VELASCO:
3 DE OCTUBRE IMBORRABLE
Escribe: Milcíades Ruiz
Si perder la memoria es un hecho dramático para la
persona, con mayor razón cuando la dominación, borra de la memoria nacional,
los hechos históricos. Lo hicieron con Túpac Amaru II, prohibiéndose todo
indicio que haga recordar su gesta histórica. Encubiertamente lo hace la
república omitiendo todo lo que haga recordar la gesta revolucionaria de Juan
Velasco. Pero el 3 de octubre de 1968, es imborrable.
Ahora que la gestión del gobierno de Pedro Castillo nos trae
a la memoria al “Feli-pillo”, de la conquista del Tahuantinsuyo, cuando abre
las puertas de nuestra casa a la repudiable OEA, instrumento del dominador
yanqui, desconoce la voluntad plebiscitaria en Ucrania para agradar al amo
norteamericano y, tiende alfombras para los depredadores de nuestros recursos
mineros que causan daño a la ecología campesina, traicionando su propia bandera
electoral, salta a la vista la diferencia con el gobierno que emprendió
Velasco.
En la década de 1960, el dominio de la oligarquía
terrateniente que gobernaba el país, ya era incompatible con las aspiraciones
nacionales de reforma agraria, nacionalización de los recursos naturales en
manos extranjeras, política exterior independiente. Pero al igual que ahora, el
poder legislativo estaba enfrentado al poder ejecutivo, por defender los
intereses oligárquicos. Ambos poderes, recurrían a falsedades para evadir las
reformas anheladas por el pueblo.
Resultaba así, que los guerrilleros tenían razón en su lucha
y que, el ejército no podía estar contra el pueblo por defenderá a la
oligarquía. Los afanes revolucionarios continuaban y también el riesgo de
comprometer a las fuerzas armadas. La seguridad nacional seguía en peligro y la
única manera de evitarlo era tomar el poder, para desalojar la corrupción política
y emprender un plan de gobierno al que se denominó “Plan Inca”.
Los líderes sociales y religiosos debatían sobre la
concepción de desarrollo nacional, haciendo la diferencia que, desarrollo
nacional, no es lo mismo que, crecimiento económico. Que, para salir de nuestra
condición de país primario exportador, era necesario tener industria propia sin
tener que depender de importaciones subordinantes al poder de los países
dominantes. La sustitución de importaciones era un ideal.
De todos estos planteamientos, se nutrió la conspiración de
los oficiales del ejército que optaron por tomar el poder aquel 3 de octubre de
1068 y puso en marcha un proceso revolucionario que no solo era justiciero,
sino también, tenían un horizonte, una filosofía, para el desarrollo nacional
independiente. Un socialismo autogestionario, participativo, con desarrollo
autónomo.
En ese afán, el ejército tomó las instalaciones de la
International Petroleum Company- IPC, el 9 de octubre de aquel año, para
iniciar la recuperación de los recursos naturales. La algarabía popular fue
apoteósica y quedó la fecha establecida como el “Día de la Dignidad Nacional”.
Todo esto ha quedado sepultado por la historia oficial.
Además de la Reforma Agraria que cambió la estructura de la
propiedad de la tierra, a fin de que sea la fuente del bienestar de quienes la
trabajan, se emprendieron reformas estructurales en todos los sectores de la
economía nacional. Todo ello, dentro del diseño de una nueva sociedad, en la
que el estado generaba condiciones para el empoderamiento nacional, como una
misión patriótica.
En los estudios sufragados por el BCR para la elaboración
del compendio de historia económica del Perú- Tomo V, se lee:
“Con el régimen del general Velasco, el modelo de
industrialización por sustitución de importaciones se consolida y alcanza su
cénit, a la vez que la estrategia de industrialización se hizo más intensa,
tanto en relación con el grado de protección del mercado interno como del grado
de intervención del Estado en la economía. La nacionalización de una fracción
sustancial de la inversión extranjera y la estatización de una parte de los
activos privados domésticos permitieron constituir un fuerte sector de empresas
públicas, que llegó a controlar más del 30% del PBI. De esa manera, el Estado
se hizo responsable de las tres cuartas partes de las exportaciones, la mitad
de las importaciones, más de la mitad de la inversión fija, dos terceras partes
del crédito bancario y una tercera parte de todo el empleo en el sector
empresarial (Fitzgerald 1985)”.
