Dr. Luis Ernesto Murguía Sánchez, etnógrafo puneño, nació en Ayaviri, provincia de Melgar. Magister en Antropología por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Formado en la Universidad Nacional de San Agustín UNSA. Con estudios en la Universidad ESAN, Instituto de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad San Martín de Porres y UNESCO-CRESPIAL. Docente universitario con experiencia en trabajo de campo, etnografía, ecología, construcciones socio-culturales, tradición oral, ritualidad, simbolismo.
El material que se difunde, ha sido tomado
del libro Q'IPICUENTOS,
Amarilis Indiana Editores, Huánuco 2019,
con autorización de su autor.
PROEMIO
Desde el viejo cajón de
sastre la antropología horada las insondables experiencias humanas; registra,
testimonia e interpreta las construcciones y elaboraciones socioculturales;
aproxima tiempos y espacios en una conjunción múltiple, dialéctica y en espiral
hacia la comprensión de lo otro en la mismisidad.
De las fuentes, la menos
invasiva a la vez profunda, el mito y el relato oral constituye el mayor
repositorio del enriquecimiento del pensar: de ellos interesa el sentido
simbólico, recreativo y afectivo que pretende alcanzar.
A través de la cultura oral y
la narrativa elaborada por hombres y mujeres de imaginación creadora forjada a
lo largo del tiempo, pretendemos acercar al niño una pequeña parte del universo
cultural cordillerano; el mismo, contempla una adyacencia al mundo de la
creación y el origen de la humanidad a través de los animales o de los animales
personificados en hombres; seguido, ingresar a las tierras del altipampa, el
poder de los apus, la instauración
del orden instituido a través de la fuerza invisible y omnipresente del amor en
los andes representado en el símbolo dominante wallata; luego, la insurgencia de los ayaj – huayras en relación a la conquista y expansión del Estado Inca. Líneas adelante, explora la
dimensión afectiva y humana de la rica y abigarrada creación y elaboración
cultural naturalizada en la ternura y las prescripciones que hacen posible la
instauración del orden en medio del aparente caos que es la vida. Sigue la
entronización de los símbolos de la empresa evangelizadora y el dominio
español, reinvención y resignificación de símbolos por parte del pueblo
indígena; además, la ruptura del orden instituido.
Los relatos corresponden al
área cultural quechua del altiplano puneño, fueron recopilados por maestros
rurales, ex hacendados, pequeños y medianos propietarios que conformaron la
élite local. Las voces primigenias fueron transmitidas en lengua quechua, con
el tiempo intertextualizaron con el español para conformar una polifonía de
voces que en conjunto constituyen la urdimbre cultural de la sociedad ganadera
del altipampa.
Las razones que motivaron la
selección de los textos se hallan en la configuración del rostro nuevo de la
sociedad rural puneña en particular de la provincia de Melgar, donde cada vez
es frecuente la menor presencia de almas creativas debido a la migración de la
élite local por efectos de la reforma agraria, los procesos de integración con la sociedad
mayor, la globalización que tiende a uniformizar, borrar la diferencias y diluir
la diversidad: De otro lado, rescatar lo valioso de la buena escritura dado la
claridad de la narración, argumentación y matización; herencia de prohombres de
la “Tierra de escritores, poetas e intelectuales, músicos y artistas”; destaca Gabino
Pacheco Zegarra 1846 - 1903, quien fue abogado, músico, dramaturgo, poeta,
novelista, quechuologo, político, catedrático en la Universidad de San Marcos –
Lima (1870) y Universidad de Salamanca España (1890), diplomático en Europa, publicó
el diccionario y gramática de la lengua quechua, poemas, autos sacramentales,
yaravíes, waynos, novelas, dramas, entre otros, destaca “Ollantay” drama en verso quechua del tiempo
de los incas, publicado en Madrid, Biblioteca Universal, año 1886.
Finalmente, los relatos
pretenden mantener los rasgos esenciales de la oralidad, el disfrute, la
libertad y el interés por avivar la inteligencia; en tal sentido, procuramos
solazar un estilo oral a través de la escritura.
Luis
Ernesto Murguía Sànchez
LOS CHUCHULAYAS
El
origen de la vida y de los depredadores en el imaginario popular
En
el paraíso junto a dios vivían los chuchulayas;
unos depredadores (cóndores, ukumaris[1]
y atuq). no lo dejaban tranquilo,
entraban, salían, se comportaban mal, eran malcriados, groseros, protagonizaban
escenas eróticas, comían insaciablemente y lo atormentaban demasiado. Dios
cansado del su mal comportamiento ordenó que bajaran a la tierra. Los chuchulayas se resignaron y empezaron a phuscar: hilar, sogas de paja. Luego.
Dios los soltó. A medida que bajaban daban vueltas y vueltas agarrados de la
soga dándose de insultos y risas. De pronto miraron a todas partes y de miedo
miccionaban por aquí y por allá a semejanza de los rollos de sogas que
torcieron. Llegaron a la tierra y se multiplicaron en los mismos lugares y en
la cantidad en que miccionaron.
