LECTURAS INTERESANTES Nº 773
LIMA
PERU 11 AGOSTO
2017
LA CALLE
César
Hildebrandt
Tomado
de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” Nº 359 11AGO17, p. 12
U
|
n gobierno
muy débil y disparatado. Una derecha que se cree dispensada del deber de
pensar. Un presidente que se olvida del cargo y que sólo desde hace pocas horas
recordó su papel de árbitro social.
Un país
que se jacta de lo que no tiene: orden, ciudadanía, libertad.
Una
izquierda vieja que lee, murmurando, las paporretas de los 60. Una televisión
hecha para idiotas. Una radio básicamente fecal. Una prensa escrita que agoniza
sin darse cuenta.
Unas redes
sociales que en muchos casos pretenden ser el sistema de drenaje del afán
difamatorio que nos caracteriza desde los tiempos en que “El Comercio” vendía
sus espacios para las revanchas personales (los famosos “comunicados” que
Porras criticó tanto).
Una
historia real jamás contada y una historia oficial plagada de mentiras.
Mi país
está condenado a engañarse para sobrevivir. La verdad podría volverlo loco.
Tengo los
años suficientes como para decir que la honestidad es algo que no vi en la
política.
Padezco
del escepticismo que daña, que puede aislarte. Y sé que el Perú no cambiará
jamás si sigue creyendo el cuento de que sólo el infortunio puede explicar
nuestras desgracias.
Las
huelgas duran, el gobierno termina cediendo lo que debió ceder desde el
principio.
Mientras
tanto, 37 días sin médicos, 58 sin maestros. Y los lobistas del gobierno, los
de adentro y los del vestíbulo, haciendo lo suyo.
Pero aquí
están las buenas noticias:
Rómulo
León sale libre y fanfarronea: los jueces determinaron que aquellos audios
inmundos no podían ser admitidos como prueba. Y el Ministerio Público libra a Alan
García del caso Endesa. Y las andanzas financieras de Keiko Fujimori en Brasil
no parecen preocupar al Ministerio Público. Tampoco las de Joaquín Ramírez en
lares nativos. Y Patria Roja está a punto de perder el control del sindicato
magisterial, que quedaría en manos de radicales dispuestos a escuchar las
voces más extremas.
Como
antes. Como en los 70. Como cuando la restauración conservadora de Morales
Bermúdez le hizo pensar a la derecha que todo debía seguir como antes y que el
latifundismo herido debía volver a regimos. Fuimos entonces, otra vez, un país
zombi. Y un oscuro profesor arequipeño, un kantiano de solapas de libro, un
pobre diablo sediento de venganza salió de las sombras a combatir. Se llamaba
Abimael Guzmán y hoy la derecha, que no quiere discutir el sacrosanto modelo
ultraliberal que nos impide ser una sociedad integrada, está convocándolo de nuevo.
La derecha
creó a Guzmán. La izquierda no lo supo combatir. El centro quedó paralizado. El
país se hundió en un baño de sangre.
¿Queremos
que eso se repita?
Impidamos
que el Congreso y el Ejecutivo se alíen, como quiere la derecha, para
fortalecer el modelo económico que acogota al peruano de a pie. Exijamos a PPK
que se conserve leal al centro que decidió su triunfo electoral.
Y dejemos
que la calle se exprese.
Ha sido la
calle la que ha logrado, en parte, arrancarle al gobierno mañoso los recursos
que permitirán la mejora salarial de maestros y médicos.
¿O es que
la calle sólo es buena en Venezuela?
La calle
nos libró de Fujimori. La calle puede librarnos de esta farsa cada vez más
peligrosa. Hablo de una calle limpia de senderismo, claro.■.
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