MATEO JAIKA
EN LA FERIA DEL LIBRO DE LIMA
José Luis Ayala | LOS ANDES 145AGO16
El libro
“Mateo Jaika. Narrativa completa”, representa solo una mínima parte de la
producción literaria de más de cincuenta años de Víctor Enríquez Saavedra. La
Universidad Nacional del Altiplano y el indudable interés de José Luis
Velásquez Garambel, hicieron posible la edición de un texto que representa la
reedición de “Kancharani, Cuentos cholos” y “El qulla” (novela). Sin embargo,
de no haber sido por la implementación de una acertada política editorial de la
UNA (cuyos rectores Lucio Ávila Rojas y Eduardo Pineda Quispe, impulsaron),
Mateo Jaika hubiera pasado definitivamente al olvido.
El
volumen servirá para que las nuevas generaciones tengan acceso a una serie de
relatos de un escritor que perteneció a la generación “Orqopata”, liderada por
Gamaliel Churata. Los pocos relatos que se han podido hallar en algunas
revistas literarias de la época, permiten conocer la evolución de un escritor
autodidacta. No obstante, no es posible juzgarlo con instrumentos de análisis
literarios de hoy día, pues la forma de escribir cuentos ha ido variando con la
contribución y desarrollo de las ciencias sociales.
La
Universidad Nacional del Altiplano no solo ha rescatado lo esencial de la
narrativa de Mateo Jaika, sino que además ha hecho posible que se pueda
establecer el desarrollo histórico de la literatura andina. Menos mal que cada
vez se usa menos la palabra indigenismo, palabreja que sirvió para discriminar
autores que escribían acerca del drama social referente a las grandes mayorías
andinas, marginadas y empobrecidas. Ahora se habla con justa razón de
literatura andina en general.
Este
volumen fue expresamente preparado durante la enfermedad de Nora, hija de Mateo
Jaika, quien llegó a tenerlo en sus manos y decidió que el retrato al óleo de
Mateo Jaika fuera donado al Club Departamental Puno, en Lima. En el libro
aparece el retrato de su madre, llamada Emilia Pastén Oblitas, también de
Sonia, Mario, Diana y Zelma. Emilia Pastén Oblitas nació en Charazani
(Bolivia), llegó a Puno de paseo y conoció a Mateo Jaika. Lamentablemente
falleció muy joven, dejando a sus hijos al cuidado del escritor. Varios de los
hermanos de Emilia Pastén murieron en la Guerra del Chaco. Nora estaba contenta
que al fin se hiciera una edición crítica, debidamente cuidada, refonetizada y
refonemizada. Bien podría decir que fue un homenaje a Nora, para que se sintiera
feliz al ver el libro de su padre, no solo bien editado sino además con textos
valorativos a cargo de Estuardo Núñez, Manuel Velásquez Rojas, Feliciano
Padilla, Emilio Romero, Jaime Zevallos Pastén, Gamaliel Churata, quien suscribe
este artículo y Juan Alberto Osorio.
No
solo era un deber moral trabajar un libro sobre Mateo Jaika, sino además
constituía una deuda ineludible. Durante los años que viví con Nora en Puno,
nacieron Patricia, Jorge Luis y Tania; Mateo Jaika nos cobijó en su casa de la
calle Melgar. Varios años escuché a Mateo Jaika la forma cómo funcionaba
“Orqopata”, aventuras y amores de Churata. Discusiones del “Gringo” Dante Nava
con Gamaliel, comentarios de libros que Churata como bibliotecario
proporcionaba a sus discípulos. Pero también las prisiones de Churata, acusado
de soliviantar a carolinos, obreros y campesinos contra la dictadura de Leguía.
En fin, gran parte de lo que conozco de Churata se lo debo a Mateo Jaika.
Cuando conocí a Nora no sabía que su padre era Mateo Jaika, de lo que sí estaba
seguro era de que con el tiempo yo me convertiría en un escritor hormonal y
militante. Ahora que su ausencia es cada día más grave, la casa está vacía y en
el lugar donde se sentaba para compartir el pan familiar, su voz es escucha
para decir que no la extrañen.