Llegado
a la tierra los insultos prosiguieron y subieron de tono hasta convertirse en
gritos; el aullido del atuq, los
gruñidos del ukumari y graznido del
cóndor fueron tan fuertes que de pronto vieron surgir a hombres y mujeres y
demás seres que acompañaron por siempre a los chuchulayas.
Para
sobrevivir se dedicaron a cazar animales, con el tiempo se hizo difícil, los
chuchulayas aumentaban mientras disminuían los animales que servían para
alimentarse; el clima se volvió insoportable, las lluvias empezaron, luego, las
nieves no cesaban, subían más y más, el frío era intenso que puso en peligro la
vida de los cóndores, ukumaris y los atuq.
De
pronto, la intensidad del frio fue disminuyendo gracias a la voluntad de Qoyllur riti (señor de la nieve
resplandeciente), esto hizo posible que hombres, animales y chuchulayas se reprodujeran, tomaran
nombres distintos y cada uno haga lo que tiene que hacer, es decir, pelear,
llorar y reír; vivir juntos.
Al
pasar el tiempo, los chuchulayas no
podían seguir viviendo en el desorden y el caos, nuevamente estaba en peligro
su existencia; en coincidencia con ese momento difícil, nuevamente vino una
nueva ola de frio, esta vez para terminar con los chuchullayas, todo ello a
consecuencia que se olvidaron de dios;
resulta que esta vez dios estaba lejos, imposible de alcanzarlo y estar cerca
de él; entonces, no tuvieron mejor idea que rogar nuevamente a dios, quién
compadeciéndose envió a la Virgen de las
nieves para aplacar el sufrimiento y calme las desgracias. Desde ese entonces,
en agradecimiento por los dones enviados por dios los chuchulayas empezaron a acompañar las novenas de la fiestas
patronales.
A las fiestas patronales los chuchulayas no podían ir con las manos
vacías, para ello tenían que hacer el chacu
(captura de amínales con cerco humano); más tarde empezó la captura de
animales al son de tambores, pinquillos, reventazones de warak’as (hondas), en medio del chacu
pelearon con los oscollos (gatos montés), mataron a las chitas (crías de oveja), pero al retornar trajeron a sus
zorros muertos y heridos, a los que murieron los disecaron
para llevarlos a la fiesta y su espíritu reviva junto a la alegría.
Llegado la fiesta de la
Virgen de las nieves, los chuchulayas
vinieron de todas partes junto a sus animales, estaban presentes los machu (viejo), la paya, (vieja), uywa michej
(pastores de ganado), los tocaq
(músicos), varayok (autoridad
tradicional), atuq (zorro), ukumari (oso de anteojos o del bosque de
neblina), alpaca, llama, vicuña, cóndor, oveja y la vaca.
Los machus en sus espaldas cargaban chitas
(crías de oveja), osccollos, (gato
montés) atuq (zorros); en las manos warakas
(hondas) de guerra que las hacían reventar de cuando en cuando para asustar y
tranquilizar a los demás; ellos eran los encargados de guiar y conducir a los chuchulayas por donde les da la gana
haciendo figuras y mofándose de los demás. La paya (vieja) mujer del chuchulaya
que eran hombres vestidos de mujer iban phuscando
(hilando) alegremente. Los tocaq
(músicos) llevaban sombreros cargados de plumas de wallata, pariguana,
bandurrias y patos silvestres; además, llevaban enaguas desarrapadas, joyas
preciosas con incrustaciones; en seguida aparecieron tocando mamas, uñas (pinquillos grandes y pequeños) imitando los silbidos,
graznidos y cantos de las aves. En medio del tumulto encontraron al chaqra alcalde o varayok de campo (autoridad tradicional) para presidir la entrada
de los chuchulayas; él llevaba un
sombrero adornado con flores milagrosas uchuqhaspa,
panti panti, jallu jallu, vara de San José con los cuáles calmaban sus males
y curaban las enfermedades; también lleva la vara de autoridad para mandar.
El otro grupo lo formaba la uywa michij (pastora de ganado) vestía
pollera y chamarra de color negro con vivos colores contrastantes, rojo, verde,
naranja, morado. Los atuq que en el
fondo eran los mistis (hombre blanco). También los ukumaris (oso del bosque de neblina) quienes son warmi munachi (lascivos), de afición
inmoderada por la sexualidad y las mujeres llevaban la quilla (mancha blanca
que lleva en la frente) para deslumbrar y seducir a las mujeres; no contento
con ello, sacaban su lengua hasta la mitad para atraer y seducir; despertar la
lujuria; encender el fuego y hacerse irresistible. También estaban las alpacas,
llamas, vicuñas, vacas y ovejas.
