada en el primer gobierno belaundista, se define a la Reforma Agraria, como "… un proceso integral, pacífico y democrático destinado a transformar la estructura agraria del país y a facilitar el desarrollo económico y social de la nación, mediante la sustitución del régimen de latifundio y minifundio, por un sistema justo de propiedad, tenencia y explotación de la tierra, que eleve la producción y la productividad de ella…”

En el Decreto-Ley Nº 17716, Ley de Reforma Agraria aprobada durante los primeros tramos del “Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada” (y también derogada por Ley Nº 26505 de 1995) se la define como “…un pro­ceso integral y un instrumento de transfor­mación de la estructura agraria del país, des­tinado a sustituir los regímenes del latifundio y minifundio por un sistema justo de propie­dad, tenencia y explotación de la tierra, que contribuya al desarrollo social y económico de la Nación, mediante la creación de un ordenamiento agrario que garantice la justicia social en el campo y aumente la producción y la productividad del sector agropecuario, elevan­do y asegurando los ingresos de los campesi­nos para que la tierra constituya, para el hom­bre que la trabaja, base de su estabilidad eco­nómica, fundamento de su bienestar y garan­tía de su dignidad y libertad” y añade seguidamente que “La Reforma Agraria como instru­mento transformador formará parte de la po­lítica nacional de desarrollo y estará íntima­mente relacionada con las acciones planifica­das del Estado en otros campos esenciales pa­ra la promoción de las poblaciones rurales del país”.

La frase "haga que la tierra constituye para el hombre que la trabaja, base de su estabilidad económica, fundamento de su progresivo bienestar y garantía de su dignidad y libertad", que aparece en ambas definiciones es copia de la parte pertinente de la “Declaración de Punta del Este" que se dictó en la Conferencia del Consejo Inter­americano Económico y Social (CIES) en 1961.

Extractamos de esas definiciones la mención al latifundio y al minifundio que deben ser sustituidos por un “sistema justo de propiedad, tenencia y explotación de la tierra”.

El latifundio

La posesión y el uso de la tierra ha sido desde tiempo inmemorial de máxima importancia para todo el sistema económico y político, y de hecho es la base para toda organización social.

La tierra es un objeto de trabajo, un producto de la naturaleza sobre la que recae la acción del hombre y su papel básico -como ya se dijo- es la producción de alimentos. Las condiciones sociojurídicas bajo las cuales se hace producir, determinan diferentes clases de relaciones entre los hombres.

La tierra ha sido siempre un bien apetecido, de ahí que las relaciones entre el hombre y la tierra y las relaciones entre los hombres en referencia a la tierra, han originado doctrinas, teorías, sistemas etc., tendientes en al­gunos casos a estructurar principios económicos, políticos y socia­les para su mejor y más justo aprovechamiento.

La tenencia de la tierra en las sociedades organizadas en Estado se ha clasificado comúnmente de acuerdo a su extensión y relaciones humanas que le son inherentes, en la gran propiedad, la mediana propiedad y la pequeña propiedad.

La gran propiedad, más conocida como latifundio, se caracteriza por la alta concentración de la tierra en pocas manos, capitalizada diferencialmente y signada por la existencia de una suerte de proletariado rural compuesto por asalariados o por trabajadores que prestan servicios a los propietarios bajo diversas modalidades de servidumbre.

En el Perú la gran propiedad latifundista, calificada como feudal o semifeudal y que campeaba en el agro serrano, desapareció con la reforma agraria implementada en tiempos del presidente Velasco. En la costa, sobre la base de antiguas “haciendas azucareras” del norte, inicialmente expropiadas y luego cooperativizadas, ha emergido un neo latifundismo de corte capitalista agroindustrial. Su permanencia estará sujeta a los desarrollos futuros de la política nacional.

El minifundio

Respecto al latifundio se ha escrito mucho, puede decirle que hay abundante literatura al respecto, pe­ro en cuanto al minifundio, el interés de los estudiosos no ha sido igual, pues se ha tratado, investigado y publicado muchísimo más sobre el latifundio que sobre el minifundio; ello tal vez porque aquel denotaba con mayores caracteres las injusticias de un régimen que ocasiona sentidos malestares sociales.

