LECTURAS INTERESANTES N° 857
LIMA PERU 30NOV18
CUMBRE DEL FUJIMORISMO
César Hildebrandt
Tomado de: HILDEBRANDT EN SUS TRECE, N° 423, 30NOV18
Q
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ué haríamos sin la mentira?
El arte es una gran mentira.
Mentira es la mujer que Leonardo nos impuso como
modelo del fuego que arde discretamente.
Mentira es la señora Bovary contrayendo el color
violáceo de la agonía emponzoñada. Mentiras son los soldados de Mailer en “Los
desnudos y los muertos”. Mentiras son los personajes de Dos Passos, los azules
de Kandinsky, las gloriosas pesadumbres de Bach.
Mentira es casi todo lo que vale la pena en este
mundo.
Mentiras son la fe de las religiones, la esperanza
de vida extraterrestre en las cercanías de la piedra gigante que habitamos, la
teoría del progreso.
Pero, claro, hay otro tipo de mentiras.
También se basan en mentiras el racismo, los
desmanes del nacionalismo, las guerras, el derecho de conquista, los destinos
manifiestos, el desprecio hacia los diferentes, las autobiografías, los
pronósticos del psiquismo, las promesas entusiastas, el poder en todas sus
manifestaciones, los delirios del optimismo. Y son mentiras, igualmente, los
paraísos, las treguas, los demonios.
Mentira es el José Antonio de Chabuca y mentira, de
las gordas, es decir que el Perú es más grande que sus problemas. Lluvia de
mentira es la garúa y nación de mentira es este archipiélago de intereses que
no podemos dejar de ser.
Ahora bien, en relación a este tema ¿quién es Jaime
Yoshiyama Tanaka?
La respuesta no es complicada: Jaime Yoshiyama
Tanaka es la culminación de un largo camino empezado en 1989 por un hombre
modesto y ambicioso llamado Alberto Fujimori Fujimori.
El señor Fujimori empezó su carrera política
diciendo que no haría jamás la política de ajustes que su rival, Mario Vargas
Llosa, había prometido. Cuando llegó al poder, el señor Fujimori hizo lo que
Vargas Llosa había prometido y, encima, cerró el Congreso, se apropió de las
instituciones que podían contrarrestar su dictadura y produjo una Constitución
fraudulenta que convirtió en inamovibles las medidas ultraliberales adoptadas.
Fujimori nos regaló las mentiras más inolvidables de
la pequeña historia republicana del Perú.
¿Cómo olvidar las mentiras en torno al Congreso que
lo boicoteaba y que era un obstáculo, cuando la verdad es que la oposición
parlamentaria aprobó el 90% de las reformas propuestas por el Ejecutivo antes
del golpe de Estado?
Mechain en EL OTORONGO de PERÚ21 30NOV18 |
¿Cómo no recordar las mentiras del bacalao tóxico,
de la Virgen lacrimosa, de la inocencia de aquellos familiares que robaban
donaciones japonesas, del “buen trato” que recibía la señora Higuchi en
Palacio, del Grupo Colina que mataba por su cuenta y a espaldas del presidente
que todo lo controlaba, de la guerra perdida del Cenepa que Fujimori transformó
en victoria de papel, del combate al narcotráfico que terminó en las
acusaciones de alias Vaticano, de la impertérrita “inocencia de Vladimiro
Montesinos”, de las armas vendidas a las FARC, de la calumniaba sin que
Fujimori lo supiera, de los congresistas que se vendían a la bancada oficial
sin que Fujimori se enterara, del fraude de la ONPE secuestrada que torcía las
cifras del año 2000 sin que Fujimori lo sospechara, de la búsqueda fingida de
Montesinos cuando lo que se quería era encontrar los videos comprometedores,
del edecán que se hizo pasar por fiscal, del viaje a Brunéi que se extendió a
Tokio, de la renuncia por fax? ¿Cómo no recordar ese Océano Pacífico de
mentiras salidas de una sola boca?
Alberto Fujimori era un homenaje a la mentira.
Tiene ahora ochenta años. Y no parece fatigado. Su
indulto fue la penúltima de las mentiras que le conciernen. La última está por
verse. Siempre será capaz de sorprendemos.
¿Y Yoshiyama Tanaka?
Yoshiyama piensa en grande. Es el Himalaya del
fujimorismo mentiroso. Parece inspirarse en Shigeru Honjo, el general japonés
que, sorpresivamente, empezó la invasión de Manchuria, operación que terminaría
en la república títere de Manchukuo. Yoshiyama se nutre seguramente del general
Iwane Matsui, que comandó las tropas del Japón imperial en Nankín en 1937 y que
hasta el último de sus suspiros sostuvo que en esa ciudad china no se masacró
a ningún civil.
Yoshiyama llama a los muertos de testigos y
solicita a los fiscales preguntar en los cementerios y a su abogado confirmar
esos testimonios entre velas, mesas sin clavos y pases de ultratumba. Yoshiyama
es el Bretón de la truchería, el Apollinaire del embeleco, el Tristan Tzara del
cuento.
Yoshiyama-san es extraordinario y ha logrado, contra
todo pronóstico, superar a su maestro. Es, desde ahora, el albacea moral de
Alberto Fujimori y el caudillo inexorable de Fuerza Popular. Ha hecho méritos
más que suficientes. ■
Mechain en EL OTORONGO de PERÚ21 30NOV18 |
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