Una vez que todos estaban
juntos, emprendieron rumbo, alcanzaron el camino de herradura; seguido bordearon
cerros y quebradas, atravesaron chilliwares (pajonales) y pampas; tras un largo camino llegaron al
lugar donde hacían la fiesta de la Virgen de la nieves; dicen que ahí había una
iglesia, se realizaba una misa con el taita cura; cuando llegaron a la puerta
de la iglesia a los chuchulayas no
los dejaron entrar por malcriados, ellos no tuvieron más remedio que esperar en el
atrio sin dejar de estar atentos a todo lo que ocurría al interior de la
iglesia.
Terminada la misa y procesión,
los chuchulayas entraron en escena,
se pusieron a bailar, los tocaq (músicos)
tocaron sus pinquillos, así las mamas y uñas vibraron; los demás chuchulayas decían: ana nayja, ana nayja, anayja, anayja en claro signo de cansancio;
la música siguió y siguió con distintas e infinitas variaciones llamadas
ascensia y pasión. De pronto aparecieron los machus
(viejos) cargados con pukuchus (crías de ovejas disecadas), imitaban el balido de las ovejas, decían jai jai,
jai, jai, chutay, chutay (jala, jala), entretanto, los machos menorcitos cargaban
atuq, osqollos gritaban hinaman,
hinaman, (acá, allá),( acá, allá), aysiri,
aysiri (levanta, levanta). La paya (vieja) de los chuchulayas se remangaba la pollera, mostraba el trasero y lanzaba pedos
(ventosidades). Los machus hacían
escenas eróticas y de zoofíla, unas veces como machos, otras como hembras,
además, toda clase de perversiones. Así, los machus tenían relaciones sexuales con los cóndores, los atuq
con los ukumari provocando la ira de dios.
En ese instante las
autoridades presididas por el varayoq llegaron; a su lado izquierdo estaba el chana, en medio el qollana, a la derecha el segundo
qollana, las pastoras junto a sus
llamas, alpacas, vicuñas, ovejas, vacas, toros, terneros se acercaron y
participaron del quintu, ofrenda con
hojas de coca dirigida a la pachamama
(madre tierra) para pedir permiso y el chacu resulte bien; en ese instante las
pastoras recogieron a sus crías, las señalaron (marcaron) con taqu (resina roja), a los machos diseños
en forma de poncho, a las hembras figuras de lliqlla (manta) para luego llevarlas a un lugar seguro.
Se dice que pronto empezó el chacu, los chuchulayas dirigidos por los machus
agitaron sus warakas (hondas)
producían estruendos, los atuq se
espantaron, corrían de un lado a otro perseguido por los machus y las pastoras, las chitas
(crías de oveja) peleaban con los atuq
para no dejarse comer, pero finalmente, los atuq
mataron a las chitas y las dejaron tiradas en el campo; en ese entonces, desde
su cueva el ukumari irrumpió, bajó y
subió los cerros, corrió por las pampas, hizo gracias, rio incansablemente diciendo
“jajai, jajai, luego, apareció desafiante,
bailaba, reía, perseguía a las alpacas y vicuñas, sacudía las patas para ver si
estaban muertas o vivas, de nuevo persiguió a las doncellas, las laceaba y
arrastraba para la cópula.
En ese mismo instante del
cielo el cóndor fue bajando poco a poco, conforme bajaba se escuchaba un sonido
sordo que decía wichch wichch, estaba
lujosamente vestido, llevaba una chalina blanca y una enorme cresta; al llegar
se paró sobre las chilliwas, atacó del
oqhoti (esfínter) a los toros y a las
vacas, sacó las tripas, los tumbó y comió; lo mismo hizo con el caballo. Luego
de haber comido se sentó, parecía una mujer con varias y grandes polleras;
terminado su digestión, aleteó y aleteó para perderse por los cielos.
Los atuq se acercaron para atacar a las chitas (crías) y comer las
sobras, pero a lo lejos son vistos y descubiertos por las pastoras quienes de inmediato agitaron
sus warakas, lanzaron piedras, enviaron a los perros para ahuyentar a los atuq; cuando las pastoras se acercaron
vieron que unos animales estaban muertos, otros mal heridos, entonces lloraron desconsoladamente, arrodillaron e imploraron a dios y a los Apus; pero en ese instante, nuevamente
los machus avanzaban y avanzaban pronunciando aypatiquiña, aypatiquiña, jaiy, jaiy, lari, lari, taripay, taripay;
phaway, phaway, taripay lari, taripay lari” /alcanza, alcanza, corre,
corre, alcanza al zorro, alcanza al zorro) para terminar de espantar al zorro;
pero sin embargo, luego de ver lo ocurrido, la muerte del ganado, el daño
producido, los machus se embriagaron
de pena hasta perder el equilibrio y la razón; pero aun así entre pastoras y los
machus cargaron al ganado herido y
muerto en un kallapo (camilla de
entierro) para luego perderse y desaparecer de la escena.
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