(…)
“El rol del Estado como empresario fue considerado crucial
por el Gobierno para la transformación de las estructuras económicas y
sociales. Una de las medidas más importantes fue la expropiación de varias
empresas. La primera fue la de la International Petroleum Company (IPC), que,
fusionada con la Empresa Petrolera Fiscal (EPF), pasó a ser PetroPerú. Además,
se expropiaron los depósitos de cobre de Cerro Verde de la Southern Peru Copper
Corporation para crear Mineroperú en 1972; de la Cerro de Pasco Corporation,
para crear Centromín en 1973; y de Marcona Mining Company, para fundar
Hierroperú en 1975. Además, la refinación y comercialización externa pasaron al
control de Mineroperú”.
“En el caso del sector financiero, el Gobierno tomó control
de tres bancos extranjeros (el Banco Comercial, el Banco Internacional y el
Banco del Progreso), expropió el Banco Popular y forzó a los dueños italianos
del Banco de Crédito a vender sus acciones a inversionistas peruanos. Otras
expropiaciones incluyeron la de ITT en 1969 y el Chase Manhattan Bank
en 1970”.
“Hacia 1975, el Estado desempeñaba un papel central en la
minería, el petróleo, la pesca, la electricidad y los ferrocarriles, y tuvo una
gran injerencia en el sector financiero y la comercialización de exportaciones.
La participación del sector público en el PBI aumentó entonces de
10,6% en 1967 a 21,4% en 1975, el empleo del sector público en la PEA aumentó
de 5% en 1968 a 13% en 1975170 y la inversión fija del sector público
aumentó del 3,4% del PBI en 1967 a 7,7% en 1975”.
“Los primeros años del gobierno militar se caracterizaron
por el crecimiento significativo del gasto público. El Gobierno aplicó una
política fiscal expansiva con el fin de dinamizar la demanda interna, elevar la
rentabilidad de las empresas y contribuir al mantenimiento de la base social
del Gobierno a través de mayores salarios y empleo. En el caso del Gobierno
central, el crecimiento del gasto se produjo sobre todo en lo referente a la
inversión pública. En soles constantes de 1994, la inversión pública creció en
19% en 1969, luego de caer sucesivamente en 1967 y 1968. Luego, creció en 20%
en 1970, 16% en 1971, 9% en 1972, 18% en 1973, 57% en 1974”
“Entre 1968 y 1974, la inversión bruta fija creció en 15,3%
por año, debido sobre todo al crecimiento de la inversión pública: creció en
22% por año en el mismo período, mientras que la inversión privada lo hizo en
13% por año. En particular, entre 1973 y 1975, la inversión pública mostró una
tasa de crecimiento bastante alta. En estos años, la inversión privada también
creció a tasas altas, pese a las reformas de la propiedad en diversos sectores
y a la mayor participación de los trabajadores en el manejo y las utilidades de
las empresas”.
Todos estos hechos han sido ocultados por la dominación
actual. Los detractores del gobierno de Velasco, omiten referirse a las
bondades de su gestión. Se dice que la reforma agraria fracasó cuando en
realidad esta reforma se frustró en el inicio y no llegaron a ejecutarse las
etapas siguientes. No se puede decir que la construcción de un edificio
fracasó, si cuando se estaban poniendo los cimientos se paralizó.
En el apéndice estadístico del “Compendio de Historia Económica del Perú”. Tomo V, se consigna el siguiente cuadro demostrativo de los beneficios económicos de la reforma agraria en extensión sembrada y rendimientos obtenidos.
Entonces pues, sobran argumentos para rendir homenaje a un acontecimiento que la dominación pasa por alto. ¿No les parece?
Octubre 2- 2022
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