El otro gran defecto en la realidad de la tenencia de la tierra en el Perú es pues el minifundio, consistente en la exce­siva fragmentación de la propiedad rural en diminutas parcelas en manos de la inmensa mayoría campesina, que hacen que los pequeños propietarios en la mayor parte de casos apenas si llegan a la economía de subsistencia.

El minifundio también es llamado "parvifundio" o 'microfundio". Pérez Llana[4], lo define como "la parcela insuficiente que no logra constituir una unidad econó­mica. Aquí la tierra no llega a absorber la plena capacidad de tra­bajo de la familia, hay poca o nula capitalización y escasa productividad. El origen del minifundio esta de preferencia en la excesiva división de la tierra generalmente por particiones hereditarias".

El trabajo en pequeñas parcelas, no solo provoca un despilfarro en la fuerza de trabajo, sino que a la par no satisface las mínimas necesidades de la familia productora. Desde el punto de vista social, como del económico, el minifundio es tan inconveniente como el latifundio y se considera que su eliminación mediante acciones de concentración parcelaria o de reordena­miento es más difícil que la parcelación de los grandes predios o latifundios.

En el Perú sucede que la tierra representa para los hombres y mujeres del campo, la mejor garantía de su seguridad y estabilidad económica. Por pequeña que sea, tiende a ser conservada aunque sea subdividida casi siempre por herencia, generación tras generación, hasta en muchos lotes pequeños.

En la Sierra peruana y en partes del altiplano puneño circunlacustre, son tan pequeños que de hecho no proporcionan siquiera una seguridad marginal, al punto que los individuos económicamente activos se ven forzados a buscar fuentes suplementarias de ingresos en otras actividades tales como el comercio o el contrabando o la minería artesanal. Buscan también ingresos para sobrevivir en otras partes alejadas de sus pueblos, lo cual ocasiona migraciones permanentes y/o temporales. En este último caso, la chacra, el minifundio se convierte en una base de operaciones desde la que salen los miembros de la familia a las grandes ciudades y valles de la costa sirviendo de peones y de domésticos con el fin de con­tribuir en alguna forma al hogar de origen.

La excesiva subdivisión de la tierra y por lo tanto la existencia del minifundio es ciertamente el resul­tado de un defectuoso sistema de leyes y costumbres sucesorias. A ello se suma el crecimiento de la población rural a un ritmo mayor que el incremento del área de cultivo disponible. Además, está la falta de ocupaciones no agrícolas en las regiones de minifundio predominante.

Es claro que una reforma agraria en lo concerniente a la redistribución de la propiedad rural -que es la medida principal- no solamente debe procurar tierras a los campesinos que no la tienen, sino proporcionárselas a aquellos que los poseen en cantidad insuficiente.

La Política Rural del Estado debe atender con el mayor interés la necesidad de dictar acciones y medidas de real importancia para liquidar el minifundio y contrarrestar su difusión. A pesar de la evidencia de que el minifundio entorpece miserablemente el progreso de la agricul­tura empobreciendo los recursos naturales del país, no ha habido ni hay políticas serias y decididas para encarar el minifundio y su secuela notablemente antisocial.

Cierto es que la derogada ley de reforma agraria velasquista contiene normas susceptibles de ser rescatadas en una segunda refoma agraria, modificando el derecho sucesorio, de tal manera que un fundo que por distintos motivos alcance le magnitud de unidad económica familiar, pase la propiedad a uno solo de los herederos. Así lo ha contemplado la acotada Ley de Reforma Agraria en su artículo 98° en la que se establecía que “A partir de la fecha de promulgación de la presente ley, queda prohibida la partición de un predio rural en extensiones menores a las señaladas para la unidad agrícola familiar, las que en ningún caso serán inferiores a tres hectáreas. Por consiguiente, se consideran indivisibles para todos los efectos legales, los predios rústicos de una extensión superficial cuya partición dé como resultado una o mas unidades con menos de tres hectáreas”. Complementariamente en el Art. 103° se condicionaba los juicios de división y partición al informe de la autoridad agraria para cautelar que la partición cumpla con lo establecido en el artículo anteriormente reseñado.

Las soluciones teórico-prácticas para afrontar los problemas que acarrea el minifundio, además de los procesos de concentración parcelaria y reordenamiento rural, están: el incremento de las áreas de cultivo sea mediante la habilitación de tierras incultas o sea por la expropiación de latifundios vecinos. Son medidas contributivas la creación de industrias en el lugar a fin de aliviar la dependencia de la población casi exclusiva del factor tierra y dar uso al exceso de mano de obra.

