LECTURAS
INTERESANTES Nº 687
LIMA
PERU 4 MARZO
2016
EL MIEDO DE MIRARNOS EN EL ESPEJO
César Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE”
Nº 298, 4ENE16, p. 12
Hay algo de cinismo En esto de sorprenderse por
el nivel de la campaña electoral.
¿Por qué deberíamos tener una campaña de ideas
cuando hace tiempo que el Perú, con extrañas excepciones, ha dejado de pensar?
¿Por qué habría de haber debates si en el Perú
lo esencial hace tiempo que
no se discute?
El triunfo mediático de la derecha ha creado
este silencio intelectual sólo interrumpido por los ruidos molestos de un
puñado de inconformes. Inconformes que escriben a veces en "La República",
o en este semanario, o en alguna publicación que jamás llegará ni siquiera a
tocar las puertas del sector “C”.
¿Por qué deberíamos tener una televisión abierta
si nos hemos resignado a que sea vertedero y puterío?
Somos conmovedoramente ridículos cuando pedimos
políticos de primer nivel en un país de quinta y cuando nos escandalizamos por
casos como el de Acuña, cuando hasta hace poco lo teníamos como uno de los
grandes emprendedores salidos de la provincia "el lado más sano del
país".
Lo que tenemos es lo que hemos sembrado. Por
ahora, la segunda vuelta será entre la heredera hipócrita de un ladrón y
asesino y el señor que finge ser novedad a pesar de que reúne los más viejos vicios
del conservadurismo camaleónico. El tercero en disputa es un señor que va a
tener pronto dificultades urinarias y que encarna la faceta “sabia” de la tecnocracia
derechista.
En el cuarto lugar hay unos escombros y en el
quinto habla y derrama lisura un obsesivo amigo de lo ajeno que está convencido
de que es genial.
Eso es todo. Las elecciones que se vienen son de
la peor calaña y van a obligar a millones de peruanos a elegir entre lo
siniestro y lo sombrío, entre lo peor y lo malo, entre la malaria y el zica.
¿Tenemos remedio? No. No lo tenemos ni lo
tendremos mientras no tengamos el valor de mirarnos en el espejo. La soberbia
nacionalista nos impide hacerlo. Nos da miedo ver el rostro del Perú reflejado
por la imparcialidad de la luz.
Nos asusta destruir el mito patriótico.
Pero para que el Perú salga de esta crisis
generalizada es importante despertar del sueño opiáceo en el que vivimos y al
que demagogos como Alan García nos condujeron.
Que escuche el que quiera: desde el punto de
vista institucional, no llegamos a ser un país. Somos una vieja frustración, el
aborto de una república, el simulacro de una monarquía, la parodia de una
democracia. Estamos corrompidos hasta el tuétano. La inteligencia se ha
retirado de la escena. La academia mira desde un balcón cada vez más amenazado.
Nuestra prensa está, básicamente, al servicio del inmovilismo. La violencia
está en todas partes. Los partidos políticos son feudos personales. El
diagnóstico de Basadre, y aun el de González Prada, está intacto. Fuimos
anarquía en la prosperidad y en el desastre. Nos farreamos la plata del guano y
el salitre mientras una "república templada", como la llamó Barros
Arana, compraba los barcos con los que nos mutilaría.
Todo eso es lo que no queremos reconocer. Y para
contrapesar esa verdad negada nos llenamos la boca pensando que hoy somos ricos,
que tenemos tres mil variedades de papa, una pléyade de cocineros y un pasado
precolombino glorioso. Lo que no les decimos a nuestros hijos es que el país
del pasado detrás del cual nos parapetamos, el de Machu Picchu, fue uno austero
que odiaba el desorden y maldecía el robo. No somos herederos de esa gente. Nosotros
sólo llegamos hasta Tiwinza. <>
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