La
presentación del libro de Mateo Jaika en la 21 Feria Internacional del Libro de
Lima (FIL Lima), tiene un especial significado; primero, es un homenaje a Nora
por su especial interés para que se publicara el libro de su padre. Luego,
porque a pesar de todos obstáculos, es posible conocer su biografía, se ha
publicado lo poco que se pudo rescatar de la ignominia y propósito de borrar su
memoria. Sin embargo, hay poetas que lo llevan en el corazón, como es el caso
de Manuel Pantigoso, quien ha escrito “La lluvia de Mateo Jaika”, en donde
dice: “En octubre de 1971 conocí en Arequipa -al lado del poeta Guillermo
Mercado- al narrador puneño Mateo Jaika. En verdad ya sabía de él “de oídas”,
muchos años antes, por intermedio de mi padre que, desde aquellos años del
grupo “Orkopata” y del “Boletín Titicaca”, lo tuvo en un lugar especial de sus
afectos. En aquella oportunidad me entregó -con significativa dedicatoria a su
amigo el pintor- el estupendo libro ‘Kancharani. Relatos del Collao’, con
prólogo de Estuardo Núñez. El título era un homenaje al cerro tutelar que
define la temperatura física y espiritual de Puno, sobre el cual la sabiduría
popular contaba: “cuando el Kancharani tiene montera llueve aunque Dios no
quiera”. Aunque este cerro haya desaparecido -u ocultado-, la lluvia que
humedece el recuerdo de Mateo Jaika se acrecienta día a día para revelarnos la
obra narrativa de quien es, sin duda -a partir de sus primeros escritos en
revistas como “Amauta” y “Cunan”, entre otras-, uno de los más intensos
escritores costumbristas, folclóricos y sociales del Perú contemporáneo.
Estuardo Núñez, en su orientador prólogo señala: “El libro de Jaika constituye
un testimonio vivido de una época decisiva de la literatura peruana (…) domina
de un lado cierta delectación frente al tránsito de las estaciones, en la
descripción de las noches estrelladas, en la visión de los astros lejanos, en
todo aquello que caracteriza y muestra el extraordinario paisaje de la región
del Titicaca.
”Los
relatos y estampas de Mateo Jaika, plenos de un impresionismo con olor a
plantas silvestres, con descripciones naturales sin mayores alegorías, poseen
hondura humana sin requiebros. Sus textos salen como las sirenas del Lago
Sagrado, convertidos en lluvia, y nos sorprenden y nos aligeran el alma”.
Mauro
Mamani hizo una excelente presentación el libro de Mateo Jaika, lo situó como
uno de los narradores más importantes del siglo XX en el altiplano,
especialmente por haber escrito la novela “El qolla”. Se trata de un texto que
alguna vez habrá que publicar junto a la narrativa de Jaika. El reconocimiento
a Mateo Jaika, sin embargo, ha empezado. El Municipio de Puno ha decidido que
en el Barrio 4 de Noviembre una calle lleve el nombre de Mateo Jaika. Ese hecho
también debe suceder con los demás miembros de “Orqopata”.
Lo
que ahora falta es rescatar su biblioteca, consistente por lo menos en cuatro
mil libros, sobre todo sus originales inéditos. Se trata de un hecho que no
puede quedar en el olvido porque constituye el patrimonio de la familia y un
legado para la memoria y la historia de Puno. Negarse a devolver textos que no
le pertenecen a una persona, es un acto desleal y censurable, un hecho
reprochable. Donar libros de Mateo Jaika sin autorización expresa de los
herederos es una acción pérfida. Retener inéditos constituye un acto grave
porque se priva sean conocidos por nuevas generaciones de escritores. El señor
Hugo Alata Serruto, depositario forzoso de la biblioteca de Mateo Jaika, tiene
la palabra. ¿Qué dirá? Veremos. ¿Por qué no pone a disposición de la
Universidad Nacional del Altiplano los originales de Mateo Jaika? Sería un acto
de reivindicación. Nunca es tarde.
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