El Minifundio en el Perú y en Puno

Como puede apreciarse en el siguiente cuadro, del total de unidades agropecuarias con tierras que tenía el Perú en 2012 (según el IV Censo Agropecuario), total que alcanzaba a 2 millones 213 mil 506 unidades agropecuarias, el 37.6% (es decir 831,843 unidades agropecuarias) tenían menos de 1 hectárea. De ese grupo de unidades menores a 1 ha. el 60.9% (es decir 507, 137 unidades agropecuarias) tenían solo 0.5 has o menos.

 

En Puno, del total de unidades agropecuarias con tierras que tenía Puno en 2012 (según el IV Censo Agropecuario), total que alcanzaba a 212,215 unidades agropecuarias, casi el 40% (39.85%, es decir 84,582 unidades agropecuarias) tenían menos de 1 hectárea. De ese grupo de unidades menores a 1 ha. 74% (es decir 62,715) tenían solo 0.5 has o menos.

En ambos casos las cifras son elocuentes para la demostración de la gravedad del problema de minifundio, el mismo que demanda atención por parte de las autoridades competentes de consuno con las poblaciones que lo sufren.

Humberto Torres Giraldo, Geógrafo Dirección General de Aguas, Instituto Nacional de Recursos Naturales acota al respecto que “Después de la reforma agraria (1969-1974) y de un largo período posterior sin sistema formal de titulación y mercado de tierras, la agricultura peruana se volvió en gran parte una economía de parceleros, en la cual el 85% de los agricultores cuentan con menos de 10 hectáreas, predominando las unidades productivas con un área entre 3 y 10 hectáreas (33%).  Existen 5,7 millones de predios rurales de los cuales figuran inscritos en registro públicos solamente un tercio (1,9 millones).  El fraccionamiento de las parcelas en pequeños minifundios y su gran dispersión representan un límite a la eficiencia productiva al tiempo que eleva los costos generales y del transporte”. 

Como encarar el problema del minifundio

Entre los publicistas y estudiosos peruanos se advierte que respecto a la liquidación del minifundio, en la mayoría de los casos se plantea la necesidad de la concentración parcelaría, pero no hay un solo caso que pueda abordar el tema con la profundidad que su complejidad requiere, es decir, en el Perú la in­vestigación científica, sobre este aspecto, de una manera pormenorizada y detallista, no se ha hecho. Ha sido la ley de Reforma Agraria de Velasco la que ha hecho que algunos técnicos economistas agrícolas, especialistas jurídicos y sociologistas, empiecen a abordarlo.

Tratadistas y estudiosos de la realidad agraria del Perú, han dejado expresadas sus preocupaciones por el minifundio. Vemos a tres de ellos.

César Guardia Mayorga, en su libro "La Reforma Agraria en el Perú", expresa que uno de los objetivos inmediatos de toda reforma es la "gradual eliminación del minifundismo, mediante la integración de tierras hasta alcanzar la exten­sión de la pequeña propiedad y el fomento cooperativo".

Luis de la Puente Uceda, en su te­sis "La reforma del Agro Peruano", plantea: "Será también otro objetivo de la reforma agraria, evitar y disminuir los peligros del minifundismo fomentando la organización cooperativa, estableciendo limitaciones a la pequeña propiedad que surja y procurando dentro lo posible el reagrupamiento de predios".

Carlos Malpica en su "Guerra a muerte al latifundio" afirma que es objetivo -entre otros- de la reforma agraria "evitar los minifundios procurando el reagrupamiento de predios".

El minifundio presenta dos problemáticas conexas. Por un lado, está la extrema división de la propiedad rural o minifundio propiamente dicho y de otro, la extrema dispersión de las parcelas perteneciente a una familia propietaria dentro de un área más amplia de minifundios. Ambos aspectos tienen un tratamiento principista en la legislación sobre reforma agraria, pero se sabe que las autoridades competentes no han hecho nada para aplicarla.

La concentración parcelaria y el reordenamien­to rural son los procesos más conocidos para mejorar la estructura agraria corrigiendo la excesiva fragmentación de la tierra.

