WIÑAYPACHA
Película de Oscar Catacora, hablada íntegramente en aimara, se
estrena el 19 de abrilArgumento: Willka y Phaxsi, una pareja de ancianos de más de 80 años viven abandonados en un lugar remoto de los Andes del Perú, a más de cinco mil metros de altura. Enfrentan la miseria y el inclemente paso del tiempo, rogando a los achachilas para que por fin llegue su único hijo a rescatarlos.
► Trailer: https://www.youtube.com/watch?v=GGyQF-QPr8A
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PERÚ ESTRENA SU
PRIMERA PELÍCULA EN LENGUA AYMARA
JACQUELINE FOWKS, EL PAIS, Lima 21 JUL 2017
La ópera prima de Oscar Catacora se
filmó a 5.ooo metros por encima del nivel del mar y en medio de las explosiones
que causan los glaciares al derretirse
Para realizarla, el director del filme logró una
subvención del Ministerio de Cultura en 2013, y esta semana recibió la noticia
de que ganó por unanimidad el Premio de distribución que otorga anualmente la
misma entidad. Con una financiación de 30.000 dólares, pretende proyectarla en
dos ciudades de su región, subtitularla en quechua, y llevarla en un ciclo
itinerante por el país. Pero antes, Catacora la proyectará por primera vez, en
agosto, al público peruano y extranjero del Festival de Cine de Lima que inicia
en un par de semanas.
La película ha sido programada en la sección Hecho en Perú,
y compite -para el premio del público y el del Ministerio de Cultura- con El
Abuelo, Deliciosa fruta seca, Los ojos del camino, Nada
queda sino nuestra ternura, y Pacificum: el retorno al océano.
El director comentó a EL PAÍS el origen del relato
minimalista de dos personajes abandonados. “Se basa en mi vida en el pasado con
mis abuelos, veía la ausencia de mis papás y de sus otros hijos, mis tíos que
viven en Lima, que pocas veces los visitaron; veía su nostalgia. Y ese abandono
sigue ocurriendo porque muchos jóvenes dejan su lugar”.
Catacora, de 30 años de edad, explica que creció aprendiendo
español, pero que cuando tenía seis o siete, sus padres acordaron mandarlo con
sus abuelos para que aprendiera a hablar aymara. “Mi padre sobre todo no quería
que aprenda, por ese estigma de que no es bueno para evitar que el niño tenga
el mote (la forma de hablar español de un indígena). Pero mi madre sentía esa
necesidad de que aprendiera. Convivir con mis abuelos fue etapa crucial en mi
vida, en tres o cuatro meses empecé a comunicarme con mi abuela, al inicio era
solo con señas. De regreso a casa, la primera vez, mi madre me dijo que había
vuelto como un aymara”, recuerda.
“Al ganar el premio en 2013, mi compromiso fue filmar todo
en el idioma nativo, en respuesta al Ministerio de Cultura, para agradecer que
quede como un registro cultural e histórico-social de la cultura aymara, que es
también de mi identidad”, añade el director.
El dolor del deshielo
El cineasta vivió con sus abuelos en las alturas de Acora,
en la zona sur-central de Puno. “En la zona alta donde viví había bastantes
nevados. Cuando escribí el guion de Wiñaypacha quería ese
escenario muy parecido a mi historia, pero cuando fui al lugar para el scouting de
locaciones, ya estaba todo descongelado, ya no había lo que había soñado”,
señala por teléfono desde Puno.
“Al productor, Tito Catacora, que siempre me ha motivado y
ayudado, le dije: "necesito un nevado". Gracias a él, fuimos a buscar
en el norte de Puno y elegimos el Allincapac, en el distrito de Macusani
(provincia de Carabaya)”, refiere.
Dado que los protagonistas eran aymara-hablantes de unos de
80 años, Catacora requirió un equipo en el que todos hablaran la lengua.
“En el rodaje, todos los días era de deshielo constante de
este nevado. Conversamos con el equipo de producción, ellos sentían ese dolor
de los indígenas, de cuándo va a desaparecer. Se escuchaba explosiones, como si
fueran bombas”, describe.
En el mundo tradicional andino, los ancianos tienen mucha
autoridad y el trato con los más jóvenes no es horizontal, por ello Catacora
reclutó a un intérprete aymara de unos 50 años, como asistente de director e
intermediario con los protagonistas.
“Hay un aspecto cultural de respeto: solo los mayores pueden
hablar, los jóvenes no se meten. No es fácil que una persona de 29 interactúe
con otra de 80. También fue un reto explicarles qué iban a hacer, porque el
término cine no existe para ellos, ni actuar, no han visto nunca una película”,
detalla.
El rodaje duró cinco semanas a 5.000 metros sobre el nivel
del mar. “No podíamos filmar todos los días por el frío, necesitábamos tiempo
para que el cuerpo se recupere, todos estuvimos agripados”.
Puno es un faro cultural desde los años 20 del siglo pasado:
allí surgieron vanguardias andinas en poesía y ensayo, con revistas literarias
multilingües que son conocidas poco a poco en la capital. Catacora aporta con
su filme a la producción aymara de su región.
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