domingo, 13 de noviembre de 2011
Rumbos de la pintura puneña
Escribe: Christian Reynoso Torres * | Cultural - 04 nov 2011
El presente texto forma parte de la Presentación del Catálogo de la Muestra pictórica “Primer Salón de la Pintura Puneña Contemporánea”, inaugurada el 2 de noviembre 2011, en el Complejo Cultural Chávez de la Rosa – UNSA, en la ciudad de Arequipa. La muestra va hasta el 15 de noviembre.
La historia y producción de la pintura puneña puede empezar a escribirse y articularse a partir del Siglo XX con la identificación de cuatro momentos claros e importantes que han configurado una diversa expresión artística a nivel de técnica y discurso y que se mantiene con el pincel de no pocos cultores y cultoras del color hasta el día de hoy (1). Ya José Tamayo Herrera nos decía que “en el Siglo XIX prácticamente no existieron expresiones pictóricas en Puno, o las que hubieron se perdieron sin dejar huella” (2).
El primer momento guarda la figura y presencia de Enrique Masías Portugal, paisajista y torero, considerado como el precursor de la pintura puneña, que realizó su primera exposición en Puno en 1922. Años más tarde serviría de ejemplo para que se consolidara el llamado Círculo Pictórico Laykakota.
El segundo momento, en efecto, está determinado por el trabajo que desarrolló el Círculo Pictórico Laykakota entre 1933 y 1940, que se convirtió en el primer cimiento orgánico que influyó la futura plástica puneña. Fue fundado por un grupo de personajes notables a su vez pintores autodidactas, entre ellos Amadeo Landaeta, Carlos Rubina, Carlos Dreyer, Genaro Escobar, Joaquín Chávez y Florentino Sosa.
En palabras de este último, el Circulo Laykakota trabajó y buscó “el desgarramiento del paisaje qollavino y del quehacer humano esencialmente andino” (3), circunscribiéndose dentro de la corriente del indigenismo liderada por José Sabogal con quien mantuvieron relación y amistad. Plasmaron sobre sus telas y óleos la vida y el paisaje altiplánico. Fueron en pintura el equivalente al Grupo Orkopata en letras y literatura (4).
En los últimos años del Circulo Pictórico Laykakota, se integraron, entre otros, Simón Valencia y Francisco Montoya Riquelme, este último acuarelista y promotor cultural, fundador de la Escuela de Bellas Artes de Puno, considerado como “el último Laykakota”, y que luego se convertiría en la bisagra con la nueva generación de pintores puneños que fundarían el Grupo Quaternario.
Así, el tercer momento de la plástica puneña está determinado por la creación del Grupo Quaternario en 1983, poco más de cuarenta años después de los Laykakota. Estuvo integrado por una nueva promoción de pintores en su mayoría provenientes de la Escuela Regional de Educación Artística, ex Bellas Artes de Puno y hoy Escuela Superior de Formación Artística (ESFA), entre ellos Martín Gómez, Aurelio Medina (Moshó), Yemy Alemán, Benigno Aguilar (Páucar), José Luis Cáceres Barriga (Jolu), Betty Reboa, Raúl Huayna, entre muchos otros que, desde entonces y hasta hoy, han desarrollado una labor creativa y artística permanente.
Si bien Quaternario recibió el aporte pictórico del Círculo Laykakota gracias a la presencia viva de Francisco Montoya, también apostó por una renovación de la plástica puneña como un grupo “abierto a todo estilo, técnica, temática y contenido” (5). Con ello, su pintura se alejó en cierto modo del indigenismo tradicional y empezó a crear un nuevo discurso del paisaje altiplánico con una mayor solvencia técnica y desde una perspectiva más intimista y personal de cada uno de sus integrantes. Luego de su disolución en 1992, muchos de ellos y ellas encontraron caminos y estilos distintos de creación pictórica.
Mención especial requiere Víctor Humareda (1920-1986), icono de la pintura peruana y puneña, que no se adhirió a ningún grupo pictórico. Su originalidad y excentricismo estaba por encima de todo. Muy joven dejó Puno para seguir estudios de arte en Lima y posteriormente convertirse en un importante pintor, considerado como el forjador del expresionismo en el Perú.
En la década del noventa, aparecen en escena nuevos nombres de artistas, que sin encontrarse articulados a un grupo y en algunos casos sin ser necesariamente puneños desarrollan un trabajo importante para la plástica puneña, reflejado en la influencia que ejercerían en futuras promociones.