La concentración parcelaria y el Reordenamiento Rural

La Concentración Parcelaria es concebida como un proceso que implica un conjunto de medidas encaminadas al reagrupamiento de pequeñas parcelas. Su cometido principal es reunir en un lote o en reducido número de lotes el abundante número de parcelas que existen en una determinada zona bajo la misma propiedad o explotación.

El Reordenamiento Rural es conceptuado teóricamente en distintas formas. La que convoca más adhesiones de los estudiosos de esta temática (y que reconocen que lo “rural” incluye tanto la tierra como el hombre que habita en ella) es postulada como un proceso más amplio e integral que significa modificar no solo la tenencia de la tierra sino incorporar -o modificar mejorando- infraestructura y servicios que construyan en conjunto el bien común en circunscripciones determinadas. Es decir, no solo resolver el problema de aguda fragmentación de la tierra labrantía sino promover el buen vivir de la población campesina[5] asentada en ella.

En la derogada Ley de Reforma Agraria Art. 102° se normó los cometidos que tienen ambos procesos que deben ser impulsados por iniciativa de los organismos de reforma Agraria o por acción directa de los minifundistas:

a) Asignar a cada propietario en un solo lo­te o si esto no fuera posible, en un redu­cido número do lotes, una superficie equi­valente en clase de tierra a la de las par­celas que anteriormente poseía;

b) Reunir en cuanto sea conciliable con lo señalado en el inciso anterior, las parcelas cultivadas por un mismo agricultor, inclu­sive cuando pertenezcan a distintos propietarios;

c)  Aumentar la extensión de las pequeñas parcelas cuya explotación resulte antieco­nómica y dar a las nuevas parcelas acce­so a las vías de comunicación; y,

d) Complementar las acciones anteriores con la reducción al máximo posible de la dis­persión actual de la población rural. En el Art. 107° de esa ley se preveìa dotar de tierras a quienes hayan resultado excluidos de procesos de concentración parcelaria.

La concentración parcelaria y el reordenamiento rural tienen dos escollos fundamentales: Por un lado, la escasa cultura del medio campesino que hace dificultosa la moti­vación, es decir la difusión de las ventajas que traería un proce­so de esta naturaleza; y por otro, el ancestral apego de los agricultores y muy especialmente de nuestros campesinos a las tie­rras recibidas de los antepasados. El arraigo de los campesinos en muchos lugares se complica con la existencia de creencias religiosas, teológicas, que deifican la tierra como "la pachamama".

Los planes de concentración parcelaria y reordenamiento rural son de difícil y compleja ejecución, sobre todo cuando mas fragmentada está la tierra y por tanto hay notable cantidad de propietarios y posesionarios de la misma que deben aprobar, después de múltiples operaciones administrativas y legales (planos sucesivos que reflejen las aproximaciones sucesivas al ideal concreto perseguido, resoluciones, escrituras, titulaciones etc.) la nueva realidad territorial que surja en la zona de aplicación de los procesos.

Si embargo eso no deberá constituir óbice en los casos de zonas de minifundios que implique el incumplimiento de la función social de la tierra y empezar a resolver uno de los grandes problemas de tenencia de la tierra en el Perú.  <>

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[1] Centro de Estudios i Documentación Social; "La vida del campe­sino" léxico 1964- pág. 179

[2] Centro de Estudios y documentación Social :"Vocabulario Social" México 1963 pég. 86

[3] Diario El Comercio 3 de octubre de 2021

[4] Perez Llena ,Eduardo: Conferencia en Secretaria de Agricultura, Mexico

[5] FAO: "Concentración Parcelaria. rincipios de Legislación"

 

 

 



domingo, 24 de julio de 2022

GRANDES PUNEÑOS Y PUNEÑISTAS QUE NOS DEJAN

 JUAN MAMANI SALAS

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas

Revista KUNTUR N° 3, 4NOV14

En la vida de los pueblos pequeños y ciudades no tan grandes, existen habitantes cuya trayectoria jalonada de hechos notables, sean buenos o de los otros, los han convertido en “Instituciones-Persona”(1)

En Puno de la mitad del siglo pasado y primeros años del presente, uno de esos especiales pobladores es, sin duda, don Juan Mamani Salas, el más antiguo de los danzarines puneños. Veamos.