Entre ellos destaca nítidamente David Frías quien se afinca en Puno por muchos años y desarrolla allí lo más fundamental de su obra. Esto servirá correlativamente para lo que podría identificarse como el cuarto momento de la plástica puneña, de cara al Siglo XXI, en los primeros años del 2000 y hasta nuestros días, en que surge una nueva promoción de pintores provenientes de la ESFA y de la Escuela Profesional de Arte de la Universidad Nacional del Altiplano, que de forma individual apuestan por una nueva renovación de la plástica en cuanto a la experimentación de las técnicas, la conceptualización de los motivos y la originalidad del discurso, muy destacable en algunos casos.
Entre ellos advertimos la presencia de Max Castillo, Arturo Toledo, Hugo Pari, entre muchos otros, que desde sus individualidades intentan encontrar un estilo y técnica que los represente de manera personal, manteniendo una visión que trasunta el leitmotiv del gran tema del altiplano puneño pero que también en algunos otros casos, no terminan por despercudirse del lugar común de la plástica puneña.
El “Primer Salón de la Pintura Puneña Contemporánea”
La particularidad de esta muestra que hoy se realiza en el Complejo Cultural Chávez de la Rosa – UNSA, en la ciudad de Arequipa, es que reúne a un nutrido conjunto de pintores puneños de distintas generaciones y profusión de talento, afincados en Puno y en otras ciudades del sur del Perú como Arequipa, Cusco y Tacna. Todos tienen el denominador de haber nacido en Puno o al menos de tener raíces puneñas.
Muchos de ellos y ellas se encuentran circunscritos o podrían circunscribirse a los distintos momentos pictóricos detallados líneas arriba, especialmente a partir de Quaternario y la promoción del 2000. Algunos y algunas han consolidado una carrera artística que con los años ha ido madurando hasta conseguir seriedad y constancia. Otro tanto, se encuentra en el camino y búsqueda de obtener un sello personal, mientras que otros pocos podrían ser, acaso, las nuevas caras de la plástica puneña, aunque ciertamente, en este momento, resultaría apresurado afirmarlo.
Pero más allá de estas salvedades podríamos decir que este “Primer Salón de Pintura Puneña Contemporánea” pretende ser una mirada panorámica de la producción artística de la plástica puneña desde diversas perspectivas de creación y discurso. No obstante que, como siempre que se trata de selecciones, podría haber omisiones u sobrantes.
De igual forma es digno de destacar el gran esfuerzo que ha supuesto el montaje de esta muestra que significará para los espectadores la oportunidad de apreciar la obra de diversos artistas como reflejo de lo que se hace en Puno y fuera de Puno desde las paletas de los propios puneños y que, además, evidencia que existe una profusa producción plástica de puneños en todas las ciudades del sur peruano, aunque no todos desarrollen motivos puneñistas o si se quiere, altiplánicos. Por ello que su diversidad de temáticas y estilo resulte atractiva.
En ese sentido, haría falta todavía un estudio que analice y sistematice la presencia y producción pictórica de artistas puneños formados fuera de Puno y que han desarrollado su carrera en otras ciudades.
Por eso mismo, cabe también preguntarse, para finalizar, si esta muestra podría ser interpretada como un pilar que permita vislumbrar el futuro de la plástica puneña. Quizá en algunos casos sí, sobre todo con algunos artistas que vienen demostrando seriedad, pasión y convicción creativa y que luchan con el color y la forma para expresarse y reinventarse a sí mismos. Quizá no, en otros casos, con algunos artistas que se han anquilosado en la tradición y en el paisaje repetitivo, sin mayores expectativas creativas. Ante ello, queda la posibilidad de que esta muestra sólo sea una fotografía de hoy, de un momento estático que no permitirá proyectar un derrotero, si es que tiene que haber al menos para la academia, en cuanto al futuro de la plástica puneña. Será, pues, el tiempo el que podrá dilucidar la interrogante.
Queda decir, que también resultaría interesante que esta muestra sea llevada a otras ciudades del interior y fuera del país, que trasunte las fronteras de los públicos habituales, que se inserte en las retinas de los agradecidos espectadores, que se someta a otros juicios y que se valore más allá de lo local para averiguar si hay atisbos de universalidad. Están invitados.
(*) Escritor y periodista
NOTAS: (1) Tesis propuesta de manera más amplia en “El Último Laykakota, biografía del pintor Francisco Montoya Riquelme”. Christian Reynoso Torres. Lago Sagrado Editores. Lima, 2008. (2) “Historia social e indigenismo en el Altiplano”. José Tamayo Herrera. Ediciones Treintaitrés. Lima, 1982. (3) Entrevista a Florentino Sosa por Efraín Miranda y Walter Tapia. Revista del Instituto Americano de Arte Nro. 12. Puno, Noviembre 1978. (4) Ver mayores referencias sobre el Círculo Pictórico Laykakota en “El Último Laykakota”, ya citado. Pags. 17-25. (5) Catálogo del V Salón Anual “Francisco Montoya” organizado por el grupo Quaternario en Puno, 1987.
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