“Don Juanito”, como lo llaman con arraigada cordialidad sus amigos y conocidos, que son innumerables, tiene que ser una Institución-Persona en Puno, desde que durante 52 años (desde 1962) es miembro de Sicuris Barrio Mañazo, conjunto emblemático de la ciudad y tan caro a los valores de la puneñidad, y del que fue presidente en dos oportunidades. Su imagen de viejito con leva, que baila adelantado presentando con delicados ademanes a los danzantes que vienen atrás, es y siempre ha sido muy familiar a los ojos del público puneño, que nunca jamás dejará de ver con particular interés el paso callejero de los mañazos, su orgullo.

Como debe suponerse, danzó innumerables veces en el Torres Belón y en la parada de Veneración a la virgen Candelaria. La Federación Regional de Folklore y Cultura de Puno lo distinguió el año 2004 con Diploma de Honor por ser el “Danzarín Más Antiguo en Sicuris del Barrio Mañazo”. Cómo no ser considerado Institución-Persona, cuando ha alcanzado 67 años –también ininterrumpidos- bailando Pandilla Puneña. Por 52 años fue integrante de Unión Puno (de 1946 a 1998), conjunto al que llegó por invitación del “bastonero”(2) José Serruto De la Riva. Fue su presidente de 1968 a 1970. Asimismo, durante 15 años militó en la Lira Puno (de 1999 a 2014). ¿Alguien podría equiparar tal performance?. Tal vez, pero Don Juanito el pandillero sigue todavía gastando año a año la suela de sus zapatos en las calles carnavaleras de la ciudad, aunque –claro está- con el estilo parsimonioso que impone la lejanía de los bríos “que ayer fueron y hoy no dan”.

Encima de todo eso, se ha dado tiempo para ser Presidente Vitalicio del Conjunto Orquestal Puno que dirigiera el gran músico y compositor puneño Castor Vera. Fue también presidente de la Agrupación Puno de Arte Folklórico y Teatro APAFIT (1973 -75), y es socio del Club Kuntur y otras instituciones puneñas.

Don Juan Mamani Salas nació en Arequipa el 7 de septiembre de 1923. Sus padres fueron: don Juan Mamani Pérez, natural de Calapuja, provincia de Lampa y doña Celia Salas Valdivia, natural de Arequipa, y quien falleciera cuando Juan tenía tan solo 3 años. Conoció a sus abuelos maternos Andrés Salas y Trinidad Valdivia. Casó con doña Josefina Noriega Cuentas, puneña, cariñosamente conocida por todos como “Chepita”, “muy respetada y querida por la sociedad puneña”(2). Llegó a la ciudad de Puno el año de 1936, a la edad de 12 años. Estudió la primaria en el Colegio Franciscano San Román en la ciudad de Juliaca desde 1938; y cursó los estudios secundarios en el Colegio Nacional San Carlos egresando el año de 1943 en la Promoción que lleva el nombre de “José Carlos Mariategui”. Al año siguiente entró a laborar en la antigua Oficina Departamental de Caminos del ex Ministerio de Fomento, como auxiliar de dibujo, llegando a ser Jefe del departamento de topografía.

Radicado definitivamente en Puno, llegó a ser propietario de la acreditada panadería y pastelería “Mi Puneñita”, en tiempos en que ese concurrido establecimiento se ubicaba en la Plaza de Armas, trasladándose más tarde a la calle Santiago Giraldo 252. Desde este negocio actuó siempre con magnanimidad, puesto que solía acudir con sus productos a los huérfanos y presos en Puno y en las fiestas navideñas repartía todos los años panetones y chocolate. Su altruismo pródigo lo hizo muy popular, granjeándose la admiración y agradecimiento de los beneficiados.

El más antiguo de los danzarines de sikuri y el más antiguo de los pandilleros de Puno, dijo alguna vez con legítima satisfacción: “Nunca he hecho nada mal a nadie en 90 años”.

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(1) En Sociología los otros tipos de instituciones (lo que está establecido, lo que permanece) son las “instituciones cuerpo” o sea los organismos sociales públicos o privados como ministerios, empresas, clubs, asociaciones, fundaciones, etc. etc.; y las llamadas “instituciones costumbre”.

(2) Samuel Frisancho Pineda: ALBUM DE ORO, Tomo VII 1979

(3) “Bastonero”: el que dirige la danza, el que preside el conjunto y ordena las mudanzas o cambios de “figuras” durante la ejecución de la coreografía a veces estudiada y ensayada y otras espontánea, aleatoria, según circunstancias.